Rosa y Antonio: Aportaciones teóricas para la práctica pólítica

Rosa Luxemburg y Antonio Gramsci nos ofrecen dos visiones diferentes de la historia de las sociedades capitalistas modernas, de las cuestiones de estrategia y organización del movimiento comunista. Sin embargo, a la vez que Luxemburg y Gramsci trataron de forma original y específica esas cuestiones, se puede hablar de una «línea Luxemburg-Gramsci», por lo mucho que tienen en común, y todavía de vigente, ambos pensadores.

No es poco lo que en común tienen Rosa Luxemburg y Antonio Gramsci[1]. En el plano histórico, ambos fueron cofundadores de los partidos comunistas de Alemania e Italia, respectivamente, habiéndose convertido en figuras tutelares de los movimientos comunistas de uno y otro país, tanto por su vida heroica como por su muerte a manos de la represión burguesa y fascista. En el plano teórico, ambos son representativos de un marxismo abierto y creador, no por ello menos intrínsecamente ligado a la lucha de clases y, por esa misma razón, distinguible de lo que Perry Anderson denominó «marxismo occidental»[2], el cual aportó innovaciones teóricas pero se desvinculó de la praxis política. Precisamente por tener tanto en común, reviste particular interés comparar a Luxemburg y a Gramsci y llegar a una clara comprensión de aquello que los separa.

La recopilación de ensayos Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, editada por Marie-Claire Caloz-Tschopp, Antoine Chollet y Romain Felli, publicada en francés en 2018[3], reúne textos consagrados a los dos teóricos revolucionarios. Concebida como homenaje a André Tosel, uno de los más prominentes estudiosos de Gramsci y, por derecho propio, un importante y original filósofo marxista en Francia, fallecido en marzo de 2017, a la edad de 75 años, la importancia de cuya obra para las investigaciones sobre Gramsci y para el pensamiento marxista en general no sería fácil sobrestimar[4]Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels tuvo su origen en un seminario organizado por Marie-Claire Caloz-Tschopp y Tosel. En ella se recopilan contribuciones demasiado numerosas y diversas para siquiera poder resumirlas en este artículo[5]. Tampoco es posible emprender aquí una indagación exhaustiva de lo que en común tienen Gramsci y Luxemburg y lo que los diferencia[6]. En su lugar, en esta reseña exploraré tres cuestiones principales que podrían servir de eje en torno de los cuales establecer una comparación entre Luxemburg y Gramsci y que se solapan con un buen número de los textos del volumen o se abordan directamente en las contribuciones a Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels: la historia del capitalismo y de las sociedades burguesas; la estrategia revolucionaria; y el método teórico.

Transformaciones históricas del capitalismo: imperialismo y hegemonía

Para referirse a las aportaciones teóricas de Rosa Luxemburg y Antonio Gramsci, André Tosel nos habla del «hallazgo» hecho por Luxemburg y de la «gema» que podemos encontrar en Gramsci[7]. Así, en su magistral obra de economía política La acumulación del capital (1913), Luxemburg pone al descubierto que la reproducción del capitalismo es posible sólo —nos dice Tosel— «si el capitalismo encuentra en su exterior sociedades no capitalistas que puedan entrar en el circuito» de la acumulación (p. 72). El capitalismo necesita fuentes de materias primas, fuerza de trabajo y demanda económica provenientes de zonas no capitalistas, razón por la cual el imperialismo es una consecuencia necesaria del capitalismo. Para reproducirse, el capitalismo debe expandirse, es decir, ampliar cada vez más sus fronteras apropiándose de nuevos territorios y de nuevas poblaciones. La acumulación primitiva, sin embargo, no es un acto original; debe repetirse constantemente. Cabría esperar, por tanto, que una vez que la lógica capitalista haya subsumido en ella al mundo entero necesariamente habrá de producirse una crisis devastadora[8]. La violencia imperialista se desataría entonces también en las metrópolis de los centros del capitalismo.

Es lo que M-C. Caloz-Tschopp denomina «efecto boomerang»[9]. El mundo entero se verá sometido a la barbarie, a menos que prevalezcan los revolucionarios. Esa idea, que Luxemburg enunció claramente en 1915 por medio de la conocida fórmula «socialismo o recaída en la barbarie»[10], había salido de su pluma en forma similar ya a finales de la década de 1890[11]. Por lo demás, el «efecto boomerang» no es simplemente una predicción histórica: estaba en juego ya en la época en la que escribía Luxemburg y en la que se hacían sentir por todos lados, incluso en Europa, los efectos catastróficos del imperialismo, como quedó demostrado por la Primera Guerra Mundial[12]. De hecho, como nos recuerda M-C. Caloz-Tschopp, para Luxemburg la «catástrofe» era el «modo de existencia» del capitalismo (p. 115). A ese respecto, escribe Luxemburg, a quien en este caso nos permitiremos citar in extenso, por el gran interés de lo que dice:

El rasgo característico del imperialismo, última fase de la lucha por la dominación capitalista del mundo, no es sólo la energía y la ubicuidad extraordinarias de la expansión, sino —y es éste un síntoma específico de que el círculo de la evolución comienza a cerrarse — el hecho de que la lucha decisiva por la expansión se extienda a las metrópolis desde las regiones que son objeto de su codicia. De ese modo, el imperialismo hace que la catástrofe, como modo de existencia, se retrotraiga de la periferia del desarrollo capitalista a su punto de partida. Tras cuatro siglos sometiendo la existencia y la civilización de todos los pueblos no capitalistas de Asia, África, América y Australia a incesantes convulsiones y a aniquilamientos en masa, la expansión del capital precipita hoy a los propios pueblos civilizados de Europa en una serie de catástrofes cuyo resultado final no podrá ser otro que el hundimiento de la civilización o el tránsito hacia el modo de producción socialista[13].

