La revelación de las “operaciones encubiertas” de su organización en Venezuela se decidió después de ver “cuán deprimidos y desesperanzados se sentían” los venezolanos, según escribió VanDyke en sus redes. “Sentimos que era necesario que los venezolanos supieran que hay un grupo que realmente ha estado luchando por ellos durante los últimos años y continúa haciéndolo. También queríamos tranquilizar a los venezolanos, después de que tantos extranjeros los hayan decepcionado, de que hay algunos, como yo, que están usando su propio dinero para liberar a Venezuela. SOLI cuenta con el apoyo de buenas personas de muchos países, cuyas donaciones también han contribuido a la causa de la libertad en Venezuela durante años”, remarcó en una segunda publicación.
combatir a las fuerzas que intentan hacerles daño y oprimirlos”. Por eso, “ofrece asesoramiento, capacitación, suministros y otros servicios gratuitos en materia de seguridad a poblaciones vulnerables”. Esta información oculta que SOLI es un grupo “sin fines de lucro” de antiguos militares estadounidenses dedicados a entrenar grupos armados en Ucrania, Myanmar, Irán, Siria y Libia, de acuerdo a la biografía de su portal.
Con este anuncio, SOLI se suma a la lista de mercenarios que trabajan, o han trabajado, para derrocar a Maduro: entre los que se encuentra Erik Prince, exdueño de la contratista Blackwatter, Jordan Goudreau, exguardaespaldas de Donald Trump y propietario de la empresa Silvercorp involucrada en la fallida invasión de 2020, y el comandante “Lucas” del extinto grupo paramilitar de las Autodefensas Unidas de Colombia, quien en 2004 planeó una operación para ocupar el palacio presidencial de Miraflores y fotografiarse con el cadáver de Hugo Chávez.
SOLI ha participado junto con un “comandante venezolano” de varias operaciones encubiertas financiadas por la organización. Una de las operaciones en las que participó la organización fue Aurora en 2019 que tomó el Batallón 513 “GD Mariano Montilla Padrón”, en el estado Bolívar fronterizo con Brasil, y secuestró 131 fusiles AK-103 y miles de municiones, entre otros armamentos. El objetivo inicial era tomar, al menos, tres parques de armas de las Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) en la selva amazonas.
Hasta la revelación de VanDyke lo que se conocía de la acción es que había sido organizada por militares disidentes, que habían reconocido como presidente a Juan Guaidó, liderados por el teniente retirado Franklin Alfredo Caldera Martínez, civiles armados y miembros de la etnia pemón. Los fiscales del caso señalaron que Aurora había sido financiada con 25 mil dólares por parte del “presunto agente de la CIA alias Your Will” a través del militar retirado Josué Abraham Hidalgo Azuaje, calificado como el cerebro de la operación por Caldera Martínez. La particularidad es que varios de los disidentes elaboraron la acción militar después de atravesar Perú, Colombia y cruzar hacia Venezuela desde Manaos, Brasil. En los últimos años, el trabajo encubierto de militares disidentes venezolanos, desde otros países latinoamericanos, se ha vuelto una constante.
Militares disidentes leen un manifiesto después de la Operación Aurora auspiciada por Sons of Liberty Internacional.
El objetivo era esconder las armas en la selva para operaciones “futuras que dieran golpes certeros a la tiranía de Maduro”, según , Darwin Enrique Balaguera Ruiz, uno de los disidentes involucrados. “Ya que no contamos con apoyo de nadie. Son armas de la República que se nos dan para eso; para defender a la nación”, aseguró en una entrevista posterior a la operación. La diatriba de falta de ayuda externa coincide, en lo declamativo, con la misión de SOLI de ayudar a quienes han sido “abandonados por la comunidad internacional”. Y de ser cierto lo que afirma VanDyke: el financista de la operación no habría sido la CIA, como creían las autoridades venezolanas, sino la organización estadounidense “sin fines de lucro”.
