La dictadura del capital

La democracia hoy está siendo asediada desde su propia “institucionalidad”, por aquellos que fueron elegidos en su nombre y para defenderla: desde el propio gobierno. Ya no solo se trata de una democracia condicionada por los poderes económicos, mediáticos y judiciales, de adentro y de afuera. La dictadura del capital logra imponer leyes, decretos y resoluciones judiciales. Y también, que sus representantes nítidos e indisimulados lleguen a los máximos cargos de decisión.

El caos como política de la dictadura del capital

Vaciamiento del Estado-Nación y degradación democrática, consecuencias del libertarismo. Nueva deuda y devaluación, efectos de corto y mediano plazo.

Para que esto sea posible ha sido indispensable la persecución, la estigmatización, la tergiversación de las acciones de gobierno de CFK y sus funcionarios. El fusilamiento devastador por parte del aparato mediático concentrado al que fueron y son sometidas las figuras representativas del campo popular después de esa anomalía para el sistema que significaron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. El lawfare, el uso de un Poder del Estado para los fines del capital. Con un objetivo: que nadie se atreva nunca más a desplegar políticas públicas orientadas a mejorar la distribución del ingreso y la expansión de derechos para las grandes mayorías.

Cabe recordar el discurso de Javier Milei en la apertura anual de sesiones legislativas. Funcionamiento, el del Congreso, que él boicotea con decretos de necesidad y urgencia, decretos que no tenían ninguna urgencia y sí merecían un debate según establece la Constitución Nacional: designación de jueces para la Corte Suprema de Justicia de la Nación por decreto, endeudamiento soberano  y… ¡llevamos dos años sin presupuesto! Nuestros republicanos no se agravian con esto. Curioso.

Todo digno de una tapa de Clarín diciendo “Total normalidad”, como la que imprimió el jueves 25 de marzo de 1976.

Volviendo a la apertura legislativa. Ese día Milei dio un discurso caótico frente a un recinto parlamentario en el cual -cosa inédita- gran parte de las fuerzas políticas decidieron no estar. Es decir, decidieron no convalidar las palabras de un presidente, que comenzó su gobierno dándole la espalda en forma simbólica al Congreso, para luego dársela en forma fáctica con su gestión. Palabras de alguien que en teoría estaría buscando el bienestar de su pueblo prometiendo hacer correr con poca ropa a quienes piensan distinto él o intentando convertir en insulto la palabra “zurdo”.

Creo correcta aquella decisión de no validar esa sesión. El Congreso es una institución que el presidente usa para insultar en lugar de dar razones, donde ha preferido mentir en vez de exponer datos verificables y ha optado por tapar con altisonancia y disparates, por caso, el escándalo de la criptomoneda Libra que visibilizó y caracterizó como útil para el país a sabiendas que era una estafa. Es evidente que lo sabía: sino en esa misma noche de San Valentín no hubiera borrado su tuit con precisión quirúrgica.

Lo que necesita un país son ejes ordenadores, pero lo que hace Milei es buscar el caos. Los ejes del caos para enloquecer la discusión pública y, por ende, la vida de las y los argentinos, a través de políticas que no le sirven ni al pueblo ni a la Nación Argentina. Por ejemplo, con el nuevo endeudamiento con el FMI generan debate diciendo que tomar deuda no aumenta la deuda. Todo un delirio para sostener políticas que es obvio como terminarán: con una devaluación que pagarán trabajadoras y trabajadores, jubiladas y jubilados, la clase media y la producción nacional. No es la primera vez. Y no seamos ingenuos: esta vez no será diferente.

O sí, porque han inventado una nueva calesita para quedarse con el esfuerzo de las grandes mayorías: “estabilidad cambiaria” para la bicicleta financiera seguida de devaluaciones profundas para la expoliación llevada adelante por el extractivismo y los monopolios. Eso sí: el trasfondo es que siempre los servicios públicos privatizados se llevan cada vez porciones más grandes de los salarios y jubilaciones. Del extractivismo de los bienes naturales comunes al extractivismo financiero… y volver a comenzar.