También la «gema» que Tosel encuentra en Gramsci guarda relación con las transformaciones históricas del capitalismo, aunque en términos bien diferentes. Se trata, en el caso de la llamada «gema», de lo que Tosel denomina «principio de asimilación» (p. 72), vinculado a la política hegemónica de la burguesía y a sus metamorfosis. Para Tosel, ese principio definiría a la modernidad en cuanto tal: en el seno de las sociedades europeas, la dinámica de la lucha de clases ha podido, en cierta medida, destruir la lógica social rígida y tradicional que hasta entonces había prevalecido. Las clases dominantes anteriores eran «conservadoras» y se consideraban a sí mismas «castas cerradas»[14]. Por el contrario, en los primeros tiempos de dominación y hegemonía —sobre todo después de 1789, pues, como afirma Tosel, para Gramsci la Revolución Francesa es «el eje» de la historia moderna (p. 73)— «la clase burguesa se postula a sí misma como un organismo en continuo movimiento, capaz de absorber a toda la sociedad, asimilándola a su nivel cultural y económico[15].» Sin embargo, hay un momento (probablemente alrededor de 1871, con la Comuna, fecha que podría hacer las veces de marca simbólica de ese vuelco[16]) en que «ese proceso se interrumpe», por cuanto «la clase burguesa está “saturada”: no sólo no se amplía, sino que se disgrega; no sólo no asimila a nuevos elementos, sino que desasimila una parte de sí misma[17].» Las clases y los grupos subalternos tienden a incrementar su participación y actividad, cosa que no pueden aceptar las clases y los grupos dominantes. Para ello, se ven obligadas o bien a recurrir a la fuerza del Estado para reprimir las luchas de los subalternos por la emancipación, o bien a crear nuevas «formas de asimilación», es decir, formas de asimilación «falsas» o «perversas» en la medida en que su objetivo es lograr que los subalternos se tornen pasivos (p. 76). Por supuesto, las clases dominantes pueden —y suelen— conjugar ambas estrategias. La nueva ruta emprendida por la burguesía para reproducir su dominación o, dicho de otro modo, la nueva modalidad de su actividad hegemónica, es a las claras diferente del tipo de movilización de las fuerzas populares que los jacobinos habían puesto en práctica. Esa nueva modalidad corresponde —para decirlo en los términos de Gramsci— a una «revolución pasiva»: la clase dominante mantiene en la pasividad a las masas populares y emprende ella misma (algunas de) las transformaciones sociales exigidas por la situación histórica (en particular, para poder mantener su dominación).

De ese modo, el hallazgo de Luxemburg y la gema de Gramsci nos ofrecen dos visiones bien diferentes de la historia de las sociedades capitalistas modernas. Teniendo presentes esos elementos, pasemos ahora a las cuestiones de estrategia y organización, que cada uno de los dos teóricos revolucionarios trató de forma original y específica.

Estrategia revolucionaria: las masas y el partido

Afin de evitar debates improcedentes, comencemos por recordar lo obvio: tanto Rosa Luxemburg como Antonio Gramsci fueron pensadores marxistas revolucionarios y dirigentes de la clase obrera. Aunque a veces ello se olvide o se malinterprete, tanto para Luxemburg como para Gramsci —como nos recuerda Jean-Numa Ducange (p. 141)[18]– el partido era «el horizonte insuperable de su época». Desde luego, Luxemburg había entrado en conflicto con los dirigentes del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y de la Internacional, tanto antes como durante la Primera Guerra Mundial, por causa de su inquebrantable internacionalismo y de la primacía que otorgaba a la actividad de masas; por ejemplo, cuando defendió la estrategia de la huelga de masas durante los debates que siguieron a la Revolución rusa de 1905, en particular en Huelga de masas, partido y sindicatos (1906)[19]. También Gramsci convirtió en blanco de acerbas críticas a la dirección del Partido Socialista Italiano (PSI) —del que fuera miembro hasta que en enero de 1921 se fundara el Partido Comunista Italiano (PCI) —, cuya burocratización y reformismo, este último a menudo no reconocido, habían sido a ojos de Gramsci la causa principal de la derrota del movimiento de los consejos de trabajadores de Turín durante el biennio rosso («bienio rojo») de 1919-1920. Posteriormente, a partir de 1926, Gramsci cuestionó la línea sectaria de la Tercera Internacional en la medida en que constituía un obstáculo para toda auténtica política de masas antifascista.