Lo que sucedió justo en un momento donde en Colombia se entrenaba un grupo de militares disidentes venezolanos bajo las ordenes del exgeneral venezolano Cliver Alcala después de que Jordan Goudreau, propietario de la compañía Silvercorp, fuera contratado para una operación de “captura o extracción” de Nicolás Maduro y el número dos del chavismo, Diosdado Cabello. Al parecer Gedeón, como se llamó a la acción, era conocida, al menos, por Mauricio Claver Carone, por entonces director para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional. Donald Trump, y sus colaboradores, habían consultado a Guaidó en una reunión de 2020 en el salón Oval de la Casa Blanca si existían suficientes “disidentes” para emprender acciones armadas contra Maduro y su gobierno, de acuerdo a las memorias Mark Espert, jefe del Pentágono de Trump presente en las reuniones.
VanDyke afirma que SOLI no estuvo involucrado en la fallida Operación Gedeón ni tampoco en ningún esfuerzo por cobrar la recompensa por la captura de Maduro. “Gastamos dinero para ayudar a la gente a liberarse y no pedimos nada a cambio. Somos una organización no gubernamental, la primera de su tipo que hace este trabajo. No creo en mezclar la guerra con el lucro, y estoy orgulloso de que mi organización y yo nunca hayamos empañado nuestra reputación con esas cosas. He dedicado mi vida a la revolución y a derrocar regímenes autoritarios para que la gente pueda elegir su propio destino a través del proceso democrático”.
Lo llamativo es que el disidente Balaguera Ruiz de la Operación Aurora participó de los entrenamientos de Goudreau en Colombia e incluso conoció al mercenario, según sus propias palabras, lo que habla de lo porosas que son las fronteras entre los distintos grupos armados que intentan derrocar a Maduro.
Pero quién es VanDyke y cómo se alinean los objetivos de su organización con la política exterior estadounidense.
Matthew VanDyke es un egresado del master en Estudios de Seguridad en la Escuela de Servicio Exterior Edmund A. Walsh de la Universidad de Georgetown, cantera natural de los funcionarios del Departamento de Estado y la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Luego de sus estudios, cambió su rumbo en 2007 cuando se embarcó en una travesía en moto por el norte de África y Oriente Medio: Marruecos, Mauritania, Túnez, Libia, Egipto, Siria Jordania, Siria, Turquía y los campos de batalla de Irak. Entre enero y febrero de 2009, VanDyke trabajó como corresponsal de guerra en Irak de The Baltimore Examine integrado con distintos batallones del Ejército de Estados Unidos.
VanDyke junto a soldados estadounidenses durante su trabajo como corresponsal de guerra.
Un año después, VanDyke, junto con el fotógrafo Daniel Britt, que conoció como corresponsal integrado a los militares estadounidenses, emprendieron un viaje en motocicleta por Irak, Irán y Afganistán para filmar un documental que llamaron Warzone Bikers. Según sus propias palabras, esa experiencia, previa a la “primavera árabe, modificó su forma de pensar para enrollarse en las filas de quienes buscan terminar con el “autoritarismo” a nivel mundial. En Mauritania conoció, por ejemplo, Nouri Fonas, un libio que se unió a los rebeldes que comenzaron una insurrección armada en 2010 contra Muammar Gadafi.
VanDyke, sin formación militar según él, operó una ametralladora pesada rusa DShk (Dushka) soldada a una camioneta Toyota y se involucró en tareas encubiertas para entrar en bases militares libias disfrazado de soldado. Hasta que en una redada en Brega fue detenido por uniformados libios y encarcelado en una prisión de la capital Tripoli por más de seis meses en los que su liberación fue reclamada por el Comité para la Protección de los Periodistas. Luego de varios meses, el estadounidense escapó, en medio de una revuelta de los presos, y fue alojado en Hotel Corinthia de Trípoli como invitado del Consejo Nacional de Transición, después de la caída del gobierno de Gadafi en 2011.
Su encarcelamiento lo catapultó a la escena pública como luchador “por la libertad” en los medios internacionales. Prestigio que aprovechó para alistarse como propagandista, esta vez, de los rebeldes sirios con un documental que llamó Not Anymore: A Story of Revolution, filmado en Alepo durante los inicios de la insurrección armada en 2012 lanzada por el Ejército Nacional Sirio (FSA, una facción armada apoyada por países como Turquía, Qatar, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, entre otros). VanDyke, como otros oficiales del FSA, veían como un problema la falta de apoyo de sirios y de donantes de países extranjeros. “La gente necesita ser convencida, y el FSA lo hace mal”, solía decir el estadounidense.
