A 50 años de la publicación de su primer álbum (Greetings from Asbury Park, N.J.), proponemos a continuación un recorrido existencial por la compleja y extensa discografía del cantautor estadounidense. En particular, nos detendremos en las imágenes cristianas que evocan sus canciones, apoyándonos en el libro del periodista italiano Luca Miele: Il Vangelo secondo Bruce Springsteen («El Evangelio según Bruce Springsteen)[1]. El volumen se compone de cinco extensos capítulos – «El país de los sueños», «En el nombre del padre», «El túnel del amor», «La resurrección», «En el vientre de la ballena» – que muestran cómo «The Boss», a lo largo de su carrera artística, ha tratado de penetrar y comprender la realidad social y humana de su América del Norte, a través de categorías existenciales que se hacen eco de ciertas instancias bíblicas.
Como subraya el autor, se trata de iniciar un recorrido por sus canciones, destacando las evocaciones y sugerencias que se refieren a la cultura evangélica, releída y reinterpretada por el célebre cantante estadounidense.
Dejar la tierra
Las canciones de Springsteen son como un viaje de costa a costa, con paradas esporádicas en lugares solitarios, azotados por la tierra y el viento, donde uno se encuentra con personajes que caminan hacia un destino soñado, huyendo hacia un futuro indefinido («Straight Time», «Highway 29»), cruzando fronteras físicas y existenciales («Across the Border»). Los protagonistas de sus canciones abrazan la dimensión de la salida y el éxodo, evocando la huida de Egipto del pueblo de Israel, que cruzó las fronteras de Canaán y otros lugares vecinos en busca de una tierra donde encontrar por fin la paz. El viaje, incluso para Springsteen, tiene siempre un valor simbólico: reúne la realidad física del cansancio y la incertidumbre del trayecto con la experiencia existencial de la huida de uno mismo, de la búsqueda de un yo demasiado a menudo esquivo, o la búsqueda de un «Más allá», en continua tensión entre inmanencia y trascendencia.
Es una búsqueda que se atreve a escalar incluso ante el abismo de la desesperanza, como en la canción «Human Touch»: No hay piedad en las calles de este pueblo/ no hay pan de ningún cielo celestial / no hay nadie que convierta esta sangre en vino. El texto, como ha escrito Antonio Spadaro[2], presenta un rechazo de la trascendencia, a través de «la inversión de la imagen eucarística», pero al mismo tiempo está impregnado de ese sentimiento de inmersión en la realidad en el que el ancla de la salvación será la vida de la pareja, la tensión hacia el otro.
El carácter contradictorio de la relación
Esta huida hacia una Tierra Prometida – «Promised Land», 1978 – también tiene momentos de frágil pausa, que implican mirar de frente las relaciones más profundas de uno mismo, especialmente la contradictoria figura paterna: «Todo “Born to Run” – dice el autor – es una lucha, con y contra el padre. Una lucha por escapar de las garras de la figura paterna – y del demonio que le poseía – por parte del joven Springsteen» (pp. 23 s).
La figura de un padre distante, ausente, a menudo deprimido, impregna las canciones de Springsteen, como «Adam Raised a Cain», «My Father’s House», «Used Cars», «Mansion on the Hill». Ya desde el título «Adam Raised a Cain», el imaginario de referencia es totalmente bíblico, y el verso él estaba en el umbral de la puerta / yo estaba quieto bajo la lluvia, muestra una tensión primigenia e irreconciliable no sólo entre padre e hijo, sino también entre el Padre y la realidad del pecado inherente al ser humano.
Se tiene la sensación de que la fragilidad y la naturaleza contradictoria de la relación paterna conducen a una sensación de pecado que no puede lavarse ni borrarse. El canto, en efecto, se abre con una escena de bautismo, que sin embargo no llega a tener valor de purificación, ya que los pecados que atan a padre e hijo no son remitidos. La figura del padre transmite el pecado, que se convierte en la marca de Caín: «El “padre” no asegura la salvación; detrás de él no se ve la sombra de Abraham, que al final, habiendo oído la palabra de Dios, no mata a Isaac» (p. 27).
Pero la relación paterna tiene lugar en una dinámica de tensión, que también es capaz de aperturas o de arrojar rayos de luz, como en la canción «Living Proof». Aquí podemos ver un desplazamiento de la figura paterna, quizá precisamente porque, en la época en que Springsteen escribe la canción, él mismo experimenta ser padre. El acontecimiento generador, como se subraya a menudo en la antropología bíblica, no sólo es capaz de superar la cólera, la frustración y la desolación, sino que provoca un profundo impulso vital: Ahora todo lo que hay de cierto en el bulevar / es que la vida es sólo un castillo de naipes / tan frágil como cada respiración / de este niño que duerme en nuestra cama / […] Buscando un poco de la misericordia de Dios / encontré la prueba viviente.