Por la similitud de su involucración crítica en partidos de la clase obrera y sus marxismos antidogmáticos, vivos y abiertos, Frigga Haug —retomando una expresión de Peter Weiss— habla de la «línea Luxemburg-Gramsci» y la convierte en el hilo conductor de su estudio sobre ambos autores[20]. Michael Löwy, por su parte, habida cuenta del interés común de Luxemburg y Gramsci en la actividad autónoma de las masas subalternas, llega a escribir que, aunque de los dos fuera sólo Gramsci quien explícitamente utilizara la expresión, tanto éste como Luxemburg habían elaborado una “filosofía de la praxis”; la categoría de praxis se refiere en este caso a «la unidad dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo, la mediación a través de la cual la clase en sí llega a ser para sí» (p. 237)[21].

Löwy señala que, mientras para Lenin, «editor del periódico Iskra [La chispa], la chispa revolucionaria la aporta la vanguardia política organizada, desde el exterior hacia el interior de las luchas espontáneas del proletariado», para Luxemburg, «la chispa de la conciencia y de la voluntad revolucionaria se enciende en el combate, en la acción de masas», aunque el partido prepare ese proceso y desempeñe en él un papel (p. 236). Luxemburg explica su concepción dialéctica del desarrollo de la conciencia de clase en su polémica respuesta a ¿Qué hacer? :

Es en el curso de propia lucha que el ejército del proletariado engrosa sus filas y adquiere conciencia de sus objetivos. La actividad de la organización del partido y la profundización de la conciencia proletaria sobre los objetivos de la lucha y sobre la lucha misma no son instancias independientes, separadas mecánica y cronológicamente. Son aspectos distintos de un mismo proceso[22].

En sus luchas, la clase se educa a sí misma: para referirse a ese proceso, Luxemburg utiliza a menudo el concepto de Selbstbetätigung (autoactivación).

Si tuviéramos que situar a Gramsci ante esa disyuntiva —al menos al Gramsci de Cuadernos de la cárcel—, estaría mucho más cerca de Lenin que de Luxemburg. Para Luxemburg, el partido es ante todo una expresión orgánica de la clase que se educa a sí misma, mientras que para Gramsci, al igual que para Lenin, no se insistirá nunca lo suficiente en la especificidad del partido como forma de organización [23]. Gramsci concibe al partido como al «moderno Príncipe» que habrá que constituir para que dirija el proceso revolucionario y como problema que deberán resolver conscientemente los revolucionarios para hacer posible el triunfo de la revolución[24]. Claro está, en comparación con Lenin, Gramsci abre de diversas formas nuevos horizontes, sobre todo por el énfasis que hace en el frente cultural. Como sostiene Tosel en su segunda contribución al libro[25], Gramsci trata de establecer un «círculo» virtuoso, un círculo de pedagogía recíproca, entre la espontaneidad y el «sentimiento» de las masas, por un lado, y la intelectualidad colectiva del partido, «intérprete de las relaciones sociales», por otro (pp. 100-101). Pero si bien Gramsci va más lejos que Lenin en la teorización de la dialéctica entre espontaneidad y dirección consciente, Gramsci, al igual que Lenin, concentra su atención en el papel dirigente del partido. De ahí que sus Cuadernos de la cárcel nos ofrezcan valiosas reflexiones sobre las organizaciones y las estrategias revolucionarias, pero quizás no elaboren en grado suficiente cuestiones fundamentales como las libertades políticas y la democracia socialista, como sí lo hace Luxemburg. Dicho esto, no deberá olvidarse que el joven Gramsci, el de la época de L’Ordine Nuovo y del biennio rosso, consagró reflexiones muy elaboradas a formas de autoorganización y de democracia concreta como los consejos obreros[26], del mismo modo que lo hiciera Luxemburg en relación con los sóviets tras la Revolución rusa de 1917.

Método teórico: abstracción y mediación

Las diferencias analíticas y estratégicas entre Luxemburg y Gramsci que hasta ahora hemos mencionado están ligadas a las diferencias entre sus métodos teóricos. Como escribe Guido Liguori, es posible discernir en Luxemburg un modo abstracto de pensamiento (sin que ello se diga en sentido peyorativo alguno), es decir, inmediatez orientada a lo más general, a los principios políticos más importantes o al nivel fundamental de la realidad[27]. Gramsci, en cambio, se interesa más por las mediaciones y se centra en situaciones sociohistóricas concretas.

Para decirlo en los términos en que lo dice André Tosel, mientras que a Luxemburg le corresponde el «hallazgo» del funcionamiento de la lógica económica del capitalismo imperialista en acción a escala global, la «gema» teórica de Gramsci (el principio de asimilación ligado a la noción de hegemonía y de revolución pasiva) implica ante todo un análisis político-ideológico a escala nacional, aunque al mismo tiempo reconozca el peso fundamental de la estructura económica. Por ejemplo, a propósito de la escala pertinente del análisis y la acción políticos, Gramsci es explícito: «la línea del desarrollo se mueve en dirección del internacionalismo, pero el punto de partida es “nacional”, y es desde ese punto de partida que hay que iniciar. No obstante, la perspectiva es internacional y no puede no serlo[28].» En otras palabras, el carácter internacional del proletariado no encuentra una traducción inmediata, sino que requiere —dialécticamente— mediaciones nacionales. Por ello, probablemente el pensamiento de Gramsci sea menos útil que el de Luxemburg para captar la lógica imperialista en toda su pureza, pero más pertinente para comprender fenómenos concretos complejos como nación y nacionalismo, racismo o espacialidad[29].

