Amado Boudou
En su “EL PLAN PREBISCH. Retorno al coloniaje” don Arturo Jauretche describe sin vueltas y con claridad el rol que, imbuido en su aura de economista prestigioso, el señor Prebisch presta a las Fuerzas Armadas que comienzan su ilegal, antidemocrática, antirepublicana y sangrienta revolución fusiladora que interrumpe el 16 de septiembre de 1955 la vida institucional de los argentinos. Es en tal sentido que pone su firma al “Informe económico” que será la coartada intelectual para propiciar el golpe y poner en marcha políticas económicas contrarias a los intereses del pueblo y la nación.
El devenir de la historia deja claro que no solo de violencia y asesinato usando los recursos del Estado se ocuparían quienes usurparon el poder en 1955, también interrumpirían la dinámica de transformación de la matriz económica argentina, aserrando el tronco del proceso de industrialización que incipientemente venía permitiendo mejorar la distribución del ingreso y aseguraba masivamente derechos a las clases subalternas, que por primera vez conocían un guiño de libertad, indisolublemente vinculado al trato de igual a igual entre los seres humanos.
Cabe preguntarse entonces si la participación de Prebisch como ideólogo económico (prototipo del Economista de aquella hora), vocero de la “necesidad” de aquel golpe de Estado y garante del Plan que lleva su nombre fue subsidiaria o parte sustancial de las fuerzas que desencadenaron los hechos trágicos que además tuvieron efectos tan devastadores como prolongados en la vida de lxs argentinxs.
La respuesta ya nos fue dada por Rodolfo Walsh al referirse a otro golpe de estado, mas atroz pero en el que también emerge la figura de un civil, también un economista, también prestigioso: José Alfredo Martinez de Hoz. En su “carta abierta de un escritor a la Junta Militar” publicada el 24 de marzo de 1977, a un año del retorno de la violencia desde el Estado en la vida pública argentina, nos iluminaba respecto a la verdadera dialéctica entre economía y violencia al referir que “(E)n la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.
Es decir, el tema económico no fue (no es) instrumental, sino el fondo de la cuestión de la violencia. La violencia de arriba, aquella que incluso apeló al terrorismo de estado con tal de sostener los privilegios de las clases dominantes de adentro y también sus vínculos estructurales con las fuerzas de afuera que diseñaron y sostienen la matriz exportadora de materias primas, desindustrializada y con altos niveles de desigualdad en nuestro país. Matriz consolidada y agravada por la entronización de la dominancia del sistema financiero sobre el resto de las actividades económicas a escala global.
Claro, no es una historia de nombres solitarios. En el caso de la Revolución fusiladora Roberto Aleman, Julio Cueto Rúa y Adalbert Krieger Vasena fueron solo tres de los economistas prestigiosos -citados por Jauretche- que abogaron por el cambio de rumbo económico. Años mas tarde Martinez de Hoz fue acompañado por nombres como Domingo Cavallo u Horacio Liendo. Como puede observarse todos hombres, prestigiosos, de consulta permanente tanto de los dueños del poder económico como de sus voceros. Personas que despliegan sus argumentos cómodamente en medios de difusión que defienden los mismos intereses. Sin embargo, cada vez que tuvieron responsabilidades de gestión económica sus fracasos fueron estrepitosos y muy nocivos para la vida realmente existente de las clases populares y la clase media argentina.
Cabría preguntarse cómo se construyen los prestigios y quién los otorga en nuestro país.
Ya en democracia, después del genocidio llevado a cabo desde el Estado durante la dictadura cívico-militar que terminó con 30.000 detenidos desaparecidos , además de la destrucción del aparato productivo, la consolidación de una deuda externa impagable y -sobre todo- la modificación estructural del patrón distributivo de largo plazo, los experimentos pergeñados por los Economistas se repitieron. También algunos nombres.
