Para una gran parte de los lectores, el “genocidio de Namibia” resulta un episodio de la historia bastante desconocido. Pero lo cierto es que, entre los años 1904 y 1908, el imperio alemán ejerció una brutal represión contra las etnias herero y nama originarias de aquel país, en lo que muchos consideran el primer genocidio del siglo XX. A pesar de su olvido y opacidad, los pocos estudios muestran el genocidio alemán en Namibia fue el laboratorio y campo de pruebas del exterminio nazi. Todo genocidio, aún el que se oculta, abre las puertas a uno mayor, sólo por eso no nos debemos callar.

Hasta mediados del siglo XIX, África fue un continente prácticamente olvidado e inexplorado para los europeos. Si dejamos aparte el norte, los marinos y comerciantes se habían limitado a sus costas, cuya población nutría con esclavos el comercio triangular del Atlántico. Con los años, misioneros y exploradores se adentraron en el África subsahariana, encontrando nuevas rutas, culturas y valiosos recursos naturales. Las riquezas que ofrecían estos territorios atrajeron a las potencias europeas, que no tardaron en organizar campañas imperialistas para explorarlos.
El canciller alemán Otto von Bismarck se adelantó y organizó la conferencia de Berlín (15 de noviembre de 1884 -el 26 de febrero de 1885) con el fin de resolver las disputas entre las potencias europeas con intereses en África y crear pseudofronteras de propiedad, permitiendo a diversas naciones europeas reclamar casi todo el continente, incluyendo sus recursos y su población. con el objetivo de regular la conquista y colonización del continente. Así, los representantes de Alemania, Bélgica, España, Francia, el Reino Unido, Portugal, Italia, Dinamarca, Países Bajos, Estados Unidos, Rusia, Suecia, Noruega y los Imperios otomano y austro-húngaro se reunieron en la capital del país germano y acordaron el llamado “reparto de África”, sin contar con representantes africanos.
Una de las cosas que prohibieron fue la esclavitud y el comercio de esclavos, lo que no impidió que se explotase y maltratase a la población local. Asimismo, establecieron el principio de ocupación efectiva, que los países debían demostrar para poder declararse soberanos de un territorio. En los años posteriores a la conferencia, las potencias europeas se repartieron el continente ya sobre el terreno.
El reparto también buscaba que los imperios no tuvieran posesiones demasiado extensas o contiguas, por lo que todas acabaron taponadas por las de otros. El Reino Unido y Francia fueron las potencias más beneficiadas, con zonas de influencia más amplias de norte a sur en el oriente del continente y en África occidental, respectivamente. Alemania obtuvo territorios en los actuales Camerún, Tanzania o Togo, Portugal en Angola y Mozambique; Italia en parte de Libia, Somalia y Eritrea, y España en el Sáhara Occidental, parte de Marruecos y enclaves en la costa occidental. Por su parte, el rey de Bélgica, Leopoldo II, se reafirmó como propietario a título personal del Congo. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, excepto Liberia y Etiopía, todo África ya pertenecía a las metrópolis europeas.
El historiador Enzo Traverso afirma que no puede igualarse burdamente el Holocausto con el colonialismo, pero que tal enfoque no deja de contener una intuición fructífera. Afirma que la violencia nazi es incomprensible si no se considera el legado material y cultural del colonialismo, y se muestra crítico con la mayoría de los historiadores «que no comprendieron el vínculo genealógico esencial que unía los crímenes nazis al pasado imperialista de Europa».
En Los orígenes del totalitarismo (1951), ya la politóloga alemana de origen judío, Hannah Arendt, identificó una premisa del nacionalsocialismo en las «masacres administrativas» llevadas a cabo por los gobernantes británicos en África y en la India. Es importante destacar esta combinación de administración y violencia, y la deshumanización que esta administración hacía de las personas que pasaban a ser unos elementos a gestionar: a someter, a esclavizar, o a aniquilar, según interesaba a quien decidía. Una vez establecido este vínculo entre violencia estatal y racionalidad de gestión en el mundo colonial —señalaba Arendt— «el escenario parecía estar montado para albergar todos los horrores posibles».
