Capítulo 2 del Libro «Historizar a Milei» – desde la picana a la motosierra-
Rocco Carbone (conicet/unq)
El fascismo es un movimiento contradictorio, de afirmación y negación, que es posible pensar bajo la forma de una interpelación reaccionaria de las multitudes y como una organización que despliega terror: agita la motosierra como símbolo concentrado de las políticas que promete. Fascista no es una categoría caduca en la lengua política popular; tiene vigencia y es pertinente para definir a sujetos que políticamente piensan y operan de modo antidemocrático -estando contenidos dentro de las fronteras de la propia democracia-, que remiten a la experiencia histórica del fascismo (rememorando sus acciones, sus símbolos) o que recuperan la experiencia fascista como un modelo a imitar, incluso en ausencia de discursos enunciados con nitidez.
Barrani. Esta palabreja indica un estado: estar al margen de la ley y es sinónimo de clandestino, ilícito, ilegal. Desde el corazón de la pandemia la hizo emerger un puntero de la Libertad Avanza infiltrado en el campo propio desde un set televisivo: Carlos Maslatón. También quiere decir “en negro”, color que indica el de las camisas clásicas del fascismo (que Javier Milei usa frecuentemente) y que envuelve siempre un poder sombrío. El fascismo procede del olvido y engaña a las víctimas (incluso a sus sostenedores) para que se repitan. El rostro fascista tiene un evidente reverso: el terror. Es para (pre)ocuparse porque esas emergencias, eficaces por cierto, son incompatibles con la convivencia democrática, que nombra un complejo conjunto de dimensiones: la justicia social, la religiosidad popular, las grandes tradiciones políticas -peronismo, radicalismo, comunismo-, la propia Vicepresidenta, los feminismos y las disidencias, el ecologismo, el humanismo de los derechos humanos, el movimientismo social, etc. Por eso mismo estos leves entramados memoriales dispuestos aquí.
Incisión para mirar
Hay palabras que por la manera en la que son empleadas corren el riesgo de volverse genéricos dichos para injuriar. No es infrecuente que un insulto sea una palabra vaciada de historicidad. Al ser usada como buena (adecuada) en situaciones diferentes, si no se determina y no se examina su sentido histórico, político y lógico, corre el peligro de volverse volátil, un sonido dicho al pasar. Sin embargo, en el orden de las costumbres y en los pliegues mentales, un insulto nos habla de algo residual que puede volver y que, por eso mismo, si vuelve, debe ser examinado. Hay una palabra que en su justa referencia lógica e histórica debería ser dirigida a sujetos que dicen reconocerse en la identidad de “libertarios” menos como insulto que como signo descriptivo de prácticas y discursos específicos. Esa palabra es fascismo, porque los que se dicen “libertarios” predican el recurso a la violencia -bajo el ropaje de la libertad- en contra del Estado y de la nación popular, y porque despliegan prácticas y discursos animados por la contradicción.
El fascismo clásico no fue un movimiento de una clase o de un grupo de clases sociales en contra de otra clase u otro grupo. Sería erróneo entenderlo de otra manera. Sus seguidores -en Italia, de hecho el 2022 se cumplieron cien años de la oprobiosa marcia su Roma- se encontraban en todas las clases, en todos los órdenes económicos e intelectuales, entre proletarios y clasemedieros, entre empresarios y campesinos, entre clericales y antiguos aristócratas, entre obreros y burgueses. Mussolini e Hitler fueron sostenidos necesariamente por individuos pertenecientes a todas las clases sociales. También es cierto que el fascismo encontró fervientes opositores en todas esas clases, conectadxs por un común sentimiento (antifascista), un tejido de protección contra todos aquellos que integraban las mismas clases de lxs opositorxs pero que se habían conectado a esa experiencia violenta y contradictoria. Esto nos habla del origen pluriclasista del fascismo. Milei lo entiende muy bien, por eso sus manifestaciones remiten siempre a las libertades individuales. Sobre la base de esa interpelación agrupa a los seres según sus capacidades individuales y sus “libres” decisiones en una expansión pluriclasista.
El fascismo y el nazismo fueron hechos y morbos intelectuales y morales, expresiones menos de clase que de sentimiento. El fascismo emergió en un momento de depresión, de catástrofe y en un instante de doble decepción: frente al liberalismo racional y al marxismo. La catástrofe emergía de la Primera Guerra Mundial que -como la pandemia- estalló de manera sorpresiva, como una sacudida imprevista y como tal conmovió el cuadro de orden, la razonabilidad, la “tranquilidad” que la civilización occidental venía cultivando desde siglo XIX. La guerra duró más de cuatro años, se combatió en el corazón y en toda la superficie europea e involucró a todos los pueblos de los países beligerantes, pero se refractó también sobre la vida de los pueblos de los países neutrales. Esa catástrofe provocó incertidumbre en el ser humano por la falta de protección y por la situación de aislamiento en medio de los peligros de la vida. Cuando el ser humano experimenta una incertidumbre sostenida tiende a sentirse fuerte y seguro si entra a formar parte de un gran ejército, de las masas o de un movimiento mesiánico. Se trata de la seducción fascinante de la violencia. En la complejidad creciente del mundo, luego de la catástrofe sin precedentes de la guerra mundial, el asombro condujo a las masas a una impaciencia sostenida y al desprecio de la racionalidad, del compromiso y de cierta idea de progreso. En el contexto de catástrofe, incomodidad y crisis emergió ese movimiento audaz, carente de un sistema positivo de ideas, pero capaz de atraer y fascinar a las masas incluso a pesar de la falta de fe de sus afirmaciones: el fascismo.
Sin la pretensión de explicar mecánicamente una escena invocando otra, Milei -con sus formas violentas, con su culto a la fuerza, acentuado por su puntero-influencia: Carlos Maslatón- surge en un contexto homólogo respecto del de los fascismos clásicos: la catástrofe de la pandemia y una crisis tanto del peronismo (no es casual que la Vicepresidenta invocara recurrentemente el devenir de esa identidad política popular y gran máquina imaginativa) como del neoliberalismo mafioso. En las elecciones de medio término de 2021, de hecho, ni el peronismo ni el neoliberalismo mafioso (que quiere que el peronismo “termine”, deje de existir, como las otras fuerzas de derecha) ganó. Tampoco perdió.
