A principios de septiembre, los casi simultáneos ataques de Israel a través del Oriente Medio (una flota bombardeó las costas de Túnez y luego atacó Gaza, ataques aéreos en Doha, Siria, Líbano, Yemen, todo ello continuando con el genocidio en Gaza) apenas marcaron una escalada. Al contrario, estos eventos significaron el atrincheramiento del status quo donde Israel es un estado pirata gracias a la impunidad proporcionada por sus patrocinadores.

El status quo cambió. En mayo, el miembro del Knesset Zvi Sukkot alardeó «esta noche hemos asesinado cerca de 100 personas en Gaza y a nadie le importa». Estaba equivocado: cientos de millones de personas alrededor del mundo han pasado las últimas dos noches en vela viendo imágenes de niños descuartizados en sus teléfonos móviles. Han conocido el Nakba, escuchado a portavoces de Israel hablar de Amalek y que «no hay inocentes en Gaza«, han visto TikToks de soldados israelíes sonrientes derrumbando hogares palestinos. No pueden borrar lo que han visto.
La inmensa mayoría de los israelíes que apoyan las acciones de su ejército y gobierno parecen desconocedores de la profundidad de la rabia de la gente y el dolor en respuesta al genocidio. Todavía no alcanzan a entender la magnitud del inevitable ajuste de cuentas que nos espera o el significado de la palabra indeleble, y que la memoria es larga y generacional.
Pero aunque los israelíes no son conscientes del alcance de su aislamiento, el presidente estadounidense Donal Trump parece que sí lo es. El éxito de su administración en asegurar un alto al fuego en Gaza y su insistencia en que «la guerra ha finalizado», es un claro intento de prevenir que la legitimidad de Israel siga erosionándose, tratando de restaurar el mundo como era y borrar de las memorias los últimos dos años.
«Bibi (Netanyahu) ha ido demasiado lejos e Israel ha perdido mucho apoyo en el mundo. Ahora yo voy a recuperar ese apoyo» dijo Trump a los reporteros antes del alto al fuego, punto que repitió durante su discurso en el Knesset. «(La guerra de Gaza) se estaba poniendo fea. Bibi, se te recordará más por esto que si hubieras seguido adelante, mata, mata, mata».
Sin embargo, tras dos años de genocidio, y con la conciencia sobre la realidad del apartheid en Israel alcanzando niveles sin precedentes, el impulso global a favor de un embargo de armas, sanciones y boicot cultural se ha acercado a un punto de inflexión.
En Estados Unidos, el impulso para recortar la ayuda militar a Israel ha sido impulsado en parte por la indignación ante la represión de la libertad de expresión de quienes anteponen los intereses israelíes a los de los ciudadanos estadounidenses. Cada vez son más los miembros de la izquierda y la derecha política que rechazan esta censura y el hecho de que se les obligue a financiar el genocidio. Para un Partido Demócrata en crisis, la resistencia activa al lobby israelí empieza a parecer una estrategia electoral ganadora.
A través de Europa Israel está más aislada que nunca. El presidente del Estado Español ha descrito el secuestro de los participantes en la flotilla por tropas israelíes a principios de mes como «una violación de la legalidad internacional». La Asociación Europea de la Unión Europea (UEFA) llegó a preparar una votación para suspender la participación de Israel, mientras los organizadores de Eurovisión han conminado a la delegación israelí a retirarse voluntariamente ante el riesgo de una sanción humillante: forzarles a interpretar sus canciones sin bandera.
Quizá aún más importante, el supremacismo judío en Palestina (el núcleo central del sionismo) está siendo percibida cada vez más ilegítima alrededor del mundo. Es muy pronto para poder vislumbrar el fin de la era sionista en Palestina, pero este octubre de 2025 presagia un futuro diferente. Si el genocidio ha resultado en una Gaza inhabitable para los palestinos, también ha hecho del mundo un lugar recientemente inhóspito para el sionismo.
