Desde hace ya más de dos décadas que los estudios sobre el pasado reciente argentino, particularmente el relativo a las militancias políticas, sociales y culturales de los sesenta y setenta, concitan un fuerte interés. De hecho, han conformado un campo temático específico que es abordado desde distintas perspectivas disciplinares, como se evidencia en la proliferación de libros, artículos y revistas especializadas, jornadas y mesas de ponencias, tesis y proyectos de investigación. Un campo de estudios cuyo crecimiento, además, dialoga y se nutre tanto de producciones culturales de lo más diversas, como de la consolidación de archivos y reservorios documentales de distinto tipo.
Hablamos de una época -como diría Gilman (2003)- marcada por una singular experiencia del mundo, de la temporalidad, la subjetividad y la vida colectiva, que se recorta de la continuidad histórica con una densidad propia. De una época signada, de modo inusitado, por un intenso interés por la política y por la convicción de que una transformación radical, en todos los órdenes de la vida, sobrevendría de modo inminente. En que, para muchos de sus protagonistas, en particular para las militancias a las que aquí referiremos, la lógica de la historia parecía ineluctable y la temporalidad se caracterizaba por la vertiginosidad de los tiempos rápidos. Un período, en fin, signado por una misma problemática: el reencantamiento del mundo a través de la política y las expectativas revolucionarias.
Más allá de las periodizaciones terminadas en cero, a nivel mundial, ese período se abrió con los procesos de descolonización del tercer mundo (sobre todo en África e Indochina) y la Revolución Cubana. Culminó a mediados de los setenta en América Latina, asolada por cruentas dictaduras, y algo antes en los países del primer mundo, signados por el reflujo de la marea contestataria y la crisis del petróleo. Por su parte, pensados como época, los “sesenta–setenta” argentinos hunden sus raíces también en la segunda mitad de la década de los cincuenta, marcada por la proscripción del peronismo, y se clausuran con la dictadura militar de 1976, encontrando en el tramo abierto por el Cordobazo un subperíodo de unos cincos años que representaron un punto de inflexión en términos de la masividad y la radicalización de la protesta social y política.
Por entonces, amplios sectores de la clase trabajadora, del campo cultural, la Iglesia y el movimiento estudiantil protagonizaron un intenso proceso de activación social 1 y politización que dio lugar a un conjunto de movimientos de oposición de diverso orden que algunos autores denominaron “nueva izquierda”. Un conjunto de fuerzas sociales y políticas disímiles que impulsaron un vasto proceso de contestación generalizada que incluyó desde la revuelta cultural y el activismo social, hasta la política revolucionaria y el accionar armado. Pese a su diversidad, los distintos grupos, movimientos y organizaciones que protagonizaron el fenómeno fueron desplegando una serie de discursos y prácticas políticas que resultaban convergentes en la manera de oponerse a la dictadura de la “Revolución Argentina” (1966-1973), así como una multiplicidad de nexos que contribuyeron a que se percibieran y fueran percibidos como parte de una misma trama, la del “campo del pueblo” y la “revolución” (Pucciarelli, 1999, Tortti, 1999 y 2015).
Ahora bien, pese al carácter multifacético del activismo del período; a perspectivas interpretativas como las mencionadas y a otras que han inspirado numerosos análisis de caso bien fundados empíricamente, persiste una tendencia propia de los orígenes de las reflexiones sobre el tema. Nos referimos a la primacía otorgada a la violencia política como prisma de análisis privilegiado a través del cual abordar el período, reduciendo a unas pocas variables explicativas -generalmente deshistorizadas- todas las complejidades del proceso de movilización de la época (Acha, 2013). Se trata de un enfoque que fue clave en los estudios propios de la transición democrática, un período asumidamente refundacional cuyo régimen de historicidad se basó en un corte radical respecto del pasado cercano. Es decir, un presente cuya afirmación requería la impugnación de su pasado inmediato -los horrores de la dictadura-, pero que también se desacoplaba de estratos anteriores del tiempo, en particular de aquellas décadas previas en que la movilización había excedido con mucho los canales institucionales que ahora debían relegitimarse (Rabotnikof, 2009). Pese al paso de los años, esa perspectiva analítica, que Oberti y Pittaluga (2006) caracterizaron como “la estrategia democrática”, sigue teniendo un peso importante tanto en el debate público -donde las discusiones sobre aquel período no dejan de avivarse-, como en los estudios académicos.