En la década de los 90 retornaron las peores políticas económicas centrando todo el discurso y la acción en la “economía” y poniendo en segundo lugar a los habitantes de nuestro país. “Ramal que para, ramal que se cierra” fue el nombre de la motosierra de aquellos tiempos. Cultores del “estamos mal, pero vamos bien”, los Economistas fueron figuras centrales del discurso público aplaudiendo hasta que sus manos quedaron rojas -tan rojo como el lápiz que blandía el candidato radical a presidente como embrionaria motosierra eliminadora de partidas presupuestarias-, políticas que día a día empeoraban aquel presente y las perspectivas materiales de las mayorías. El final es conocido. Nos fueron dejando sin País, cuestión que se visibilizó trágicamente en diciembre de 2001.
También existió una figura descollante, por supuesto Economista, por supuesto prestigioso: Domingo Felipe Cavallo. El dueño de la verdad indisputable. El portador del saber. El mimado de lxs poderosxs y los medios de comunicación hegemónicos. También el sumo sacerdote de una ideología disfrazada de pseudo ciencia.
El ascenso y caída de Cavallo parecieron marcar el fin del rol excluyente de los economistas como portadores de un saber arcano, infuso, inaccesible para el resto de lxs mortales. Un saber que de tanto tener razón cumplía una y otra vez sus verdaderos e inconfesables objetivos. Proteger los privilegios de unxs pocxs y devastar los derechos de las mayorías fue el resultado concreto que vez obtuvieron los economistas cuando el poder político cedió ante su discurso y su supuesta sabiduría. Cuando se permitió que el análisis de las decisiones tuviera una sola dimensión: la dimensión “económica”.
Así, junto con la invención de los “prestigios”, se inventó también la “racionalidad”. Con este mote se clasificó a economistas y políticos según estuvieran o no a favor de los intereses concentrados. Resulta que existen tantas razones como intereses y por lo tanto es falaz hablar de una sola racionalidad pues también existen tantas racionalidades como intereses. Cada “racionalidad” expresa, abierta o subrepticiamente, las razones de los intereses que pretende representar. No existe la racionalidad en abstracto, mucho menos una racionalidad natural o normal.
Muy por el contrario, en nombre de la supuesta racionalidad se naturalizan las políticas mas inhumanas, se normalizan los preceptos mas inverosímiles, las consecuencias mas impiadosas. Por ejemplo, como alguien puede sostener la libertad de movimiento de capitales y de comercio internacional entre países mientras respalda que las personas no puedan atravesar libremente las fronteras, la intersección de estas dos políticas provoca que cada año miles de personas mueren intentando cruzar un paso fronterizo en busca del sustento mas básico. ¿Quién es capaz de organizar y defender esta institucionalidad? Estamos hablando de leyes y normas creadas por seres humanos no de leyes de la naturaleza -mucho menos de designios divinos-. Estas cosas no “suceden”… alguien las hace, las provoca.
Ahora bien, no es cierto que cuando al país le va mal a todxs sus ciudadanxs les va mal. Lo que se verifica mediante datos históricos es que cada vez que gobiernan los “racionales” el país queda devastado en términos de producción, empleo, endeudamiento y sobre todo ingresos de la población. Pero los resultados no son simétricos. Cuando mandan los economistas ganan inexorablemente los dueños del poder económico. Mientras lxs pobres son cada vez más pobres y las clases medias resignan patrones de consumo, la riqueza y los ingresos de los dueños del poder aumentan producto de las decisiones de los Economistas.
Como ya se señaló, el mesianismo y la falta de humildad de Cavallo hizo implosionar y desaparecer a la Argentina. Fueron cómplices de ese desastre Fernando de la Rúa y Patricia Bullrrich entre otrxs. También fueron culpables, nuevamente, prestigiosos Economistas: Federico Sturzeneger, Ricardo Lopez Murphy y José Luis Machinea son nombres recordados. Por supuesto todos ellos contaron con el aval, los elogios y la articulación del Fondo Monetario Internacional.