De hecho, durante la Segunda Guerra Mundial tres dimensiones del nazismo se combinaron y dieron lugar a un proceso único: la destrucción de la URSS, la colonización de Europa Central y de Europa del Este, y el exterminio de los judíos se convirtieron en objetivos inseparables. Según Traverso, «Para la ideología nazi, la URSS era la síntesis entre dos formas de otredad que habían moldeado la historia occidental durante dos siglos: el judío y el sujeto colonial». Y refiriéndose a la represión llevada a cabo contra los hereros y los namas, en su día pobladores mayoritarios del centro de la actual Namibia, el año 1904, afirma que aquel genocidio formaba parte del ideario nazi, porqué se reveló entonces una clara intención de exterminar a toda una etnia. Y que aquel genocidio fue un preludio de las barbaridades que la Alemania nazi llevaría a cabo años después, en la Segunda Guerra Mundial. Los historiadores han calculado que, tras la revuelta, unos 60.000 hereros y unos 10.000 namas fueron exterminados y expulsados de sus tierras.
Los sucesos ocurrieron cuando los hereros se rebelaron y el emperador alemán, el káiser Guillermo II, respondió enviando unos 14.000 soldados a Namibia bajo el comando del notorio Lothar von Trotha, el general que había reprimido brutalmente rebeliones nativas en China y el este de África. Von Trotha emitió una Vernichtungsbefehl (orden de aniquilación), y la propaganda alemana presentó la campaña de exterminio como un conflicto racial (Rassenkampf). Y a partir de los campamentos creados para estos nativos, el término “campo de concentración” entró en el idioma alemán. En estos campos, además de asesinatos en masa, se llevaban a cabo experimentos con los presos con el objetivo de confirmar su inferioridad racial mediante las mediciones de los cráneos de los fallecidos. En su demencia supremacista, los colonizadores enviaron cientos de cráneos de sus víctimas africanas a Alemania para estudios con los que probar dicha superioridad. Veinte de esos cráneos fueron devueltos por un hospital en Berlín a Namibia en 2011.
Ya la teórica marxista polaca, Rosa Luxemburg, destacó en su momento los crímenes de Alemania contra los nama, otro de los pueblos habitantes del país africano, y los herero. Veamos el siguiente pasaje de su artículo de 1904 The Russian Terrorist Trial:
«nuestros Consejeros Privados saben muy bien cómo acosar a los hereros africanos y a los chinos con cola de cerdo, pidiendo campañas de venganza para que la muerte de cada aventurero colonial alemán sea expiada no con una, sino con miles de vidas extranjeras. Entienden sus gritos de venganza como gritos por el honor alemán, en cuanto alguien en Honolulu o en la Patagonia se atreve siquiera a mirar a los alemanes con desaprobación».
En realidad, muchos dirigentes nazis se habían formado en la experiencia vivida en África. Este legado cultural se expresaba hasta en el lenguaje. Un análisis superficial del léxico nazi basta para revelar su filiación colonial: «espacio vital» (Lebensraum), pueblos en proceso de «extinción» o «moribundos» (untergehender, sterbender Völker), «subhumanidad» (Untermenshentum), «raza superior» (Herren Rasse) y, por último, «aniquilación» (Vernichtung). Esas palabras vienen del colonialismo alemán».
Sin embargo, el general Von Trotha, último causante de aquel genocidio, ha sido un militar cuyos crímenes no han recibido en modo alguno una atención comparable a la ominosa solución final para los judíos concebida por el líder de las SS Heinrich Himmler. El Holocausto supuso el exterminio del 63% de la población judía en Europa. Von Trotha, por su parte, terminó a principios del siglo pasado con la vida del 80% de los herero. Las órdenes de Von Trotha también sirvieron para reducir a la mitad la población de los nama. Pero aún queda mucho trabajo histórico por hacer al respecto. Todavía no hay una biografía de Lothar von Trotha que pueda equipararse a la decena de libros sobre la vida y obra de Heinrich Himmler, el arquitecto del Holocausto judío. Sólo en una muy pequeña parte de la exposición dedicada al colonialismo alemán del Museo Histórico Alemán de Berlín se plantea los lóbregos sucesos protagonizados por Von Trotha y sus soldados. En realidad, puede decirse sin lugar a dudas que el de Namibia ha sido un genocidio olvidado.
