Nada de esto sucede

El Salario Mínimo, Vital y Móvil aumentará un 15,6% en abril, y será de $80.342. Una línea de pobreza para hogar tipo 2 metropolitano (4 miembros) ascendió en febrero a $163.000 mensuales. Como se observa en el gráfico, está en sus mínimos históricos desde el año 2015 cuando Cristina Kirchner abandona el gobierno con el más alto SMVM regional medido en dólares y poder adquisitivo interno.

Técnicamente el Salario mínimo vital y móvil, es la menor remuneración que debe percibir en efectivo el trabajador sin cargas de familia, en su jornada legal de trabajo, de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsión.

Pero además, este monto es un indicador para calcular la liquidación del Salario Social Complementario del plan Potenciar Trabajo del Ministerio de Desarrollo Social y el Programa Acompañar bajo la órbita de Mujeres, Géneros y Diversidad.

El SMVM no sólo impacta en las prestaciones mencionadas, sino que también lo hace en los requisitos para acceder a otros programas como las Becas Progresar del Ministerio de Educación y a la Asignación Universal por Hijo (AUH) de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES).

Según el economista Federico Cagnani * Es necesario poner en contraste la importancia del Consejo del Salario Mínimo como herramienta de política tanto macroeconómica (ya que el incremento en los salarios se reflejará en mayores recaudaciones fiscales, mayor consumo e incremento de la producción) como microeconómica (mejora el poder adquisitivo de las familias y el bienestar general) y como elemento fundamental en el proceso de distribución de la riqueza, ya que implica incrementar el piso de salarios de aquellos sectores más vulnerables, creando no solo mayores oportunidades, sino equiparando hacia arriba las clases sociales. Un SMVyM que se encuentre por arriba del costo de las canastas de indigencia y pobreza tiende a achicar la brecha entre pobres (haciéndolos menos pobres) y ricos, genera un mayor nivel de consumo interno (aquellos sectores menos favorecidos tienden a inclinarse tanto por la industria nacional, el turismo nacional, etc.), lo que favorece el incremento de la producción. La situación fiscal del Estado mejora por mayor recaudación tanto en los sectores bajos, medios y altos, donde es el Gobierno el que tiene la capacidad redistributiva de la riqueza.

Está claro que el salario mínimo no debe ser la única instancia en la que se aborden las cuestiones salariales. El salario mínimo debe ser el piso de una estructura que debe contar con otras instancias de negociación, teniendo en cuenta que su función primordial es proteger especialmente a los trabajadores menos calificados y organizados.

En consecuencia, sobre la base de dicho piso de negociación deben articularse las negociaciones sectoriales que sienten el impulso y pauta mínima de adecuación salarial. La existencia de medidas restrictivas para la puja sectorial, como topes explícitos o implícitos en la negociación, o la de intervención directa en el conflicto, evitando así que ningún sector sobrepase los límites y no rompa los criterios impuestos, no pueden ser en la sociedad.

Es necesario un salario mínimo como base y punto de partida del resto de las negociaciones. Un salario que mínimamente pueda cubrir las canastas de consumo para no ser pobre y especialmente con actualizaciones periódicas.

Nada de esto sucede.

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*Economista, investigador UNDAV y miembro de EPPA

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