Esta es la historia de un grupo de blancos pobres de Chicago que se unieron a las Panteras Negras para luchar contra el racismo y el capitalismo.
En julio de 1969, el Partido Pantera Negra organizó una enorme reunión en Oakland que atrajo a grupos radicales de todo el país. El evento recibió el nombre de Conferencia por un Frente Único contra el Fascismo.
La tarde del sábado, entre los discursos de los representantes del Partido Comunista, la Unión de Campesinos y los Estudiantes por una Sociedad Democrática (ESD), subió al escenario un hombre con un cinturón que tenía una enorme hebilla con pistolas cruzadas. Sus ojos estaban cubiertos por lentes negros, y vestía una campera y una boina de estilo militar, ambas adornadas con las banderas confederadas.
«Venimos de un monstruo», exclamó con profundo acento sureño. «Y en Chicago las garras del monstruo están desgarrando la carne de los pobres y oprimidos, los negros del sur y del oeste; los marrones del norte; y los rojos y los amarillos; y sí, también los blancos, los blancos oprimidos».
El nombre del orador era William «el Pastor» Fesperman, y pertenecía a la Organización de Jóvenes Patriotas, formada por hombres jóvenes del norte pobre de Chicago. Su misión era organizar a los blancos pobres y defenderse, en solidaridad con las comunidades de personas de color.
Aunque la organización sobrevivió apenas unos años, ilustró una idea importante: que los blancos desposeídos podían liberarse de las cadenas del racismo y luchar junto a negros y marrones para crear una sociedad nueva.
Muchas décadas después, los Jóvenes Patriotas y su «Coalición Arcoiris» siguen siendo un modelo para la política de izquierda.
Hy Thurman era uno de los típicos jóvenes del barrio. Se había criado en Dayton, Tennessee. Toda su familia había trabajado en el campo cosechando frijoles, maíz y frutillas. La pobreza fue un freno a la juventud de Hy. «Mi mamá y mi hermana más grande usaban el mismo talle de zapatos», recuerda en una entrevista, «pero solo tenían un par decente. Mi hermana lo usaba para ir a la escuela y, cuando volvía a casa, mi mamá lo usaba para ir al centro».
Su hermano más grande, Rex, partió con rumbo a Chicago en la misma época en que Hy abandonó noveno grado. En 1967, Hy siguió a su hermano hacia el norte. «Pensábamos que Chicago era una especie de tierra prometida», dice. «Era el lugar donde podríamos encontrar un nuevo comienzo. Pero no tardé en darme cuenta de que no era así». Cuando Hy conseguía trabajo, eran siempre empleos de corto plazo y por jornada. Cuando no conseguía, vendía su sangre para sobrevivir.
Cuando Hy llegó a Uptown, su hermano se había unido a una pandilla llamada los Goodfellows, [buenos muchachos], que hacía poco tiempo había desarrollado vínculos con la organización comunitaria Jobs o Income Now (JOIN). Iniciativa del SDS, JOIN reclamaba cosas como derecho a la vivienda y reformas de bienestar. Luchaba contra la expansiva máquina política de J. Daley, que se servía del clientelismo y de la violencia policial para controlar a los residentes y promover la gentrificación.
Organizarse contra el acoso policial era la prioridad de los Goodfellows: los jóvenes enfrentaban detenciones constantes, allanamientos y golpizas de los oficiales de la zona. Los activistas del SDS pedían cautela, pero aun así, en agosto de 1966, colaboraron con los Goodfellows en la organización de una marcha hacia la estación de policía del barrio. En esta movilización participaron casi trescientos vecinos.
Sin embargo, la policía respondió rápidamente: allanó la oficina de JOIN y una iglesia que simpatizaba con la acción. Pocos días después, un policía mató al hermano de uno de los Goodfellows, disparándole en la espalda mientras huía de una pelea.
La marcha y sus consecuencias agitaron todavía más los vínculos de por sí bastante complejos de JOIN. Sofocados por los militantes del SDS, que casi siempre provenían de la clase media, los Goodfellows decidieron avanzar solos y fundaron la Organización de Jóvenes Patriotas: el movimiento, proclamaban con orgullo, de los «rústicos». Bosquejaron un programa de once puntos y adoptaron sus símbolos: la bandera confederada, más el complemento de unos pines de poder negro prendidos sobre la solapa de las camperas.
Pronto, Thurman, su hermano y otros patriotas empezaron a recorrer los bares y las salas de pool de Uptown, reclutando a miembros de las pandillas y difundiendo su doctrina de autodeterminación rústica, una mezcla entre Hank Williams y Frantz Fanon.
Era un proyecto ambicioso. En aquella época, como ahora, Chicago estaba nítidamente segregado según líneas raciales y étnicas. Lee pasó tres semanas en Uptown intentando conocer a los Patriotas y a sus vecinos antes de comentarle la idea de una alianza a Fred Hampton, jefe de las Panteras de Illinois.
Pero Hampton se entusiasmó con la propuesta de Lee, y bautizó la naciente alianza con el nombre «Coalición Arcoíris». Hasta aceptó que los patriotas utilizaran la bandera confederada. Según Thurman, Hampton dijo: «Si podemos usarla para organizarnos, si podemos usarla para sumar más gente, tenemos que hacerlo».
