La guerra en Ucrania por la invasión de Rusia desde el Este en febrero de 2022, que Estados Unidos resiste aliado con Kiev y al frente de la OTAN, jugó un papel central para destrabar lo que hubiera sido el vigésimo segundo shutdown o parate de la administración federal en la historia del país.
La propuesta bipartidista, cuya negociación tuvo al presidente republicano de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, como actor principal conteniendo al ala dura de su partido, salió adelante sólo cuando una mayoría bipartidista aceptó denegarle más asistencia a Ucrania, para la que Biden había pedido otros 34 mil millones de dólares.
En cambio, se autorizó el desembolso extra de 16 mil millones de dólares para desastres naturales en varios estados, dos millones de militares y un millón y medio de empleados federales podrán seguir activos y cobrando sus salarios. Una señal de que las necesidades internas se impusieron sobre los objetivos diplomáticos y de que la deuda del país, de más de 31 mil billones (trillions) de dólares antes de este acuerdo, será tema central de las elecciones de 2024.
En un mes y medio el Congreso deberá volver a autorizar nuevo endeudamiento de la Administración Biden para mantener financiada una gestión de gobierno que, según los republicanos, se excede en gastos e inversión para recuperar la economía estadounidense post pandemia y para relanzar al país como mayor potencia tecnológica e industrial del mundo, y frente a China.
Ajuste geopolítico
La facción republicana más radicalizada y cercana a Trump insiste en recortar fondos para la guerra y dedicarlos a necesidades internas, en línea con la línea de política exterior aislacionista que desplegó el ex presidente entre 2017 y 2021.
Decenas de representantes republicanos votaron a favor del cierre del gobierno federal, pero finalmente la autorización provisional de presupuesto fue aprobada por 335 votos a favor y 91 en contra (209 demócratas y 126 republicanos a favor, y 90 republicanos y un demócrata en contra).
Luego, el Senado aprobó la versión de la Cámara por 88 votos a favor y 9 en contra y el presidente Biden terminó firmando la ley antes de la medianoche.
El resultado fue similar a una votación a principios de este año para suspender el límite de la deuda federal, pero el liderazgo del “moderado” McCarthy (California), sigue expuesto a que el ala más dura de los republicanos vuelva a la carga para desplazarlo y bloquear toda la negociación con los demócratas.
La situación genera tantas tensiones que el “speaker” McCarthy ya enfrenta una rebelión de otro representante republicano, Matt Gaetz, de Florida, en la primera vez en un siglo que un legislador puede forzar una votación para destituirlo como presidente de la cámara y reemplazarlo por otro del mismo partido.
En una declaración escrita, Biden calificó el acuerdo como una «buena noticia para el pueblo estadounidense». «Espero plenamente que el presidente del Senado mantenga su compromiso con el pueblo de Ucrania y garantice la aprobación del apoyo necesario para ayudar a Ucrania en este momento crítico».
La senadora republicana del ala dura Lauren Boebert, declaró descontenta: «Hay demasiados senadores que se sienten cómodos haciendo lo mismo que desde mediados de los 90», acordar con los demócratas. «Y por eso estamos sentados con una deuda federal de 33 billones (trillions) de dólares».
La agencia de calificación Moody’s alertó que el histórico endeudamiento podría dañar la solvencia crediticia de Estados Unidos. Su deuda ya equivale a casi todo un PIB (98%) y el costo del endeudamiento subió al 4,8% pagado en la colocación de bonos. Este año, la Administración terminará pagando 2,5% del PIB sólo en intereses de la deuda (Alemania, en recesión, está pagando 2,9% por la suya).
Al defender el acuerdo, McCarthy dijo que la invasión rusa fue «horrenda», pero insistió en que no puede haber «ningún cheque en blanco» para Ucrania. «Me preocupa mucho lo que va a pasar a largo plazo, pero no quiero malgastar dinero».
Larga historia
Antiguamente, el Congreso no aprobaba a tiempo los proyectos de ley de gastos, pero tampoco se daban parates generalizados de la administrador.
Bajo la presidencia del demócrata Jimmy Carter (1977-81), el fiscal general Benjamin Civiletti dictaminó que, sin autorización del Congreso, el gobierno debía cesar las funciones no esenciales. Volvió a ocurrir varias veces bajo los presidentes Ronald Reagan y George H. W. Bush, aunque sólo por horas o días, o durante un fin de semana, y apenas impactaba en la vida cotidiana de los estadounidenses.
El cambio de fondo se produjo a finales de 1995 y principios de 1996, cuando los republicanos de la Cámara de Representantes desencadenaron cierres consecutivos en una puja de financiación con el presidente demócrata Bill Clinton.
Desde 2013, los presidentes Barack Obama, Donald J. Trump y ahora Biden han repetidos shutdown de varios días, hasta hacerse una rutina de disputa política.
«La disfunción y el caos están ahora en el torrente sanguíneo político, y por eso la gente no llama ni envía correos electrónicos a Washington quejándose. Ven esto como parte de la política normal, polarizada y partidista de Washington», razonó la exsenadora demócrata Claire McCaskill.
Una encuesta de YouGov mostró en medio de las negociaciones que el 29% de los estadounidenses culpaba a los republicanos de la Cámara de Representantes del bloqueo, frente al 14% que culpaba a los demócratas y el 13% que mencionaba a Biden. Casi un tercio consideró que todos tenían la misma culpa.
La última vez que el gobierno federal sufrió un shutdown (de diciembre de 2018 a enero de 2019), unos 420 mil empleados federales trabajaron sin cobrar y otros 350 mil fueron licenciados sin paga. Con 34 días, fue el cierre más largo. Sólo siguieron trabajando empleados con responsabilidades en la seguridad de vidas humanas o la protección de bienes (militares, controladores aéreos, sanidad, energía).
Aquella vez, provocado por los demócratas, el cierre terminó con una concesión de Trump en materia de inmigración: se quedó sin fondos para avanzar en la construcción de un muro en la frontera con México.
Antes, el cierre más largo había durado 21 días, de 1995 a 1996, con Clinton, enfrentado con la primera ola de republicanos radicalizados pre Trump, liderada en la Cámara de Representantes, Newt Gingrich. La oposición exigió el recorte de programas sociales y abandonar una suba de impuestos aprobada en 1993.
En el caso de Carter, la financiación de los procedimientos abortivos -en particular si Medicaid debía pagarlos- fue una de las razones de los tres shutdown.
Por su parte, Reagan afrontó un récord de ocho cierres del gobierno durante su mandato, casi siempre por la puja con los demócratas en la distribución de gastos en asuntos internos frente a los de defensa.
Para Obama, la oposición republicana a su iniciativa sanitaria y de seguridad social del Obamacare fue la causa principal de un cierre en 2013.