Estado 51

En la década de 1660, el rey francés Luis XIV ordenó a su ministro Jean-Baptiste Colbert desarrollar y diversificar la economía de Nueva Francia (futura Canadá), en América del Norte. El territorio hasta ese momento era un puñado de asentamientos de unos pocos cientos de personas, mayoritariamente hombres solteros que se dedicaban a la pesca y comercio de pieles de animales; también existía una economía feudal con títulos de nobleza.

Vecinos en tensión: Canadá y EE.UU. entre el abrazo y la disputa

Entretanto, cada guerra entre Francia e Inglaterra en el siglo XVIII repercutía en Canadá y en las Trece Colonias, y las tribus nativas americanas aliadas a una nación u otra.

Durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763), Inglaterra finalmente conquistó Nueva Francia tras aislarla marítimamente de Gran Bretaña, y tras una oportuna sequía en la colonia francesa que le trajo hambruna. Sin embargo, a Londres le fue difícil absorber el territorio poblado por franceses ‘Canadiéns’. Las relaciones con los indígenas tampoco eran fáciles. Para equilibrar las cosas, Gran Bretaña comenzó a importar colonos británicos protestantes.

Las provincias de Canadá no se plegaron a la revolución de las Trece Colonias en 1776, en parte por la lealtad de la élite y la Iglesia Católica, en parte por amplios refuerzos militares ingleses, y por los excesos de los soldados estadounidenses que intentaron invadir Québec.

Finalmente, 60 mil colonos leales a Gran Bretaña y 15 mil esclavos abandonaron EEUU por Canadá. Estos inmigrantes fueron asignados a tierras compradas a los nativos con engaños y escasa mercadería. Con los años de paz que siguieron, la población creció sostenidamente.

La excepción fue la guerra con EEUU en 1812 provocada por las restricciones comerciales marítimas de Londres. El conflicto fue marco para el segundo intento de los estadounidenses de anexar Canadá, siendo derrotados en cada incursión. La paz de 1814 devolvió el status quo territorial previo a la guerra.

Entre 1815 y 1845, un millón de personas emigraron del Reino Unido a Canadá, en ese entonces todavía un puñado de provincias en la costa este. Un poco menos de la mitad fueron irlandeses, empujados por la represión y la pobreza en su tierra natal, y 300 mil más con la Gran Hambruna de 1845 a 1852.

Con la abolición de la esclavitud en el Imperio Británico en 1833, y la Fugitive Slave Act de EEUU de 1850 (que obligaba a retornar esclavos fugados), Canadá también se convirtió en un refugio de libertos que huían desde el sur. La economía creció mucho porque una Inglaterra industrializada empezó a requerir mucha materia prima.

Sin embargo la pobreza abundaba entre trabajadores canadienses poco calificados, granjeros y nativos americanos. El poder fue acaparado por élites terratenientes y mercantiles, alienando y excluyendo al bajo pueblo. Esto llevó a una rebelión del Partido Patriota, que intentó independizar Canadá en 1847 y fue aplastado militarmente. Sin embargo, Londres no hizo oídos sordos al clamor y concedió comercio libre y autogobierno el año siguiente. Los canadienses decidieron profundizar el proceso y, en 1867, unificaron las distintas provincias bajo una Confederación y constitución. Esto se dió tras un largo proceso político en el que no faltaron grupos postulando que las provincias del sur sean anexadas por EEUU. Les motivaba la prosperidad y agresividad de un EEUU en expansión, y el decreciente apoyo británico a Canadá.

Por esta época, grupos irlandeses llamados Fénians intentaron invadir el país desde EEUU, para negociar la libertad de Irlanda, pero fallaron en obtener apoyo americano significativo. El congresista estadounidense Nathaniel Banks promovió, en 1866, un proyecto de anexión de Canadá, pero no llegó a discutirse en el Congreso. EEUU compró Alaska a Rusia al año siguiente, y la opinión pública estadounidense debatió los méritos de anexar a su vecino del norte.

Mientras tanto, durante los 1870s, la mayoría protestante y angloparlante, siempre creciente, comenzó a imponerse a la minoría católica y francoparlante, comenzando a disputarle áreas institucionales y sociales con las que ésta había contado desde hacía cien años. Recién para 1900 el conflicto fue finalmente resuelto por una conciliación sobre los fondos públicos para escuelas católicas, acción liderada por el Primer Ministro Wilfrid Laurier.

Entre 1885 y 1914, la población canadiense se duplicó y la economía creció enormemente. Tras su participación en la Primera Guerra Mundial, Canadá sufrió fuertemente por la gripe española y la crisis económica de 1929; luego floreció una cultura y modernización de masas. En 1931 el Parlamento británico reconoció la independencia de Canadá al darle igualdad de estatus con Gran Bretaña.

Durante la Guerra Fría, EEUU comenzó a depender de Canadá para algunos de sus sistemas de detección temprana de radar en el sistema NORAD. Este acuerdo continúa vigente al día de hoy.

A partir de 1945 comienza la ‘era dorada’ del país, de tres décadas de duración. Ésta incluyó crecimiento económico, mejoras en áreas de derechos humanos, y subsidios sociales. La población comenzó a abrazar una identidad propia, distinta de la británica, y llegó a debatir en la arena pública un separatismo de Québec del resto del país, que casi obtienen en 1995. El país abrazó el liberalismo económico a partir de la victoria conservadora en 1984. Ottawa firmó un tratado de libre comercio con Washington DC en 1988 y el NAFTA en 1992.

Un gobierno de minoría liberal legalizó el casamiento homosexual en 2005 y reformó el malogrado sistema de salud pública nacional. Un escándalo de corrupción trajo al poder a los conservadores, y el país soportó la crisis económica mundial de 2008 gracias a su sistema bancario altamente regulado, pero no sorteó exitosamente la baja del precio del petróleo en 2015.

La encrucijada económica le permitió a los liberales catapultar a Justin Trudeau como Primer Ministro ese año con una mayoría avasalladora en el parlamento. Su gobierno, que acaba de terminar, fue el más progresista en la historia de Canadá, y debió enfrentarse repetidas veces con la primera administración de Donald Trump, que ahora busca anexar al país como el «Estado 51». Esta confrontación ya está poniendo a prueba los lazos de integración económica y militar de los dos países, con un final de difícil pronóstico.

Un comentario

  1. «… y por los excesos de los soldados estadounidenses que intentaron invadir Québec.»

    Divertida expresión. Los que se liberaron del imperialismo británico querían también descolonizar más al Norte, pero resulta que son «invasores». Un colonizador cuando un colonizado liberado le quiere quitar otra colonia, lo considera «invasor».

    Curioso cómo se acepta sin más el lenguaje del colonizador.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *