Salarios a diciembre de 2023
Los salarios nominales en 2023 subieron un 152,7%. Los del sector privado registrado aumentaron 165,8%; los del sector público, 148,6%; y los del sector privado no registrado 115,3%. Inflación 2023: 211,4%. De manera que los ingresos de los trabajadores privados tuvieron, en 2023, una caída del 31%. Los salarios de los estatales cayeron 20,2% en promedio; y los salarios de los trabajadores registrados del sector privado 14,7%. Los salarios ya venían bajando desde 2017. Los más afectados fueron los informales: en 2022 sus ingresos ya estaban 15% por debajo de 2017 (no por nada Milei y los suyos odian a las organizaciones gremiales y las legislaciones laborales).
Según IARAF, en los 72 meses que transcurrieron entre enero de 2018 y diciembre de 2023, los trabajadores privados formales perdieron el equivalente a 10,5 sueldos; los públicos, el equivalente a 12,4, y los informales, el equivalente a 19,1 (citado por Carlos Manzoni, La Nación 9/02/2024).
En el primer bimestre de 2024
La tendencia continúa en 2024. En enero la inflación fue 20,6%; en febrero 13,2%, de manera que el acumulado del primer bimestre es 36,6% (la variación interanual a febrero fue del 276,2%). Todavía no están disponibles los datos del INDEC de la variación salarial del primer bimestre, pero una aproximación es el RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables), que publica la Secretaría de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Este indicador es elaborado para calcular, entre otras cosas, la movilidad jubilatoria. Aunque no coincide exactamente con la variación de los salarios, es un proxi válido.
Pues bien, en enero 2024 el RIPTE alcanzó a $555.269, lo que significa una alza del 14,7% mensual con relación a enero. Dado la inflación del 20,6%, la caída del salario real habría oscilado entre el 5 y 6%. Más significativo es que en enero, según el INDEC, una familia tipo (cuatro miembros) necesitó $596.823 para cubrir sus necesidades básicas. Lo cual implica que el promedio de los ingresos salariales está por debajo de la canasta básica. Como se ha señalado por estos días, hace ya tiempo que muchos trabajadores del sector formal tienen ingresos inferiores al costo de la Canasta Básica. “Lo nuevo es que las estadísticas oficiales más recientes demuestran que el ingreso promedio de los asalariados formales ya está por debajo de la línea de la pobreza” (Mariano Zalazar, Infobae, 16/03/2024).
El siguiente gráfico, elaborado por la consultora Empiria (Hernán Lacunza), muestra la evolución del poder adquisitivo del salario promedio y el costo de la Canasta Básica Total (CBT), que define el umbral de pobreza.
El Gobierno no homologa alzas acordadas en paritarias
Frente a esta caída de los salarios, el Gobierno de LLA ha establecido un tope de aumento salarial del 15% para febrero; 14% para marzo y 9% en abril. El argumento es que cuando los aumentos superen esa cifra, deberá probarse que van acompañados de una mejora en la productividad. Una excusa que no tiene fundamento. ¿O es que el largo descenso de los salarios reales durante los últimos siete años se ha debido a caídas de la productividad del trabajo? Basta con formular la pregunta para desnudar el sinsentido de los argumentos de los Milei y sus secuaces (a propósito de la teoría del salario que defiende Milei, véase aquí, aquí). Esto sin considerar que, si suben los salarios, bien podrían bajar las ganancias del capital (lo muestra la teoría de la plusvalía de Marx).
Como sea, en estos momentos hay cantidad de convenios que no están siendo homologados por la Secretaría de Trabajo. Entre ellos: empleados de comercio, aceiteros, camioneros, carga y descarga, calzado, bancarios, metalúrgicos sector siderurgia, encargados de edificios, construcción, fábricas textiles, alimentación, molineros, vidrio, plástico, pasteleros y gastronómicos. Todo acorde con la naturaleza de clase de LLA (viva la libertad… ¿carajo?).
Inflación, teoría monetarista y la lucha por el salario
Los topes establecidos por el Gobierno apuntan a que la baja y el anclaje de los salarios se conviertan en un factor antiinflacionario. Bastante extraño cuando viene de gente que se ha pasado la vida repitiendo la sonsera “la inflación es un fenómeno puramente monetario” (sinónimo de “se debe solo a la emisión monetaria”). ¿O es que la “puja distributiva” entre las principales clases sociales puede incidir en la evolución de la inflación?
El problema central: una devaluación de la moneda puede desatar una dinámica de ajustes y variaciones en la distribución del ingreso entre el capital y el trabajo, y entre las diferentes fracciones del capital. Esto ocurre vía de alzas de precios, recuperaciones –muchas veces parciales- de los salarios, nuevas devaluaciones y nuevas alzas de precios y salarios. En el límite la economía desemboca en regímenes de altísima inflación, e incluso hiperinflacionarios. Por eso la aceleración de la inflación, en el marco de un régimen monetario que acepta la depreciación de la moneda, es expresión de la exacerbación del conflicto de clases. Una situación que hemos vivido más de una vez en Argentina. Por eso, el gobierno de LLA busca, fundamentalmente, mantener aplastados los salarios (y las jubilaciones). Máxime cuando, desde la devaluación de diciembre, el tipo de cambio real bajó, a febrero, un 8%. Dada la débil productividad de la economía argentina, y con una inflación que por ahora supera largamente las devaluaciones del 2% mensual que dispuso el Banco Central, el no financiamiento vía emisión monetaria del déficit no alcanza para estabilizar los precios. De ahí que busquen bajar salvajemente los ingresos de los explotados, y anclarlos en ese sótano. Y para esto tienen (capital y gobierno) que provocar una derrota duradera al trabajo.
Quieren una caída de largo plazo del valor de la fuerza de trabajo
Este es un punto central. El salario es la expresión fetichizada del valor de la fuerza de trabajo (fetichizada porque aparece como el “valor del trabajo”, una expresión carente de sentido). El valor de la fuerza de trabajo está determinado por el valor de los medios de subsistencia que necesita el obrero y su familia para satisfacer sus necesidades. Pero esas necesidades no son solo las imprescindibles desde el punto de vista fisiológico. Es que su volumen y su forma de satisfacción son un producto histórico: dependen en gran medida del nivel cultural del país, así como “de las condiciones bajo las cuales se ha formado la clase de los trabajadores libres, y por lo tanto de sus hábitos y aspiraciones vitales” (Marx, El capital, t. 1, p. 208, ediciones Siglo XXI). Este elemento histórico y moral del valor de la fuerza de trabajo hace que, en un país dado y en un período histórico determinado, esté dado “el monto medio de los medios de subsistencia necesarios” (ibídem).
Pues bien, reducir todo lo posible ese elemento histórico y moral, o retrotraerlo a épocas de muy inferior desarrollo de las fuerzas productivas, es lo que está detrás de la ofensiva contra el trabajo en Argentina.
Última observación: puede juzgarse la altura moral de los dirigentes gremiales Héctor Daer, de Sanidad, y Andrés Rodríguez, de UPCN (estatales) cuando aseguran a los empresarios y el gobierno que “no tenemos ningún problema en consensuar la reforma laboral”.
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