El fascismo clásico es un movimiento contradictorio, de afirmación y negación: este es un punto nodal. Supo defender la religión y el ateísmo, cobijar la cultura y elogiar la anticultura, cruzar tradición literaria (decadentismo) y vanguardia -D’Annunzio y Marinetti-, custodiar la propiedad privada y el capital y hablar de estatización de la propiedad, reverenciar las leyes y su violación, acuñar conceptos ultramodernos y ponerlos en diálogos con categorías mohosas de la historia de las ideas. Mussolini se contorneó de la peor burguesía -la especuladora- y ordenó una campaña contra esa misma burguesía, incluso lingüísticamente con el uso del plebeyo voi por sobre el elegante lei. Y, violento como era, le ofrendó al mundo la ramita de olivo de la paz. El puntero-influencia Carlos Maslatón tiene plena coincidencia con el arte de la guerra-de la paz: “Amo la carrera armamentista, hoy y siempre. Es muy pero muy bullish diseñar y fabricar armas. Beneficia económicamente a la sociedad y garantiza la paz mundial” (tuit del 30/11/2021). Las contradicciones del fascismo -su simulación de la racionalidad argumentativa- despiertan sensaciones psíquicas también de orden contradictorio, que fascinan y atraen sobre la base de la angustia. Ahí reside su eficacia en términos de adhesión y a través de esos mecanismos logra agregar por un lado y por su contrario. Es la táctica de la tenaza. Estas contradicciones se escenifican en la proxémica de Milei, que contrapuntea violencia y empatía, reacción y rebeldía. Se escenifican también en sus acciones: en el corazón de la pandemia recibió dos dosis de Synopharm pero en el debate televisivo previo a las elecciones de 2021 declaró no querer inmunizarse por la “evaluación de renta-riesgo”. Lo mismo se verifica en su discurso: “En el capitalismo vos sólo podés ser exitoso sirviendo al prójimo”[1]. El corazón de la explotación es convertido en servicio al prójimo y la repulsa, en solidaridad. Sigue Milei: “Cuando castigás al exitoso, castigás el proceso de acumulación de capital y le arruinás la vida a los que menos tienen porque son los que no tienen capital y lo necesitan para ser más productivos, tener salarios reales más altos y salir de la pobreza”. La extorsión de la plusvalía que es lo que condena a las grandes mayorías a la pobreza, aquí ¡la resolvería! En esta serie de cosas, la misma tónica contradictoria -el simulacro de la racionalidad argumentativa- es asumida por el puntero-influencia Maslatón: “Patricia Bullrich es completamente comunista” (twitt de 30/11/2022) y pocas horas más tarde retuiteó esta imagen:
¿A qué atenerse, entonces? Carlos Maslatón es el triunfo de los magos y los taumaturgos. Es un homólogo del Astrólogo de Roberto Arlt, que ya no atiende en la quinta de Temperley sino desde el central Kavanagh potenciado por el nuevo embrujo que pesa sobre la humanidad a través de las consignas berretas y el control del pensamiento descerrajado por las empresas comunicológicas y las redes sociales que desarrollan nuevos mitos de carácter antiemancipatorio. Y el mito no es objeto de discusión: es o no es. Interpela menos la razón que la complicidad. Nos captura a través de nuestros deseos. Los mitos se desarrollan cuando son capaces de justificar los deseos, mientras que las experiencias políticas que son capaces de acuñar mitos se desarrollan cuando logran dirigir los deseos colectivos. En la escena contemporánea, el cogito, ergo sum parece haber sido sustituido por el agituamus, ergo sum. Agitación en procura de una expansión confusional, pues en plena pandemia el taumaturgo agitaba el “peligro comunista” que estaba condensado -según él- en el gobierno del Frente de Todxs: “Yo fui el primer militante contra el encierro comunista”; “Fui un violador serial de las imposiciones de una dictadura maoísta”; y “se la pasó despotricando contra la ‘mentira’ del virus y criticó la ‘dictadura comunista’ de Alberto Fernández”[2]. El descalabro de la razón ha profundizado los conflictos y las cisuras que dividen la humanidad hasta transformarlos en abismos infranqueables a través de los cuales parece imposible una comprensión recíproca. Sobre la grieta cambiemita, colocada en la escena pandémica, se ha montado ahora la contradicción fascista, que apelando al simulacro de la racionalidad argumentativa logra decir cualquier cosa. Es Milei declarándose “antisistema” mientras se pasea por cuanto programa de televisión existe sin que ningún periodista le pregunte qué quiere decir “antisistema”.
Esta es la índole del fascismo: el subibaja, el movimiento pendular entre extremos opuestos, la mezcla bizarra, estéticamente sintetizada en lo grotesco, categoría de la filosofía de la historia del arte, que en Italia se remonta a la Domus aurea de Nerón, pasando por el Renacimiento, y en la Argentina, a los dramas sociales y culturales de la inmigración clásica, al teatro de Armando Discépolo, al tango de Enrique Santos, a la convivencia entre gauchos y papolitanos (Martín Fierro), al fileteado porteño o a Los siete locos de Arlt. Esto es, el fascismo encuentra resonancias en los subsuelos de la historia y la cultura por más que las niegue. Es lo que la lengua popular llama el “enano fascista”: una latencia, adormecida pero presente, que adecuadamente estimulada puede volver de modo enérgico. Su emergencia en la Argentina -y en una parte conspicua de América Latina- habla de la gran crisis histórica de nuestro tiempo, de la crisis política y cultural nexada con el peronismo y el antiperonismo, y con la crisis desmesurada -perceptiva y humana- sobredeterminada por la pandemia. El culto de la fuerza y su eventual aplicación por tramos más o menos largos de tiempos, ¿qué puede generar sino el más desenfrenado reino del terror, que amenaza con descalabrar los cimientos de una civilización y disgregar un pueblo? Con pudor, puesto que la filosofía hurga menos en las soluciones que en los problemas vitales, se precisa la movilización de las fuerzas más avanzadas de la nación popular, de las fuerzas racionales, de las facultades críticas y sagaces que vibran en la fe de la dignidad humana, en la igualdad de los seres de todas las clases y en la justicia social para evitar catástrofes -aún- de mayor gravedad.
Examinación: anarco-fascismo.
Apropiadores. La lengua del campo antagonista (al campo popular) es confusional. Quiero decir, promueve la confusión en el sujeto que la escucha y que la hospeda en su existencia. Tiene dos movimientos correlativos e inversos. Es apropiadora de palabras del acervo popular y negadora del devenir de la identidad propia. Ahora se apropiaron de la palabra “libertarios” como opuesta a lxs anarquistas (como América Scarfó, Severino Di Giovanni, Miguel Arcángel Roscigna o Simón Radowitzky) y la arrojan contra el Estado para estimular desconfianza hacia las instituciones de lo común. Se dicen anarquistas porque son fascistas. Pier Paolo Pasolini en Salò o le 120 giornate di Sodoma decía: “Nosotros los fascistas somos los únicos verdaderos anarquistas, por supuesto una vez que nos hayamos apoderado del Estado. De hecho, la única anarquía verdadera es la del poder”. Con Milei y la Libertad Avanza -que no necesariamente entre sus votantes, aunque debe reconocerse que los movimientos fascistas históricamente no emergieron como meros accidente de la historia, sino que fueron concebidos en el seno de sociedades taladradas por colosales aparatos de propaganda, la Argentina no es una excepción- se ha desatado entre nosotrxs el anarco-fascismo. El fascismo -el “enano fascista”- es una latencia, adormecida o chiquita pero presente en la historia y en la vida de los pueblos, y adecuadamente estimulada puede volver de modo enérgico. Puede convertirse en Goliat. Esa estimulación en la Argentina está siendo provocada por Milei. Este promueve un anarco-fascismo, uno de cuyos sostenes es Macri. Esta no es una mera inferencia. De hecho, entre las dos figuras existen ríos subterráneos que las nexan: Carlos Kikuchi, un operador de Milei y Sebastián Pareja, operador de recorridos sinuosos: “En Buenos Aires la trama política se pone más espesa. Acá Kikuchi cuenta con un operador de larga data en la rosca bonaerense. Es Sebastián Pareja, secretario de Menem en su segundo mandato, funcionario de Cambiemos durante el gobierno de Macri y armador histórico de Emilio Monzó”[3].
Lo alucinatorio. Desafortunadamente, en la Argentina se verifica una resistencia ante la palabra fascismo, que se comprueba incluso en algunos sectores del campo popular. Se la considera una etiqueta fácil cuando en realidad se trata de un concepto obstinado que mal haríamos en dejar de examinar en sus variaciones históricas. Negar la palabra no borra ni diluye su operatividad en el campo político, donde se evidencia a través de discursos y prácticas sociales. Desestimar la palabra fascismo referida a Milei y la Libertad Avanza y calificarlos de “extrema derecha” sirve sólo para atenuar el problema y solapar el peligro que inherentemente implican.
La alucinación es una falsa percepción. Digamos que es lo contrario de una ilusión. La ilusión podemos pensarla como una interpretación errónea de un estímulo exterior que existe realmente. La alucinación en cambio detecta un estímulo externo que no existe. Una alucinación auditiva, por ejemplo, consiste en oír una voz sin que en el afuera exista un estímulo sonoro. Y en el caso de una alucinación visual, presenta una imagen irreal que se superpone a un fondo real existente. Entonces, la alucinación es una percepción falsa porque se verifica en ausencia de un estímulo externo. La psicopatología habla de la alucinación como una “percepción sin objeto”. La palabra alucinación deriva del latín hallucinere que quiere decir “perder la conciencia”. Hallucinere en su raíz tiene la partícula lux, que quiere decir luz, iluminación, percepción. Si del latín nos transportamos al griego, alucinación se enlaza con ἁλύσκειν (haluskein), que quiere decir escapar, evadirse. En ese sentido, la alucinación es una fuga de la realidad. Las alucinaciones pueden producirse en todas las modalidades sensoriales. Hay alucinaciones visuales, auditivas, gustativas, olfativas, táctiles. Pero existen también alucinaciones que no son individuales. En los casos en que varios sujetos comparten la misma experiencia ilusoria, entonces hablamos de alucinación colectiva. El fascismo es una alucinación colectiva.
