Por Martín Kohan*
(para La Tecl@ Eñe)
Cuando veo o escucho a Shakira, pienso en el bueno de Antonito De la Rúa; cuando pienso en el bueno de Antonito De la Rúa, lo asocio con su padre, Fernando; cuando asocio con Fernando, me acuerdo de Domingo Cavallo; cuando me acuerdo de Domingo Cavallo, me pregunto cómo es posible que un país caiga tantas veces en la misma trampa de un proyecto económico nefasto, y caiga siempre como por primera vez, con la necia ilusión de las cosas nuevas. Cuando veo o escucho a Shakira, me disperso evocando odaliscas, midiendo caderas y ángulos, repasando los negocios fallidos de Piqué, comparando el pop con el rock, controlando sincronicidades de coreos, marcando gallos y medianoches.
La pasión por el fútbol responde, en buena medida, a su poder de hacer sentir que nada existe que importe más que ese partido que se está jugando (no es así, y eso se sabe; pero mientras dura la sugestión, la intensidad que alcanza es enorme). Cualquier elemento externo que aparezca, cualquier factor exógeno que irrumpa y que interfiera, puede llegar a estropear el efecto, puede llegar a arruinar el prodigio, y reducir tristemente al fútbol a la condición de un espectáculo común y corriente, uno más entre tantos otros.
*
Antes del partido el hincha especula, imagina, conjetura: cómo podrá llegar a ser el partido que se viene, qué podría llegar a pasar.
Después del partido el hincha sopesa, evalúa, recapitula: cómo fue el partido que terminó, cómo pudo pasar lo que pasó, cómo podría haber pasado otra cosa.
En el medio, hay quince minutos que reciben un nombre exacto: el de entretiempo. Eso son, un entretiempo; ahí existen, entre dos tiempos. En ese lapso singular de una experiencia suspendida, el hincha se pone a especular, imaginar, conjeturar lo que podrá pasar con el partido; porque ya puede sopesar, evaluar, recapitular qué está pasando en el partido. Es un tramo en transición que pertenece al partido sin dudas.
Solamente a un desinteresado del fútbol se le ocurre que es un tiempo muerto y que es preciso llenarlo con algo, con algo que no sea fútbol.
*
Nada debe distraer del partido, para que el partido alcance entonces su carácter de distracción perfecta: un mundo aparte que, porque logra conformar un mundo, y porque logra mantenerse aparte, habilita para la pasión la ocasión de una vivencia incomparable.
¿Y no es acaso esta distracción tan señalada la cifra misma de la alienación social? Yo diría en principio que no. No si el hincha se entrega con fervor a ese todo sabiendo que en verdad no es un todo, no si entra sabiendo que entra, no si entra pudiendo salir.
Más se aliena, para el caso, y sin remedio, quien dedica esas mismas horas a instalarse blandamente en su sillón para mirar La Nación+ o TN, porque ese cree que se informa, ese cree que ahora entiende.
*
Puede que los cumpleaños infantiles necesiten animadores, necesiten animadoras. Con los cumpleaños infantiles puede que sí: que haga falta la animación. Porque los niños en general, animosos como son, suelen desanimarse de repente, sobre todo en los cumpleaños, y a menudo justamente el que cumple; por lo que puede venir bien que alguien se ocupe de saturar el ambiente de exclamaciones sobreactuadas y la exigencia maníaca del pum para arriba permanente.
El hincha de fútbol, en cambio, claramente no lo precisa: es el fútbol de por sí lo que una y otra vez lo anima. En cuanto paran de atosigarlo con consignas de kermesse berreadas por altoparlantes y pantallas de alta definición, se reapropia de su lugar y da comienzo a su propia fiesta. Empezarán a saltar y a cantar esas fabulosas canciones de cancha, tal como últimamente vemos hacer más que nada a los futbolistas (porque esa fiesta popular que en las tribunas se sofoca termina reapareciendo en el campo de juego o en los vestuarios).
El fútbol también puede producir desánimo: hay partidos que se pierden, penales que van afuera, jugadas que no resultan, goles en contra. Pero ese desánimo es parte de la pasión del fútbol también. Y lo último que precisa en la cancha un hincha en desazón, es que le chillen hasta taladrarle el cerebro el instructivo de entusiasmo previsto para la televisación.
*
He visto por estos días unas cuantas consideraciones referidas a Marcelo Bielsa. Varias de ellas expedidas por personas claramente desencajadas, fuera de sí a juzgar por el tenor de sus improperios; y otras un tanto extraviadas por cierto (comentarios sobre su manera de expresarse, sobre el reloj que usa, sobre el contrato que firmó, etc.). Lo que no vi (no digo que no haya habido, digo que no vi) es una réplica que planteara concretamente en qué estaría equivocado en las cosas que sesudamente planteó, y por qué razones concretamente lo estaría.
*
Tal vez quepa formularlo como una regla: el hincha sin entrada que se encuentre a pocos metros de las puertas de acceso al estadio, intentará ingresar como sea.
No necesariamente todos, pero muy probablemente no pocos.
Ya saben que no corresponde, pero van a intentarlo igual. Es demasiada la tentación.
*
El pase de Lo Celso a Martínez, el pase de Maradona a Burruchaga.
Un tiro cruzado y el otro tiro cruzado.
Finales.
————————————————————–
*Escritor. Licenciado y doctor en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires.
La Conmebol abrió expediente contra Marcelo Bielsa. «Su conferencia furiosa fue la crítica más dura hacia la entrega del fútbol a la industria del entretenimiento de Estados Unidos».https://t.co/wruqgXz7Ru
— Ezequiel Fernandez Moores (@DiganmeRingo) July 17, 2024
BASTANTE RELACIONADO.
Me parece que en Mendoza hay un par de jóvenes deportistas franceses que tienen un pequeño problemita de género muy concreto.
No he visto que sus federaciones estén muy preocupados en los medios.