Claro, nadie (ni siquiera de este lado) quiere hablar de que en diciembre de 2015 (último mes de gobierno de CFK) con una jubilación mínima se podían comprar 225 kilos de tomate y hoy (incluyendo el “bono”) sólo 101 kilos. Menos de la mitad. O que en aquel diciembre tan lejano esa jubilación alcanzaba para 373 litros de leche y hoy apenas a 223 litros. Tampoco de que las mayorías, sobre todo de mujeres, ya no podrán jubilarse. Cabe recordar que cuando asumió Néstor uno de cada dos adultos mayores no tenía ninguna prestación de la seguridad social. Al finalizar la gestión de CFK hubo 100% de cobertura.

Estas realidades quedan opacadas y ocultas por la “cuestión del Fondo”, los números delirantes del presidente y el discurso financiero del ministro. Ellos no quieren hablar de leche ni de tomates. Son demasiado importantes para ocuparse de minucias. Están demasiado ocupados en darles certezas y seguros de cambio implícitos a los dueños del capital como para interpretar las verdaderas consecuencias de sus políticas.

 

No ocurre una devaluación, la hacen. Sabemos que va a suceder, no es que queremos que suceda. Porque lo único que falta es que nos endilguen el mote de devaluadores. Si quieren saber quién es el devaluador simplemente miren los números, analicen cuándo ocurrieron las devaluaciones.

Sucede siempre con el FMI. Esta vez no será diferente. Lo que fue diferente fue sacarse de encima al Fondo como hizo el kirchnerismo. Y a partir de esa decisión desplegar políticas a favor de la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria sin pudor, sin eufemismos… con orgullo. No buscando ser bien tratados por los poderosos y su boato. Sino para caminar con la frente alta en cada manifestación popular. Sabiendo que no existió una sola medida en doce años y medio para la cual hubiera que vallar el Congreso o la Casa Rosada. Ni hubo que desplegar al aparato de seguridad del Estado en contra de su pueblo.

Estamos ante el discurso del caos. Por no decir, de mentiras.

El discurso del caos está en la matriz estructural política de la cabeza de Milei y de su gobierno. Entonces, semanas atrás, por caso, eligió el doloroso y complejo tema de la inseguridad, y afirmó cosas aberrantes por fuera toda racionalidad, por fuera de la institucionalidad y de su cargo, con el objetivo de atacar en un año político al gobernador bonaerense Axel Kicillof, al peronismo, es decir, a Cristina Fernández de Kirchner. Léase: para atacar en un año electoral a la necesaria organización y el armado político que el país tiene que llevar adelante para derrotar en las urnas, y en la elección de medio término, al gobierno del caos.

Lamento que se repita una y otra vez -también en nuestro espacio- que hay discutir lo fiscal por encima de los puestos de trabajo de las personas y sus ingresos; y que al mismo tiempo que el gobierno dice que lleva adelante el ordenamiento de la macro, el país no pueda acumular dólares en el Banco Central y mendigue un nuevo préstamo al Fondo. No suena a un orden macroeconómico. El presidente afirma que faltan pesos, pero pide más deuda en dólares. El presidente asegura que está limpiando el balance del Banco Central, pero le coloca nuevos títulos de deuda. El presidente dice que el Estado no sirve para nada, pero cuando fracasa una renovación de deuda se la coloca en un 80% al Banco Nación.

El presidente sostiene que las jubilaciones “volaron” en dólares, pero omite que el índice de precios al consumidor (aún este índice que hoy está sesgado a la baja por atraso de los ponderadores) aumentó en torno al 140% desde la última mega devaluación (que no “sucedió”, la provocó el gobierno de Milei), mientras que mediante la política del tipo de cambio reprimido por el gobierno lo hizo aumentar alrededor del 30% (si, esto no pasa: lo hace el gobierno y tiene consecuencias nefastas). Si las jubilaciones vuelan, como dice el presidente, lo hacen en picada.