Podemos imaginarlo como una especie de rayo sorpresivo que surge en el borde de la política. Desde allí, se para y se refracta sobre la vida política y la vida social, y las descalabra. El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale, 1985), una novela distópica de Margaret Atwood, piensa la avanzada fascista como algo que llega de golpe (rayo sorpresivo) y ahí empiezan a caer las disidencias, las mujeres, las personas discas y toda la lista. Esto es interesante porque para la consolidación del poder fascista se necesita un enemigo: una víctima sacrificial que viene a permitir la consolidación de ese poder y la activación de un reclutamiento. Del sacrificio de esa víctima deben participar todos, en mayor o menor medida. Esa víctima en la Argentina es la vida democrática en común que emergió luego de la experiencia de la última dictadura, ahora recuperada por Victoria Villarruel.
Fascista y fascismo son fuerzas que están por fuera del acuerdo democrático. El fascismo lleva a cabo una ruptura con la democracia y de la democracia. Destruye el ser democrático. La democracia puede ser pensada como un poder amplio, diseminado, disidente, reconocible en su diversidad. El fascismo usa la heterogeneidad que invoca con vistas a reinstalar e imponer la homogeneidad. El poder diseminado, que es el poder democrático, es anulado por el fascismo. Al mismo tiempo, debemos decir que la democracia, que por supuesto defendemos, en sí misma, es demasiado pobre, demasiado frágil para entender y detener el fascismo. Sobre todo porque éste no aparece en su forma original: clásica, histórica. Aunque siempre hay hilos que desde el pasado inervan el presente. Desconocerlo o negarlo sería incurrir en la negación de esa famosa tesis del Brumario de Marx de que la historia tiene dos declinaciones.
En cuanto a lo sorpresivo: la política científica del fascismo clásico consistió en forzar bruscamente un corrimiento del modelo especulativo al modelo práctico. Al cientista se lo obligó a devenir técnico: “útil al mercado”. Hoy Milei lo dice así: “Que la ciencia y la tecnología queden en manos del sector privado”. El fascismo alucina la vida y alucinándola, alucina también la política, y de este modo hace evadir a la política de sí misma. Es una fuerza que coloniza la política y la descentra de sí misma: out of joint, fuera de quicio, dice Hamlet. Se trata entonces de una forma política alucinatoria. Ahora, para comprender el espesor real de esa fuerza hay que bucear en esa alucinación. Y bucear dentro de la alucinación puede hacernos parecer alucinados. Pero no es así porque nuestras lecturas alucinatorias reponen lo político en la política para hacer emerger de ella -de la política- una percepción con objeto. Me refiero al propio fascismo que con la Libertad Avanza está entre nosotrxs.
Un rasgo decisivo del discurso de Milei consiste en arrojar la palabra fascismo a sus antagonistas. Y lo hace para llevar a cabo venganzas, desahogar rencores, devaluar energías, aplastar iniciativas. Esa actitud es bien visto una lógica. Se trata de la lógica de la negación: no soy yo, son lxs otrxs: el fascista no soy yo sino vos. Si miramos este fenómeno más de cerca es posible hablar de proyección: usan la palabra fascismo porque ellos son el fascismo. Esa proyección es en realidad una intervención sobre el presente histórico-social que consiste en activar una transferencia de su identidad política profunda a sus antagonistas. De este modo, borran la condición propia (lo que son, digamos) y la reescriben. Es el ejercicio deliberado del poder. Cuando decimos poder, entre muchas otras cosas, nombramos también la facultad de determinar la manera en la que se nos percibe. Por eso mismo pueden asignarse la categoría de libertarios sin serlo, porque tienen el poder de incidir en cómo se los percibe.
Alucinan la política, pero alucinan también las palabras y la propia lengua. La lengua fascista es una especie de lengua achatada, configurada por un léxico pobre, con una sintaxis elemental, estrictamente economicista, como si la economía no formara parte de la cultura. Todo esto está hecho adrede para limitar los instrumentos del razonamiento complejo. De lo que llamamos razonamiento crítico. De este modo, forjan una realidad cognitiva paralela y alterna. Y en esa realidad, la reactividad social que deberían recibir ellos (la Libertad Avanza) es redirigida contra el sujeto colectivo de su desprecio. El sujeto fascista extenúa la realidad y captura las acciones emancipatorias tendientes a detenerlo. No nos dan tregua, al punto de que se vuelve difícil objetivar el fascismo.
¿Una categoría europea? Fascismo no es un concepto particular. Indudablemente, refiere a la experiencia política italiana y con matices a la alemana, pero a lo largo de la historia encontramos movimientos y partidos fascistas en otros países. En el Reino Unido, por ejemplo, con la British Union of Fascists, conducida entre 1932 y 1940 por un ex laborista -Oswald Mosley- que se había formado en la escuela de John Maynard Keynes. Más o menos en la misma época, entre 1932 y 1938, en China -que nada tiene que ver geográficamente con el continente europeo- se expandió la sociedad de Camisas Azules del Kuomintang (Partido Nacionalista Chino) dirigida por Chiang Kai-shek. El fascismo italiano, por ejemplo, consideraba a la Cuba gobernada por Gerardo Machado y Morales como un lugar apropiado para implantar el primer régimen fascista en América. Julio Antonio Mella, símbolo del movimiento estudiantil y obrero latinoamericano, a Machado lo apostrofaba señalándolo como el “Mussolini tropical”. Este mandó a asesinarlo mientras Mella residía en México. Le encomendó el asesinato a Santiago Trujillo, jefe de la policía secreta cubana. Estipulada sobre la base de una paradoja, la eliminación de Mella apuntaba a que “reinara la paz y la tranquilidad social” en Cuba. Son las oscilaciones propias del fascismo. Tina Modotti, compañera de Mella, a un mes del asesinato sostuvo que “era un símbolo de la lucha revolucionaria contra el imperialismo y sus agentes, una bandera en la lucha de los obreros y campesinos de todo el continente; en la conciencia y en los movimientos de masa de los trabajadores”[4]. En otro orden de cosas, en Cuba -y otros países de América- Amedeo Barletta revistaba como administrador de los bienes de la familia Mussolini, además de operar como ideólogo del fascismo con una marcada influencia en los círculos de poder. Barletta emigró a la Argentina entre fines del 30 y mediados de los 40, antes de volverse a Cuba. Si lo hizo es porque en la propia Argentina existió un Partido Fascista Argentino (PFA), en la década infame. Esa estructura le heredó la sigla a otra institución oscura y federal.
Este repaso un tanto a las apuradas pretende demostrar que la categoría fascismo no refiere a experiencias estrictamente europeas por más que sus eclosiones conspicuas se dieron en Europa. Quiero decir que el fascismo fue un movimiento internacional. En el siglo XXI también. Milei y la Libertad Avanza tiene múltiples terminales nerviosas en distintas latitudes latinoamericanas y europeas.