Pero entremos a rastrear cómo se sucedieron aquellos terribles acontecimientos.
El Imperio alemán, unificado en 1871, mediante la Conferencia de Berlín logró construir el tercer imperio colonial más grande, después de los británicos y los franceses.
La industria alemana, que se hallaba en pleno desarrollo y necesitaba materias primas y mercados para sus productos, impulsó la necesidad de nuevos territorios donde poder expandirse. Los alemanes fueron arrebatando a la fuerza las tierras de las comunidades locales, obligándolas a reasentarse en las tierras menos fértiles. Con las mejores tierras en manos de colonos alemanes, la población nativa fue obligada a trabajar en ellas, sometiéndola a todo tipo de abusos.
Pero con lo que no contaba el Imperio alemán es con el jefe de la tribu herero, Samuel Maharero, lanzase en 1904 un ataque contra los militares y los colonos alemanes. Pero los herero no estaban solos en su cruzada por expulsar a los alemanes de sus territorios ancestrales. A ellos se unieron también los nama cuando vieron que sus tierras del sur también se encontraban en peligro. El balance fue de 123 colonos alemanes muertos. Entonces, el imperio envió a un general conocido por la extrema crueldad de sus métodos, llamado Lothar von Trotha. Firmemente decidido a que Alemania no corriese la misma suerte que otras potencias coloniales, Von Trotha lanzó este mensaje: «Yo, el gran general de las tropas alemanas, mando este mensaje al pueblo herero. Todos los herero deben abandonar estas tierras. Cualquiera de ellos localizado en las fronteras alemanas con o sin fusil, con o sin ganado, será fusilado. No recibiré más a niños o mujeres; los devolveré a su pueblo. Los fusilaré. Esta es mi determinación para el pueblo herero«. Contra las mujeres y los niños recomendaba que dispararan para asustarles y forzales a huir al desierto donde, envenenando los pozos de agua, encontraron la muerte por sed y hambre. Así, de un total de 100.000 integrantes de ambas etnias, se estima que murieron 80.000; el resto fue enviado a campos de concentración donde morirían debido al trabajo forzoso extenuante.
Von Trotha dijo a sus soldados que no perdieran su honor disparando contra mujeres y niños, que dispararan para asustarles y las forzaran a huir al desierto, donde enfrentaron una muerte segura por sed y hambre», señaló a BBC Mundo Reinhart Koessler, profesor en el departamento de ciencia política de la Universidad de Friburgo y académico especializado en memoria política, que ha estudiado durante dos décadas el pasado colonial de Alemania en el oeste de África.
La violación de mujeres herero y nama fue tan generalizada que muchos descendientes tienen actualmente algún ancestro alemán.
«Yo soy un descendiente directo de los ovaherero. Tanto mis abuelos paternos como maternos tenían sangre alemana en sus venas por el abuso sexual que los soldados alemanes cometieron contra mi pueblo», señaló a BBC Mundo Ngondi Kamatuka, presidente interino de la Asociación Ovaherero contra el Genocidio en Estados Unidos.
La Primera Guerra Mundial significó para el imperialismo alemán su gran oportunidad para hacer realidad sus ambiciones coloniales más “pangermánicas”. Esperanzados con la victoria, los alemanes se veían apropiándose de las colonias africanas de las potencias derrotadas. Un imperio que, sumado a las colonias que ya poseía, podría llegar a representar la cuarta parte del Continente. Pero estas ilusiones se esfumaron tras su derrota. En el Tratado de Versalles (1919) se dispuso, entre otros muchos costos a pagar, el despojo de sus colonias en África. Para Gran Bretaña, Tanzania, para Francia, Camerún y Togo, para Bélgica, Ruanda y Burundi y para Sudáfrica, la actual Namibia. Después de que Alemania perdiera Namibia, llegaron muchos más colonos, y África Sudoccidental pasó a estar gobernada por Sudáfrica durante 70 años.
