Dacil Lanza
En tiempos de extremistas y polarización, vuelve la izquierda a Uruguay luego de que ayer ganara el ballotage frente al oficialista Álvaro Delgado. Esta vez de la mano de quien recibió el apodo de “TibiOrsi” por su propuesta de “cambio controlado” y de una “revolución de las cosas simples”. A diferencia de los anteriores gobiernos del FA solo controlará el Senado y deberán acordar en Diputados. Los desafíos del legado de la coalición republicana van desde la inseguridad hasta los indicadores de desigualdad.
Para las 20.30 de anoche, los medios uruguayos ya hablaban de una tendencia irreversible: Orsi, delfín del expresidente José “Pepe” Mujica, se imponía con 1.196.798 votos (49,8%) frente al oficialista Álvaro Delgado, quien se quedó con 1.101.296 (45,9%). Decenas de encuestas previas lo habían anticipado –ninguna daba arriba al titular de la coalición republicana (exmulticolor)– y la Corte Electoral lo confirmó rápidamente, mientras comenzaban a llegar saludos de felicitaciones de todos los mandatarios de la región, a excepción de Milei que se limitó a replicar un comunicado de la Cancillería. En las calles uruguayas se vieron festejos masivos con las banderas tricolores. Un grito bajo la lluvia que estuvo ahogado durante los cinco años de gobierno de Lacalle Pou.
Pero nadie dijo que la lluvia eran lágrimas de libertarios, porque el “fenómeno” argentino no cruzó el charquito. Candidatos insiders (como te conté acá), partidos políticos fuertes, baja polarización, encuestas relativamente acertadas, resultados rápidos, reconocimiento de parte del opositor y del presidente, promesas de diálogo y una transición que se prevé pacífica… Uruguay tendrá que lidiar con la envidia de sus vecinos, pero ni tanto. También es el lugar con problemas de desigualdad, criminalidad y corrupción, algo que los líderes progresistas o centro-izquierda de la región vienen intentando apenas administrar sin demasiado éxito. Habrá que esperar para ver si “la revolución de las cosas simples” alcanza.
Tanto la coalición de gobierno como el FA son justamente eso, la reunión de distintas fuerzas políticas y sociales. Pero la segunda funcionó de forma más eficiente para alinear votos en los dos turnos electorales y ahora promete hacer lo mismo en los próximos 5 años que le toque gobernar. En cambio, el actual oficialismo –integrado por los partidos Nacional (PN), Colorado (PC), Independiente (PI), y Cabildo Abierto (CA) más su escisión, el Constitucional Ambientalista (PCA)– que supo formar una masa integrada en el Gobierno, en la instancia electoral, se pareció más a un engrudo. Como te conté acá, debió ir dividido en primera vuelta, sin poder enfilar los patitos para el ballotage.
A la excoalición multicolor, ahora republicana, no le alcanzó y algunos ya hablan de que era el escenario más deseado para Lacalle Pou (ya hay memes), quien puede aspirar a volver. El mandatario se despide por ahora con niveles de aprobación que rondan el 50%, pero como no podía ir por la reelección consecutiva, le conviene quedar como la mejor opción en el banco de reserva, en lugar de estar en las filas de Delgado quien, de haber llegado al Ejecutivo, se iba a tener que enfrentar a un gobierno lleno de bloqueos en el Congreso.
Pero volvamos al FA, con el que Delgado quiso rivalizar, tildándolo de ideologizado y asegurando que lo que estaban en disputa eran “dos modelos de país”, pero lo cierto es que el escenario electoral no estuvo tan polarizado y en los años por venir tampoco se prevén demasiados sobresaltos. “Hay una cosa que es muy uruguaya, que es que acá gobiernan los partidos, no gobiernan las personas. En Uruguay son un sistema muy partidocrático, o sea, uno vota al FA y está votando un conjunto de ideas que se van a llevar adelante, sea cual sea el candidato. Después los presidentes ponen su impronta, pero desde el año 2004, cuando el FA ganó por primera vez, nunca hubo una pretensión de una transformación radical de la sociedad”, me dijo el politólogo uruguayo Mauro Casa, quien me parece que estuvo de gira y casi sin dormir en este mes de elección, como varios de su gremio.
