Marcelo Falak
La novedad es que dicho séquito va mucho más allá de la inquietante aparición de Elon Musk como fenómeno político, megafinancista de la política estadounidense y europea , y promotor de las extremas derechas en todo el mundo. A él se suma ahora Mark Zuckerberg –otrora antitrumpista, hoy arrepentido– y se le enfrenta a Jeff Bezos en una frenética carrera por la privatización del espacio y el poder de los satélites.
Mensaje –redes sociales– y vehículo –la ferretería de las telecomunicaciones–; el mundo está avanzando –¿sí, avanzando?– radical y vertiginosamente hacia la formación de un nuevo sentido común .
Se trata simplemente de juntar las piezas de un rompecabezas pasmoso.
El Gran Arrepentido
Zuckerberg realizó ayer un anuncio que excede ampliamente el entretenimiento de los usuarios en sus redes sociales, entre las que se cuentan gigantes como Instagram , Facebook y Threads . En un video difundido en todas ellas, dio a conocer su decisión de modificar la política de moderación de contenidos que Meta, la corporación madre, había seguido hasta ahora para reemplazarla por «notas de la comunidad» al estilo de la X montada por Musk desde 2022, en la que predominan cada vez más los mensajes de derecha radical.
Declaró su «preocupación porque los empleados (encargados de la moderación de contenidos) hayan censurado demasiado» y, con esa actitud «políticamente sesgada» –hacia la izquierda, claro–, «destruido más confianza que la que se creó, especialmente en los Estados Unidos”. Para él, llegó el momento de «restaurar la libertad de expresión» .
Su competidor corporativo Musk saludó la novedad en la red que compró hace algo más de dos años por 44.000 millones de dólares.
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Trumpismo 2.0
El anuncio preanuncia una tendencia menos descafeinada, más política y más derechista en las redes de Meta .
Eso es así no casualmente a pocos días del inicio de la era Trump 2.0, para la que Zuckerberg se preparó donando un millón de dólares al fondo destinado a los actos de la jura, despidiendo a Joel Kaplan –hasta ahora Jefe de Políticas de Meta– e incorporando a tres nuevos miembros a la junta directiva de la corporación, entre quienes se destaca el trumpista Dana White , director del gigante Ultimate Fighting Championship .
Has recorrido un largo camino, muchacho: la política de moderación de contenidos de Zuckerberg –que ahora llama «censura»– nació en las elecciones de 2016 , las que llevaron a Trump a su primera presidencia. Además, Instagram y Facebook , al igual que la vieja Twitter , suspendieron las cuentas del presidente nuevamente electo por haber incitado a la violencia antes del trágico asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Los condenados por ese hecho serían indultados por el mandatario entrante en uno de sus primeros actos de gestión.
La impostura del arrepentimiento parece ser lo de Zuckerberg: en 2018 se vio forzado a realizar un mea culpa público por la venta de datos de sus usuarios a Cambridge Analytica , compañía que llenó el ciberespacio de fake news y operaciones en masa a favor del brexit … «y también una campaña antikirchnerista en Argentina» , según confesó al pasar en el Parlamento británico el ex-CEO Alexander Nix .
La movida de Zuckerberg resulta inentendible sin contexto: Threads , con su política de moderación y todo, se venía beneficiando de la lenta declinación de X en cantidad de usuarios justamente debido al nuevo sesgo ultraderechista de esta última, cuyas «notas de la comunidad» contra las publicaciones engañosas no fueron publicadas en el 74% de los casos a lo largo del año pasado, según señaló un estudio del Center for Countering Digital Hate citado por La Nación.
Fatales ganadores
desPertar reflejó la «madre de todas las internas» que se da debajo del liderazgo populista de Trump, esto es la que enfrenta a nacionalistas y tecnoplutócratas globalistas .
Basta con echarle un vistazo al ranking de megamilmillonarios que la agencia Bloomberg actualiza cada día en base a la cotización de las acciones para entender qué está en juego y qué parte lleva las de ganar. Si Musk es el dueño de una riqueza sin paralelo en la historia de la humanidad, nada menos que 437.000 millones de dólares, Zuckerberg marcha tercero con 223.000 millones. Además, sólo el magnate del lujo Bernard Arnault y el financiero Warren Buffet interrumpen el reinado de los ceos del sector tecnológico hasta el puesto 12 de la escala. Ese grupo reducido, pero extremadamente poderoso en el financiamiento, la difusión de contenidos y la creación de sentido común es la base que cortejan dirigentes como Trump y, en la Argentina, Milei . Un sentido común hecho a medida de los más ricos, de desregulación y mercado radicales, reducción de impuestos en espejo al abandono de los servicios públicos, zamarreo de la democracia, xenofobia, homofobia, macartismo, valores reaccionarios y batalla cultural.
Musk, que apenas si se preocupa por mejorar su imagen de hombre despiadado con algunas «monedas» en beneficencia , es quien hace punta. No sólo donó 120 millones de dólares a la campaña de Trump –más una cifra imposible de determinar en publicidad indirecta–, sino que ahora se erige en el «gran elector» de la política europea .
Según contó en la prensa italiana, la visita relámpago que Giorgia Meloni le hizo a Trump el domingo último no apuntó solamente a la situación de la periodista Cecilia Sala , arrestada en Irán. Además, trató un posible contrato para que otro gigante de Elon Musk, SpaceX, le provea a su gobierno «servicios avanzados de seguridad en telecomunicaciones» durante cinco años . La oposición trinó , la acusó de «malvender la seguridad de Italia» y de poner en peligro datos y comunicaciones sensibles de la población, a la vez que exigió explicaciones en el Parlamento.