Un frágil respiro
Yo no reconozco el Estado sionista, racista, supremacista, colonial y genocida de Israel que ocupó Palestina en 1948 y que lleva décadas cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino.
Valiente aquí Belén Habboob. pic.twitter.com/eXqdzFEKnc
— Ione Belarra (@ionebelarra) October 26, 2025
El elemento más importante del alto al fuego de Trump es que los soldados israelíes han detenido, en la mayor parte, el masacre de la población palestina. 20 rehenes israelíes han sido intercambiados por cerca de 2000 de los palestinos (hombres, mujeres y niños). La ayuda está empezando a entrar en Gaza en mayores cantidades (aunque Israel ha anunciado que restringirá su entrada hasta que Hamas libere todos los rehenes muertos) y las tropas de ocupación se han retirado de casi la mitad del territorio.
La implementación de esta primera fase del alto al fuego es positiva. La felicidad aparente de los vídeos que emergen de Gaza es muy real. Después de resistir una carnicería genocida sin parangón en la historia moderna (tanto por la imposibilidad de las víctimas de poder escapar como el volumen de las municiones lanzado, estimados en más 70000 toneladas), la gente merece un respiro. La liberación de tantos palestinos de las prisiones, centros de detención y sus continuas torturas merece celebración, aunque hay ausencias notables en esta lista, incluyendo al doctor Hussam Abu Safiya y Marwan Barghouti.
Pero lo que viene ahora es incierto dado el pasado currículum de Israel rompiendo treguas. En marzo, cuando Israel renegó de su alto al fuego con Hamas, el primer ministro Benjamin Netanyahu dijo que «Hamas ha rechazado la liberación de nuestros rehenes, así como todas otras propuestas que ha recibido» por parte de los estadounidenses. En realidad, el acuerdo estaba previsto que pasara a su segunda fase, durante el cual más captivos iban a ser liberados. Pero Netanyahu volvió a atacar Gaza para la supervivencia de su coalición política requería de ello.
Hace unos días, Netanyahu se sentó al lado de Trump en el Knesset y declaró en inglés que la guerra había finalizado, justo horas después de asegurar a los israelíes en hebreo de que la campaña genocida en Gaza iba a continuar. «Hemos logrado grandes victorias pero la campaña no ha acabado; parte de nuestros enemigos están tratando de recuperarse» dijo en el Canal 12. Como Eran Etzion, exdiputado jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Israel, advirtió a Sky News días después «Netanyahu sigue interesado en hacer todo lo que está en sus manos para no cumplir este acuerdo (de alto al fuego)».
En un nivel más fundamental, las siguientes fases del Plan de Trump para Gaza comparten el mismo marco básico que todas las mayores iniciativas de paz desde los Acuerdos de Oslo: los deseos de Israel están por delante y garantizados mientras las necesidades palestinas se reconoces, pero sin ninguna garantía.
Bajo este plan, los captivos israelíes deben ser liberados inmediatamente, Hamas desarmado y disuelto. Mientras tanto, 8000 palestinos continuarán en prisiones israelíes, donde muchos han sido sujetos a palizas, violaciones y hambre. La cuestión del derecho de los palestinos a la autodefensa no se trata de ninguna manera y la autodeterminación está mencionada en abstracto. Esta fórmula ha fallado en el pasado y volverá a hacerlo.
Incluso si Israel es incapaz de retomar la guerra y completar la limpieza étnica de Gaza, ya ha conseguido que la Franja sea inhabitable. No quedan escuelas en pie u hospitales funcionales, las universidades han sido sistemáticamente destruidas y el agua y las plantas de saneamiento desmanteladas. Donde una vez hubo una sociedad, uno de los centros urbanos más antiguos del mundo, ahora solo quedan ruinas. Costará décadas limpiarlas, si es que alguna vez se consigue. La reconstrucción, que los expertos de las Naciones Unidas estiman costará cerca de 70 billones de dólares y varias décadas, parece una quimera.