La oposición entre la estrategia política de Luxemburg y la de Gramsci guarda asimismo relación con la cuestión de las mediaciones. Si bien Gramsci es demasiado severo con Luxemburg y no le hace justicia a la sutileza de su pensamiento, es consciente de esa diferencia entre sus respectivas visiones. Así, escribe que «Rosa descuidó los elementos “voluntarios” y organizativos […] por cierto prejuicio suyo “economicista y espontaneísta”» en su análisis de la Revolución rusa de 1905. Según Gramsci, la obra de Luxemburg Huelga de masas, partido y sindicatos «es uno de los documentos más significativos de la teorización de la guerra de movimientos aplicada al arte político»:

El elemento económico inmediato (crisis, etcétera) se considera el equivalente de la artillería de campo que, en la guerra, abría una brecha en las defensas del enemigo, brecha suficiente para que las tropas propias hicieran irrupción y obtuvieran un triunfo definitivo (estratégico) o al menos un éxito importante en la dirección de la línea estratégica[30].

A ojos de Gramsci, Luxemburg concibe los acontecimientos políticos como expresión casi directa de factores económicos. Para Gramsci, esa visión debía rechazarse categóricamente, sobre todo en «Occidente», es decir, en los países capitalistas avanzados. En vez de ello, se ha de permanecer atento a todas las mediaciones necesarias: los revolucionarios deben librar una guerra de posiciones, esforzarse por construir organizaciones de masas y partidos —siendo el partido la mediación par excellence— y arrostrar el combate político-ideológico, para que todas esas luchas y actividades converjan en la conquista de la hegemonía. Por supuesto, el diagnóstico de Gramsci en relación con las cuestiones del economicismo, el espontaneísmo y la huelga de masas de Luxemburg es demasiado unilateral y reductivo[31]. Pero podría decirse que Gramsci percibe a las clara que el pensamiento de Luxemburg no concede suficiente importancia a las mediaciones políticas, ni incluso a la política propiamente dicha, pues para Gramsci la política debía concebirse precisamente —según la expresión de Daniel Bensaïd— como el «arte de las mediaciones».

Es a Gramsci, pues, a quien debemos acudir a la hora de buscar los recursos teóricos que nos permitan captar las dimensiones ideológico-culturales de la realidad histórica. Su aparato conceptual nos sirve para comprender la transformación de la intelectualidad y, como consecuencia de ello, de la subjetividad asociadas con el capitalismo contemporáneo[32]. Del mismo modo, André Tosel se vale de la noción de «revolución pasiva» para analizar el neoliberalismo (p. 77): al aplicar continuamente «innovaciones» técnicas y organizativas, y al instrumentalizar las reivindicaciones de autonomía de los subalternos, el neoliberalismo reconduce la pasividad de estos últimos. Por esa razón, a juicio de Tosel, los grupos subalternos necesitan llevar a cabo una «anti-revolución pasiva», que les permita volver a ser activos[33]. La forma exacta de ese proceso está por determinarse, pero sabemos que la construcción de organizaciones de masas vinculadas a los grupos subalternos por un «círculo virtuoso» es uno de sus elementos constitutivos; y sabemos que ese «partido ampliado» (p. 101), capaz de librar una «lucha de clases ampliada» (p. 55), poniendo en juego la emancipación intelectual y la democratización política vinculadas a objetivos económicos, deberá mantenerse especialmente vigilante contra cualquier deriva autoritaria que recuerde a la de los partidos estalinistas del siglo XX.

Si bien la atención que presta Gramsci a la mediación explica el interés que su obra reviste para nuestra época, la actualidad de Luxemburg es inseparable de su pensamiento abstracto. Luxemburg fue capaz de formular con toda su fuerza una disyuntiva histórica como «socialismo o barbarie» que sigue siendo pertinente. Luxemburg captó con toda precisión las contradicciones imperialistas del capitalismo global y supo ver la posibilidad de acontecimientos o procesos políticos imprevistos, no lineales y espontáneos que fuesen expresión de esas contradicciones. De ahí que su pensamiento pueda ayudarnos a comprender estallidos inesperados de lucha de clases como los de la Primavera Árabe[34] o más recientemente —no obstante las diferencias entre una y otra situación— como los del movimiento de los Chalecos Amarillos en Francia entre 2018 y 2019. Ambos casos pueden interpretarse como ejemplos de guerra de movimientos.

