Trump ha impuesto acuerdos a menos de 10 países de los 90 que se había puesto como objetivo

Los países tenían tres opciones a la hora de sentarse a negociar con Donald Trump: ignorar sus amenazas, tomar represalias o capitular. La mayoría, excepto China, México o Canadá, optaron por distintas versiones de la última, según el analista financiero Alan Beattie. En su opinión, esta conducta se basó en “aguantar la presión de Trump, conseguir el arancel base más bajo posible, ofrecerle concesiones atractivas pero de bajo impacto, destacar la importancia del acuerdo para su propio beneficio y esperar que siga adelante” con otro país.

Aranceles trampa: cómo Trump convierte concesiones comerciales en control Geopolítico

El problema para gran parte de estos países que retrocedieron es que se basaron en la creencia de que el derrumbe del mercado de valores, en el inicio de la guerra comercial, podría hacer que Trump desistiese de sus demandas de máxima. En el inicio de la guerra comercial, las acciones se habían derrumbado a tal punto que fue el propio Trump, quien anunció una tregua de 90 días para calmar las aguas. El detonante había sido la estrepitosa caída de los bonos de Deuda del Tesoro de Estados Unidos por la venta de sus posiciones de grandes fondos financieros, según lo reportado por la mayoría de los medios financieros.

Como consecuencia, con los mercados de valores recuperados, Trump ha impuesto acuerdos a menos de 10 países de los 90 que se había puesto como objetivo.

Acuerdos abiertos que funcionan como trampas

En sus orígenes, los aranceles fueron pensados por Stephen Mirán, jefe del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, como una forma de contrarrestar los efectos del Dilema de Triffin, teorizado en los años 60 por el economista monetarista Robert Triflin, que establece que el uso del dólar como moneda reserva obliga a su país emisor, Estados Unidos, a mantener déficits comerciales y fiscales crónicos. Esto genera, según el autor, que las exportaciones se encarezcan, lo que hace perder competitividad a su industria, las importaciones se abaraten y el déficit comercial crezca, lo que afecta, por ende, la cantidad de empleos industriales en Estados Unidos. Solo en 2024, Washington tuve una diferencia negativa, entre lo que exporta e importa, de 918 mil millones de dólares, según la Oficina de Análisis Económico de Estados Unidos.

Para Miran hay un punto intermedio que permite que Estados Unidos no pierda su capacidad de usar el sistema financiero, a través del patrón dólar, para dictar las reglas geopolíticas del mundo. “Redistribuir los costos con sus aliados para que compartan la carga económica y militar del patrón dólar, a través de tarifas y ajustes de sus monedas para reducir el impacto negativo en la industria estadounidense”. Aquí es donde entran los aranceles comerciales, ya que, según Miran, permite al Gobierno de Estados Unidos recaudar ingresos. “Un arancel del 10% sobre todas las importaciones podría generar cientos de miles de millones de dólares en ingresos fiscales, reduciendo el déficit sin aumentar los impuestos internos”. También protege la industria manufacturera ya que “al encarecer las importaciones, se incentivaría la compra de productos fabricados en Estados Unidos, lo que fortalecería sectores como el automotriz y la industria del acero”. En base a esta idea, Washington impuso aranceles base de 50% a la importación de acero y aluminio.

Desde esta perspectiva, el primer acuerdo comercial con el Reino Unido sentó las bases para una capitulación que se repitió, de distintas formas, con otro países aliados. Londres “consiguió” un arancel base de 10% para todos sus productos exportados a Estados Unidos, una reducción de los aranceles a los automóviles británicos del 27 al 10%, y un permiso especial para que una cuota de acero y aluminio británico pueda ser exportado sin impuestos. A cambio, el Reino Unido se comprometió a abrir su mercado a productos agrícolas estadounidenses, como la carne de res, el etanol, subir los impuestos a los servicios digitales, que afectan a los gigantes tecnológicos y comprar 10 mil aviones Boeing. Al día de hoy, Londres aún todavía espera para que se concrete el envío de su primera cuota de acero sin aranceles, según The Financial Times.