Movimiento de la gran mentira. Todo fascismo tiene un profeta. Sin embargo las palabras de esos profetas deben de ser examinadas con cuidado. “En todo el curso de la historia los políticos nunca fueron particularmente respetuosos de la verdad. Mussolini y Hitler fueron los primeros en hacer de la mentira una verdadera creencia pública. Esta práctica a menudo confundió a sus enemigos y también a los historiadores. Muy simplemente, a personas como Hitler y Mussolini nunca se les puede tomar ‘la palabra’ y el drama está en que la historia de las ideas [junto con la vida política] se fija precisamente sobre las palabras y las citas. Tener que ocuparse de mentirosos confesos como ellos compromete el método tradicional de la historia de las ideas. […] Al tratar con figuras como aquellas de Hitler y Mussolini, la cosa más segura debería ser no confiar nunca y no creer nada de lo que dijeron. En los discursos públicos, ambos se atenían notoriamente a la más escrupulosa ambigüedad. […] Mussolini describía explícitamente su propio método como técnica de la ‘ducha escocesa’: Mussolini ‘alternaba continuamente frío y calor, puntos de vistas radicales y conservadores, actitudes razonables e intransigentes, según lo considerara oportuno en función de las circunstancias’. El problema entonces no radica en si estos profetas realmente creían en ciertas ideas, sino en si realmente podemos creerles incluso cuando decían que lo hacían”[5]. Estas contradicciones se pueden apreciar en el debate televisivo previo a las elecciones de 2021, cuando Milei declaró no querer inmunizarse por la “evaluación de renta-riesgo” (?). Lo mismo se verifica en su discurso público: “En el capitalismo vos sólo podés ser exitoso sirviendo al prójimo”, 26/11/2021). El corazón de la explotación -el capitalismo- es convertido en servicio al prójimo.
La libertad es su negación. No es nada extraño que hablando de fascismo se cometan errores de juicio, de trazo grueso, de interpretación política e histórica. Simplificar o, lo que es peor, negar el fascismo produce grandes daños humanos: tratarlo como una opinión -ademán frecuente en los medios de comunicación nacionales y en el ámbito político también- y no como un crimen. Una costumbre errónea es designar con la palabra fascismo todo tipo de reacción. El fascismo es un sistema de reacción integral y tiende a suprimir sistemáticamente toda forma de organización autónoma del campo popular. Por eso mismo, Avanza libertad o la Libertad Avanza son nombres adecuados para nombrar el movimiento anarco-fascista, porque puesto que el corazón del fascismo es contradictorio, afirmar la libertad implica su negación.
Fascismo, capitalismo, estatalidad. Entre las décadas del 20 y el 40 del siglo pasado, el fascismo se presentó como variante de las tensiones y pujas del capitalismo en su fase imperialista. Hoy se presenta como alternativa de la dominación ilimitada del capital, de las corporaciones, y de la “totalización” de los dispositivos y prácticas neoliberales potenciadas por las cryptoperaciones y la matrix de las redes sociales. En su momento estuvo empalmado con la exaltación de las identidades nacionales, de la fuerza y organicidad de los Estados, del poder uniforme y aplanador de la “masa”. En cambio, hoy se expresa con fórmulas “individualistas”, atomizadas, de disgregación, de erosión y rechazo del Estado. Estos que repaso son motivos que pertenecen a las variaciones históricas del fascismo y a las modulaciones de sus registros. Lo que quiero decir es que el fascismo varía en función de las variaciones del capitalismo y su relación con la estatalidad. En este sentido, mal haríamos en leer la historia política de manera lineal y literal. El nacionalismo del siglo XX, en el XXI devino en sacralización de la propiedad privada: “dar trabajo”, “sacar de la pobreza”, antes cualidades del Estado, ahora se volvieron acciones declarativas de los “privados” feudalizados, máquinas de producción de subjetividad disponibles para el anarco-fascismo. En esta serie de cosas, los “valores de la raza” se trocaron hoy, en la Argentina, en la consigna “somos estéticamente superiores”. La cuestión “colonial” en países como la Argentina se da menos bajo la veta de la expansión que bajo el signo de un sentido común -aún- no declinado[6].
Políticamente. El fascismo excluye a todas las demás fuerzas. De allí la elaboración totalitaria de discurso “anti-casta”. Como indicño Américo Cristófalo en algunas conversaciones, casta comparte raíz con castidad, castizo, castillo, castellano. Casta señala una supuesta pureza y levanta una especie de fortificación entre un antagonista construido como otredad corrupta y una afirmación identitaria basada en la “pureza”. En una inversión prototípica de la lengua de la reacción, casta indica menos a lxs otrxs que a los que se es. De esto desciende también la oración enunciada por Milei en el búnker de las PASO de la Libertad Avanza: “Hemos logrado construir esta alternativa que dará fin al kirchnerismo. Estamos frente al fin de la casta, basada en esa atrocidad que dice que donde hay una necesidad hay un derecho y cuya máxima expresión es la justicia social”.
Mafia y fascismo. Se trata de aversiones nihilistas, arrojadas contra su otredad social y política, sea el kirchnenismo o la casta. Un punto de contacto decisivo entre el discurso público de Macri y el de Milei consiste en arrojar respectivamente la palabra mafia y la palabra fascismo en contra de sus antagonistas, que por otra parte coinciden. Se trata de la lógica de la negación o del espejo invertido: del no soy yo, son lxs otrxs. Activan una transferencia de su identidad política profunda. Conocemos ese mecanismo. Incluso en la serie Peaky Blinders se escenifica el empalme entre un fascista como Oswald Mosley y un mafioso como Thomas Shelby.
Estas cuestiones postulan una simetría y una confluencia: Milei es Macri; que más que afirmación es pregunta, incertidumbre, hipótesis. Por las declaraciones de Milei acerca de que la mafia es preferible al Estado, porque Macri tendría un rol destacado en su eventual gobierno -cumpliría la función de “súper embajador” para abrir mercados- y porque Macri habría dicho “Si no gobiernan ellos (el peronismo), ni nosotros (Juntos por el Cambio), gobernaremos nosotros a través de Javier. Lo importante es el fin del populismo”[7]. Las mafias abren nuevos mercados activando su herramienta principal: la violencia. Para las mafias como para el fascismo la violencia (y sus formas) son un factor ordenador y de regulación social. La violencia es el elemento central sobre el cual se monta la ideología de esos poderes lóbregos. Para ella no todos son iguales. Están aquellos capaces de ejercer violencia, de dominarla, refinarla y convertirla en un método confiable de poder, de orden, y de regulación de la sociedad. Estos sujetos integran una élite. Más allá, están los débiles: lxs no-mafiosxs y lxs no-fascistas. Sobre la base de este binarismo se articulan todas las formas imaginables de la desigualdad. Este constructo ideológico que repongo aquí lo explicó Luciano Liggio, un mafioso siciliano (de Corleone) ligado a Cosa Nostra y uno de los mayores imputados del maxi-proceso de Palermo (1986-1987). Parafraseándolo: estamos nosotros, los mafiosos, los fascistas, los fuertes y del otro lado están lxs débiles: “los moluscos” (aquí no hay paráfrasis). Las explicaciones de Liggio, por más paradójico que parezca, tienen una terminación nerviosa en la Argentina, en las intervenciones de Maslatón antes de la música aviolinada que le pone un programa en un set televisivo. Además de insinuar una suerte de saludo fascista en distintas ocasiones públicas[8], desarrolla una filosofía antimoluscos: “Yo no soy como ese 30% de la población que es débil y que siempre necesita que le digan qué hacer, yo me gobierno a mí mismo. Así como están los que tienen miedo, los que se sienten débiles, […] están los que no tienen miedo, los que se sienten fuertes […]. Yo estoy en este grupo”[9]. Más adelante agrega: “Necesito tener enemigos, lo vivo como una necesidad”. Si se hurga en el arcón de frases epigramáticas de Mussolini encontramos: “Molti nemici, molto onore” (Muchos enemigos, mucho honor).