Por último, la preocupación de Luxemburg por los principios políticos fundamentales la llevó a articular con toda claridad la relación necesaria y esencial entre democracia y socialismo[35]. Al tiempo que saludaba a la Revolución de Octubre como un paso adelante en la lucha revolucionaria del proletariado, criticó el autoritarismo de las medidas adoptadas por los bolcheviques en la medida en que éstas constituían un obstáculo para la realización de una auténtica dictadura del proletariado. En marzo de 1918, a propósito de esas medidas, escribió el siguiente pasaje que vale la pena citar íntegramente:

El socialismo en acción exige una completa transformación espiritual de las masas degradadas por siglos de dominación a manos de la clase burguesa. Instintos sociales en lugar de instintos egoístas; iniciativa de las masas en lugar de la inercia; idealismo capaz de sobreponerse a todo sufrimiento, etcétera. Nadie lo sabe mejor, ni lo describe de manera más penetrante, ni lo repite con mayor firmeza que Lenin. Pero Lenin se equivoca totalmente en cuanto a los medios de que se vale: los decretos, el poder dictatorial de los supervisores de fábrica, los castigos draconianos, el imperio del terror… medios todos que no son sino paliativos. El único camino que puede conducir a un renacimiento pasa por la escuela de la vida pública, por la democracia y la opinión pública más amplias e ilimitadas. Es el imperio del terror lo que desmoraliza.

Si se elimina todo ello, ¿en realidad qué queda? En lugar de organismos representativos surgidos de elecciones populares generales, Lenin y Trotsky han hecho de los sóviets los únicos órganos auténticamente representativos de las masas trabajadoras. Pero con la represión de la vida política en todo el país, inevitablemente la vida en los propios sóviets se deteriorará cada vez más. Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y de reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en todas las instituciones públicas y se convierte en mera apariencia de vida, en la que sólo queda la burocracia como único elemento activo. Poco a poco, la vida pública se adormece, unas pocas decenas de dirigentes del partido poseídos por una energía infatigable y una experiencia ilimitada dirigen y gobiernan. Entre ellos, quienes en verdad dirigen son una docena de cabezas pensantes, mientras de vez en cuando se convoca a reuniones a una élite de la clase obrera para que aplaudan los discursos de los dirigentes y aprueben por unanimidad las mociones propuestas —en el fondo, pues, no más que una camarilla—, una dictadura, es cierto, pero no la dictadura del proletariado, sino sólo la de un puñado de políticos, es decir, una dictadura en el sentido burgués, en el sentido del gobierno de los jacobinos (¡el aplazamiento de los congresos de los sóviets de tres a seis meses!)[36].

 

Conclusión

Así pues, Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels ofrece una amplio abanico de estudios sobre el pensamiento de Luxemburg y de Gramsci y sobre las relaciones que pueden establecerse entre ambos. Como ya se mencionó, el libro surge de un seminario y cada texto explora su propio tema a partir de su propia problemática. De ahí que sean inevitables algunas repeticiones y que se resienta la unidad interna del volumen. No obstante, cada contribución es en sí misma un estudio riguroso y esclarecedor. Como no cabe duda de la actualidad de la obra de Gramsci y de Luxemburg, cabe sólo esperar que el esfuerzo iniciado en este volumen por contrastar ambos pensamientos sea retomado por los autores que han contribuido a Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels o por otros, tal vez de forma más sistemática.

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Publicado originalmente en inglés en International Gramsci Journal (vol. 3, 2020, núm. 4, Gramsci und Benjamin — Passagen; Gramsci and Benjamin — Bridges / Reviews, art. 13, pp. 157-168) con el título «Practising Marxism: Towards a Dialogue between Luxemburg and Gramsci», y, en versión francesa ligeramente abreviada y modificada, en Contretemps, con el título «Le marxisme en pratique : pour un dialogue entre Luxemburg et Gramsci», el 1 de abril de 2021, a manera de reseña de la recopilación de Marie-Claire Caloz Tschopp, Antoine Chollet y Romain Felli (eds.), Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels (París, Kimé, 2018) —homenaje póstumo a André Tosel—, a la que remiten los números de página entre paréntesis que el lector encontrará a lo largo del texto. La presente traducción se ha hecho cotejando ambos textos de Douet e incorporando los elementos de uno que faltan en otro. El traductor ha fundido, actualizado, corregido o ampliado, según el caso, las notas y ha traducido las citas o, en su defecto, modificado parcialmente su traducción.

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Notas

[1] Quiero agradecer a Ulysse Lojkine sus sugerencias y observaciones críticas, que me han sido de gran ayuda.

[2] Perry Anderson, Consideraciones sobre el marxismo occidental (trad. Néstor Miguez), Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2012 (reimpresión). [Nota del T.]

[3] M-C. Caloz-Tschopp, Antoine Chollet and Romain Felli (eds), Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, París, Éditions Kimé, 2018.

[4] Un año antes de morir, André Tosel publicó su obra más acabada sobre Gramsci: Étudier Gramsci. Pour une critique continue de la révolution passive capitaliste, París, Kimé, 2016, fruto de casi cincuenta años de reflexión sobre el pensamiento y las luchas del revolucionario italiano. A propósito de la obra de André Tosel sobre Gramsci, véase Antony Crézégut «Pour Tosel, un Aufklärer dans les Holzwege gramsciens», International Gramsci Journal, 2(3), 2017, pp. 372-403.

