Evita: Cabeza, corazón, coraje

En este nuevo aniversario de su fallecimiento, recordemos que Evita hizo posible lo imposible, sin ella el horizonte de transformaciones del peronismo bautismal hubiera estado mucho más lejano, pero Evita fue tanto pasión como pensamiento estratégico. Por caso en La razón de mi vida, una adelantada Eva Perón ya propone una asignación equivalente a la mitad del salario medio nacional para remunerar a las mujeres por las tareas domésticas y de cuidado.

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Evita y la economía de cuidados

Señalaba Evita: “Nadie dirá que no es justo que paguemos un trabajo que, aunque no se vea, requiere cada día el esfuerzo de millones y millones de mujeres cuyo tiempo, cuya vida se gasta en esa monótona, pero pesada tarea de limpiar la casa, cuidar la ropa, servir la mesa, criar los hijos, etc. Aquella asignación podría ser inicialmente la mitad del salario medio nacional y así la mujer ama de casa, señora del hogar, tendría un ingreso propio ajeno a la voluntad del hombre. Luego podría añadirse a ese sueldo básico los aumentos por cada hijo, mejoras en caso de viudez…”. Hoy en Argentina, casi tres millones de mujeres trabajan en los sectores del cuidado.

De ese total, nueve de cada diez, realizan estas tareas sin remuneración y dedican el doble de tiempo que los varones. Para lograr igualdad de género es preciso promover una agenda de cuidados que reduzca la responsabilidad que recae en las mujeres, dificulta su acceso al mercado de trabajo productivo, sobrecarga su jornada laboral y reproduce estereotipos que limitan sus derechos y oportunidades en otros ámbitos que obviamente la banda misógina * que «gobierna» desconce y niega. Hay en el país algunas experiencias que reconocen las tareas de cuidado como el Proyecto de Ley de Asignación por Trabajos de Cuidado, con autoría de las diputadas del FdT Florencia Lampreabe y Paula Penacca, dos programas de la OIT y el Municipio de Hurlingham que resolvió reconocer salarialmente las tareas de cuidado.

Sin embargo, la gran medida de reivindicación de género y de la economía de cuidado es la Moratoria previsional que desplegara Cristina Fernández durante sus gobiernos. La moratoria previsional resulta clave para garantizarle ingresos en su edad pasiva a quienes, cumpliendo con la edad requerida, no tienen los aportes necesarios para realizar el trámite jubilatorio, muchas mujeres por haber dedicado su vida a tareas de cuidados. En este sentido nueve de cada diez mujeres participan en tareas de cuidado: en hogares con dos menores de 6 años o más, el 95% de las mujeres participa de las tareas de cuidado no remuneradas y le dedican, en promedio, casi 9,8 horas: más que una jornada laboral.

Señala la economista Carolina Fernández a la Agencia Paco Urondo que un informe publicado por el CEPA (Centro de Economía Política Argentina) advertía que, de no continuar la moratoria previsional como pretende Milei, el panorama de las personas trabajadoras en edad de jubilarse es realmente preocupante: nueve de cada diez mujeres y siete de cada diez varones no podrían acceder a una jubilación por no cumplir con el extremo legal de treinta años de aportes que exige la ley.

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La brecha de género está a la vista, señala Fernández y agrega: “Según el informe de CEPA, del universo de mujeres en edad jubilatoria solo un 6,6% cuenta con más de 25 años de aportes, y el 46% directamente, no registra aportes”. Si sumamos datos del Ministerio de Trabajo tenemos que: hacia el año 2021 el 74,4% de quienes poseen una jubilación con moratoria son mujeres, muchas de ellas, insistimos, realizaron tareas de cuidado sin reconocimiento formal a lo largo de su vida laboral. Como dato adicional, en el mes de marzo de 2022, el 85% de mujeres que accedieron a una jubilación lo hicieron vía moratoria y hoy la situación laboral y social ha empeorado.

En suma, una gran medida imaginada por Evita, rediseñada y ejecutada por la vicepresidenta Cristina Fernández y refrendada por el presidente Alberto Fernández, que el neoliberalismo en su fase más aguda, hoy nuevamente cuestiona.

Nota

* La palabra misoginia proviene de dos voces griegas miso y gyne que significan detestar a la mujer. Se usa para referirse a creencias o expresiones emocionales, psicológicas e ideológicas de odio hacia las mujeres ya lo femenino.

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