 

Es un caos en el que Luis Caputo, con el título de ministro de Economía, se comporta como un mal secretario de Finanzas, y la única discusión económica de la Argentina es sobre qué está sucediendo con la necesidad de dólares del país. Es un caos -como olvidarlo- que un viernes a la noche lleguen telegramas y anuncios de despidos para decenas de miles de trabajadores del sector público como único aviso e instancia. Es un hecho de crueldad.

Generan caos con el discurso y con las acciones.

Es un caos que sigue al proceso de desindustrialización en la Argentina porque, claro, a nadie le conviene producir. ¿Por qué un empresario produciría si el gobierno le ofrece la bicicleta financiera, que ahora llaman carry trade? El ministro de “Economía” convoca, dicen, a empresarios para enseñarles cómo hacer la bicicleta financiera abandonando sus negocios y licuando el capital de trabajo. Insólito. Pero lo hace.

Es un caos cuando el ministro de “Economía” invita a los productores agropecuarios a su despacho para explicarles que tienen que dedicarse más a la cuestión financiera, y menos a la cuestión productiva, para llevar adelante su tarea. Es un caos cuando dicen que están llegando las inversiones, y en realidad lo que están llegando, y bastante poco, son movimientos especulativos en el sector financiero que no tienen nada de inversión. No hay el más mínimo atisbo de que esos fondos, que se mueven en términos especulativos, generen un aumento del stock de capital físico, es decir, de las máquinas, tractores, camiones y equipos en nuestro país. La inversión extranjera directa fue realmente raquítica este año, del orden de lo que el ministro y el presidente del BCRA queman de reservas intentando sostener un tipo de cambio insostenible cada semana, cerca de 1.000 millones de dólares. O, mejor dicho -para no ser ingenuos- lo que el ministro de “Economía” gasta como seguro de cambio para los grandes grupos financieros “con la tuya”. La ponés vos, sin dudas. Se la llevan ellos, sin dudas.

La pregunta

Otro ejemplo: en tres días el ministro usó el famoso REPO, se lo gastó todo… y alguien se lo llevó. En economía la única pregunta relevante es y será ¿para quién?  No existen abstracciones. Existen intereses y personas de carne y hueso que ganan o pierden. No por obra del Señor. Por obra y gracia de las políticas concretas que lleva adelante un gobierno. Para un lado o para otro. Siempre hay un ¿para quién?

 

Dicho sea de paso: ¿qué pasa con el oro del Banco Central? ¿Dónde está? ¿Cuánto rinde? ¿El rendimiento cubre los costos de transporte y seguros? ¿Está en riesgo de ser embargado? En definitiva, ¿a qué intereses sirve que el oro del BCRA no esté en el BCRA?

Este discurso, esta acción del caos, tuvo un punto saliente en el escándalo de la criptomoneda Libra, que no fue ni una casualidad ni un olvido ni un desconocimiento.

Porque ese caos tiene un orden, que es el de la especulación y el enriquecimiento personal. Un orden que es el de la dictadura del capital. Un orden que es la concentración económica. Un orden que es un Estado fuerte para reprimir y asegurar negocios para pocos. Certezas para el capital, incertidumbres para las grandes mayorías. Que las clases populares hagan un esfuerzo para un futuro que nunca llega ni llegará mientras el capital se reproduce en manos de pocos en forma concreta: aquí y ahora. Constante y sonante. Ya.

De todas maneras, es relevante lo que afirmó el presidente del caos, explicó que pretende generar en la Argentina cuando dio su explicación sobre el hecho que produjo con la criptomoneda. Porque Milei dijo “pero bueno, de qué se va a quejar alguien que va a un casino, puede ganar o puede perder”. Lo que dijo el presidente es que su política económica -si se puede llamar así- es convertir a la Argentina en un casino que él promueve, promociona o difunde.

Promueve y difunde instrumentos económicos que lejos de generar puestos de trabajo, certezas en los derechos conquistados, sustentabilidad macroeconómica, convierten a la Argentina, es decir a la vida y los sueños de las personas, en un casino.