[5] Integran el volumen más de 20 trabajos. Dos tratan del pensamiento y la obra de André Tosel (el prefacio de Étienne Balibar y una reseña de Étudier Gramsci escrita por Isabelle Garo); algunos textos tratan tanto de Gramsci como de Luxemburg (Umberto Bandiera, Jean-Numa Ducange, Frigga Haug, Federico Oliveri, el primero de dos artículos de André Tosel), otros principalmente de Luxemburg (Marie-Claire Caloz-Tschopp, Zaïd Ben Saïd Cherni, Bob Jessop, Ilaria Possenti, Claudie Weil) y otros principalmente de Gramsci (Younès Ahouga, Andrea Eggli, Fabio Frosini, Francesca Izzo, Stefan Kipfer, Pierre Musso, Raphaël Ramuz, Jean Robelin, y el segundo artículo de André Tosel). Por último, una reseña escrita por Andrea Eggli del libro de Saúl Blejman Un pensamiento vigente. Notas sobre Gramsci y el destino de su obra (Mendoza, Editorial Universidad de Cuyo-EDIUNC, 2015).

[6] A ese propósito, véase Luciano Amodio, «Rosa Luxemburg e Gramsci. Continuità e differenze», Il Politico, 1986, vol. 51 (1), pp. 83-94 ; Sevgi Doğan, «On the Intellectual Movement in Turkey Through Gramsci and Luxemburg», Las Torres de Lucca, 2017, vol. 6 (11), pp. 155-189; Daniel Egan, «Rosa Luxemburg and the Mass Strike: Rethinking Gramsci’s Critique», Socialism and Democracy, 2019, vol. 33 (2), pp. 46-66 ; Guido Liguori, «Luxemburg e Gramsci: convergenze e divergenze di due pensatori rivoluzionari», Critica marxista. Analisis e contributi per ripensare la sinistra, 2020/1, p. 36 [pp. 29-40]; Joel Wainwright, «Capital and Social Difference in Gramsci and Luxemburg», Rethinking Marxism, 2019, vol. 31(1), pp. 20-41.

[7] André Tosel, «Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci : face aux promesses et ambiguïtés de la démocratie» [Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci: frente a las promesas y ambigüedades de la democracia], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 59-80.

[8] Aunque a menudo la idea de «derrumbe» (Zusammenbruch) se utiliza para describir la teoría de Luxemburg, el concepto fue elaborado principalmente después de su muerte, en particular por Henryk Grossman en The Law of Accumulation and Breakdown of the Capitalist System (1929) [Ed. esp.: La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista (trad. Jorge Tula), Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2004 (tercera edición) — Nota del T.].

[9] Marie-Claire Caloz-Tschopp, «Rosa Luxemburg : la découverte de l’effet boomerang de l’impérialisme et la liberté». [Rosa Luxemburg: el hallazgo del efecto boomerang del imperialismo y la libertad], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 103-136.

[10] Véase La crisis de la socialdemocraciaescrito en la cárcel en 1915 y publicado en 1916 bajo el seudónimo «Junius». En su contribución a Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, Michael Löwy escribe que la «consigna “socialismo o barbarie” [es] un punto de inflexión en la historia del pensamiento marxista» en la medida en que remite a una disyuntiva que definía toda una época y da cabida a una visión parcialmente contingente del curso de la historia. También fue un punto de inflexión en el pensamiento de Luxemburg, ya que antes de la Primera Guerra Mundial, «paralelamente a [su] voluntarismo activista», sus escritos todavía reflejaban «el optimismo (económico) determinista de la teoría del Zusammenbruch, el derrumbe del capitalismo como víctima de sus contradicciones» (Michael Löwy, «L’étincelle s’allume dans l’action. La philosophie de la praxis dans la pensée de Rosa Luxemburg» [La chispa se enciende en la acción. La filosofía de la praxis en el pensamiento de Rosa Luxemburg], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., p. 239; el texto de Löwy también está disponible en línea en Contretemps, 6 de noviembre de 2012).

[11] Véase, por ejemplo, «Verschiebungen in der Weltpolitik», Leipziger Volkszeitung, núm. 59, 13 de marzo de 1899, en Gesammelte Werke, vol. 1/1, pp. 361-365. En ese artículo, Luxemburg escribió explícitamente que el imperialismo estaba a punto de alcanzar sus límites. Véase también Guillaume Fondu y Ulysse Lojkine, «Impérialisme et accumulation du capital. L’apport de Rosa Luxemburg», Contretemps, 10 de enero de 2020.

[12] Sobre la cuestión de la barbarie imperialista, véase la contribución de Ilaria Possenti a Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, «Rosa Luxemburg lue par Hannah Arendt» [Rosa Luxemburg leída por Hannah Arendt], pp. 187-197.