Así, Washington condicionó la venta de bienes y servicios británicos a la compra de productos agrícolas, y algunos bienes industriales, y un menor pago de impuestos de sus gigantes tecnológicos. Para así reducir el superávit comercial de Reino Unidos, en bienes y servicios, por el orden de los 79 mil millones en libras esterlinas. Para Howard Lutnick, secretario de Comercio de Trump, acuerdo crea «5.000 millones de dólares en oportunidades» para las exportaciones estadounidenses.

Esta hoja de ruta comercial luego fue usada para imponer términos y condiciones base a otros países. Vietnam, por ejemplo, acordó que sus exportaciones paguen un arancel del 20% y del 40% si se considera que provienen de China, mientras que Filipinas, arancel del 19% a cambio de que las importaciones estadounidenses queden libres de impuestos, e Indonesia, el mismo porcentaje de aranceles a cambio también de abrir su mercado a las exportaciones estadounidenses y comprometerse a realizar compras de 19 mil millones de dólares. En su balanza comercial, Vietnam registra un superávit de más de 123 mil millones por sus ventas textiles, de calzados, computadoras, muebles y productos de mar frente a sus compras de artefactos tecnológicos, maquinaria industrial para la industria textil vietnamita y productos agrícolas estadounidenses, como algodón, maíz y soja. Hanoi es el tercer socio comercial con mayor superávit con Washington junto con México y China, según el medio VietnamVN.

Mientras que con Filipinas e Indonesia, Washington pretende reducir un déficit comercial de 23 mil millones de dólares, basado en las compras estadounidenses de productos textiles, calzado, computadoras, entre otros productos, y las ventas de maquinaría industrial, petróleo, semillas transgénicas y cereales como la soja.

La Administración Trump complejizó aún más las negociaciones con sus principales aliados, y socios comerciales, cuando incluyo en lo conversado temas como la adquisición de armas, petróleo y gas y un compromiso de inversiones en Estados Unidos. La Unión Europea, por su lado, aceptó aranceles del 15% para el 70% de sus productos dirigidos a Estados Unidos, entre los que se incluyen automóviles, semiconductores medicamentos farmacéuticos, productos agrícolas, bebidas alcohólicas, como el vino y el champagne. El acero y el aluminio europeo, sin embargo, quedaron con un 50% al igual que la mayoría de los países.

A cambio, la UE ofreció una lista interminable de concesiones que se suma al aumento del presupuesto militar de todos los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), exigido por la Administración Trump. Entre ellas, está un compromiso de que las empresas europeas inviertan en suelo estadounidense un total de 600 mil millones de dólares, en los próximos años, y las naciones de la UE compren 750 mil millones en productos energéticos, como su petróleo y su gas natural licuado. «No se trata solo de comercio: se trata de seguridad, se trata de Ucrania, se trata de la volatilidad geopolítica actual», lo justificó el el jefe de Comercio de la UE, Maroš Šefčovič. Así, Washington busca acortar el déficit comercial con la UE de 235.600 mil millones de dólares.

Gráfico: La guerra tarifaria de Trump | Statista

Corea del Sur y Japón firmaron acuerdos similares como este. Tokio, por ejemplo, cerró un arancel del 15% para la mayoría de sus bienes y servicios pero para lograrlo, abrirá su mercado a las importaciones de automóviles, camiones, arroz y otros productos agrícolas, según Trump. Mientras que el gobierno de Japón anunció una inversión de 550 mil millones de dólares en Estados Unidos en los próximos años a través de fondos y otras entidades financieros con participación estatal. Corea del Sur, por su lado, aceptó el mismo porcentaje de alícuotas a sus exportaciones a cambio de un compromiso para comprar 100 mil millones de dólares en importaciones de petróleo y gas natural licuado estadounidense. Al igual que Japón, Seúl anunció inversiones de 350 mil millones en Estados Unidos.

