Chile: Ya no es posible reorganizar el pesimismo

La derrota de la izquierda reformista en 1973 y la sobreabundancia de mitos y leyendas. La vía italiana y las lecciones extraídas desde la Unidad Popular. Enrico Berlinguer y su célebre «Lecciones de Chile», advirtiendo que la «vía pacífica» carecía del momento hegemónico. El ineludible tributo a la obra de Antonio Gramsci allende los andes. Los años de plomo en Italia y la caída del «compromesso Storico» tras el secuestro de Aldo Moro (DC) a manos de las “Brigadas rojas”. La experimentación del Eurocomunismo y la irrupción de los teóricos del éxodo bajo el (post)operaismo -Negri y un largo exilio- para contrarrestar la crisis del obrero masa, y la debacle insalvable del marxismo vulgar.

 

El inicio de la cadena de suicidas y la deriva de la razón metafísica.

En 1979, Nicos Poulantzas (43), tras una serie de desplazamientos hacia un «socialismo democrático» y un «poder relacional» que derivó en un “marxismo de la indeterminación”, se lanzó desde el piso 22º de la Torre de Montparnasse de París abrazado a sus libros. Dentro del «martirologio de izquierdas», Poulantzas no habría podido superar su condición de «escombro ideológico». Cuando el marxismo abjuro de «lo cómico», la tragicidad capturó toda su potencia imaginal y devino un objeto escatológico. El escritor Roberto Bolaño solía decir que hay hombres que se sienten acompañados entre libros y requieren de bibliotecas. Cuando la “filosofía de la historia” colgaba de las cornisas y la «totalidad» agonizaba, se precipitó el «reventón» historicista en las manos estructuralistas de Louis Althusser. Y así, estranguló a Hélene y fue encerrado junto al “materialismo aleatorio” en un hospital psiquiátrico de París. Luego de su muerte en 1990, vino el desbande de los viejos revolucionarios hacia un mundo de conversos. En otro registro tanático del pensamiento crítico, de “rizoma” y “multiplicidad”, en noviembre de 1995, acorralado por una insuficiencia pulmonar, el “filósofo de la fuga”, Gilles Deleuze (70) ponía fin a su vida. Poco antes que terminara el siglo XX, Michel Foucault, había calificado a Gilles Deleuze, como el “espíritu filosófico de Francia”.

Luego el eclipse de las grandes causas populares en América Latina.

El debilitamiento de la estructura de clases, y la notoria apostasía neoliberal de la actual “Izquierda Parlamentaria” en menos de 40 años. Más tarde se precipitó la «renovación socialista» como respuesta al vacío de teoricidad de la Unidad Popular. De un lado, el boom de Von Hayek en tierras poscomunistas y, de otro, la penetrante traducción politológica de la deconstrucción en el campo de la hegemonía laclausiana.

Tal diagrama fue implementado por un «progresismo anfibio» que tenía como misión expulsar las subjetividades indóciles -cogniciones rebeldes- y borrar toda obstinación dialéctica. En la fervorosa racionalidad chilena, la tenacidad por liberalizar los gravámenes regulacionistas de cualquier prevención estatal, precipitó un «consenso managerial» donde los agentes de la postdictadura abrazaron el contrato de las mercancías (estética de accesos). Esto era un proceso de época que se podía mitigar o exacerbar; la segunda opción fue la elegida. Años más tarde vino la irrupción de una generación (2011) que entremezclaba “discursos napoleónicos”, «memorias fugitivas» y una mesocracia reformista. A diferencia de la Concertación que ofreció alegría contenida en el realismo -gobernabilidad- la nueva épica (FA) proponía un horizonte crítico que pondría fin a los vicios modernistas, jacobinos y testimoniales heredados del pequeño siglo XX. Tal convivencia, inicialmente napoleónica, se dió en llamar «Frente Amplio». Finalmente, y apremiados por los semiólogos de la economía (focalización, mercado de capitales, acuerdos de libre comercio) se impuso un tiempo de afasias, que abandonó para siempre los pecados de la «dialéctica» y cultivó el hedonismo estetizante de los 30 años de Concertación -espectro Alwynista- bajo un nuevo contrato de realismo. Este parece ser el testamento de la nueva generación. En plena noche, el movimiento octubrista (2019) se debate entre escombros discursivos, licencias poéticas y las incertezas genuinas de los agobios ciudadanos que no fueron debidamente gestionados. Entre la rabia erotizada y el fetiche de un campo popular que nos empapó de una irrefrenable «cultura del rechazo» que nadie se explica. Cuando el Presidente Boric Font –entre Hamlet y Raskólnikov– inició el giro Aylwinista, la diputada Pizarro sentenció, “Este discurso está cargado de negacionismo: ofende y revictimiza a todos a quienes les fueron violados sus DD.HH. Incomprensible”. Por su parte, y en horas de dolor, Carmen Hertz cuestionó la afirmación exiliatoria del Presidente sobre Sebastián Piñera “en tanto demócrata”, denunciando el hecho como “una forma de negacionismo”. El dispositivo culpógeno -ritualismos del perdón- porta el riesgo de diluir las memorias en el mercado de las audiencias volátiles. Y así, abunda el manido recurso, tan masivo como audible, del «perdón espectacularizante» como una traducibilidad que borra toda diferencia en nombre del realismo, la administración y una seguridad dogmática.

Un rictus o una mueca que en este caso sería la risa como espasmos del diafragma que son -vaya teología- espasmos del alma. Luego de las «sucias manos materialistas», ningún lenguaje es literalmente literal. La idea hilarante es responder al exilio fomentado por el culto californiano hacia el nuevo cuerpo político, con un gesto de infinita ambigüedad. Por fin, el Frente Amplio, soltó los pecados trascendentales de la dialéctica -risa socialista- y abrazó el tiempo lúdico de las porcelanas. Hoy la risa carnavalesca y el consuelo de una socialdemocracia sin poemas políticos es la comodidad del presente. Finalmente, los borregos del esteticismo, y los personajes de la comedia, que abjuraron velozmente de lo trágico-dialéctico. Por fin, ya no es posible reorganizar el pesimismo, tampoco hay condiciones para superar el “narcisismo mesiánico” de las izquierdas. Hojarascas.

Por Mauro Salazar J., Doctorado en Comunicación, Universidad de la Frontera

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