[13] Rosa Luxemburg, The Accumulation of Capital – Anti-Critique (febrero de 1915), en Nikolai Bukharin y Rosa Luxemburg, Imperialism and the Accumulation of Capital Kenneth Tarbuck (comp.) (trad. Rudolph Wichmann), Londres, Allen Lane The Penguin Press, 1972, p. 147. [Véase, en español, Rosa Luxemburg y Nikola[y] Bujarin, El imperialismo y la acumulación de capital, Córdoba, Ediciones de Pasado y Presente, 1975, p. 96. Se ha modificado la traducción. — Nota del T.]

[14] Antonio Gramsci, Cahiers de prison, París, Gallimard, 1978-1996, Cahier 8, §2, p. 255; Antonio Gramsci, QdC, Q8§2, p. 937 (Selections from the Prison Notebooks [SPN], Londres, Lawrence & Wishart, 1971, p. 260; cf. también Prison Notebooks [PN], Vol. 3, p. 234) [En español, véase Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel (Segundo volumen: Cuadernos 6-11 (1930-1935) (Trad. y notas de Antonio J. Antón Fernández), Madrid, Akal, 2023, p. 227 —Nota del T.).

[15] Idem.

[16] Obsérvese que ésta es también la fecha en que se logra la unidad nacional alemana, después de que lo hiciera Italia en 1870; esta última, por supuesto, particularmente importante a los ojos de Gramsci.

[17] Cuadernos de la cárcel, Akalp. 227. [Se ha modificado la traducción — Nota del T.]

[18] Jean-Numa Ducange, «Portrait croisé de deux traditions marxistes» [Retrato cruzado de dos tradiciones marxistas], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 139-148.

[19] Véase Rosa Luxemburg, Huelga de masas, partido y sindicatos, México, Ediciones de Pasado y Presente, 1978 (quinta edición). En Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., véase en particular el texto de Umberto Bandiera «Syndicat et action politique chez Rosa Luxemburg et Antonio Gramsci» [Sindicatos y acción política en Rosa Luxemburg y Antonio Gramsci], pp. 303-309.

[20] Frigga Haug, «La ligne Luxemburg-Gramsci» [La línea Luxemburg-Gramsci], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 149-169. Para otros estudios en los que se plasma una interpretación similar, véase Die «Linie Luxemburg – Gramsci»: Zur Aktualität und Historizität marxistischen Denkens, Argument-Sonderband AS 159Berlín/Hamburgo, 1989, y Jan Rehmann, «Philosophy of Praxis, Ideology-Critique, and the Relevance of a “Luxemburg-Gramsci Line”», Historical Materialism, 2014, 22 (2), pp. 99-116.

[21] Michael Löwy, «L’étincelle s’allume dans l’action. La philosophie de la praxis dans la pensée de Rosa Luxemburg», en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 233-246.

[22] Organisational Questions of the Russian Social Democracy [1904], in Rosa Luxemburg, Selected Political Writings, Nueva York, Monthly Review Press, 1971, p. 289. [En español, véase Rosa Luxemburg, Problemas organizativos de la socialdemocracia. Se ha modificado la traducción — Nota del T.]

[23] Sobre las concepciones opuestas de Luxemburg y Lenin —y, junto a éste, de Gramsci y de Trotsky— respecto de la forma-partido, cabe remitirnos a esta entrevista con Daniel Bensaïd. Sobre la noción de «forma», véase la contribución de Raphaël Ramuz, «Gramsci, la forme-valeur et le parti» [Gramsci, la forma-valor y el partido], a Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels ed. cit., pp. 273-285.

[24] Para una concepción del partido revolucionario en Gramsci como problema práctico que resolver, me permito remitirme a Yohann Douet, «Gramsci et le problème du partiContretemps, 6 de marzo de 2017. Dicho en pocas palabras, el problema del partido consiste en establecer relaciones dialécticas entre la dirección del partido y sus bases, por un lado, y entre el partido en su conjunto y las masas, por otro; en otras palabras, el problema consiste en conjugar adecuadamente democracia y disciplina.

[25] André Tosel, «Qu’est-ce qui m’a attiré vers Gramsci ?» [¿Qué me atrajo de Gramsci?], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 81-102.

[26] Véase Federico Oliveri, «Pour un modèle critique de la révolution. Gramsci, Luxemburg et l’expérience des conseils» [Por un modelo crítico de revolución. Gramsci, Luxemburg y la experiencia de los consejos], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 255-272.

[27] Guido Liguori, «Luxemburg e Gramsci: convergenze e divergenze di due pensatori rivoluzionari», art. cit.

[28] Antonio Gramsci, Cahiers de prison, Cahier 14, §68, p. 84 ; QdC, Q14§68, p. 1729; SPN, p. 240 [En español, véase cuaderno 14, §68, en Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel (Trad. de Ana María Palacios, revisada por José Luis González), México, Era, 1981, tomo 5, p. 156 (p. 1246 en la edición digital). Se ha modificado la traducción — Nota del T].