En este último campo, esa tendencia ha solido traducirse en la enorme atracción generada por el estudio de los “partidos armados” que, especialmente en algunas de sus formas de abordaje, contribuyó a la invisibilización de buena parte de los actores -políticos, sindicales, culturales, religiosos- que dieron densidad al movimiento de protesta del cual aquellos formaron parte. Sin embargo, a nuestro juicio, y aún si el interés se centra en los grupos armados, perder de vista la trama mayor en la que se inscribieron -de modo complejo y a veces tenso-, conlleva el riesgo de volver incomprensible tanto su emergencia y crecimiento, como las adhesiones que lograron concitar. A esa tendencia podríamos sumar otra dentro del campo específico de las organizaciones armadas: la concentración de estudios sobre aquellas que resultaron hegemónicas, es decir, el PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo) y Montoneros. Se trata de otro recorte que invisibiliza, en este último caso que es el que aquí nos interesa, la gran heterogeneidad y riqueza del peronismo revolucionario, simplificando su enorme variedad interna.
En efecto, aquello que tanto en la época como en posteriores sistematizaciones (Lenci, 1999) se denominó “tendencia revolucionaria” del peronismo alude a un contingente heterogéneo de fronteras lábiles, que incluye a las principales organizaciones armadas peronistas de principios de los años setenta, como las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), Montoneros y Descamisados, pero que no puede reducirse a ellas. El término remite también a grupos de menor cuantía donde la violencia se asoció a estrategias de tipo más bien insurreccional (como el Movimiento Revolucionario-17 de Octubre liderado por Gustavo Rearte, por poner un ejemplo), y a numerosas organizaciones de base que desarrollaron sus actividades en los llamados “frentes de masas”, que se ligaron de modos variables con los grupos armados (siendo la Juventud Peronista JP-Regionales la de mayor peso, pero no la única). Incluso se inscribían allí actores de diversos matices ideológicos y posicionamientos respecto de la lucha armada, que acompañaron este proceso de izquierdización y radicalización. Desde núcleos sindicales combativos herederos de la CGT de los Argentinos, pasando por sectores de las ligas agrarias del noroeste argentino, hasta una enorme variedad de agrupaciones de activistas en ámbitos barriales, gremiales, estudiantiles e intelectuales, así como personalidades del mundo de la cultura que se sentían parte del ala izquierda del movimiento y adherían a lo que genéricamente designaban como “socialismo nacional”.
Finalmente, resulta claro que aún si nos centramos en las organizaciones armadas, el panorama no puede reducirse a Montoneros, ni tampoco suponer a esta última como una entidad homogénea. Un conjunto de clivajes, como las diferentes concepciones sobre el movimiento, sus sectores internos y el rol de su líder, la forma de pensar la contradicción principal y el objetivo final del proceso revolucionario que debía desencadenarse en el país o la mejor estrategia y táctica para impulsarlo, dividían aguas entre los denominados “movimientistas”, “tendencistas” y “alternativistas”. De hecho, los debates resultaron interminables tanto entre los núcleos originarios de Montoneros, como entre las distintas organizaciones de existencia independiente que desde 1972 comenzaron a fusionarse con aquel grupo, como Descamisados, FAR y -antes y después de esa fecha- sectores de las FAP. Finalmente, cabe añadir que los clivajes y discusiones mencionadas no se apaciguaron, sino que sumaron nuevos ribetes al calor de un tempo político vertiginoso y en constante aceleración, como muestran las diversas escisiones de Montoneros, ya sea la de los “alternativistas” de la organización Montoneros-José Sabino Navarro o la de los “movimientistas” de la Juventud Peronista-Lealtad, ya entre 1973 y 1974.
En este sentido, puede pensarse que dentro de la “tendencia revolucionaria” del peronismo las operaciones de reducción a las que nos referimos funcionan a varios niveles. Por un lado, la inclinación a reducir el amplio repertorio de prácticas desplegadas a las prácticas políticas armadas; así como la variedad de agrupaciones de activistas que proliferaron por entonces a sus expresiones político-militares. Por el otro, la referencia casi exclusiva a Montoneros al hablar de las organizaciones armadas peronistas de los setenta. El presente dossier reúne un conjunto de trabajos de investigadoras e investigadores que, más allá de la hegemonía adquirida por Montoneros en el período, han indagado o bien en el heterogéneo espectro de las organizaciones armadas del peronismo revolucionario, o bien en diversas agrupaciones de activistas que se ligaron de distintos modos con ellas. En este sentido, los artículos aquí reunidos desafían explícita o implícitamente las operaciones de reducción arriba señaladas y constituyen una invitación a explorar tanto los nexos entre protesta social y política radical, como la variedad de prácticas no armadas desplegadas por los propios grupos político-militares y por otras agrupaciones de la “tendencia”.
