El partido en el poder arrebata al PRI la joya de su corona y gobernará en 23 entidades con sus aliados. El priista Manolo Jiménez será el próximo gobernador de Coahuila
“Se ganó la batalla maestra. En una batalla que duró casi un siglo, el pueblo del Edomex ha decidido poner punto final al Grupo Atlacomulco y sus corruptelas”, dijo Mario Delgado, el presidente de Morena, apenas unos minutos después del cierre de casillas. “Es una victoria de las familias trabajadoras y de las mujeres que hemos luchado porque nuestros derechos se reconozcan”, dijo Gómez en su discurso de agradecimiento, en el que calificó su triunfo como “un momento histórico”. Poco después, el Instituto Nacional Electoral (INE) certificó el triunfo al emitir un conteo rápido que daba a Gómez una ventaja irreversible de cerca de 10 puntos sobre la priista Alejandra Del Moral, que admitió la derrota pese a que en un primer momento clamó victoria, arropada por los líderes de la alianza Va por México.
Los gritos de “¡Gobernadora, gobernadora!”, habían sonado en el cuarto de guerra de Del Moral, que sorpresivamente se proclamó como ganadora de la contienda. “Esta elección la ganamos. Seré absolutamente respetuosa de la autoridad electoral”, dijo Del Moral, después de que le levantaran los brazos los dirigentes del PRI, el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). El conteo rápido zanjó cualquier duda. Del Moral reconoció su derrota, esta vez sola y acompañada de segundas espadas como Santiago Creel y Beatriz Paredes: “Saludo a la maestra Delfina Gómez Álvarez, próxima gobernadora”. Cerca de la mitad de los mexiquenses no votaron, según las primeras estimaciones.
La coalición Va por México se perfila, por su parte, a un triunfo contundente en Coahuila, donde los primeros datos dan una ventaja cómoda a Manolo Jiménez, candidato del PRI, el PAN y el PRD. “Aquí en Coahuila se manda un mensaje muy importante: la fórmula mágica es el trabajo en unidad”, dijo Jiménez en su discurso de agradecimiento. La victoria en territorio coahuilense es el principal argumento de los socios opositores de que se salvaron los papeles en las elecciones de este año, con un marcador global de empate a una gubernatura por bando. Pero son varias las señales de alarma detrás de los discursos triunfalistas. El PRI y el PAN retrocedieron con respecto a los comicios de 2017, en los que obtuvieron más del 70% de los votos compitiendo entre sí, y el nuevo mapa electoral del país anticipa que el tricolor quedará acotado a solo dos gubernaturas, Durango y Coahuila, el único Estado del país donde no ha habido alternancia política.
“Morena es el gran ganador de la noche, por la visibilidad y el peso electoral del Estado de México”, comenta Alejandro Díaz Domínguez, profesor de la Escuela de Gobierno del Tec de Monterrey. Son varios los especialistas que ponen en duda la noción de que las votaciones de este año se saldaron con un “empate”. Porque el Estado de México tiene un padrón de más de 12,5 millones de votantes y Coahuila rebasa apenas los 2,5 millones de electores. Porque el Edomex es el segundo motor económico del país, porque Morena se ha afianzado como la principal fuerza en los núcleos urbanos —con la excepción de Monterrey y Guadalajara—, por su peso presupuestal, por el centralismo que aún impera en el país y porque la victoria del partido del presidente se hizo a costa de la maquinaria priista, que antaño parecía inexpugnable e imbatible. También por el momento político en el que se produce el descalabro para la oposición, prácticamente a un año de las elecciones de 2024.
“Morena ha canibalizado a un PRI de rodillas y al que ya le queda muy poco que defender”, afirma el analista Carlos Bravo Regidor. Para el partido del presidente la elección en el Estado de México era clave en su proceso de expansión electoral, pero también por la correlación de fuerzas que queda a partir de los resultados de esta noche, señala Bravo Regidor. Toda la oposición ha quedado reducida a nueve gubernaturas, mientras que Morena gobierna ya alrededor de 7 de cada 10 mexicanos en el orden estatal. Antes de la llegada de la ola guinda, el partido del presidente arrancó este sexenio con solo siete gobernadores. “El aviso estaba en la puerta”, agrega el especialista, “Delfina Gómez ya se había quedado muy cerca hace seis años y da la impresión de que el PRI no atendió esos avisos para evitar la debacle ni revertir el fardo reputacional en que se ha convertido”.
Morena buscaba dar ese golpe de autoridad, no solo de cara a los ciudadanos, sino también absorbiendo y debilitando la estructura en la que se apoyan sus rivales para competir. Los resultados no solo ponen de manifiesto la migración de votantes, también apuntan al trasvase de operadores, cuadros y recursos para movilizar en las próximas campañas. “Para Morena era importante mandar al PRI a la lona, arrancarle su cabellera y abonar a la narrativa de que la oposición está derrotada”, opina Miguel Eraña, académico de la Universidad Iberoamericana. Varios líderes del partido se sumaron a las felicitaciones. “México sigue haciendo historia”, celebró Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de Ciudad de México. “La perseverancia y congruencia en la lucha social y política siempre tienen éxito”, dijo el senador Ricardo Monreal. “Un gran triunfo de la causa en la que militamos”, afirmó Marcelo Ebrard, el secretario de Relaciones Exteriores.
Pero no todo son buenas noticias para Morena. El fracaso de Armando Guadiana en Coahuila es el reflejo de una campaña marcada por la fragmentación y en la que se pagó caro la falta de acuerdos para construir una candidatura de unidad, una posibilidad aún latente en 2024. Cuando el presidente del partido, Mario Delgado, obligó al Partido del Trabajo (PT) y al Partido Verde a dejar a la deriva a sus candidatos ya era muy tarde. Fue una advertencia de que sus aliados no solo pesan por los votos que pueden aportar al bloque de gobierno, sino también por su capacidad de recoger a figuras dentro del movimiento que se han sentido “maltratadas” o que no están conformes con el método para repartir las candidaturas. Díaz Domínguez asegura que los aliados minoritarios se han revalorado y tienen más elementos para negociar. “Antes se les veía solo como partidos ‘satélite’ o ‘negocio’, ahora se han convertido en salvaguardas para evitar que las rupturas lleven a la disidencia a la oposición”, señala.
Tras una elección que puso a prueba a las coaliciones, a las encuestas y a las reglas electorales vigentes, las cifras de Coahuila y el Estado de México también dan cuenta de cambios en los votantes mexicanos, sus exigencias y las apuestas para convencerlos. “Ya no es el electorado de hace 30 años, es mucho más complejo”, asegura Luz María Cruz Parcero, académica de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Sigue habiendo pactos clientelares fuertes, pero hay cada vez más señales de que las generalizaciones que se hacían ya no son tan útiles y que los votantes son cada vez más racionales y exigentes”, agrega.
El cierre de la jornada electoral fue el último ensayo antes de 2024 y marca también el banderazo de salida para las presidenciales del próximo año. Casi a la mañana siguiente de los discursos de victoria y las fiestas de celebración en los cuartos de guerra de las campañas, ambas coaliciones comenzarán a discutir quiénes serán sus candidatos y cómo serán elegidos. Ahora todas las miradas están puestas en la carrera por la sucesión.
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Es reportero en México de EL PAÍS. Se especializa en reportajes en profundidad sobre temas sociales, política internacional y periodismo de investigación. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.