[29] Véanse las contribuciones de Fabio Frosini, «Nation-peuple-rhétorique, les dilemmes du fascisme et la question de la démocratie dans les Cahiers de prison» [La retórica del pueblo-nación, los dilemas del fascismo y la cuestión de la democracia en Cuadernos de la cárcel); Stefan Kipfer, «Quel Gramsci décolonial ? Plaidoyer pour une piste Gramsci-Fanon» [¿Qué Gramsci decolonial? Alegato por un hilo conductor Gramsci-Fanon”); Bob Jessop, «La socio-spatialité dans les écrits de Gramsci» [La socio-espacialidad en los escritos de Gramsci]; y Younès Ahouga, «L’analyse spatiale de Gramsci et les contradictions inhérentes au capitalisme mondialisé» [El análisis espacial de Gramsci y las contradicciones inherentes al capitalismo globalizado], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 201-218; 333-348; 349-357; y 359-369, respectivamente.

[30] Antonio Gramsci, Cahiers de prison, Cahier 13, §24, p. 410; QdC, Q13§24, p. 1614: SPN, p. 233 [En español, véase cuaderno 13, §24, en Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, Era, 1981, tomo 5, p. 61 (p. 1175-1176 en la edición digital). Se ha modificado la traducción — Nota del T.]. Gramsci prosigue exponiendo más detalladamente la argumentación de Luxemburg: «Naturalmente, en la ciencia histórica, los efectos del elemento económico inmediato se consideran mucho más complejos que los de la artillería pesada […] en una guerra de movimientos, desde el momento en que se concibe a ese elemento como poseedor de un doble efecto: 1] abrir la brecha en las defensas del enemigo después de haber desorganizado y hecho perder la confianza en sí mismo y en sus fuerzas y en su futuro al enemigo mismo; 2] organizar fulminantemente a las tropas propias, crear los cuadros, o al menos colocar a los cuadros existentes (formados hasta entonces por el proceso histórico general) de manera fulminante en posiciones que les permitan encuadrar las fuerzas propias diseminadas; 3] propiciar fulminantemente la necesaria concentración ideológica en el objetivo común por alcanzar. Esa visión era una forma de férreo determinismo economicista, con el agravante de que se creía que sus efectos se manifestarían con la velocidad del rayo en el tiempo y en el espacio; de ahí que se tratara de un auténtico misticismo histórico, de la expectativa de una especie de fulguración milagrosa.» [Cuadernos de la cárcel, Era, 1981, tomo 5, p. 60. Se ha modificado la traducción — Nota del T.]

[31] A ese respecto, véase Daniel Egan, «Rosa Luxemburg and the Mass Strike: Rethinking Gramsci’s Critique», art. cit., y Alex Levant, «Rethinking Spontaneity beyond Classical Marxism: Re-Reading Luxemburg through Benjamin, Gramsci and Thompson», Critique, 2012, 40 (3), pp. 367-387.

[32] Véanse las contribuciones de Pierre Musso, «Actualité des concepts gramsciens pour une critique du néo-industrialisme» [Actualidad de los conceptos gramscianos para una crítica del neoindustrialismo], y Jean Robelin, «¿Qui sont les intellectuels organiques aujourd’hui?» [¿Quiénes son los intelectuales orgánicos hoy?] en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 287-302 y 311-322, respectivamente.

[33] Sobre ese particular, véase la contribución de Isabelle Garo, «André Tosel, lecteur de Gramsci et penseur du présent» [André Tosel, lector de Gramsci y pensador del presente], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 43-55. El término «anti-revolución pasiva» fue acuñado por Christine Buci-Glucksmann; véase, por ejemplo, «Eurocommunisme, transition et pratiques politiques», en Pierre Birnbaum y Jean-Marie Vincent (eds.), Critique des pratiques de la politique, París, Galilée, 1978, pp. 103-120.

[34] Véase la contribución de Zaïd Ben Saïd Cherni, «L’actualité de la pensée de Rosa Luxemburg au prisme de la révolution tunisienne de 2011» [La actualidad del pensamiento de Rosa Luxemburg a la luz de la revolución tunecina de 2011], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 325-332.

[35] Véanse la contribuciones de Antoine Chollet, «Rosa Luxemburg et la démocratie» [Rosa Luxemburg y la democracia], y Claudie Weil, «Rosa Luxemburg féministe?» [Rosa Luxemburg, ¿feminista ?], en Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci actuels, ed. cit., pp. 219-231 y 247-253, respectivamente. Véase también Alexeï Gusev, «Rosa Luxemburg et la démocratie socialiste. Un jalon essentiel dans l’histoire de la pensé marxiste», Agone, núm. 59, 2016/2, pp. 7-16 (trad. del inglés), reproducido en Contretemps, 27 de septiembre de 2016, y Michael Löwy, «La critique de la démocratie bourgeoise chez Rosa Luxemburg», Contretemps, 15 de enero de 2019.

[36] Rosa Luxemburg, The Russian Revolution, in The Russian Revolution and Leninism or Marxism ?, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1961, pp. 71-72. [En español, véase “La Asamblea Constituyente”, en Rosa Luxemburg, La revolución rusa, Madrid, Akal, 2017, sección cuarta del libro. Disponible en otra traducción en versión digitalizada en https://www.marxists.org/espanol/luxem/11Larevolucionrusa_0.pdf. Se ha modificado la traducción — Nota del T.]

 

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