Y así, los dos años de esfuerzos de Israel por despoblar Gaza pueden acabar pareciéndose a su larga campaña de limpieza étnica y colonización de Cisjordania y Jerusalén: una tediosa rutina en la misma dirección. Muchos palestinos decidirán abandonar Gaza en cuanto se presente la oportunidad, quizá para irse a Turquía, Egipto o el Golfo. Continuarán los esfuerzos graduales por consolidar el control judío total desde el río Jordán hasta el Mediterráneo, e incluso sobre grandes extensiones de Siria y Líbano.
El plan de Trump difícilmente pondrá fin a la limpieza étnica y el genocidio en Palestina. Solo sanciones masivas y embargos de armas pueden conseguirlo. Estas son las condiciones mínimas para hacer justicia.
Grietas en la máquina
Dos años de genocidio incesante significan que la diplomacia internacional es letra muerta, junto con el llamado orden basado en normas. Lo que queda es lo que siempre ha existido: el poder desnudo. El plan de Trump saca a la luz esa verdad evidente. Netanyahu y su gente solo han ralentizado sus esfuerzos de aniquilación en Palestina porque Trump lo exigió.
Puede que Trump haya sido motivado a aminorar el genocidio por las divisiones entre su coalición MAGA. Un número cada vez mayor de estadounidenses (no solo de la izquierda) sienten repulsa por el poder político que capitaliza el Comité Americano Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC), un lobby foráneo que ha rechazado registrarse saltándose la ley estadounidense.
Si el genocidio para efectivamente, los diputados Marjorie Taylor Greene y Thomas Massie, que han emergido como los conservadores críticos con Israel más prominentes, conseguirán menos titulares en prensa. Tucker Carlson, seguramente uno de los comentaristas de derechas más influyentes en EEUU hoy día, puede que deje de atacar a figuras como Mike Huckabee por no ser tan partidarios de America First en su incondicional apoyo a Israel, o por cuestionar por qué se prohíbe a los estadounidenses hablar sobre el bombardeo israelí del USS Liberty en 1967, bestia negra del lobby israelí.
La apelación de Carlson a Trump con su Ameria First (que deje de permitir que los líderes israelíes manipulen al gobierno) puede ser un factor que influya en la disposición de Trump de plantar cara a los israelíes, algo que ningún presidente ha logrado desde Ronald Reagan.
La fortaleza de un presidente estadounidense que tiene la voluntad de hacer valer sus prerrogativas contrasta ampliamente con la debilidad de la Unión Europea, unión monetaria y laboral limitada por las respectivas prerrogativas fiscales y de defensa de sus Estados miembros. Cada país decide cuánto gastar, aunque estas decisiones afecten al bienestar del conjunto. Cada Estado también ejerce autoridad sobre su ejército.
Las debilidades de la UE han supuesto una catástrofe para los palestinos. Alemania, un país cuyas élites han participado o sancionado cuatro genocidios en los últimos 120 años, ha impedido, según se informa, que la Unión tome medidas significativas para sancionar a Israel, ya que ejerce efectivamente un veto a través de un mecanismo de consenso. Los líderes del país también están pidiendo que se restablezcan las relaciones normales con Israel. Es demasiado esperar que Alemania aprenda del pasado, pero los Estados miembros pueden optar por trazar su propio camino, recuperando sus políticas exteriores y ejerciendo el poder que tienen individualmente.
Bélgica está liderando el camino. A principios de septiembre, el ministro de Asuntos Exteriores belga, Maxime Prevot, anunció sanciones que incluyen «la prohibición de importar productos de los asentamientos, la revisión de las políticas de contratación pública con empresas israelíes, restricciones a la asistencia consular a los belgas que viven en asentamientos ilegales según el derecho internacional, posibles acciones judiciales, prohibiciones de sobrevuelo y tránsito, (y) la designación de dos ministros israelíes extremistas, varios colonos violentos y líderes de Hamás como personas non gratas en nuestro país».