Del genocidio al CONICET. En el fascismo encontramos siempre una propensión al genocidio. Que -lo sabemos- comporta una lesión grave a la integridad de lxs integrantes de un grupo, supone el sometimiento intencional de ese grupo a condiciones de existencia que implican su destrucción física, moral, psicológica, cognitiva. El fascismo es el crimen que consiste en criminalizarlo todo, en función de su (supuesta) superioridad esencial. En este sentido, el discurso anti-casta es una hostilidad a todo lo que no está contenido dentro de los confines de la Libertad Avanza. Este concierne a la estatalidad, obviamente a todas las expresiones (políticas, sindicales, culturales) del campo nacional y popular pero también a lo que difusamente llamamos “derecha”. Además, el fascismo tiende a erradicar todo lo que se le opone. Debe ser entendido -si recurrimos a las experiencias propias de la historia- como la destrucción del Estado y de la comunidad. No es posible olvidar que entre 1942 y 1945, en las varias naciones de la Europa ocupada, todos los grupos fascistas participaron del mecanismo mortal de la “solución final”. Auschwitz no fue solo un problema alemán. Eso -el horror sistemático- es la destrucción del Estado y de la comunidad. Radicar el fascismo exclusivamente en la nación alemana y en la nación italiana significa desestimar el peligro de una fuerza que oportunamente estimulada, de modo palmario, vuelve. Y de hecho, ha vuelto.
Uno de los antagonistas radicales del fascismo es el pensamiento crítico (Gramsci quizá haya sido su mayor símbolo en la Italia de Mussolini), que en la Argentina es elaborado en parte por la cientificidad nacional. De allí las declaraciones de Milei contra el CONICET. El fascismo es el verdugo dispuesto por el capitalismo en crisis para deshacerse de la emancipación, para desaparecerla. Allí, el genocidio. Y si la emancipación late en algún lugar es en las culturas del trabajo. De allí que desciende la promesa de Milei de la voladura de ministerios. El grupo al que quiere desaparecer es el de lxs trabajadores organizadxs (sea en sindicatos o cooperativas) y con derechos. Rappi (explotación) para todos y todas, dólares (un puñadito) para todos y todas, sociedad dañada en tanto sumatoria anónima de individuos, lazos sociales quebrados, Estado de asfixia de la vida común popular. El fascismo quiere arrojarnos al lugar del dolor.
Fascismo, futurismo, patriarcado. Un artículo de lo más considerable, y que sin embargo muestra cierta reactividad ante la categoría fascismo, reconoce en Milei la “propuesta de llevar al máximo de radicalidad el gobierno financiero de nuestras vidas [… que] se combina a la vez con un discurso reaccionario, misógino y patriarcal” [10]. Y este precisamente es un rasgo clásico del fascismo. Si hurgamos en el arcón de la historia fascista, descubrimos una vanguardia estética y política -el Futurismo- con la cual estuvo nexado. Un hilo largo y espeso une el movimiento artístico y político futurista con la experiencia fascista clásica. El propio Mussolini, luego de ser expulsado del Partido Socialista, expresó sus simpatías por los futuristas, reconociéndolos como fascistas. Y el propio Marinetti -fundador del Futurismo- en 1924 declaró que el fascismo se nutrió de los principios futuristas. Mutuos reconocimientos. En clave filosófica, Benedetto Croce escribía una oración sintomática: “Verdaderamente, para quienes tengan sentido de las conexiones históricas, el origen ideal del ‘fascismo’ puede encontrarse en el ‘futurismo’”[11]. Si se aceptan estos lazos, es preciso agregar una capa de revoque. En 1909 Marinetti publicó el Primo Manifesto del Futurismo. En el punto 9 declara: “Nosotros queremos glorificar la guerra, única higiene del mundo, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las bellas ideas por las que se muere y el desprecio de la mujer”[12]. Los fascistas se apropian de los modos libertarios y trastocan su humanismo en gesto destructor. Es también a la luz de estas conexiones históricas que en nuestra escena contemporánea se puede explicar lo que anotan Gago y Cavallero: “el voto a Milei tiene un componente masculino muy importante. Masculino y joven. Que es en parte una reacción a los avances feministas”. El futurismo era un movimiento juvenil, como toda vanguardia, y despreciaba a la mujer. Si esto se acepta, la categoría en cuestión, fascismo, es todo salvo “demasiado fácil”, “demasiado ineficaz”, ni “abstracta” para pensar el momento de infortunio que atraviesa el campo nacional y popular y la Argentina toda, que se balancea entre la euforia (empalmada con la “fe”) de los 30 puntos del campo antagonista y el negacionismo del campo propio.
¿Campaña del miedo? En cuanto a su vertiente europea clásica, el fascismo puede ser pensado como el triunfo del triunfo de la revolución. De la revolución bolchevique y de los conatos sagrados de la completa emancipación política y económica en Italia, Alemania y en España también. Quiero decir que el fascismo clásico fue derrotado porque en el campo antagonista vibraba la revolución. Esto debe ser motivo de examinación profunda porque la democracia -al menos en clave histórica- nunca se miró en los ojos del fascismo. A 40 años de la vuelta a la institucionalidad democrática, ésta (nosotrxs) deberá examinarse profundamente para saber constituirse en parapeto del anarco-fascismo. Sin dejar de recurrir a los modos de lucha -que son modos reflexivos- que conocemos, se impone la pregunta sobre qué saber para saber qué hacer democráticamente. En este sentido, es deseable pensar en la efectividad de una campaña del miedo. Una campaña de ese tipo ante el fascismo elaborada desde el campo propio podría tener un hondo dramatismo porque el miedo, el resentimiento, la frustración y las insatisfacciones son la sede de la reserva libidinal movilizada por el fascismo (además de que la movilización que proyecta es afectiva, pulsional). Una campaña del miedo es problemática también porque el miedo es ambivalente (puede surtir el efecto de arrojarse aún más a las fauces de lo que no es sino otro tipo de gato), pero sobre todo porque lxs ciudadanxs que se referencian en la Libertad Avanza lo hicieron -sospecho suponiendo acertar- por miedo.
Miedo quiere quiere decir incertidumbre (ante el mundo destruido, prueba de eso es el “cambio climático”, oración precaria que nombra a su vez la precarización de la existencia de cada ser viviente: humano, animal y natural), decepción (frente al peronismo y a Cambiemos), empobrecimiento (por la soberanía económica acosada e intervenida por el FMI convocado por Macri a mediados de 2018), insatisfacción (el capitalismo es un régimen de insatisfacción permanente, magnificada por la reducción del consumo), esquizofrenia (ante una existencia intervenida por la mediaticidad monopólica y duplicada por las redes sociales, que en mayor o menor medida afectan todas nuestras existencias, se tenga -o no- acceso a un celular y una conexión a Internet porque la ciudad es un gran celular, un gran hermano que mira y escucha a través de sus cámaras).
Mirar en la boca, examinar la cabeza
Menos que un hecho del pasado, el fascismo es una potencia negativa, siempre actual, trágicamente disponible. Es contradictorio y ambivalente -ese es su signo cognitivo- pues oscila entre atracción y repulsión, dolor y placer, goce y desprendimiento. Es mal y belleza. En esta dualidad contradictoria estriba el poder infiltrante de la ideología fascista, su capacidad de movilizar una energía latente en las sociedades. Algunos de sus signos (la teatralidad, la fascinación y la anestesia moral a la que induce) hacen a su mecánica hipnótica. Trazos de lo ambivalente y lo hipnótico los encontramos en un pasaje de un texto referido a Ximena de Tezanos Pinto. Victoria De Masi la entrevistó para elDiarioAR: “Está descalza, el pelo sostenido en un gancho, dos aros de pares distintos le enmarcan la cara. Sus modos son finos. Y son, a la vez, salvajes. La miro, la miro mucho”[13]. Cuando se despliega en clave política, la mecánica hipnótica nos vacía de la condición humana, nos desconecta de nuestra historicidad. Se crea así una atmósfera de complicidad entre el sujeto fascista y el sujeto fascistizado. La hipnosis moviliza una energía latente, no agotada y, sin embargo, agotable a través de sagacidades, discusiones y otras paciencias políticas y militantes populares. Esta hipnosis la escenificó muy bien El gran dictador, en la que Chaplin-Hynkel, ante una multitud, pronuncia frases que suenan “a alemán”, pero vaciadas de sentido. La multitud fascinada en un estado de fuerte atracción emotiva responde con el saludo nazi: se moviliza. El poder fascista tiene su incidencia también sobre los medios: el aparato fonatorio de Hynkel tuerce los micrófonos que amplifican su voz. Vaciar la lengua de materia sensible separa significado de significante, la desarraiga de su historicidad y la desancla de la historia de los pueblos. Convertir una lengua nacional en meros sonidos es convertirla en una especie de flauta para encantar serpientes: para convertir al ser en serpiente, en fiera sedienta de sangre, en agente negativo de la historia, en fuerza tanática contra la igualdad, la libertad y el lazo social. También Hugo Ball había entendido este mecanismo y lo escenificó en un viejo poema dadaísta: Karawane. Es la misma manipulación que Milei imprime a nuestra lengua nacional: “¿Me podés mostrar la lista de los 30.000 desaparecidos?”, solicitó en una conferencia de prensa en Tucumán. La lengua vaciada de historicidad niega que 30.000 es la cifra abierta de un exacto dolor inconmensurable en estado de permanente desborde.