En cuanto a las organizaciones armadas del peronismo, el dossier permite pensar la heterogeneidad mencionada de dos modos. Tanto de manera sincrónica, es decir, situándose en los primeros setenta y analizando de modo comparado las principales expresiones del activismo armado de la época; como de manera diacrónica, en este caso centrándose en las disidencias de Montoneros -vinculadas con las formas de pensar la violencia política, la relación con las masas y la conjugación de prácticas políticas armadas y no armadas- a lo largo de casi diez años. Lo cual, constituye también una vía privilegiada para mostrar la heterogeneidad interna que siempre caracterizó a esta última organización. En cuanto a las agrupaciones de activistas que se ligaron con Montoneros o se inscribieron en la “tendencia”, incluimos investigaciones capaces de pensar la naturaleza y modalidades de esos vínculos a través de una mirada especialmente atenta a la agencia de las propias agrupaciones, considerando tanto sus acuerdos y expectativas, como las tensiones y conflictos mantenidos.
Como podrá verse en varios artículos, metodológica y conceptualmente ello implica situar la mirada en la propia historicidad y dinámica de esas agrupaciones que, en algún momento de sus trayectorias y de acuerdo a sus propias formas de politicidad, decidieron ligarse a alguna organización armada, reconvirtiendo sus formas aprendidas de militancia en un saber-hacer aprovechable en las nuevas circunstancias. En la misma clave, incluimos trabajos que permiten pensar las prácticas no armadas de las organizaciones armadas y agrupaciones de la “tendencia” en general, en particular en áreas de gestión institucional, ya sea a nivel universitario como en la administración pública provincial y municipal. Se trata de reponer un amplio repertorio de prácticas que, así como no pueden reducirse a la lógica político-militar, tampoco dejaron de encontrar su lugar y su sentido -no siempre sin tensiones- en el marco de una estrategia más general cuyo horizonte de expectativas era la liberación nacional –o “nacional y social”-, con toda la polisemia que ambas fórmulas conllevaban.
Como se verá, tanto cuando el foco está puesto en determinadas agrupaciones de activistas como en ámbitos específicos de prácticas, varios artículos muestran la productividad de reducir la escala de análisis, un recurso que permite captar de modo denso mecanismos, conflictos y resistencias que a nivel macro resultan imperceptibles (Levi, 2003; Serna y Pons, 2001). Como, también, evitar miradas de supuesto alcance nacional –generalmente perspectivas “porteño–céntricas”– que, en realidad, generalizan dinámicas propias de ciertos centros urbanos, soslayando lo acaecido en otros espacios regionales o locales (Águila, 2015). Bajo estas premisas, el dossier se inicia con un artículo de Mora González Canosa y Mariela Stavale titulado “Peronismo, izquierda y lucha armada. Balance bibliográfico y perspectivas analíticas sobre las organizaciones armadas peronistas en clave comparada”. En primer lugar, las autoras realizan una revisión de la literatura académica sobre las principales organizaciones político-militares de la “tendencia” durante el primer lustro de los setenta (FAP, FAR, Descamisados y Montoneros), reponiendo los debates centrales suscitados en este campo de investigación. A partir de allí, esbozan una serie de ejes analíticos que, a modo de coordenadas, les permiten trazar una suerte de cartografía para mirar comparativamente los posicionamientos de esas organizaciones.
Entre esos ejes se encuentran lo que denominan la “cuestión de los orígenes” o los cauces de radicalización política de cada una de ellas, la postura asumida frente a tópicos claves del período (como la caracterización del movimiento peronista, sus diversos sectores y el liderazgo de Perón, el objetivo final del proceso revolucionario o la estrategia y las formas de construcción política consideradas más adecuadas para impulsarlo), así como la forma en que pensaron y pusieron en práctica ligazones con sectores más amplios del movimiento social. Todo ello como forma de reponer la heterogeneidad y los tópicos de discusión entre estas organizaciones antes de la fusión de casi todas ellas en Montoneros. Finalmente, desde el enfoque analítico propuesto, las autoras ponen en juego un balance de la producción académica abordada y destacan aportes y desafíos pendientes para una agenda de investigación sobre el tema. Por su parte, desde una perspectiva que también visibiliza la heterogeneidad en este caso dentro de Montoneros, se ubica el trabajo de Daniela Slipak “Armas revolucionarias. Discusiones sobre la violencia en los grupos disidentes de Montoneros en los años setenta”. El artículo examina las representaciones sobre la violencia revolucionaria desplegadas por las distintas agrupaciones que rompieron con la organización a lo largo de casi una década (la Columna José Sabino Navarro en 1972, la Juventud Peronista-Lealtad en 1974, el Peronismo Montonero Auténtico en 1979, los Montoneros-17 de Octubre en 1980, así como las críticas de Rodolfo Walsh en 1976-77).