La soledad y el sentido del doble
Como se desprende de su extensa producción discográfica, los tonos con los que Springsteen da color a su búsqueda nunca están claramente definidos, sino que abarcan múltiples matices a veces difíciles de separar. Las canciones se transforman así en pasajes de autorreflexión, una escritura que indaga en su propio yo: un «yo» que abarca el abismo de las tinieblas, los tonos sombríos de la noche, atravesada por destellos y fogonazos. La interioridad se convierte en un campo de batalla entre ángeles y demonios.
Si pensamos en que Tunnel of Love es el trabajo que siguió al exitoso Born in the U.S.A., un álbum con ritmos apremiantes, melodías pegadizas que desprenden energía y rabia, nos damos cuenta de la habilidad que exhibe el cantante estadounidense para cambiar de rumbo, en este caso hacia el mar profundo de su propio ser. En esta nueva etapa, quizá debida a la crisis matrimonial que atravesó, utiliza un nuevo estilo musical, el country, y una escritura introspectiva, oscura, desnuda y esencial.
Es el camino de la reclusión, de los callejones sin salida, de los senderos perdidos; en el álbum Tunnel of Love canta a «hombres (y mujeres) que descubren que su identidad es algo frágil, que su yo está habitado, asediado, acorralado por la duda» (p. 45). La guerra esta vez no se dirige hacia el exterior, sino ad intra: es un choque interior, personal, contra la duda que puede asolar de forma prepotente y cínica.
El tema del doble, de la fragilidad del yo, se pone de relieve en la canción «Two Faces», mientras que el protagonista de «Cautious Man» se tatúa la palabra «amor» en la mano derecha, y la palabra «miedo» en la izquierda, sin que sepa qué palabra predominará en su vida. Sin embargo, en el álbum Tunnel of Love, los personajes, a pesar de su ambigüedad y fragilidad, son luchadores, no abandonan el campo de batalla, a sabiendas de un desenlace indefinido e incierto.
11 de septiembre de 2001
Springsteen recorre la historia reciente de Estados Unidos con su voz áspera, el sonido nervioso de su guitarra Telecaster y sus canciones hechas de unos pocos acordes, pero capaces de golpear el corazón. Los dramáticos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 son reinterpretados musicalmente por Springsteen en el álbum The Rising, en el que, con humildad y energía, intenta aportar plenitud a un vacío desarmante, lleno de angustia y dolor. «The Boss» se adentra en las entrañas de este drama, atravesando el abismo del mal para buscar el sentido de una nueva esperanza: «La muerte no satura todo el horizonte poético de The Rising, el horror no lo secuestra por completo» (p. 56).
Ante un acontecimiento tan doloroso, la dimensión comunitaria sustituye a la introspección individual. La caída de las Torres Gemelas se convierte así en la herida abierta – el cielo se tiñe de sangre – y el polvo y el fuego son los compañeros de este horror. Pero en todo este infierno destacan también las imágenes de una ascensión sacrificial: los rescatistas, que se comportan de forma contraria a todos los que huyen del horror y del dolor, suben cada vez más alto hacia las Torres.
En la canción «Into The Fire» y en «The Rising» aparecen dos individualidades que cargan sobre sus hombros el sentido de la comunidad: son bautismos de fuego, que toman y devuelven la luz, transformando el fuego del odio en la luz del sacrificio. El bombero de «The Rising» recita: Que su preciosa sangre me ate / Señor, mientras estoy ante tu luz ardiente. Sólo así es posible cantar el estribillo Come on up for the rising, retomado en otros términos en la canción «My City of Ruins», que es un himno a levantarse y resurgir juntos.
Figuras de Cristo
En los últimos años de la producción discográfica de Springsteen se produce un nuevo cambio de poética, especialmente en los álbumes Magic (2007) y Wrecking Ball (2012), en los que «la escritura de Springsteen se vuelve afilada, alegórica, desbordante en imágenes y figuras, aglutinándose en la bola que derriba el estadio y borra los “días de gloria”» (p. 71).
De estos álbumes emerge una sensación de inestabilidad, de caída, de abandono respecto a la sociedad y al sueño americano. El lenguaje lexical incluye términos que dan cuenta de un deslizamiento hacia abajo, hacia la oscuridad, a la deriva: una sensación de muerte que atenaza y encadena a los distintos personajes («Gypsy Biker», «Devil’s Arcade»). No se trata, sin embargo, de un pesimismo cósmico y omnímodo: en «I’ll Work for Your Love», se entona un canto de fe y esperanza a través de la dramática situación de una mujer que se enfrenta a su calvario personal, cuyas costillas son como las estaciones de la cruz, mientras una luz dibuja una aureola en su cabeza y gotas de sangre caen al suelo.
El imaginario crístico se amplía, evocando la relación entre el sufrimiento del ser humano y el de Cristo en la cruz – estoy aquí buscando mi trozo de cruz -, buscando en lo más profundo del abismo humano esa luz que permite levantarse y vivir la complejidad de la vida.
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Amplias y exhaustivas son las citas y traducciones de muchos versos importantes de las canciones de Springsteen, que sigue siendo un cantautor incansable del sueño americano: un sueño que incluye las muchas y nada fáciles existencias de hombres y mujeres que en sus caminos, a menudo de forma silenciosa, son tocados por Dios.
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