Algo que no es nuevo. Quien fuese ministro de Educación macrista, Esteban Bullrich, anticipó que había que acostumbrarse a vivir en la incertidumbre y disfrutarlo. Claro, al mismo tiempo que su gobierno decía que los inversores necesitaban tener certezas. Incertidumbre para los más débiles y certezas para los más fuertes.

 

Cómo no va a empeorar la distribución del ingreso. En realidad no empeora. No es una cuestión de la naturaleza, ni de Dios, ni de la tecnología. Es una cuestión de las políticas públicas, de la dictadura del capital que emite normas como el DNU 70/23, que después el Congreso convalidó. Normas muy duras, como decía Néstor, con los que menos tienen y muy amigables con los que más tienen. No empeora: la empeoran.

Cómo no va a haber más desigualdad si el gobierno busca darles certezas al capital e incertidumbre a las y los ciudadanos. Estas políticas invierten los roles: las personas se presentan y tratan como cosas, las cosas son humanizadas. Que el capital, los movimientos financieros, el comercio internacional sea libre, mientras que los migrantes son clandestinos, criminales. La dictadura del capital.

Cómo no va a empeorar la vida de las y los argentinos si el presidente promueve y promociona instrumentos financieros especulativos como política pública.

Cabe también subrayar que el presidente dijo que esa criptomoneda era muy buena para las pymes argentinas. Generalmente, prueba que no entienden mucho de economía más allá de repetir párrafos de textos ideológicos como los de Friedrich Von Hayek. Llenar un razonamiento pseudo-científico de supuestos para que las conclusiones sean las que se buscaba imponer no suena muy “galileano”. Estamos llenos de economistas y textos que declaman que la economía es una ciencia, como la física. Yo nunca escuché a un físico decir que su campo de estudio e intervención es una ciencia… como la economía. Tienen razón en no decirlo, no lo es.

Los economistas ortodoxos arman un monumental y elegante aparato teórico para disfrazar sus axiomas, prejuicios e ideología en “conclusiones científicas”.

 

De hecho, en Argentina el tipo de cambio está atrasado. No hace falta insultar ni ser vehemente para hablar de los “econochantas”. Debiera tratarse de discutir razones no de descalificar para no discutir. Este tipo de cambio solo sirve al casino que el presidente pretende armar en la Argentina. Y por un tiempito. Por eso la desesperación del gobierno por los dólares del FMI, porque no hay nadie que le preste sensatamente a un gobierno para que lleve adelante su política casino. Por eso, en el país se pierden puestos de trabajo y no hay inversiones en la economía real.

El tipo de cambio está atrasado, los mismos diarios que aplauden la orientación que lleva adelante el gobierno dan cuenta de los famosos tour de compras en el exterior y este no es el efecto más grave del atraso. Es claro: con el dólar está atrasado las personas que pueden viajar -que cada vez son menos-, van a los países limítrofes a comprar bienes de consumo diario. Ya no bienes de consumo durables como electrodomésticos, sino, inclusive, bienes perecederos. Es una política que ya había ocurrido durante el gobierno de Mauricio Macri. En el país del valle del Río Negro entraban manzanas chilenas. Algo está mal. Muy mal.

Es la política y el discurso de caos lo que lleva adelante esas situaciones.

El presidente, en las medidas que lleva adelante, provoca que los servicios públicos ocupen un mayor porcentaje de tu factura de luz, gas, telefonía, transporte, nafta… O sea, que cada vez se dispone de menos dinero (si es que queda algo) para hacer lo que se desea. Y se necesita.