Todos estos compromisos de adquisición de productos estadounidenses, e inversiones, fueron una forma de la UE, Japón y Corea del Sur de seducir con cifras rimbombantes a la Administración Trump. Pero corren el riesgo de convertirse en clausulas trampa que le permitan al presidente estadounidense reimponer mayores aranceles o presionar, también sobre otros temas.

Sobre las inversiones, la Unión Europea matizó el anuncio al sostener que no puede influir en la decisión de los privados europeos, y Japón rechazó que el 90% de las ganancias de sus inversiones fueran para el “pueblo estadounidense”, como sostuvo Trump. El principal negociador nipón, Ryosei Akazaw, aclaró que todo el dinero se canalizará, en realidad, a través préstamos y garantías de préstamos, por un total de hasta 550.000 millones de dólares, y las ganancias se asignarán en función del riesgo comprometido y la contribución financiera de cada parte. Mientras que las autoridades de Corea del Sur, sus inversiones se dirigirá, en forma de prestamos y garantías de prestamos, hacia asociaciones en empresas surcoreanas y estadounidenses en industrias de semiconductores y construcción naval, entre otras. “Lo que interpretamos es que las ganancias se reinvertirían Estados Unidos”, afirmó Kim Yong-beom, jefe de gabinete de políticas de la presidencia de Corea del Sur.

La diferencia de interpretación sobre lo firmado puede desencadenar en el futuro una nueva ronda de la actual guerra comercial, ya que, por ejemplo, para el secretario de Comercio Trump, Howard Lutnick, Japón sería un virtual banquero de inversiones para proyectos estratégicos estadounidenses, que no incluyan a empresas japonesas. En ese sentido, el propio secretario del Tesoro, Scott Bessent, anunció que la Casa Blanca supervisará el cumplimiento de todos los acuerdos comerciales. “Se aumentarán los aranceles si el presidente no está satisfecho”, amenazó.

Un ejemplo es la amenaza del propio Trump de elevar los aranceles a la UE al 35% si no cumple sus promesas de invertir 600 mil millones de dólares. Todo, además, genera condiciones desfavorables para socios con tratados de libre comercio con Estados Unidos, como Canadá y México, con quienes todavía rige una tensa tregua hasta que se definan nuevos acuerdos.

La claudicación funciona como piso para una ofensiva contra la India, Brasil y los BRICS

La rendición total de Corea del Sur, Japón y la UE ha envalentonado a Donald Trump para subir su apuesta frente a países que muchas veces oscilan entre Estados Unidos, Rusia y China. La India es uno de esos casos paradigmáticos ya que es uno de los países que más se ha beneficiado de las compras del crudo ruso sancionado por Washington y Bruselas. Grandes compañías, cercanas al presidente indio Narendra Modi como Reliance, se han enriquecido gracias a su negocio de refinación de este crudo y su venta a países europeos. A finales de diciembre de 2024, incluso, Reliance y la petrolera rusa Rosneft firmaron un acuerdo para el envío de, al menos, 500 mil barriles diarios por un plazo de diez años.

Trump utilizó estas compras como argumento para imponer un arancel del 25% a todos los productos de la India por violar el régimen de sanciones impuestos por Estados Unidos, según una orden ejecutiva de la Casa Blanca. Esta es una forma de presionar a Nueva Delhi para que acepte las importaciones de cultivos transgénicos estadounidenses, como el maíz y la soja, y automóviles, ambas consideradas líneas rojas por el gobierno de Modi por la resistencia de los agricultores indios y la industria automotriz de la India. La Administración Trump también quiere que el acuerdo abra la puerta para el desembarco de gigantes minoristas estadounidenses, como Amazon y Walt Mart, para que compitan, en igualdad de condiciones, con los magnates indios cercanos a Modi, como Mukesh Ambani, propietario del grupo Reliance dedicado al petróleo y el comercio minorista.