A partir del análisis de los documentos y publicaciones de estas voces disidentes, la autora visualiza la recurrencia de ciertos tópicos que de manera muy temprana se hicieron presentes en la crítica sobre las prácticas armadas de la organización, como la cuestión del “foquismo”, la caída en el “militarismo”, el creciente “aparatismo” y “vanguardismo”, la falta de articulación con el trabajo barrial y sindical, la desvinculación con las masas y la necesidad de desplegar alianzas con otros sectores. Con todo, y más allá de sus matices y diferentes contextos, Slipak muestra que ninguna de estas críticas implicó la impugnación absoluta del uso de la violencia como forma de intervención política -se cuestionaban distintos usos, no la posibilidad de su apelación en sí-, ni el abandono del horizonte bélico, elementos que seguirán estando presentes en la configuración identitaria de las agrupaciones insurgentes de la época. Ya en el marco de los artículos que dan cuenta de la variedad de agrupaciones de la “tendencia” que, desarrollando sus prácticas en distintos ámbitos sociales, se ligaron de diversos modos con las organizaciones armadas del peronismo, contamos con el trabajo de Eva Camelli “‘Atención, atención… ¿los villeros se preparan para la revolución?’. Convergencias y divergencias entre el Movimiento Villero Peronista y Montoneros”. Allí la autora se adentra en el mundo de las complejas relaciones entre Montoneros y las agrupaciones de las villas del Área Metropolitana de Buenos Aires, dando cuenta de la larga práctica política desplegada en las villas y del ensamblaje – no sin fricciones- entre esa experiencia y los postulados programáticos y estratégicos de Montoneros. Así, tal como analiza Camelli, la experiencia del Movimiento Villero Peronista transcurrió en el cruce de acuerdos y prácticas político territoriales sumamente productivas como, también, de distancias, cuestionamientos y particularidades frente a la estrategia armada de la cúpula de la organización. De este modo, el artículo logra poner de relieve las voces disidentes provenientes de sectores poco presentes en la bibliografía sobre el período, así como rescatar experiencias políticas sumamente disruptivas durante esos años.
Por su parte, el artículo de Luciana Mingrone, “La primavera que no fue: el gobierno de Roberto Heredia en Tres de Febrero, 1973-1975”, reconstruye los conflictos atravesados por la intendencia peronista de Heredia, que en memorias posteriores fue asociada con Montoneros, atribuyéndose además su desplazamiento a esa vinculación. Por el contrario, el análisis pormenorizado que la autora realiza a escala local permite complejizar esa tendencia a asimilar la Juventud Peronista y la “tendencia” con Montoneros, dando cuenta de la existencia previa de numerosas agrupaciones de militantes peronistas que en la zona emprendieron el camino de la radicalización antes de la formación de la organización armada. En particular, los casos de la JP y el Movimiento Revolucionario-17 de Octubre de Tres de Febrero ayudan a visibilizar la nutrida red de sociabilidad política y activismo fabril y barrial que se venía desarrollando a nivel local antes de la llegada de militantes montoneros. Finalmente, en este acercamiento metodológico, se observan los cruces y bifurcaciones entre Montoneros y el MR-17 a nivel local, con diferencias programáticas sustanciales y trayectorias diversas, pero espacios de prácticas políticas compartidas. Dentro de los artículos que ponen el foco de atención en las prácticas institucionales se encuentra el trabajo de Fernanda Tocho, “La revolución desde las instituciones: la participación de la Tendencia Revolucionaria en la gobernación de Buenos Aires (1973). Un aporte para el análisis de la política no armada en los años setenta”.
El artículo analiza el proceso de institucionalización de la militancia revolucionaria peronista en la gobernación de Oscar Bidegain en el año 1973. A través de la reconstrucción empírica del amplio repertorio de prácticas legales, partidarias e institucionales que desplegaron los/las funcionarios/as de la “tendencia” en los ministerios y secretarías bonaerenses, la autora ilumina aspectos poco conocidos del pasaje de la militancia peronista inscripta en organizaciones armadas a las estructuras del Estado. Al mismo tiempo, analiza los sentidos renovados sobre la revolución, la democracia y la construcción del socialismo nacional que pusieron en juego sus protagonistas, observando también las diferencias que este proceso despertó entre la conducción de FAR y Montoneros en función de la preponderancia otorgada a la vía armada.
El conocimiento de esta historia permite observar que muchas de las personas sugeridas para asumir ministerios y secretarías del gobierno central fueron las que finalmente ocuparon espacios de relevancia en la UBA, protagonizando allí una experiencia de reforma universitaria de avanzada que quedó inconclusa. De esta forma, el artículo contribuye a examinar la heterogeneidad interna y la complejidad de las relaciones entre Montoneros y el conjunto más amplio de actores nucleados en la “tendencia”, aportando también elementos para el análisis de las tensiones entre la estrategia de la “guerra popular revolucionaria” planteada por la organización armada y la adecuación coyuntural a la táctica político-electoral.
Bibliografía
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