Y si, como dice Mauro, se vota lo que señala el partido (sí, frente pero que como decía antes, funciona como partido) podemos revisar sus líneas. Ya en julio el Movimiento de Participación Popular (MPP) 609, de Mujica, Topolansky y Orsi y que integran el FA, decían: “Nosotros y nosotras nos hemos definido como norte para gobernar ‘hacer la revolución de las cosas simples’, entendiendo que, como en la física y en la química, los pequeños cambios generan transformaciones radicales y, sobre todo, cuando de la vida humana se trata. Cuando un par de metros cuadrados, las comidas diarias y la pilcha limpia pueden transformar la realidad. La realidad de unos, sumada a la de otros en distintas áreas de nuestra sociedad, producen un cambio radical en la sociedad, siguiendo aquello de que una gota, con ser poco, con otra, se vuelve aguacero”.
De allí esa idea revolucionaria a la uruguaya a la que apeló Orsi y cuyo sinónimo fue “el cambio controlado”. “El discurso del FA es mucho más del tipo de una socialdemocracia criolla, de la idea de una economía mixta: de mercado y Estado, de empresas públicas potentes, de presupuestos públicos para la educación, de mejorar el sistema de bienestar, de protección social, todo eso en el marco de una economía de mercado y de aumento de la inversión, de darle beneficios a las empresas transnacionales para instalarse en Uruguay. Muchas veces este es un modelo de desarrollo bastante depredador del medio ambiente. Es una izquierda con esa complejidad, una izquierda capitalista y Orsi es un exponente de eso”, agregó Casa, y me baja las expectativas. Pero si lo ponemos un poco en el contexto regional, igualmente da aire.
Pregunto si la actitud del próximo presidente durante la campaña, que le valió el mote de “TibiOrsi”, no era acaso una estrategia electoral y si no va a pisar un poco más el acelerador una vez que le pasen la banda presidencial. “No creo que Orsi se haya moderado para la elección, o que haya pensado eso… si es que piensa algo, porque es una persona que la verdad se conoce poco cuál es su mirada sobre el desarrollo del país. Él tiene un discurso muy pragmático y a veces no te dice nada muy concreto. Incluso si se hubiera ganado una mayoría propia en la primera vuelta, él no iba a prometer un cambio radical”, me aclara Mauro.
“Mucha gente en el Frente Amplio vive con exasperación que Orsi haya tenido una visión tan moderada, tan dialoguista, tan hacia el centro. Durante toda la campaña el chiste era ‘ahí viene TibiOrsi’, porque todo era de una tibieza que asustaba”, agregó Mauro.
Entiendo que la revolución de las cosas simples –como que pase el bondi a horario o que haya medicamentos en los hospitales– no seduce demasiado, pero la vida “ordenada” no suena tan mal ¿verdad? Quizás no hay que mirar con ojos argentinos la realidad uruguaya, porque con un poco de eso ya nos alcanza. Más allá del ombligo, siempre recuerdo el cansancio de una joven chilena pos estallido social y previo a la victoria de Gabriel Boric diciéndome que estaba ‘cansada de vivir momentos históricos’ y una de las mayores demandas por aquellos días era vivir “tranquilos”. Uruguay no viene de esa convulsión, pero tiene asuntos que atender en medio de un vecindario revuelto. De todos modos, Orsi tendrá el desafío de ver si la mera “administración” puede ser entendida como desaprensiva por parte de quienes ayer salieron entusiasmados a pedir más.
Anoche, la vice Carolina Cosse y el presidente electo Yamandú Orsi, durante el festejo.