Son las facturas sobre las que los consumidores no pueden decidir sustituir o disminuir como sostiene la teoría micro económica ortodoxa. Ante los movimientos de precios, los consumidores no pueden bajar el gasto en estos consumos o sustituirlos por otros porque son facturas de cargos fijos como sucede, por ejemplo, con los alquileres. El “efecto ingreso” es mucho más relevante que el “efecto sustitución”. Entonces, lo que hay que ajustar es lo que se come y la cantidad de veces que esto sucede. Porque hay una política del caos, deliberada, para que los monopolios naturales, privatizados, se lleven todo el valor que el esfuerzo del trabajo que argentinas y argentinos generan, y cada vez les quede menos dinero no solo para llevar adelante su vida y su futuro. Adicionalmente, son facturas en pesos a “clientes” (ciudadanos y empresas) que ganan en pesos. ¿Por qué entonces se llevan utilidades en dólares?

¿Quién es Milei?

Ese es el discurso del caos. La política del caos. Pero cuidado, porque el caos es el ambiente diseñado como marco para instrumentar el programa económico y político de la dictadura del capital. Es un caos de diseño, sucedáneo del odio de diseño que se utiliza para imponer el discurso autodenigratorio y la antipolítica. El mismo, ni más ni menos, que llevó adelante la dictadura genocida cívico-militar, que provocó los 30.000 desaparecidos y cambió para mal, drástica y profundamente, la estructura socioeconómica e industrial del país.

El caos, es decir, ante cada hecho una cosa o la contraria, no importa.

 

Por ejemplo: no importa afirmar que Zelenski es un héroe global que tiene que estar en el acto de asunción presidencial, como hizo Milei, para después dejarlo tirado en una votación de las Naciones Unidas porque, claro, hubo que alinearse con Estados Unidos.

¿Quién es Milei? ¿El que reclama el acompañamiento de Zelenski o el que lo abandona material e institucionalmente en la ONU, en su momento de mayor debilidad?

¿Quién es Milei? El que declara que jamás negociará con China porque no hace pactos ni negocios con comunistas porque sería inmoral. O el que luego afirma que los chinos son socios interesantes, que no piden nada a cambio del comercio?

¿Quién es Milei? Ambos. ¿Por qué? Porque sólo le importa llevar adelante el programa de la dictadura del capital. Lo que requiere discurso y acción de caos en cada uno de los temas, como hizo hace semanas con respecto al tema de la seguridad bonaerense.

Es el presidente que habla de la importancia de las certezas al capital y la necesidad que los empresarios tengan certeza jurídica, y emite un decreto nombrando a dos jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, por fuera de lo que marca la Constitución. Generó caos. Además de imaginar una Corte Suprema de Justicia de la Nación en la que ni siquiera hay una mujer. La mitad de la humanidad, la mitad de los argentinos y argentinas son mujeres. O un poco más, tal vez. Sin embargo, Milei anhela una Corte Suprema de cinco miembros. Cinco varones.

 

Generó caos, al fortalecer el discurso y el accionar de la dictadura del capital para que cada vez sean menos los que más tienen, y al mismo tiempo, tengan más. Y que cada vez sean más los que miran el discurso del caos con la ñata contra el vidrio.

Pero este año hay elecciones. Hay que prepararse. Hay que ganarlas sin perder el discurso ni el sentido. Porque no es siendo complacientes con el discurso de la clase dominante, del capital, de los medios hegemónicos, de las organizaciones empresariales y de la embajada de Estados Unidos como ganaremos las elecciones.

El campo nacional y popular requiere un discurso confrontativo. Frontal. Que diga y defienda lo que el pueblo necesita. Sin vueltas.

Pero no con un frente “anti-Milei”. Si no con un frente a favor de los salarios, los derechos de las y los trabajadores, las jubilaciones y la industria nacional. De la política exterior soberana, la salud, la educación pública y la investigación. De la comida barata. De la energía barata. Con subsidios y retenciones. Con obra pública e infraestructura. Con protección de las empresas nacionales que invierten y producen en Argentina.

Con eje en el cuidado y la educación de las niñeces. Con eje en la vida de las y los jubilados y la certeza de que las y los trabajadores se podrán jubilar, como ocurrió con Néstor y con Cristina. Con un lugar destacado para quienes producen arte y cultura.

Que revise la deuda con el FMI y asegure reincorporar a todas y todos los trabajadores cesantes; que estatice lo que se privatice, que consolide la moratoria previsional y la jubilación para amas de casa.

