2) Deuda en dólares. A su vez, en segundo lugar, también debería responder cómo haría el país para pagar los vencimientos próximos de deuda externa. Recordemos que a partir de 2027 Argentina deberá pagarles a sus acreedores niveles de 20 mil millones de dólares todos los años, siendo una demanda de dólares que la economía argentina, por más que el Estado pasara a recaudar en dólares, no estaría en condiciones de enfrentar.
3) Déficit comercial. Lo mismo ocurre, en tercer lugar, con la cuestión comercial: durante los años que no hubo cepo ni controles, el país sufrió déficits comerciales insostenibles en el largo plazo. Durante la presidencia de Macri (se llegó a los 8 mil millones de dólares anuales de déficit comercial) y durante los años de vigencia de la convertibilidad (1991-2001) el promedio anual fue de 10 mil millones de dólares. Ambos gobiernos lograron compensar dicho déficit externo vía endeudamiento. Pero una vez que no lograron conseguir más deuda hubo crisis, caos, devaluaciones y corridas cambiarias.
4) No habrá devaluación. No obstante esto, debemos agregar un cuarto punto: tanto con Macri como con la convertibilidad el mecanismo de ajuste frente a las crisis y los desequilibrios externos fue, finalmente, la salida devaluatoria. En caso de aplicarse la dolarización medida esta opción ya no estaría vigente. Lo cual nos indica, otra vez, su insostenibilidad.
5) Quiebre productivo. En quinto lugar digamos que la dolarización implicaría la quiebra inmediata de por lo menos el 30% del aparato productivo, con miles de empresas cerradas, invasión de productos importados, destrucción de la industria y una fuerte reducción del mercado interno. Los países que se suelen poner como ejemplo de la dolarización (como Ecuador, El Salvador o Panamá) justamente son países sin industria propia ni mercado interno.
6) Desocupación. A su vez, el quiebre productivo e industrial nos llevaría a un sexto punto: niveles de desocupación récords. Con Macri y su “libertad cambiaria” la desocupación pasó de 5,9 % en 2015 a 11,8% a fin de 2019. Es decir, se duplicó en cuatro años. Con la convertibilidad aún fue peor: pasó del 6% en 1989 al 18% en 1995 y al 22% en 2001. La dolarización la llevaría al menos al 30%. Claramente vemos una inviabilidad social y productiva.
7) Pérdida de competitividad. En séptimo lugar, digamos lo que muchos no dicen. Los países que dolarizaron sus economías (los recién nombrados Ecuador, Panamá o El Salvador) tienen niveles de inflación mucho menores a los argentinos (siendo esa la única ventaja por la cual valdría la pena dolarizar). Pero también digamos que tener baja inflación no significa que esta sea cero. Lo cual, al tener 2 o 3% de inflación anual ha hecho que dichos países pierdan competitividad externa sistemáticamente todos los años. Estos países pequeños lograron compensarlo aumentando la pobreza o exportando petróleo. Pero ninguna de estas opciones parece ser viable para Argentina.
8) Suba de la pobreza. Por último, en octavo lugar, digamos algo más que los liberales olvidan. Es verdad que la inflación, como actualmente sucede, puede hacer crecer la pobreza y que caigan lo ingresos. Pero tener una inflación muy baja o incluso una inflación cero puede hacer lo mismo o ser aún peor: durante la segunda mitad de la década de 1990, con la convertibilidad, con una inflación nula, la pobreza no paró de crecer (la pobreza pasó del 17% en 1993 al 35% en 2001, más que duplicándose) y los salarios cayeron ininterrumpidamente. Es decir, no logró solucionar la cuestión social sino perjudicarla sistemáticamente.
En fin, si Milei se empeña tanto en dolarizar así como en recuperar a la figura de Domingo Cavallo, efectivamente logrará volver a que el país tome otra vez su legado, generando para Argentina peores consecuencias económicas, sociales y productivas que las que sufrimos en el año 2001.
* Investigador del Conicet. Autor de Crisis Económicas Argentinas. De Mitre a Macri