El fascismo impone un orden estrictamente jerárquico a la sociedad y promete privilegios a las clases que malquista con la igualdad. Y en la larga duración -pues el fascismo refiere a los tiempos largos que necesita para gobernar- es asalto del Estado, para destruirlo. En la Argentina, ese asalto lo encarna una vez más Milei: “Hay que cerrarlo. El Banco Central es un mecanismo de estafa”[14].
El fascismo es el resultado de un engaño, de la coerción y del placer de la crueldad elaborados contra un pueblo. En su entramado de poder late el exterminio. Eso viene a reponer la película Argentina, 1985, a alertarnos de que, sobre el filo de los 40 años de la vuelta de la institucionalidad democrática, lo que creíamos superado -“Nunca más”- puede volver. El arte, en ocasiones, concentra sobre sí mismo ese poder: recoger partículas suspendidas en el aire, aún caóticas y discursivamente movedizas, para prefigurar lo que sobrevendrá. Ahí está la “revolución” de Los siete locos que en la historia política nacional se verificó el golpe del 6 de septiembre de 1930 o Se viene el estallido que fuera de los confines musicales -quiero decir, dentro de los rangos de la política- se anticipó a los días decembrinos de 2001. No existe aún, es cierto, una fuerza política fascista que se identifique con la “Argentina”, porque no se ha asumido el poder de gobierno. Esa pulsión, sin embargo, late en el tejido político nacional y en la Plataforma electoral nacional 2023 de la Libertad Avanza, pues allí se explicita: “Volver a ser el país pujante que éramos al comienzo del año 1900”. Volver al pasado de la “gran Argentina” nacional oligárquica.
El fascismo tiene características psicológicas que conectan con las estructuras caracteriales de sectores sociales más o menos amplios que se vuelven receptáculos de la hipnosis, que experimentan atracción ante su praxis política y se adhieren fanáticamente a aquellos que proclaman su ideología. Es el caso de Revolución Federal. En Twitter existe un perfil (@n0c___) que desde el 13 de septiembre de 2022 viene insistiendo en las estructuras, los patrones, las mutuas conexiones y las interacciones entre las cuentas de lxs integrantxs de Revolución Federal y los perfiles públicos de distintxs actorxs políticxs, sociales y comunicológicos regimenantadxs en las filas cambiemitas y libertarias. El 25 de octubre publicó dos tuits: “Analizada toda la HCDN se encontraron 10 diputados con vínculos con RevFederal”; “Analizada la totalidad de la Legislatura Porteña se encontraron tres legisladores con vínculos con Revolución Federal”. Son emergencias que señalan terminales políticas que deberían ser investigadas si un sector conspicuo del Poder Judicial no estuviera en “Modo Macri”: “Jueces y fiscales que actúan como si Mauricio Macri o algún otro referente de la oposición estuvieran por ser o ya fueran gobierno. Son funcionales a Macri”[15]. En el entramado vincular entre Macri y Milei está Revolución Federal. Jonathan Morel militó oportunamente la candidatura de Macri y luego fundó la agrupación Revolución Federal, dentro de cuya atmósfera están contenidxs Brenda Uliarte y Fernando Sabag Montiel (nacido en San Pablo, Brasil). Gran parte de la violencia que promueve la reacción se pretende ocultar en el uso de la figura del extraño, del extranjero, del lobo suelto, del electrón perdido. Esta versión se basa en un supuesto antiguo: que la violencia proviene de los intrusos. Uno de los financistas de Morel -según sus declaraciones publicadas en un artículo sinuoso entre la apología y la crítica[16]– fue el grupo Caputo -integrado por “el hermano del alma” y el ex ministro de Finanzas, parientes entre sí- que le encargó muebles por casi 2 millones de pesos. En el atentado del 1 de septiembre de 2022 contra la Vicepresidenta estuvo involucrado también Gabriel Carrizo. Es asistido por dos letrados que comparten buffet y con terminaciones nerviosas en Juntos por el Cambio: Gastón Marano y Brenda Salva. Marano revistó como asesor del senador cambiemita chubutense Ignacio Torres, integrante de la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Organismos y Actividades de Inteligencia; anteriormente, trabajó en la Oficina de Ciudadanía de la Embajada de Estados Unidos y más recientemente asesoró a Ramiro Marra, legislador de la Ciudad de Buenos Aires por la Libertad Avanza. En cuanto a la otra letrada, Salva, trabajó como asesora de Karina Bachey, diputada por San Luis, que revista en el bloque PRO y en el interbloque de Juntos por el Cambio.
Quien habilita un resquicio al fascismo no necesariamente admira su ideología ni su praxis política. Sin embargo, el campo propio no carece de permeabilidad ante la emergencia que se está dando en la Argentina, por negligencia, desestimación o ingenuidad. Psicología del nazismo (1941), de Eric Fromm, presenta una tesis decisiva: que la disposición a someterse psicológicamente al fascismo podía deberse a un “estado de cansancio interior y de resignación”. Algo de eso hay también ahora, entre nosotrxs: cansancio y resignación ante la crisis epocal aguijoneada antes por la borrasca y luego por el naufragio: la pandemia que descalabró las formas del sentir y de la experiencia humana, una guerra que tiene refracciones mundiales y la soberanía económica intervenida por la máquina de guerra constituida por la deuda que el gobierno Macri le solicitó al Fondo Monetario Internacional. A eso se le adosa el cuatrienio de la mafia y, ahora, la depresión económica de las clases trabajadoras -con su correlato social y político-, provocada por una serie de reveses que terminan afectando la seguridad y el amor propio, que estropea las esperanzas colectivas, que fragiliza el tejido de confianza inherente a la representación y a la eficacia de la acción política. La inflación, por ejemplo, no es “apenas” una cuestión económica, pues también tiene una dimensión psico-política. Su descontrol comporta un ataque permanente al principio de previsibilidad económica personal y a la autoridad del Estado. Y de la desorientación o del malestar surgen monstruos.
El ángel exterminador
“El fascismo pretendía ser una fuerza de regeneración moral”. Esta oración integra una fascinante investigación del historiador inglés Christopher Duggan (1986)[17]. En las circularidades y duplicidades de la historia, regeneración ahora muta en superioridad y Milei “interpela por la superioridad moral que se arrogó”[18]. El fascismo -sostenía Francesco Ercole, ministro de Educación Nacional de Mussolini- representa “la fe en la Nación” y asume como premisa la libertad del individuo para tender a la grandeza de Italia, en cuyas fastuosidades retumba la memoria imperial. La Libertad Avanza propone “el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo” (un individuo), “la libertad y la propiedad privada” (Plataforma electoral nacional 2023). Objetivo (tal como se indicaba antes): “Volver a ser el país pujante que éramos al comienzo del año 1900”. Volver al pasado. Puesto que aquí no es posible remontarse a ningún fasto imperial, se apela, pues, a opacidades tardocoloniales.
