Los héroes de la montaña fumaban como si hubiera un kiosco ahicito nomás del fuselaje, es lo que yo vi, pero en muchos mensajes me informaron que, en realidad, uno de los caídos en los andes era un empresario tabacalero que había llevado hartos paquetes para consumo personal, y para vender, porque en el Chile de la Unidad Popular había desabastecimiento de cigarrillos. Así fue que fumaron durante 70 días y 70 noches como si fuera un recurso infinito, contradictorio con el recato con que encararon la mutilación de los cuerpos de los pasajeros que murieron y la manera en que los fueron snackeando. Claro, la película se cuida de aclararlo, porque para qué complicar el guión con una trivia que después iba a alimentar las publinotas (pensaron en todo) pero sin conocimiento del metatexto, el texto presenta una postal publicitaria:
Después de todo alud: un cigarrillo.
Igualito que al aventurero de Camel.
Hay algo nuevo entre el cigarrillo y el cine. Acompañó el abandono del consumo, los funcionarios de la CIA mordían grisines en medio de una operación, para no restarle verosímil a los personajes de sus historias, y ahora los hacen fumar para darles intensidad como al nabo de The Bear que sale a fumarse un puchito al porche cuando no le sale jugosa la carne al horno. Ya vimos una sociedad extraña del tabaco con el llamado Covid. Quienes fuman no se contagian. Según estudios de la Universidad de Hiroshima, jaja (googleen), publicaban los medios de todo el mundo como “la paradoja del Covid”.
Ayer el publicista y especialista en marketing Gonzalo López Martí me mostró una web donde se anotan todos los products placements (colocación de productos, si sos del Modin) en las películas y las series. Me incorporó una necesidad que no sabía que tenía. Están todas. Hay cosas que son obvias: la botella de Macallan en Slow Horses, pero la verdad es insoportable que te quieran encajar un hábito, un producto, mientras te emocionan con otra cosa. Por supuesto así funciona la publicidad de toda la vida, es la verdad láctea, pero fastidia traspasado a las que conocíamos como obras de arte, filmes de autor.
La industria de los tóxicos avanza sobre un terreno fértil que es la debilidad del ser humano, la necesidad que tenemos de ser reparados, de encontrar un remanso, sentir la tibieza en la boca de un cigarrillo o el calor de un whisky puro de un saque en el pecho. Bastante obvio, ya sé. Pero que se fertiliza más cuando es estresado con un sinfín de instrucciones sanitarias para vivir, para no morir, para ser eternos. Son tantas que lo normal es no terminar cumpliendo ninguna excepto que exista una gran motivación, o un gran susto, o se encuentren sustitutos más saludables pero con un mismo propósito como reducir la actividad eléctrica en el cerebro y cambiar rivotril por alcohol, o alcohol por rivotril, si el rivotril se vuelve adictivo.
Los organismos de salud deberían tener en cuenta que saturar con predicaciones, ayuda a vender productos de las farmacéuticas y servicios de los profesionales, pero es enloquecedor. Me imagino que debe haber papers sobre esto. Pero la prensa no los divulga. Ayer vi en Instagram a una piba divina que habla del tránsito en TN que estaba crucificada a una pared con una máquina que dice que la modela. No sé. Toda la gente de la tele tiene algo en venta en Instagram, hace unboxing. ¿Cuánto extra les agrega a sus ingresos regulares? Espero que sea un montón porque involucran a los hijos, que de última se benefician con una vida mejor, pero comprometen su voz, su personaje, con algo que no controlan como el funcionamiento de una depiladora.
De todos los canjes que hacen lo que encuentro más incómodo es tener que socializar animadamente con el que te va a pagar con su producto. ¿Tanto lo justifica una air fryer? Capaz hay mediadores que liberan a ambas partes de verse.
Todo lo que dicen los médicos es verdad, sobre todo si lo dicen en el consultorio, pero es una hora por año con ellos, con toda la furia y si todo va bien, y después es la exposición a diez mil horas de stories de nutricionistas y dermatólogos en Instagram. La exposición a los consejos es enorme y como la sensación de estar fallando es consustancial al ser humano el psicopateo funciona perfecto.