Por eso lanzó el documental para que el público conociese los “rostros de la revolución”. En su opinión, en el “siglo XXI nadie debería vivir bajo una dictadura”. En medio del revuelo por el estreno de su film, el Ejército Electrónico Sirio, un grupo de hackers cercano al gobierno de Bashar Al Assad, publicó en 2013 una importante cantidad de chats de Facebooks de VanDyke donde reconocía el uso de armas químicas por parte de los rebeldes y aceptaba la idea de que mataran a civiles para provocar una “intervención extranjera”. El documentalista, por este tiempo, había dicho: “ahora es el momento de movilizarse y decirle a los líderes de su país que quieren una intervención en Siria para detener el derramamiento de sangre y traer libertad a 20 millones de personas”. Sin embargo, rechazó de plano la autoría de los chats.
La trayectoria del académico, devenido en periodista/propagandista y “rebelde” militar, dio un vuelco más pronunciado cuando en 2014 fundó la organización sin fines de lucro SOLI, creada junto a antiguos soldados estadounidenses. La creación de la organización fue motivada por la ejecución de dos periodistas por parte del Estado Islámico, el estadounidense James Foley y el israelí Steven Sotloff, que habían trabajado, junto a VanDyke, como corresponsales integrados con el Ejército de Estados Unidos en Irak. Calificó a SOLI como “la primera empresa contratista militar que funciona sin fines de lucro”, según su página personal.
El objetivo de la fundación de la organización fue “redefinir la industria de contratación de seguridad desafiando el modelo con fines de lucro que la ha dominado a lo largo de la historia, proporcionando servicios y asistencia”. Un intento de anteponer un principio moral frente a uno de lucro perseguido por contratistas como la antigua Blackwater, fundada por Erik Prince. Este marketing de la guerra es el que justifica la existencia de contratistas como la de VanDyke que desde su fundación ha recibido “donaciones” por poco más de un millón de dólares según sus declaraciones fiscales: un número que parece exiguo para perseguir el objetivo “poner fin a los conflictos más rápidamente mediante intervenciones específicas, inteligentes y cuidadosamente ejecutadas”.
Entre las misiones de entrenamiento y asesoramiento de esta contratista, dedicada a “proporcionar los recursos necesarios para que las poblaciones oprimidas se liberen”, está el trabajo con las milicias cristianas asirias que se formaron en 2014 para luchar contra el Estado islámico (ISIS) en Irak, los rebeldes que se levantaron contra el régimen militar de Myanmar y milicias anti ISIS en Filipinas. Desde 2022, el trabajo más destacado de SOLI es el entrenamiento de mil soldados ucranianos de las Fuerzas de Defensa Territorial (TDF), la Guardia Nacional y las Fuerzas Especiales, entre otros componentes del Estado. Según VanDyke todo este trabajo fue “gratuito” sin búsqueda de contratos ni negocios: “mi organización no ha pagado ningún salario desde 2023. He donado mucho de mi propio dinero para las misiones en Venezuela y he prestado mi dinero a Sons of Liberty International, muchas veces préstamos que casi con certeza nunca serán devueltos”.
Lo que parece contradictorio con una organización integrada, en su mayoría, por exsoldados estadounidenses que tienen que vivir su día a día.
La biografía del “contratista militar” revela que su irrupción en la escena venezolana busca disputar el control de la narrativa de “cambio de régimen” frente a otros proyectos con “fines de lucro” como el de Ya Casi Venezuela de Prince. También como de a poco parece configurarse un escenario de múltiples actores armados externos que buscan capitalizar la vuelta a una estrategia de “máxima presión” de la Administración Trump, que involucre operaciones encubiertas de tercerización para la captura o el derrocamiento de Maduro. Como su historial lo demuestra, VanDyke tiene experiencia en participar, y promover, levantamientos armados que luego justifiquen escaladas militares.
SOLI no trata de capturar a Maduro sino sacarlo del poder, según él. “La forma más rápida de hacerlo es obligarlo a huir del país o matarlo”.
Publicado originalmente en Diario Red.