 

El pueblo y la Nación argentina necesitan empresas públicas, estatales, con tarifas subsidiadas, y retenciones para redistribuir la renta extraordinaria que nuestro suelo le da a quienes se apropiaron de esas tierras originariamente. Necesitan de fuerte proteccionismo de la actividad industrial, y desarmar los monopolios artificiales en aquellas actividades económicas como alimentos, que tienen una gran concentración y no permiten que haya en cada rincón del país producción láctea, de panificados, de alimentos porque está todo en pocas empresas. Necesitan un sistema financiero de carácter federal y enfocado a lo productivo, no a lo especulativo, y para eso es necesario un nuevo Banco Central. En realidad, un sistema de reserva federal como marca la Constitución.

En definitiva, el pueblo y la Nación Argentina, para su felicidad y grandeza, necesitan un gobierno que piense la vida en común desde lo productivo hacia lo financiero. No a la inversa.

Si no pensamos de lo productivo a lo financiero vamos a seguir pensando en una Argentina de las cuatro manzanas de la City porteña que olvida lo que pasa en el resto del país. Como decía Néstor, un país en el cual los ciudadanos, ciudadanas y sus dirigentes en Jujuy, en Tierra del Fuego, en Santa Cruz cuando miran hacia la Capital Federal sólo ven nucas porque nadie está pensando en ellas y ellos.

Ni siquiera el gesto de mirar o escuchar.

Seguramente se ganará la elección de medio término, pero creo que es muy importante que lo hagamos con un discurso claro. Si a eso lo quieren llamar “hablarles a los propios”, bienvenido sea…  Convirtamos el agravio en virtud, resignifiquemos los adjetivos que pretenden denigrarnos en atributos positivos de vigor político No sea cosa que si nos dicen descamisados salgamos corriendo a ponernos una camisa.

Porque las y los “propios” son los habitantes de la República Argentina. Quien pretenda hablarle a todo el mundo probablemente termine hablando solo.

 

La suma del poder

Una de las claves del constitucionalismo republicano, son los mentados pesos y contrapesos entre las ramas del poder estatal (“check and balances” para aquellos que gustan llamar “carry-trade” a la bicicleta financiera).

Para que las decisiones no queden sujetas a la voluntad personalísima de quien preside el Poder Ejecutivo, la idea es que algunas decisiones requieran de la aprobación del Poder Legislativo como marco general. Estas aparecen expresamente señaladas en las constituciones de los países que tomaron como modelo general las que emergieron de la Revolución Francesa y la Revolución Americana.

Una de esas condiciones es que para endeudarse, el presidente requiere autorización del Congreso. Claro, la política de endeudamiento tiene impacto -generalmente nocivo- sobre el presente en que se toma la deuda, sobre la asignación de recursos públicos, sobre el condicionamiento con las reglas del acreedor sobre las decisiones políticas… pero también sobre las generaciones futuras, no solo porque van a tener que pagarla. También porque la calidad de las políticas públicas, condicionadas por el acreedor, terminarán degradando los servicios y obras públicas en calidad y cantidad, esta es parte neurálgica de la dinámica de la deuda.

En nuestro país la idea de “la deuda” se toma con tanta liviandad en la discusión pública que muchas veces quedan sin discutir sus efectos, y la frivolidad (e ignorancia) de nuestra derecha se circunscribe a cacarear que es necesario acceder a los “mercados de capitales” y ser un buen alumno del FMI. El ¿por qué? y el ¿para quién? quedan fuera de las diatribas.

Endeudarse pasa a ser, en apariencia, un objetivo en sí mismo de nuestras derechas. Y digo en apariencia porque el verdadero e inconfesable objetivo es que los dólares ingresados como deuda serán una y otra vez el botín de la clase dominante. Vía renta financiera, vía extractivismo de bienes naturales comunes y/o vía procesos inflacionarios. Para colmo muchas veces a precios subsidiados producto de las políticas de tipo de cambio fijo o “estable” que casi siempre constituyen.