La disciplina es elegir entre dos cosas que querés: estar saludable y comer pizza. Este es mi mensaje de hoy a la juventud. Por eso es tan difícil. No ayuda nada la recordación permanente de la falta. Todo esto va a dar una vuelta, compañeros, y estamos cerca. El cercenamiento de las libertades, el acogotamiento del deseo ordenado por los profesores se termina. Me sorprende que contra toda evidencia de éxito, e irrupción de outsiders en todo el mundo, “la catedral” americana, el conjunto de Ivy Leagues, sostiene su afán de modelizar sociedades, y ya de camino a la confrontación final con Trump en noviembre todo se va a endurecer. Una lástima porque una agenda de progreso social no puede jugarse siempre a plata o mierda. Me sorprende que quienes ven que la polarización es empobrecedora, divide familias, crea distancia entre vecinos, no pueden evitar caer en ella, como que el gesto de exhibir una identidad y una diferencia es más poderoso que el interés por conectar, o aun si uno no quisiera conectar, por refrendar el pluralismo.
Recuerdo una amiga que vivía en Bostón me contaba en 2021 que cuando aquí hasta los más loquitos de los barbijos ya se los quitaban, o accedían a ser saludados con un abrazo, aún cuando te retiraban un poco la cara, allá la pobre gente seguía en las plazas con sus hijos únicos manteniendo distancia y eran todos del mundo universitario más top. Al disponer de la mejor información del mundo se guardaron una carta para hacer un gesto político o de distinción. Si los republicanos relativizaban el Covid y creían que el Covid era producto de un laboratorio chino y no un trasvasamiento zoonótico (la tesis que asocia el Covid con el cambio climático, dos en uno), ellos lo iban a sostener contra toda evidencia. Trump y la evidencia son asunto separado, claro. ¡Pero no es profesor!
Ayer Ambito Financiero anunció que termina su versión en papel. Podremos tener nostalgia de su tipografía, de la primera plana de los lunes con las Charlas de Quincho, pero no mucho más. Si el uso secundario de los periódicos de papel fue siempre encender el carbón y envolver huevos, hoy es su utilidad primaria. Son insostenibles los diarios. Yo acumulo los Clarines del domingo sin abrir en el bajo mesada de la parrilla porque pago la 365 y me lo mandan, pero tampoco uso más la tarjeta porque en la Axion no la agarran más. Chau. Es la tele en blanco y negro, el Ford Falcon. Memorables, reemplazables. Me parte el alma por la rotativa que compró Fontevecchia a Alemania.
Con Internet la extinción es más veloz. El 2023 fue el último año que intenté no quedarme atrás. Ya no lucho más. No pude pescar la diferencia entre el reel, la story y la publicación de Instagram, acomodar las fotos, vertical, cuadrada, los textos, el tema de que el link va a la bío. Facebook he visto que casi desapareció, me alegra porque es una cosa menos para estar atento, pero extraño los posteos de cuando mueren los perros o los gatos, o incluso personas de izquierda o del Frepaso, bah, a quienes saludaban con que la tierra te sea leve, incluso hasta la victoria siempre y fueron, capaz, funcionarios de De la Rúa. Quedó como una red de gente más humilde, POOBRE, diría Carlitos Perciavalle. Tik tok no la tengo ni en el teléfono, así que creo que asumo mi realidad, sin creer que mi realidad es la posta, sino la que puedo tener, o hasta donde llegué en mi capacidad de transformarme y ser flexible. Hay que usar mucho el celu para postear, copiar y pegar es demasiado tiempo y algo microscópico y no tipeo bien con los deditos, no aprendí a hacerlo en el teléfono con las dos manos y la presbicia…, y, naturalmente, compañeros, luego el para qué de todo el asunto.
Creo que si uno puede crear contenidos grandes, aunque no sean buenos, no tiene que dedicarse a los chicos a menos que paguen los fideos. Este fue mi segundo mensaje a la juventud, dos mensajes hoy: si se puede con lo más, se abandona lo menos.
Twitter todavía lo tengo, temo marginarme demasiado si lo abandono, pero mis posteos se reducen a promocionar el correo y no mucho más. Hay que tener mucho cuidado con el tipo de comentarios que se hacen porque puede quedar uno envuelto en una guerra de bots y, peor que eso, de gente real que dice tremendas barbaridades sobre los demás. Para qué. Durante mucho tiempo Twitter funcionó como una segunda oportunidad para los losers: la posibilidad de decir algo cruel a las tres de la mañana sobre alguien a quien se envidia o se cela y que eso pase como material curado y validado por los likes de sus amigos de las profundidades, pero hoy ya no es siquiera eso. Hay ejércitos de losers que no buscan reparación o venganza, la vieja estrategia del hereje, así la llama Bourdieu, escupir para entrar (cracher pour entrer, jaja, ni idea), sino sostenerse en el para avalanchas, y como pasa con las hinchada, ya no son hinchas del club, son hinchas de la hinchada, del colectivo, o del aún flamante conjunto conocido como personas de bien.