El 27 de octubre, en la primera vuelta, el Frente Amplio se quedó con 16 de las 30 bancas del Senado, los blancos con 9 y los colorados con 5. En tanto, en la Cámara de Diputados, el espacio que supieron liderar Mujica y Tabaré Vázquez, alcanzó 48 de las 99 sillas de la Cámara de Diputados, mientras que la coalición de gobierno se quedó con 49 (PN, 29; PC, 17; CA, 2; PI, 1), mientras que Identidad Soberana (IS), del díscolo Gustavo Salle, logró 2 bancas (una para él y otra para su hija, Nicolle Salle).
Si bien Orsi logró sellar el Senado en la primera vuelta, en la Cámara Baja le van a faltar un par de votos y tendrá que hacer acuerdos, caso por caso. En el programa Campaña del miedo le preguntaron en la semana qué puerta golpearía primero para buscar votos en el Congreso, según diferentes temáticas: ¿En educación?: “El Partido Colorado le ha metido cabeza al tema educación”, respondió. ¿En seguridad social?, “indistinto”, dijo. ¿En seguridad?, “la gente de Cabildo y alguna del PN”. ¿Y en Medio Ambiente? Ahí Orsi citó a los Salle, padre e hija.
Solo una breve mención a Salle con quien Orsi tendrá que negociar. Si bien no se puede descartar eventuales acuerdos con diputados de la coalición acompañando propuestas del FA en el Congreso, el titular de IS tiene dos votos preciados, pero su línea es al menos oscilante. Una suerte de activista antisistema que podría vibrar alto con Milei, aunque a veces suena de izquierda: en la primera vuelta fue a votar con una remera que rezaba “Agenda 2030. Métanse vuestra agenda por el cu**”, encabezó marchas antivacunas y apunta contra la “cleptocorporatocracia” (sic) que controla al Estado uruguayo.
Hay que echar una mirada sobre lo que el politólogo Mauro Casa me dijo que es “el escenario de gobernabilidad” que se viene y al que definió como “más complejo que el de los últimos 20, 30 años”. ¿Por qué? Porque Uruguay viene bastante acostumbrado a gobiernos que contaron con mayorías parlamentarias sólidas y en los 15 años de gobiernos del Frente contaron con mayorías propias, mientras que el actual, si bien tuvo algunas dificultades porque era una coalición, pudo mantener alineamientos en el Congreso.
“Ahora la realidad va a ser distinta. Uruguay ya ha vivido muchas veces ese proceso de tener que sumar apoyos legislativos –sobre todo en la Cámara de Diputados, donde están representados los territorios de los departamentos–. Al Frente le faltaría nada más que dos diputados para aprobar leyes. Entonces es más sencillo hacer un poco de Pork Barrel como dicen los gringos, esto es, conseguir esos votos”, dijo Casa y agregó que además, Orsi “tiene un perfil más dialoguista, más cercano, es un hombre del interior, entonces tiene buena relación con muchos intendentes y diputados del interior. Por lo tanto, lo veo como un desafío, pero nada terrible de manejar”. Ahí su mirada al centro será un capital. Y a diferencia de lo que pasa en países como Argentina, el alineamiento partidario también se constata en el desempeño parlamentario, donde hay pocos saltimbanquis que puedan fugarse del futuro oficialismo.
Y para seguir en el juego de espejos, hay que decir que Uruguay tiene un sistema en el que los presidentes son un tanto más “débiles”, o dicho de otro modo, no tienen un sistema de poder institucional del presidente exacerbado. “No es como en Argentina o en Brasil, donde el presidente puede pasar un DNU y bueno, y después el Parlamento ve qué hace con eso. En Uruguay eso no existe”, dijo Mauro, a quien recomiendo escuchen en el podcast La Cosa. Eso hubiese complicado una presidencia de Delgado, que como Milei, hubiese gobernado en minoría. En Uruguay los presidentes pueden emitir decretos, pero los decretos solo sirven para reglamentar leyes, no pueden legislar por decreto. “Uruguay tiene también un sistema bastante semiparlamentario en términos del vínculo entre poderes. O sea, el Parlamento puede censurar ministros, puede llamar ministros a sala, puede pedir informes”, agregó el politólogo.
