Sabemos que el consumo popular registra ya 16 meses seguidos de retracción. Esta situación grave, que se profundizará, se debe básicamente al perfil distributivo que ha empeorado notablemente hasta alcanzar el récord de inequidad en dos décadas.
Veamos cuánto correlato en la realidad (la única verdad) tiene la proclamada cristiandad de la mayoría de la dirigencia empresarial y política en el país.
Manzanelli, que asumió entonces la dirección del Área de Economía y Tecnología de Flacso, aclara que esa transferencia de ingresos en contra del trabajo y en favor del capital se vincula con los sucesivos ciclos de valorización financiera del capital.
Desde la finalización de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y hasta la conclusión del primer año del gobierno de Javier Milei, los trabajadores asalariados perdieron 7,7 puntos en la distribución de los ingresos, monto que, valorizado, representa un total de 164.052 millones de dólares, según el tipo de cambio oficial, o 126.425 millones de dólares si se lo valoriza según el dólar paralelo.
La pérdida de participación de los trabajadores representa el doble del endeudamiento que propició el actual ministro Caputo, el Messi de las finanzas, durante los gobiernos de Macri y Milei. Mucha plata.
Un papel que había sido abolido por Néstor Carlos Kirchner en el año 2005, cuando en un acto soberano, canceló la deuda con el organismo, dispositivo clave para la geopolítica norteamericana en la región, más aún hoy, en tiempos de disputa por la hegemonía con China.
Cada etapa de pérdida de participación de los trabajadores y de transferencia a la cúpula empresarial tuvo distintas intensidades y características.
Según Flacso y Cifra citado por Horacio Verbitsky en Causa y efecto, El cohete a la Luna, 20/3/05.
En el primer semestre del año la caída fue más importante (-1,5 puntos porcentuales).
En el segundo semestre se produjo una leve recuperación (+0,3% interanual en el cuarto trimestre de 2024), debido al incremento de los asalariados registrados en el sector privado –pero no del sector público ni de los no registrados– y a una leve recomposición del empleo en algunos sectores, que excluyen a la industria y el comercio.
Nada nuevo. Ya el obispo brasileño moseñor Elder Cámara, en los años 70, avisó sobre este comportamiento fariseo de las cúpulas políticas y empresariales, cuando advertía: “Cuando doy de comer a un pobre me dicen que soy un santo, cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.
* Director de Consultora Equis.