Años después, durante el régimen nazi, Von Trotha fue condecorado como héroe nacional y se dio su nombre a una calle de Múnich. Después de la segunda guerra mundial, Sudáfrica administró Namibia hasta su independencia en 1990. Hasta 1980, la historiografía tradicional germana seguía alimentando el mito del «buen civilizador» occidental, piadoso con los nativos a los que se tachaba de seres irracionales más cercanos a los animales que a los seres humanos. Pero desde hace algunos años, en 2006, aquella calle de Múnich dedicada a Von Trotha pasó a llamarse Herero Strasse, y un año más tarde la familia de Von Trotha, la cual había mostrado su repulsa por la actuación del militar, viajó hasta Namibia para reunirse con representantes del pueblo herero y pedirles perdón en nombre de su familia por la masacre perpetrada por su antepasado en aquellas tierras, algo de lo que declararon sentirse «profundamente avergonzados.
No fue hasta después de años de deliberaciones: en 2004, Alemania pidió perdón oficialmente por estos hechos, en 2019 el parlamento germánico usó el término «genocidio» para referirse a ellos y, finalmente, un primaveral 28 de mayo de 2021 Alemania reconoció, de forma oficial, que las barbaridades y carnicerías perpetradas por su ejército imperial contra las etnias herero y nama entre 1904 y 1908 fueron un genocidio. El acuerdo convino dedicar más de mil cien millones de euros para el desarrollo de la actual Namibia.
Pero la realidad es tozuda y a menuda perversa: la impunidad en que se ha mantenido este genocidio, desaparecido en los textos escolares de Alemania y Namibia, sin un monumento o estatua que lo recuerde, es lo que permite, aún hoy, que haya muchos alemanes que mantengan la propiedad de aquellas fincas robadas.
Así, los namibios alemanes forman en la actualidad el grupo más grande entre los agricultores blancos; estos poseen alrededor del 70% de las tierras agrícolas del país, y algunas de sus propiedades son realmente inmensas: solo una de ellas cubre 400 millas cuadradas (unos 1.036 km2). Mientras, la mayoría de los herero y nama viven en pequeñas áreas superpobladas de tierras comunales que les fueron asignadas posteriormente, o en pueblos, en los «asentamientos informales» o barrios de chabolas que albergan al 40% de la población de Namibia.
Referencias:
Alemania: «Colonialismo tardío y efímero en África, pero brutal», Diario Octubre, 13 abril, 2025, https://diario-octubre.com/2025/04/13/alemania-colonialismo-tardio-y-efimero-en-africa-pero-brutal/
LEIVA, Alba, «15 de noviembre de 1884: se inaugura la conferencia de Berlín sobre el reparto de África», El orden mundial, 15 noviembre, 2021, https://elordenmundial.com/hoy-en-la-historia/15-noviembre/15-de-noviembre-de-1884-se-inaugura-la-conferencia-de-berlin/
NIN, María Cristina, «Hereros y Namas: el comienzo de los genocidios en el siglo XX. Análisis desde la perspectiva de la geografía de la memoria», Didáctica de las Ciencias, file:///C:/Users/user/Downloads/adminojs,+2.+21491-72784-1-ED.pdf
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TRAVERSO, Enzo, «Holocausto y colonialismo: a propósito de «El catecismo alemán», mayo, Conversaciones sobre la historia, 2022, tps://conversacionsobrehistoria.info/2022/05/03/holocausto-y-colonialismo-a-proposito-de-el-catecismo-aleman/
TRAVERSO, Enzo, Holocausto y colonialismo: a propósito de «El catecismo alemán», Sin Permiso, 2022, https://www.sinpermiso.info/textos/holocausto-y-colonialismo-a-proposito-de-el-catecismo-aleman.
WEISER, Martin, The Herero War – The First Genocide of the 20th Century?, Editorial GRIN Publishing, 2008.
WHEWELL, Tim, «Cómo fue el «genocidio olvidado» de Namibia, cometido por Alemania y reconocido un siglo después», BBC News, Namibia, 29 mayo 2021, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-57282350