Entonces, al contar con el control del Senado, el FA no está expuesto a que si la oposición no coincide con las políticas de los ministros, los llamen y censuren, haciendo renunciar a los funcionarios constantemente. También el oficialismo tendrá el camino más allanado para pasar las designaciones en empresas públicas y entes del Estado porque estas requieren la venia parlamentaria.
Los uruguayos no llevaron al podio del ballotage a candidatos “topos” que propusieran destruir el Estado desde dentro. Incluso Delgado llegó a decir que “el Estado tiene que jugar y jugar fuerte”, tanto en términos de políticas de crédito de viviendas, salud, educación, entre otros temas. No hay solo una “izquierda a la uruguaya”, sino también –al menos por ahora– una derecha oriental.
“Somos un país que tiene una cultura política muy estatista, donde las derechas siempre han sido bastante defensoras de la acción del Estado. Si uno ve a Lacalle Pou, que es un presidente típico liberal de la derecha latinoamericana, este tiene un discurso que es mucho más favorable a la idea de que es necesaria cierta participación del Estado en la economía, que el Estado sea el escudo de los débiles y que no puede dejar desamparado a nadie”, dijo Mauro y recordé las declaraciones del presidente cuando estuvo en Argentina y mandó un tiro por elevación a su par en la Casa Rosada. “Hay cosas que están en el ADN de nuestro país y ya nadie discute. Entre ellas un Estado fuerte”, dijo en abril el político blanco.
“Claro, hay mucho de retórica, de discursivo, y hay que decir que este es un gobierno de derecha, que hace recortes, que disminuye el peso del Estado en la economía y favorece a los sectores de mayor capital. De todos modos, hay un respeto por la institucionalidad y por el peso del Estado, sobre todo es muy importante el peso de los funcionarios públicos y de los jubilados entre el electorado. En Uruguay nadie podría ganar una elección diciendo que va a bajar las jubilaciones porque son muchos los jubilados que votan. Sería como pegarse un tiro en el pie”, dijo Mauro.
Uruguay, en la última elección, no ha tenido una prédica “a la Milei”, ni ha surgido un partido libertario. Sí existe la extrema derecha, representada más que nada en Cabildo Abierto (que electoralmente decayó, como te conté en la primera vuelta) pero que como hablaba con Mauro, si queremos encontrar un paralelismo es más cercana a Victoria Villarruel; conservadora, asociada al poder militar, nacionalista de derecha. Por eso Orsi habló de apelar a ellos para lograr algunos acuerdos, por ejemplo en temáticas de recursos naturales y soberanía nacional.
No me voy a extender en el legado que deja Lacalle Pou en términos de desigualdad, inseguridad y corrupción porque lo vimos en la entrega de la primera vuelta y de la mano de especialistas como Gabriel Tenembaum y con referencias al libro ¿Democracia muerta?, que publicó recientemente el politólogo uruguayo Juan Pablo Luna. Pero le quise preguntar a Mauro Casa si, entre esos problemas que deja el actual Gobierno, considera que la inseguridad es el principal: “El tema es la seguridad en el sentido del crimen, en el sentido de la penetración del narcotráfico en la sociedad. Hay una cuestión más sistémica que está viviendo Uruguay, pero que la estamos viviendo en gran parte de América Latina. En los últimos años ha sido muy notorio y Uruguay está camino a esa senda en la que los narcos están obteniendo control de territorios y a percutir en instituciones estatales, en la Policía, en la Justicia y creo que allí está el gran desafío. Ahora hay un poquito más de mirada de que se nos está yendo de las manos. Toda la vida hubo homicidios, pero ahora se está viendo sicariato, desmembramiento de gente que aparece con la cabeza en un lado, un brazo en otro, el asesinato de niños. O sea, están pasando cosas muy violentas. Y bueno, creo que sí, que ese es el principal desafío”.