El viceprimer ministro Matteo Salvini no encontró inconvenientes en confirmar las tratativas, seguidas con temor por la Unión Europea.
Mientras, la feroz y constante campaña tuitera del magnate contra el primer ministro laborista británico Keir Starmer y sus políticas migratorias es la punta de lanza de una ofensiva para financiar a la ultraderecha europea y moldearla a su imagen y semejanza .
No solamente ha llamado a votar por la extremista Alternativa por Alemania (AfD) en las elecciones de febrero, sino que también le prometió 120 millones de dólares al ultra británico Nigel Farage , uno de los principales promotores del brexit y de la campaña de fake news. .
Sin embargo, esa promesa expiró cuando este se negó a readmitir en el partido Reform UK al agitador callejero Tommy Robinson , quien cumple cárcel por haber difamado a un refugiado sirio en desacato de reiterados fallos judiciales. «Farage no tiene lo que hay que tener y Reform UK necesita un nuevo líder», sentenció, a lo que el audido, con la cola entre las patas, se limitó a responder que no estaba de acuerdo con esa idea.
Emmanuel Macron y Olaf Scholz , entre otros líderes, salieron a repudiar la injerencia de Musk, mientras que el Reino Unido y otros países estudian modos de evitar o limitar las donaciones de magnates extranjeros a la política doméstica. El problema son las sedes nacionales de X y otras firmas del empresario, que a los efectos legales no son extranjeros.
La privatización del espacio
Foto: GTRES.
El negocio de Meloni y SpaceX no es un asunto menor. En el propio Pentágono se admite que Musk se ha hecho con una suerte de monopolio satelital en las órbitas más bajas de la Tierra , lo que genera una dependencia que irrita al aparato militar de la hiperpotencia y hasta hizo fracasar una misión de drones lanzada por Ucrania. contra Rusia. La presión de Vladímir Putin convenció al empresario, que tiene negocios en ese país, de dejar sin servicio de GPS a los aparatos no tripulados, provistos por ls potencias occidentales a un enorme costo, y que terminaron siendo destruidos.
En este punto talla Jeff Bezos, otro tecnoplutócrata que decidió reforzar su disputa con Musk por la apropiación privada del espacio .
Este, dueño –además de Amazon– de The Washington Post , le dará pelea a SpaceX el viernes desde Cabo Cañaveral con el lanzamiento de su primer cohete reutilizable , cuya capacidad de carga duplica la de las naves de Musk. La pelea, entre otras cosas, involucra la instalación de satélites en diferentes órbitas y contratos multimillonarios con la NASA.
Otra vez, contenidos y «fierros», todo lo que se necesita para instalar un sentido común cuyo nacimiento ya está talla ante los ojos .
Fuente: https://mailchi.mp/ce75b7592060/subject-de-la-campaa-10335693?e=9d42373783
Seguramente inconcientemente, el periodista autor del artículo, contribuye, magnificando y sobrevalorando el poder e influencia de la facción que ahora parece apoyar a Trump (cuando antes lo combatía y/o no lo apoyaba), a oscurecer e invisibilizar a la verdadera facción hegemónica dentro de la oligarquía angloamericana: Black Rock, The Vanguard Group, que son fondos que mueven cientos de miles de millones de dólares, muchísimo más que Space X.
Cada vez que el análisis progre insiste sobre Musk, Trump, la ultraderecha, etc., está haciendo un favor (aunque sea sin quererlo) al invisibilizar a la facción hegemónica que es la que promueve la guerra mundial, con sus intereses en el complejo militar industrial (Raytheon, Bae System, Lockheed Martin, etc., todas controladas desde Wall Street y la City de Londres).
Este tipo de análisis progre no comprende la dinámica y lo que se está jugando en esta crisis histórica. No comprende por qué un oligarca como Musk se ve obligado a militar en política y exponerse a la opinión pública.
No lo comprenden porque parten de axiomas que abstraen casi todo lo relevante, a saber: el profundo clivaje dentro de las élites, provocado por la naturaleza de los peligros existenciales a los que condujo la operatoria de la facción hegemónica, fundamentalmente por el enfrentamiento a Rusia y China.
No se dan cuenta que los operadores de la facción hegemónica no son visibles, que el solo hecho de que Musk se vea obligado a militar con Trump indica que no pertenece a la facción hegemónica. Todas las ocasiones en que se manifiesta contra la guerra, contra Soros, contra los sirvientes del complejo militar-industrial, ponen de manifiesto que Musk no pertenece a la facción hegemónica.
El hecho de que Musk se ponga a militar en la causa de Trump, que Zuckerberg se haya dado vuelta y confesado como lo «obligaron» a servir a los operadores de inteligencia (FBI, CIA, NSA, etc.) de la facción hegemónica y de que Bezos haya creado sus propios medios de comunicación para poder manifestar la oposición a la futura guerra mundial, son todas buenas noticias, al contrario de lo que creen la mayoría de los progresistas.
Esto no es ningún juicio de valor sobre los personajes en cuestión, es la comprensión de la dinámica y los movimientos subyacentes de las fuerzas que están operando en este proceso histórico de crisis sistémica global con epicentro en el sector noroccidental transatlántico.