España, los Países Bajos y Eslovenia han impuesto embargos totales o parciales de armas a Israel. Estos países también se han sumado a Irlanda en la prohibición de importaciones procedentes de los asentamientos israelíes en Cisjordania, una medida principalmente simbólica que podría presagiar sanciones económicas más amplias.
Rompiendo con el supremacismo judío
En el mejor de los casos, el plan de Trump pondrá fin al tipo de horrores genocidas cotidianos que han caracterizado los últimos 24 meses. Sin embargo, acabar con la violencia inmediata no desmantelará el apartheid ni la supremacía judía, los principios fundamentales de todos los partidos políticos sionistas apoyados por la mayoría de los judíos israelíes.
Como escribió recientemente Dahlia Scheindlin en Foreign Affairs: «Tanto el público contrario a Netanyahu como los principales partidos de la oposición difieren poco del liderazgo actual en cuanto al futuro estatus de los palestinos, la inevitabilidad de la ocupación israelí en general y la aceptabilidad de negar la autodeterminación o, alternativamente, la democracia y los derechos civiles a los palestinos en los territorios».
En otras palabras, incluso con un alto el fuego, los israelíes siguen comprometidos con la supremacía judía. Una mayoría cualificada ha respaldado el genocidio durante dos años, y todos los jóvenes son reclutados para hacer cumplir la ocupación y el apartheid.
Un régimen sionista también protegerá a los criminales de guerra y a los autores de genocidios. Más de 400 000 hombres y mujeres israelíes participaron en el asesinato en masa de palestinos durante los últimos dos años. Cualquier intento de llevarlos ante la justicia fracasará casi con toda seguridad en una sociedad fundamentalmente comprometida con la idea de la desigualdad ante la ley. De hecho, es probable que ya se haya puesto en marcha una campaña para encubrir los crímenes de guerra de los soldados.
Este intento de encubrimiento solo refuerza el argumento básico a favor del boicot y las sanciones: los israelíes no pondrán fin a la ocupación y al apartheid por sí mismos. Por lo tanto, los países deben romper sus lazos económicos con Israel y las empresas israelíes siempre que sea posible. Los Estados que reconocen la jurisdicción universal deben apoyar los esfuerzos para enjuiciar a los reservistas y reclutas que participaron en el genocidio. Las sanciones también deben dirigirse contra el Gobierno y sus ministros, así como contra los comentaristas que incitan al asesinato en masa.
La historia ofrece un paralelismo. El régimen del apartheid de Sudáfrica se enfrentó a un boicot cultural masivo: prohibiciones de viajar, restricciones aéreas, exclusión de eventos deportivos internacionales y suspensión de la Asamblea General de la ONU. Todo eso es apropiado para Israel hoy en día.
Más allá de los boicots económicos y los embargos de armas, un boicot cultural podría contribuir de manera única a desradicalizar a los judíos israelíes, golpeándolos donde más les duele y haciéndoles sentir el precio de las acciones de su país. Un esfuerzo amplio y exhaustivo para prohibir los viajes, los intercambios culturales y la participación en deportes podría ayudar a provocar el tipo de ruptura con la supremacía judía que requiere un futuro justo en Palestina.
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https://www.972mag.com/ceasefire-israeli-isolation-boycott-sanctions/
Ahmed Moor es escritor y miembro de la Fundación para la Paz en Oriente Medio.
Rasha Abdul Rahim, licenciada en Lenguas Modernas y Medievales por la Universidad de Cambridge, máster en Relaciones Internacionales y Diplomacia por la School of Oriental and African Studies (SOAS), ha liderado iniciativas globales sobre vigilancia, inteligencia artificial, sistemas de armas autónomas letales y derechos digitales, primero como directora de Amnesty Tech en Amnistía Internacional, y después como directora ejecutiva de People vs Big Tech. Con motivo de su participación en la charla inaugural de la Conferencia 4D, Digitalización Democrática y Derechos Digitales, organizada para este 28 de octubre en Barcelona por Xnet y Accent Obert, charlamos con ella, que en la actualidad se centra en el uso de la tecnología en el exterminio del pueblo palestino.