Pero está clara la letra y el espíritu de la normativa vigente: un poder debe ser autorizado por otro. Bueno, el presidente se autorizó a sí mismo para tomar nueva deuda con el FMI. Mediante un instrumento de legalidad aparente se autorizó a sí mismo. No es lo que requiere la República ni la Democracia. Punto.

Algo análogo sucedió con el nombramiento de jueces en la Corte. El presidente eleva los nombres y es atribución exclusiva del Senado la designación de los mismos aprobando (o no) las propuestas. Milei quiso introducir dos jueces por su mero decreto. Fracasó, pero intentó asumir atribuciones institucionales del Congreso, por fuera de la Democracia y la República. Punto.

 

Guerra arancelaria 

El presidente de Estados Unidos lanza una guerra de apariencia comercial, pero que en realidad es el intento de reconfigurar la institucionalidad global que diseñó su país después de la Segunda Guerra Mundial mediante las Naciones Unidas y los organismos de Bretton Woods. También para posicionarse en el desafío que carga el dólar como moneda global.

En este contexto fija unilateralmente un conjunto de aranceles diferenciales a los restantes países del mundo. Aparentemente los parámetros para “calcular” dichos aranceles tienen que ver con eliminar el déficit comercial de los EE.UU. con respecto a cada país. No podemos olvidar que el mundo es un sistema cerrado, y por lo tanto si Trump aspira a tener superávit con cada uno de los países el conjunto de los países será deficitario respecto a los EE.UU. por identidad contable. Imaginemos las consecuencias monetarias y de endeudamiento que tendrá la posibilidad de infringir ese país al resto de las naciones. Más duro aún: imaginemos las consecuencias para el trabajo, la educación, la salud y la protección social. Pero no es el tema de esta nota.

La cuestión es que Milei se felicitó por haber recibido el 10% de arancel para Argentina. Más allá del disparate de celebrar desde el punto de vista argentino las políticas imperiales, Milei pasó por alto que no fue el único arancel que fijó Trump respecto a nuestro país. El 10% fue para la Argentina continental, pero al mismo tiempo fijó un arancel del 41% a los productos de las Islas Malvinas. Quiere decir que el presidente Trump partió en dos a la Argentina de facto. ¿El presidente Milei no tiene nada que decir al respecto? Solo celebrar babosamente a su “amigo” con el título en inglés de una canción de un grupo británico.

Milei, presidente argentino, celebró que Estados Unidos formalmente parta nuestro territorio (sin privarse los documentos oficiales de llamar a nuestras Islas Malvinas con la denominación que les asigna la potencia colonial que las usurpa) olvidando los que al respecto señala la Constitución, la historia y la sangre de nuestros combatientes. El presidente se autoconcede la potestad de no defender la integridad territorial por fuera de lo que señala la Constitución. Punto.

 

No es todo. El presidente, “graciosamente” y con una cita extraída brutalmente de la peor teoría económica concede a los colonos insertados por la potencia invasora en nuestras islas, y sus descendientes, la potestad de elegir por quién votar. Es decir, pretende reconocer a los colonos derechos políticos por fuera de lo que marca nuestra Constitución. También por fuera de la construcción internacional del derecho internacional público como principio fundamental que hace a la soberanía de los estados, principio que además ha sido sostenida históricamente por nuestro país en las Naciones Unidas y otros foros más allá de las preferencias o grado de relaciones con los países acusados de violarlo. Punto.