El total el déficit comercial de Estados Unidos con la India fue de 45 mil millones de dólares en 2024, según los datos oficiales estadounidenses.

Contra Brasil, Donald Trump impuso tarifas del 50% al 36% de las exportaciones brasileñas por el juicio contra Jair Bolsonaro por organizar el fallido golpe de Estado de 2022, basado en el desconocimiento de los resultados presidenciales que dieron ganador a Lula Da Silva. Entre los productos alcanzados están el café, la carne y el azúcar brasileño, que se suman al acero, el aluminio, los automóviles y sus autopartes . Unos días antes, la Administración trumpista había exceptuado de estas tarifas al ye petróleo y combustibles, aviones, minerales y el jugo de naranja, un 45% de las exportaciones brasileñas. Estas tarifas solo tienen sentido si se analizan como una forma de intervenir en los asuntos internos de Brasil, ya que Washington posee un superávit comercial con Brasilia de casi siete mil millones de dólares.

Entre las amenazas de Trump también hay que incluir los aranceles de los que habló para los países de los BRICS que avanzaran hacia un proceso de desdolarización. También el ultimátum de diez días que le dio a Rusia para que negocie un acuerdo de paz con Ucrania para que no quedar bajo aranceles, y los constantes ataques al gobierno de Sudáfrica por su política de reparto de tierras que afecta a los terratenientes afrikáners, la minoría blanca descendiente de europeos que por décadas implementó un apartheid contra la mayoría de los sudafricanos. La mayoría de los productos de Sudáfrica, es posible, que queden bajo un arancel del 30% después del 8 de agosto, lo que afectara, vaya paradoja, a los productos de los agricultores afrikáners. Al igual que con Brasil, el 35% de las exportaciones sudafricanas estarán libre de tarifas, lo que incluye; el cobre, productos farmacéuticos, semiconductores, productos de madera, minerales críticos, chatarra de acero inoxidable y productos energéticos.

La mayoría de los países de los BRICS buscan otros países donde colocar sus exportaciones después de la imposición de tarifas, diseñadas para romper y dividir al bloque.

Una de las naciones que podrían beneficiarse de esta dinámica es China, si logra reducir las amenazas de aranceles secundarios de Trump contra los países que comercien con el gigante asiático o se beneficien de sus inversiones. Beijing, cuyo superávit comercial con Estados Unidos fue 295.400 millones de dólares en 2024, logró establecer una tregua comercial con la Administración Trump cuando restringió el envío de sus tierras raras, e imanes resistentes al calor, a la industria estadounidense. Durante las negociaciones, Beijing consiguió que se liberalizaran la compra de chips avanzados por parte de empresas chinas a cambio del final de la restricción de exportaciones de minerales raros chinos. Washington bajó, mientras tanto, sus aranceles de 145% al 30% y China de 125 al 10%.

A diferencia de otros acuerdos, el resultado de estas negociaciones si solo se circunscriben a la relación bilateral, por ejemplo a que Beijing compre más productos agrícolas estadounidenses para reducir el superávit comercial, puede desbarajustar las intenciones de la Administración Trump de armar “un muro arancelario global alrededor de China para que reforme su sistema económico”, según Sthepen Miran, su jefe de Asesores del Consejo Económico de la Casa Blanca. En su lugar, la política comercial de Trump puede convertirse en un boomerang si un grupo de países, lo suficiente importante, considera mejor recostarse en sus vínculos comerciales con China para afrontar sus amenazas.

La experiencia indica que los acuerdos comerciales de Trump, que funcionan como trampas, pueden convertirse en una excusa para presentar demandas estadounidenses de forma infinita y duradera cuando el presidente considere, según su humor, que no han sido cumplidos.

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