La llegada de Néstor Kirchner a la presidencia en 2003 puso una pausa en la historia de los Economistas como dueños del destino de lxs argentinxs. Se tomaron decisiones a contrapelo de la opinión de ese selecto club de los Economistas. Se liberó al país de su verdadero cepo: el FMI. Los dos mandatos de CFK profundizaron este camino. Hubo mucho espacio para economistas que nada tenían (ni tienen) que ver con el arquetipo construido de El Economista.
Los resultados son bien conocidos: durante doce años y medio crecieron el producto, el empleo, los salarios, el número de jubiladxs, sus haberes, el sistema educativo, el sistema de salud, la obra pública, la energía, la tecnología. Mientras tanto, y componiendo un coro monocorde, Los Economistas realizaron sistemáticamente predicciones apocalípticas que nunca se verificaron. Omnipresente en los medios hegemónicos, el Economista dio cátedra en un loop aburrido pero eficaz. Sin importar que sus designios no ocurrieran, y mucho menos que cuando se llevaron adelante sus ideas los resultados fueron calamitosos, la valoración del sistema hegemónico se mantuvo incólume. Expertos, sabios, soberbios, sabelotodo, falaces denostaron una visión política que atendía diversas razones, quitándole el lugar supremacista a la razón de mercado y los intereses que representa.
Con la presidencia de Macri El Economista tendría su reingreso. Si se los presentaba como dueños de la verdad aún cuando sus pronósticos y vaticinios no se verificaban en la realidad, volvían a ser los predicadores de la religión del mercado y el poder económico les daba nuevamente rienda suelta. Al mismo tiempo que el gobierno preparaba el terreno para que se desbocara la avaricia y la codicia de lxs dueñxs de la especulación financiera suplantando a la economía real, Los Economistas preparaban el marco conceptual y normativo para un nuevo cambio estructural en contra de los ingresos y la producción de lxs argentinxs. Arrinconadxs por las políticas de devaluación, inflación descontrolada, aumentos de tarifas, tasas de interés incompatibles con la economía productiva y la decisión consciente de contraer un endeudamiento impagable, lxs argentinxs vivieron una brutal caída de ingresos y de empleo lamentables y lamentadas.
Los Economistas no se privaron de elogiar frondosamente al presidente Macri y su racionalidad. Mientras se destruía la vida y los sueños de la población se enriquecía a grupos económicos en proporciones que ni ellos mismos imaginaron. Los Economistas no se privaron de ser actores centrales de este acto. Prat Gay, Dujovne, Sturzenegger, Sandleris y otrxs prestigiosos profesionales diseñaron, llevaron adelante y difundieron profusamente en los medios las bondades de sus políticas de miseria programada.
Después del fracaso de Macri (junto a Patricia Bullrich y Rodriguez Larreta entre otrxs) El Economista volvería a tener un lugar preponderante. Esta vez con su disfraz de neoliberalismo progre. Guzmán y Kulfas significaron más continuidades que rupturas en temas de deuda, tarifas, industrialización, tasa de interés y sobre todo -lamentablemente- ingresos de la población, así como política distributiva.
Como puede apreciarse El Economista tiene una larga historia. De ninguna manera es “lo nuevo”. Es solo el peor pasado con una nueva careta. De todos modos no puede perderse de vista que el personaje y sus atributos han sido siempre una estrategia de distracción de las clases dominantes y sus intenciones. Luz de gas. Alguna vez nos dijeron que el problema fue que el proceso estuvo conducido por asesinos sanguinarios, otra que las fallas fueron las patillas y la corrupción, luego que la culpa fue de un tipo ido de la realidad… un tonto, también que otro fracasó por vago… No hay que dejar que nos confundan. Ni aunque todos estos argumentos fuesen ciertos el problema principal está en sus ideas y el programa económico que implementaron. No fracasaron (¿fracasaron?) esas personas, lo que destruyó al país fueron las ideas. Las ideas presentadas, actuadas, difundidas y representadas por El Economista (los Economistas).