El presidente promocionó (o difundió, el efecto concreto y medible es el mismo) una criptomoneda. Es decir, se interesó en un negocio privado. Punto. Además mintió porque no puede desconocer que una criptomoneda no tiene un efecto directo sobre una actividad concreta. Mucho menos sobre “las pymes argentinas”. Pero… ¿no es una de las características constitutivas del estado-nación el monopolio en la emisión de moneda? El presidente vive tratando de socavar esta facultad indispensable de un país para ser tal. ¿O acaso EEUU no defiende con uñas y dientes (y algunas que otra arma más, por cierto bastante más dañina) su prerrogativa fáctica de detentar poder global mediante la monopolización de las transacciones en su propia moneda? Espero que nadie, a esta altura de las cosas, señale que el dólar es fuerte porque genera confianza como si fuera un ente de la naturaleza. La “confianza” que genera es fruto de una construcción impuesta, la mayoría de las veces con el uso de  la fuerza; sostenida y ampliada por un marco institucional diseñado para tal fin e impuesto… la mayoría de las veces por la fuerza.

Volviendo al principio. Amplío: no sólo la Democracia es asediada desde su propia institucionalidad, también la República, nuestra integridad territorial y la idea misma de Argentina como un lugar  “donde constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.

Es posible y necesaria una construcción política que modifique cada uno de estos extremos. Dispuesta a confrontar y no conceder al sentido común diseminado por la clase dominante en la discusión pública que, a veces, permea en los representantes del campo nacional y popular. No todo es lo mismo, la vida en Argentina fue mucho mejor en los períodos 45-55 y 2003-2015. No fue casualidad, no fue viento de cola… fue “la política”.

 

Post-scriptum 2: 

Sucedió: más temprano que tarde llegó la devaluación. Los anuncios del gobierno el viernes 11 no son el comienzo de una nueva “fase” (¿fase 3?) sino el reconocimiento del fracaso del rumbo establecido. Se pretendió festejar un nuevo endeudamiento (como si fuera festejable) para tapar el recrudecimiento de la inflación del último mes. ¿No era que la quita del “cepo” se realizaría cuando la inflación llegara al 2,5%?

Pero lo más trascendente no es la cuestión de corto plazo, que por cierto se agravará. Veremos dispersión de precios, aumento de la tasa de interés, aumentos de precios, menos producción, menos trabajo, peores sueldos y… otra devaluación. No vale la pena perder mucho tiempo analizando el rimbombante “fin del cepo”, que ya había anunciado Prat Gay allá por el 2016. No sucedió. Claro, ahora es “para siempre”. Mirá vos. Dime de qué presumes… Parece ser que el anunciado “fin del cepo para siempre” es una acción bastante condicional según lo que se presentó.

En su exposición autocelebratoria de la política fiscal, la política monetaria y la política cambiaria, Milei no hizo ninguna mención a los compromisos asumidos con el FMI respecto a reformas estructurales. Van aquí los puntos centrales:

  • Reforma tributaria (más impuestos para las mayorías mientras que los ricos y las empresas pagarán menos). Además más deuda = más impuestos y menos prestaciones públicas (salud, educación).
  • Reforma laboral (menos salarios, menos vacaciones, más despidos).
  • Reforma previsional (no te vas a jubilar y los haberes serán más bajos, aumento de la edad jubilatoria). Recordar que el resultado de políticas así es que 1 de cada 2 adultos mayores no tengan ninguna prestación.
  • Quitar los subsidios a la energía (cada vez vas a pagar más parte de tus ingresos en servicios públicos, desde el gas y la luz al transporte)
  • Acelerar las privatizaciones (desarticulación de nuestro entramado productivo, mayor salida de dólares, mercantilización de todo lo común, pérdida de eficiencia macroeconómica, menos trabajo y menos producción).

¿Esta vez no era diferente? ¡No!

Por último el presidente nos propone un país exitoso y lo cuantifica: espera acumular 50.000 millones de dólares y crecer a altas tasas.

Ese país ya existió, en 2010 y 2011 superamos los 50.000 millones de dólares de reservas (y sin estar infladas por deuda o swaps). Las tasas de crecimiento ya sucedieron: 8% promedio entre 2003 y 2011 aun enfrentando la crisis global más profunda con caídas desconocidas desde 1930.

Ese país no sucedió, lo crearon las políticas de Néstor y Cristina. Alguna vez fue diferente en la Argentina. Puede volver a serlo. Es la Política. Es confrontar. Hagámoslo.

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