“La idea, y el comportamiento consiguiente, que el primer fascismo tuvo hacia la mafia se puede resumir con una especie de silogismo: al fascismo le resulta difícil surgir allí donde el socialismo es débil; en Sicilia la mafia impidió que el socialismo se fortaleciera: la mafia ya es fascismo. No es una idea infundada, evidentemente: sólo que era necesario incorporar a la mafia en el fascismo”. Este pasaje fue escrito por uno de los grandes escritores sicilianos del Novecento italiano, Leonardo Sciascia[19]. Dos cuestiones son relevantes para traer al debate público argentino en función de esta cita. Que la mafia ya es fascismo. Y que el fascismo encuentra serias dificultades para surgir allí donde la emancipación -digamos, en nuestro caso- es débil. En la Argentina, la emancipación no está en su momento de mayor lustre y, sin embargo, no declina. Su corazón sigue latiendo. Ha optado por la retaguardia y una intervención propia de la tensa andadura del suspenso. Son modos de la política, de lo político y de la lucha para resguardar una apuesta popular igualitaria, a través de la constitución de un nuevo frentismo: Unidos por la Patria. Su corazón sigue latiendo también en la cultura del trabajo del campo nacional y popular, cuyos reflejos, incluso ralentizados últimamente, siguen pulsando. Y puesto que la emancipación es irrevocable, del estado de ánimo de la pandemia surgió, improvisa, la bronca. El león -un felino emparentado con la mascota casera- sintió la angustia de esa ley que le mandaba no moverse; junto con sus contramaestres coqueteó un poder excepcional, una excepcional libertad. Volvió a reactivarse la fascinación del fascismo: “El público tiende mayoritariamente a creer a quienes dan una formulación de las ideas que reflejan los prejuicios populares del momento”[20]. Sólo lxs distraídxs no lo entienden, por leer la historia política literalmente -sin atender a duplicaciones y circularidades- y porque a diferencia de aquel, este no es calvo.
Luego de la marcha sobre Roma (octubre de 1922), un prominente fascista de Palermo escribió un artículo en el que indicaba: “Debemos barrer todo un pasado. […] Debemos luchar encarnizadamente contra todos los hombres del pasado y del presente, porque sólo ellos son responsables de nuestras infelices condiciones, porque nunca se han preocupado de otra cosa que no fueran sus intereses personales y de los de sus turbias clientelas”[21]. Esta campaña contra las viejas clientelas políticas se expresaba como un antagonismo con la mafia. En 1925, el secretario del Partito Nazionale Fascista señalaba que: “Nuestra política debe estar en contra de todos los partidos”[22]. Estos ejemplos demuestran cómo el fascismo elabora desde siempre un discurso “anticasta”, por un lado. Se trata de un relato que antagoniza con todo lo que no se es. Históricamente, se organiza en función de una superioridad moral, encarnada en el propio fascismo. Los fascistas niegan todo lo que no son. Por el otro, los ejemplos citados demuestran también cómo el fascismo propone un curso exterminador. Sólo es posible determinar rasgos recurrentes en las diversas experiencias límite a partir de referencias históricas (o testimoniales), que concurren en el acervo documental de lo acontecido.
El fascismo es un poder que emana de una plenitud dual contradictoria. De esto desciende que la arremetida contra la mafia significó -a la vez- su defensa. En junio de 1924, un escuadrón fascista comandado por Amerigo Dumuni asesinó a Giacomo Matteotti, secretario del Partito Socialista Unitario y diputado del Reino de Italia. Un año después, ese nombre retumbó en el teatro Colón. El fascismo en la Argentina había organizado una celebración con motivo del 25º aniversario de la llegada al trono de Vittorio Emanuele III. Las batutas iniciales del himno de Mameli fueron acompañadas por “Assassini! Ladri! Viva Matteotti!”. Mientras, Severino Di Giovanni hacía llover panfletos desde el gallinero[23]. Matteotti se había vuelto blanco de los temores de un orden político lóbrego. En Sicilia, ese asesinato implicó una polarización de fuerzas, que además tuvo un complemento económico, pues el fascismo sostenía malamente el comercio de cítricos, una de las fuentes principales de riqueza de la isla y mecanismo de acumulación originaria del poder mafioso. Con motivo de las elecciones de 1924, en Palermo, para zafar de la polarización, el fascio local hizo lugar en sus listas a un número conspicuo de “fiancheggiatori”: eufemismo que bautizaba como “laderos” a quienes en verdad eran mafiosos: “En la lista de gobierno había siete ‘boss’ públicamente reconocidos, que aún estaban siendo juzgados por ‘asociación criminal’”[24]. El empalme entre poderes dispuestos en forma de quiasmo lo había señalado también Achille Starace, otro secretario del Partito Fascista. En noviembre de 1922, le envió una instrucción al secretario del fascio de Sciacca (provincia de Agrigento): “La Maffia está dispuesta a pasarse a nuestro bando con armas y bártulos, pero debemos dejarla tranquila”[25]. Ya sobre los primeros años de la década de 1920 vemos que la mafia encarnaba un poder mayor que su dimensión primaria: criminal. La mafia es un poder criminal (solo en parte) que se expande a la política y el fascismo es un poder político (solo en parte) que se expande a lo criminal. Aquí la explicación del quiasmo.
En esta serie de la dualidad contradictoria, en el bienio 1926-27, Mussolini expresó el deseo de depurar las filas del Partito Nazionale Fascista de los elementos “extremistas e indisciplinados” (que en Sicilia eran los mafiosos) para reconfigurarlo sobre bases aún más -parece un chiste- conservadoras. El encargado de esa depuración fue Cesare Mori. Antes de recibir la instrucción de luchar contra la mafia, Mori había llevado adelante una campaña contra los desertores de la Primera Guerra Mundial, devenidos bandidos. En un año concretó 13.000 arrestos, que le valieron una reputación, motivo de su promoción a comisario y, luego, a prefecto[26]. Además de los desertores, los veteranos de guerra (400.000 sicilianos habían servido en el ejército), que regresaron a Sicilia, desacostumbrados a la cultura del trabajo y con ganas de enriquecerse rápidamente, configuraron una “nueva mafia” que se contraponía a la vieja[27]. Esta situación para Mori constituyó un problema crucial: ¿quiénes eran los mafiosos a depurar?
El “Prefecto de hierro” (este el sobrenombre de Mori) identificó como blanco a distintas facciones mafiosas que en la isla se habían alineado con el fascismo. Su política consistió en discriminar las altas capas mafiosas, la “vieja mafia” (con un perfil criminal-político-empresarial) de las más bajas, la “nueva mafia”, que tenía un perfil criminal-militar: “La mafia joven esquivaba y despreciaba la protección de los políticos porque consideraba su fusil una garantía mejor”[28]. En sus memorias, Mori distinguía entre mafia y mala vida: “En el ejército del malvivir, la mala vida representa la tropa, la mafia, el estado mayor”[29]. Se ocupó entonces de “perseguir” a la mala vida, la “mafia giovane”, las capas inferiores de una asociación compleja, a través de operaciones de policía espectaculares, con vistas a exhibir el poder del Estado fascista. A esas gestualidades securitarias, le seguían juicios masivos, pensados en clave de propaganda. Moraleja: esta campaña demuestra que el fascismo es gattopardista: “todo debe cambiar para que nada cambie”. Concepción que remite al novelón de Tomasi di Lampedusa –Il Gattopardo (1958)- y a una práctica política de quien es favorable a cambios menos reales que aparentes para no comprometer el poder y los privilegios de clase. (Tener presente en la Argentina; Milei es la actualización de Macri: retoma y amplía).
“La proclama de Mussolini de que la mafia había sido derrotada no era más que retórica. El cambio principal consistió, en realidad, en la prohibición del término ‘mafia’. Sólo en este sentido ‘desapareció’ el problema y pareció resolverse. La negativa del gobierno a cualquier debate público sobre la criminalidad les proporcionó a los mafiosos un escudo para seguir practicando sus viejas formas de violencia privada”[30].