Ahora asistimos a la última versión del Economista, su fase superior. La razón de mercado como única razón de ser de la humanidad. El mercado como altar donde sacrificar órganos humanos, vidas, educación, salud, sueños en virtud de un ser superior LA ECONOMIA. La “salud” de la economía como único bien a tutelar. La “vida” de la economía por encima de cualquier vida. Como si fuera un organismo viviente. Como si ninguna vida de alguien sin poder económico valiera nada.
El nuevo disfraz puede resultar simpático a unx distraídx. Puede incluso parecer rupturista y creativo ante la falta de respuesta de un sistema político que no se atreve a pensar por fuera de la lógica de mercado. Pero sus ideas y su discurso cargan la putrefacción acumulada de muchos fracasos. Huelen a pasado, suenan a pasado. Eventualmente traerán el pasado. Podrá ser como tragedia o como farsa, sin duda será con dolor para las grandes mayorías y las clases medias.
En cualquier caso, el Economista tiene una larga historia en la historia argentina. Este libro pretende dejar al descubierto esta nueva maniobra de des-historización con que pretende presentarse como nuevo un personaje que es el emergente de las tradiciones mas miserables de nuestra nación. Nada nuevo… con esto ya nos arruinaron una y otra vez.
En nombre de la libertad se fusiló en el 55; se torturó, desapareció y robó bebés en el 76; se produjo desempleo y se regaló el patrimonio nacional en los 90s; se destruyó el aparato productivo, se endeudó y se quedaron con los ingresos entre el 2015 y el 23. En todos los casos los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres. También en todos estos casos las clases medias se vieron empobrecidas.
¿Dónde estaría la libertad? La libertad solamente para aquellxs que toman decisiones en los mercados. Lxs consumidores, en cambio, no tendrían ninguna libertad. La verdadera libertad es la libertad de no tener miedo por no poder sostener tu familia al día siguiente. La libertad de soñar y realizar.
En nuestro país no hace falta discutir estadísticas: para entender el grado de concentración de la riqueza basta saber que el tributo a las grandes fortunas alcanzó solo a 16.000 personas físicas en un país de 47 millones de habitantes. Queda claro entonces que la opción es defender derechos de las mayorías o los privilegios de unos poquitos. Libertad para todxs o libertad solo para 16.000 a costa de miseria planificada para el resto. Hoy, como ayer, esta es la bifurcación que nos ofrece la historia en estas elecciones presidenciales. El sendero ofrece elegir entre un camino para sembrar o un camino en el cual unos pocos portan motosierras. Caminos ambos que la argentina ya ha recorrido. Así como El jardín de los senderos que se bifurcan es una metáfora del tiempo en clave territorial, lxs candidatos que se presentan a elecciones y sus ideas también tienen historia.
Esa lógica de investir de prestigio y autoridad a la figura del “economista”, como bien dice Boudou, está presente en otras esferas e instancias de la sociedad.
Por ej., también está la figura del “geopolítico” investido del mismo prestigio y autoridad. Figura que opera contra la idea de la cooperación internacional entre países soberanos.
La figura del político “demócrata”, lo mismo. Figura que opera contra el demagogo populista o autócrata según el caso.
En todas las instancias sociales, políticas, ideológicas e, incluso, científicas, opera la misma lógica que en la instancia económica al construir la autoridad del “economista”.
En todos los niveles de la sociedad está operando eso lo que, incluso, confunde a muchos compañeros del campo nacional y popular.
Boudou es una persona imprescindible para la época en que vivimos, no importa si puede o no desempeñar cargos. Lo que importa es su capacidad de clarificar, a pesar del campo de conocimiento del que viene, y su personalidad libre de prejuicios ideológicos.