A partir de este primer encuentro, la Coalición Arcoíris creció hasta incluir a los Jóvenes Señores, un grupo portorriqueño bastante radicalizado. Reclutando personas de las jóvenes pandillas, la coalición intentó organizarse en función de ciertos puntos de solidaridad como la resistencia contra la violencia policial y la pobreza. Organizaban manifestaciones en Grant Park denunciando el programa de gentrificación, pobreza y violencia policial del alcalde Daley. Ocupaban edificios para exigir mejor atención sanitaria y vivienda digna para sus compañeros.
Los Jóvenes Patriotas también crecieron y sumaron muchos miembros —entre ellos, el Pastor»Fesperman, cuyas aptitudes retóricas ayudaron a llevar el mensaje de los patriotas a audiencias más amplias— y establecieron relaciones con la comunidad de indios americanos de Uptown. Fundaron un comedor y una clínica en el barrio, aplicando las enseñanzas de las Panteras Negras que consideraban esencial la provisión de servicios básicos en los barrios desfavorecidos.
El gobierno de Daley sabía reconocer una amenaza. Por eso no tardó en reprimir la reciente coalición. El Departamento de Policía de Chicago clausuró el comedor de los Patriotas y presionó al dueño para cerrar la clínica. Los oficiales colaboraron con el FBI para infiltrarse y perturbar el desarrollo de la coalición interracial.
Y después vino la peor parte. El 4 de diciembre, cinco meses después de la conferencia de Oakland, un destacamento de la policía de Chicago que operaba como fuerza de tareas especial a cargo del fiscal del distrito, asaltó la casa de Hampton en la madrugada y lo asesinó.
Su muerte tuvo consecuencias devastadoras en el movimiento y propagó el miedo en todo Chicago.
Thurman y los otros Patriotas pasaron a la clandestinidad. «Nadie sabía qué estaba pasando», dice refiriéndose a los días que siguieron al asesinato. «No sabíamos si estaban viniendo por nosotros».
El asesinato de Hampton también profundizó las tensiones dentro del grupo, que ya estaba bastante dividido. Fesperman y la dirección de las Panteras querían que los patriotas empezaran a organizarse a nivel nacional, pero los Patriotas insistían en trabajar a nivel local.
En 1970, Fesperman avanzó por su cuenta y fundó el Partido Patriota, con el que fundó varios locales en Nueva York y organizó secciones en todo el país. Pero la represión no lo dejó en paz. La policía allanó y clausuró todos sus locales.
En Chicago, la policía acusó a los Jóvenes Patriotas de planificar un bombardeo y detuvo a sis dirigentes. También detuvieron a personas que participaban de las actividades de la iglesia local y de los distintos grupos del barrio. Los que no fueron arrestados tuvieron que esconderse, y muchos dieron un paso al costado. Fue el fin de la experiencia de los Patriotas.
Pero el nombre de la Coalición Arcoíris perduró, y acaso también su forma. En 1983, siguiendo el modelo de coalición interracial, Harold Washington esquivó la máquina de Daley y se convirtió en el primer alcalde negro de la ciudad. Jesse Jackson se apropió del nombre y del enfoque con la organización que surgió de su campaña presidencial de 1984, que lo acompañó hasta 1988. David Axelrod, aplicando lo que había aprendido en sus campañas por la reelección en Washington en 1987, hizo algunos ajustes y utilizó la misma estrategia para hacer que Obama fuera elegido presidente.
Pero aunque las tendencias dominantes del Partido Demócrata, como la de Axelrod, utilizaron a grandes rasgos la estrategia, abandonaron el tema de la solidaridad de clase. Impulsaron una política que promovía la mezcla de colores y etnias, pero pocos beneficios materiales, por no decir nada sobre un cambio social radical.
«La Coalición Arcoíris apuntaba a una política identitaria», dice el investigador Jakobi Williams, autor de From the Bullet to the Ballot: The Illinois Chapter of the Black Panther Party and Radical Coalition Politics in Chicago. «Ningún compañero tenía que abandonar su identidad. Solo tenía que usarla como un modo para tender puentes y formar alianzas vinculadas con la pobreza, o con cualquier otro tema que considerara importante».
Aunque tuvieron una vida corta, los Jóvenes Patriotas y la Coalición Arcoíris nos mostraron que los movimientos de la clase obrera pueden superar divisiones significativas (hasta banderas confederadas) y confluir alrededor de temas como la pobreza, la corrupción y la violencia policial. La tenaz resistencia que tuvieron que ejercer contra las élites, tanto liberales como conservadoras, destaca la potencia de este proyecto revolucionario.
Hace pocos años, Hy Thurman retomó la organización de dos secciones de los Jóvenes Patriotas en Alabama, y atrajo una importante camada de jóvenes. Un grupo multirracial de adolescentes de veintitantos, después de escuchar la historia de Thurman, se unieron y empezaron a colaborar. Thurman también retomó el vínculo con Chuck Armsbury, exmiembro del Partido Patriota que vive en la zona rural del estado de Washington. Su objetivo es revivir la organización como un antídoto contra la desesperanza que azota los barrios blancos pobres y trabajadores.
Es una tarea ambiciosa, pero es evidente que Fred Hampton y el Pastor Fesperman estarían orgullosos.