Mafia y fascismo responden a un mismo principio cognitivo y organizacional: empalman ideas y acciones contradictorias. Responden, además, a pautas de comportamiento y valores relacionados con el ejercicio de la violencia privada. La demonización del trabajo científico, de parte de Milei, y su violencia discursiva (acompañada frecuentemente por fugaces instantes empáticos: a lo Violencia Rivas, de Capusotto) implicó que en La Plata dos becarias que viajaban en un vehículo con los logos del CONICET y la UNLP fueran amenazadas por un hombre a lo largo de varias cuadras; y que una investigadora de Mar del Plata fuera amenazada por tres hombres que pescaban mientras ella llevaba a cabo un trabajo de campo en las adyacencias del Faro Querandí. Apenas algunas muestras de violencia privada habilitada por un mecanismo discursivo y performático.
Antifascismo
Nombrar el fascismo es una estrategia para la emancipación. Hasta tanto las cosas que nos inquietan no son nombradas no existen en el para sí. Si no existen reflexivamente dejan de tener eficacia en tanto herramientas para la transformación del mundo. El trabajo que tenemos por delante en el campo nacional y popular es nombrar las experiencias, incluso cuando son alucinatorias e inquietantes. El fascismo quiere arrojarnos al lugar del dolor, la angustia, la humillación y el exilio. Disponernos a practicar un antifascismo radical: resistir ese flujo libidinal oscuro que desmiente la razón y la confunde. La resistencia puede verificarse a través de la consolidación de un frente de confluencia de las grandes fuerzas democráticas, de tradición de izquierdas y peronista, pero también centristas y -¡ay!- socialdemócratas. Ser antifascista significa situarse del lado de la humanidad y cultivar un humanismo radical popular. Disponernos a luchar para que fascismo vuelva a ser una palabra extranjera, una categoría intraducible fuera de un contexto y de un período histórico. Disponernos a un magno arrojo humanista: devolverle esa palabra a Milei, a su corriente motosierra. Y recuperando la magna experiencia de las Madres y de Hebe -quienes les devolvieron su horror a los genocidas- también nosotrxs -la Argentina que encarna la idea de una democracia radical- debemos ser capaces de devolverles la palabra fascismo y con esa devolución arrojarlos al fondo oscuro de la historia de donde han surgido.
Cuando surge el mal, siempre debe oponérsele algo. Tanto Pablo de Tarso, más conocido como San Pablo, en la Segunda epístola a los tesalonicenses, como Walter Benjamin, en Tesis de la filosofía de la historia discurren sobre el concepto de mal radical. Y ambos conceptúan el Katéchon (τό Κατέχον), un poder frenante, una fuerza capaz de detener el mal radical. El Katéchon es una fuerza redentora. Si en el campo antagonista está el mal que quiere destruir el Estado y lo público, en el campo propio está esa fuerza liberadora. Conocemos su nombre.
[1] “Javier Milei explicó por qué el Banco Central restringió la financiación de pasajes, y advirtió sobre las consecuencias: ‘No es gratis’”, www.lanacion.com.ar/lnmas/javier-milei-explico-por-que-el-banco-central-restringio-la-financiacion-de-pasajes-y-advirtio-sobre-nid26112021/ (26/11/2021).
[2] Juan Luis González, “Carlos Maslatón. 100 por ciento barrani”, www.revistaanfibia.com/carlos-maslaton-100-por-ciento-barrani/ (23/8/2021).
[3] Juan Luis González, El loco. La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción de la política argentina, Planeta: Buenos Aires, 2023, p. 156.
[4] Adys Cupull / Froilán González, Julio Antonio Mella y Tina Modotti contra el fascismo, Ediciones Abril: La Habana, 2005, p. 324.
[5] Gilbert Allardyce, “What fascism is not: thoughts on the deflation of a concept”, American Historical Review, abril de 1979, pp. 367-388.
[6] Comuna Argentina, “Contra el fascismo: un manifiesto”, www.tiempoar.com.ar/politica/contra-el-fascismo-un-manifiesto/ (8/1/2022).
[7] Leandro Renou, “Macri ya vende que gobernará vía Milei”, www.pagina12.com.ar/580553-macri-ya-vende-que-gobernara-via-milei (20/8/2023).
[8] “El debate entre Carlos Maslatón, Néstor Pitrola y Roberto García Moritán”, www.youtube.com/watch?v=s7uEycB90nk&t=837s (8/11/2021). Véase el minuto 24.40 cuando aparece el saludo fascista.
[9] Juan Luis González, “Carlos Maslatón. 100 por ciento barrani”, www.revistaanfibia.com/carlos-maslaton-100-por-ciento-barrani/ (23/8/2021).
[10] Verónica Gago / Luci Cavallero, “PASO 2023: un análisis feminista del rugido del león”, www.tiempoar.com.ar/generos/paso-2023-un-analisis-feminista-del-rugido-del-leon/ (14/8/2023).
[11] Benedetto Croce, “Il Fascismo e il Futurismo giudicati da Benedetto Croce”, La Stampa (15/5/1924).
[12] Mario de Micheli, Le avanguardie artistiche del Novecento, Feltrinelli: Milano, 2014, p. 305.
[13] Victoria De Masi, “Ximena, la vecina de Cristina: ‘Tuve un novio kirchnerista, era actor y lo conocí en Badoo’”, www.eldiarioar.com/sociedad/ximena-vecina-cristina-novio-kirchnerista-badoo_130_9566245.html (25/9/2022).
[14] “Milei insiste: ‘Hay que cerrar el Banco Central, es un mecanismo de estafa que favorece a la casta política’”, www.perfil.com/noticias/economia/milei-ratifico-su-idea-de-cerrar-el-bcra-tras-la-polemica-con-el-sector-agropecuario.phtml (21/9/2022).
[15] Irina Hauser, “La Justicia en modo Macri”, www.pagina12.com.ar/495524-la-justicia-en-modo-macri (8/11/2022).
[16] Nicolás Baintrub, “Qué tengan miedo de ser kirchneristas”, www.revistaanfibia.com/revolucion-federal-que-tengan-miedo-de-ser-kirchneristas/ (15/9/2022).
[17] Christopher Duggan, La mafia durante il fascismo, Rubbettino: Soveria Mannelli, 1986.
[18] Luciana Vázquez, “La mecha Milei enciende la hoguera de las vanidades morales”, www.lanacion.com.ar/politica/la-mecha-milei-enciende-la-hoguera-de-las-vanidades-morales-nid22082023/ (22/8/2023).
[19] Leonardo Sciascia, “I professionisti dell’antimafia”, Il corriere della Sera (10/1/1987).
[20] Bram Dijkstra, Ídolos de perversidad. La imagen de la mujer en la cultura de fin de siglo, Debate: Madrid, 1994, p. 228.
[21] Mario Celentano, “Sin título”, Gazzetta commerciale del Mezzogiorno (20/12/1922).
[22] Roberto Farinacci, Un periodo aureo del Partito Nazionale Fascista, Foligno, 1927.
[23] Osvaldo Bayer, Severino Di Giovanni. El idealista de la violencia, Planeta: Buenos Aires, 2019.
[24] Duggan, p. 38.
[25] Duggan, p. 17.
[26] Aristide Spanò, Faccia a faccia con la Mafia, Mondadori: Milano, 1978.
[27] Giuseppe Guido Loschiavo, 100 anni di Mafia, Bianco: Roma, 1962.
[28] Gaetano Falzone, Storia della mafia, Pan: Milano, 1975.
[29] Cesare Mori, Con la mafia ai ferri corti, Mondadori: Verona, 1932, pp. 78-79.
[30] Duggan, p. XII.
Para quienes se interesen por una aproximación multidisciplinaria a la figura del candidato libertario:
HISTORIZAR A MILEI -ENTRE LA MOTOSIERRA Y LA PICANA- Link para bajarlo
https://t.co/ePiB8eqa9C— Artemio López (@Lupo55) November 14, 2023
Y si Macri pierde el domingo ? …
Acaso no habría que tomar precauciones institicionales para lo que pueda provocar la próxima semana ?
No olvidemos que nunca dejó de operar, desde antes de las PASO y en un plano parainstitucional.
Fascismo, contradicciones y bipolaridad en el medio literario.
https:// infonews.com/ andahazi-dijo-que-milei-es-un-psicotico-y-le-preocupa-el-nazismo-de-lla.html