¡Comunista!

Sabemos que el consumo popular registra ya 16 meses seguidos de retracción. Esta situación grave, que se profundizará, se debe básicamente al perfil distributivo que ha empeorado notablemente hasta alcanzar el récord de inequidad en dos décadas.

¿Sin sentido?

Artemio López*

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Dólares. Desde Cristina F al primer año de Milei, los trabajadores perdieron 164.052 millones. | AFP

 

La sentencia de Francisco suena contundente: “Para un cristiano la acumulación es un sinsentido”.

Veamos cuánto correlato en la realidad (la única verdad) tiene la proclamada cristiandad de la mayoría de la dirigencia empresarial y política en el país.

El trabajo reciente, realizado por Pablo Manzanelli y Leandro Amoretti, continúa trabajos previos bajo la dirección de Eduardo M. Basualdo, quien murió en octubre de 2024 y cuyas investigaciones fueron (y son) la piedra angular en desentrañar el funcionamiento de la economía nacional a partir de la etapa de valorización financiera inaugurada por la última dictadura.

Manzanelli, que asumió entonces la dirección del Área de Economía y Tecnología de Flacso, aclara que esa transferencia de ingresos en contra del trabajo y en favor del capital se vincula con los sucesivos ciclos de valorización financiera del capital.

Desde la finalización de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y hasta la conclusión del primer año del gobierno de Javier Milei, los trabajadores asalariados perdieron 7,7 puntos en la distribución de los ingresos, monto que, valorizado, representa un total de 164.052 millones de dólares, según el tipo de cambio oficial, o 126.425 millones de dólares si se lo valoriza según el dólar paralelo.

La pérdida de participación de los trabajadores representa el doble del endeudamiento que propició el actual ministro Caputo, el Messi de las finanzas, durante los gobiernos de Macri y Milei. Mucha plata.

Del total de 7,7 puntos de participación perdido por los trabajadores, el capital recibió transferencias por 2,5 puntos, equivalente a 43 mil millones de dólares, una magnitud idéntica al préstamo delictivo que el FMI (violando sus propios estatutos) otorgó a Mauricio Macri para reinstalarse como gendarme de la economía nacional.

Un papel que había sido abolido por Néstor Carlos Kirchner en el año 2005, cuando en un acto soberano, canceló la deuda con el organismo, dispositivo clave para la geopolítica norteamericana en la región, más aún hoy, en tiempos de disputa por la hegemonía con China.

Cada etapa de pérdida de participación de los trabajadores y de transferencia a la cúpula empresarial tuvo distintas intensidades y características.

Según Flacso y Cifra citado por Horacio Verbitsky en Causa y efecto, El cohete a la Luna, 20/3/05.

  • Durante el gobierno de Macri, la fuerte caída de los asalariados (del 51,8% al 46,2%) estuvo vinculada a la salida de capitales que se produjo en 2018 y 2019, con las consiguientes devaluaciones y su impacto en los precios, la actividad económica, la ocupación y los salarios reales.
  • Mientras gobernó el doctor Fernández, el descenso fue más suave (del 46,2% al 45,5%), con dos momentos claramente diferenciados: durante la pandemia, el gobierno procuró sostener los ingresos ante la caída de la actividad por el confinamiento social. Pero con la expansión del bienio 2021-2022, la participación de los asalariados en el ingreso sufrió un fuerte descenso. Y en el crítico año 2023 se produjo una leve recomposición.
  • El primer año del gobierno de los hermanos Milei estuvo signado por la fuerte devaluación inicial, el megajuste del gasto público, la apertura comercial y las desregulaciones en el marco de un nuevo proceso de valorización financiera. Dado su corto plazo, las turbulencias fueron superiores. La caída del 45,5% al 44,1% tuvo dos etapas.

En el primer semestre del año la caída fue más importante (-1,5 puntos porcentuales).

En el segundo semestre se produjo una leve recuperación (+0,3% interanual en el cuarto trimestre de 2024), debido al incremento de los asalariados registrados en el sector privado –pero no del sector público ni de los no registrados– y a una leve recomposición del empleo en algunos sectores, que excluyen a la industria y el comercio.

Nada nuevo. Ya el obispo brasileño moseñor Elder Cámara, en los años 70, avisó sobre este comportamiento fariseo de las cúpulas políticas y empresariales, cuando advertía: “Cuando doy de comer a un pobre me dicen que soy un santo, cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.

* Director de Consultora Equis.

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