Daños colaterales

El horror camina con nosotros. Es un animal áspero, afilado. No descubre palabras, sino lágrimas. Hay algo excesivo que deforma la áspera desnudez de los muros, la concavidad oscura en la que se pierde la mirada, lejos de la belleza nítida de las cosas reales, de la excepcionalidad de lo común, de la plenitud de los sentidos. El presente pesa y se desfigura, como árboles desnudos castigados por el viento. Es inevitable no pensar en la enorme asimetría entre nuestra colosal capacidad de desarrollo, el potencial de nuestra inteligencia y el primitivismo de nuestras pasiones e impulsos más primarios.

PALESTINOFOBIA Y GEOPOLÍTICA DE UN GENOCIDIO

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