Por extraño que parezca, el ganador de la última edición (2022) del prestigioso “Paul A. Baran-Paul M. Sweezy Memorial Award” otorgado por Monthly Review Press es un texto publicado hace más de 50 años. Estamos hablando de uno de los “textos sagrados” de la llamada “teoría de la dependencia” marxista, a saber, la Dialéctica de la Dependencia del brasileño Ruy Mauro Marini (1932-1997). Pero la aparente extravagancia en realidad se resuelve fácilmente. El texto, publicado en español en 1973, de hecho nunca había sido traducido al inglés. La resolución de la primera paradoja, sin embargo, parece haber abierto otra: ¿cómo es posible que uno de los textos más importantes sobre la teoría de la dependencia nunca haya sido traducido al idioma internacional por excelencia? A diferencia de la primera, esta segunda pregunta no tiene una respuesta inequívoca.
Por un lado, el propio Marini nunca imaginó Dialéctica de la Dependencia como la obra clásica en que se convertiría más tarde. Fruto de apuntes de 1966, fue recién en 1971 que el ensayo comenzó a tomar forma, durante un seminario denominado “Teoría marxista y realidad latinoamericana” del CESO (Centro de Estudios Socioeconómicos) de la Universidad de Chile. La idea de Marini era más bien introducir una discusión sobre cómo aplicar las categorías y principios contenidos en la obra de Marx (principalmente, por supuesto, en El Capital) a la realidad de América Latina. Por otro lado, la agitada vida de Marini dificultó su difusión más amplia. Las notas del ensayo se perdieron el 11 de septiembre de 1973, durante una incursión militar contra Marini en Santiago de Chile, el mismo día del golpe que llevó a Pinochet al poder y a Allende a la muerte. Sin embargo, un primer borrador del texto había aparecido, como documento de trabajo, en marzo de 1972 en la revista Sociedad y Desarrollo . Precisamente contra esta edición lanzó la crítica Fernando Henrique Cardoso, cuyo poder, primero intelectual y luego político, y su fuerte notoriedad en Brasil provocaron una verdadera damnatio memoriae contra el ensayo de Marini en su propio país. No menos importante, Dialéctica fue literalmente eclipsada por otra obra mucho más conocida de Marini.
Ese Subdesarrollo y Revolución que dio origen al importante concepto de “subimperialismo”, que destacó la gran responsabilidad de la burguesía compradora brasileña3 en cristalizar la relación de dependencia que unía a Brasil con Estados Unidos, en una suerte de “realismo periférico” ante litteram. . El ensayo actual de Marini está perfectamente contextualizado por Jaime Osorio y Amanda Latimer, cuyos aportes fundamentales enriquecen enormemente el texto, sirviendo como un “manual” indispensable para leer y comprender la obra de Marini. De hecho, el texto se abre con un prólogo de Jaime Osorio, fundamental para comprender la visión de la historia latinoamericana desde la perspectiva de los teóricos de la dependencia. De hecho, la historia del subcontinente pasa rápidamente por el filtro de las relaciones desequilibradas Norte-Sur, dentro de ese mercado mundial históricamente caracterizado por un intercambio desigual que ha marcado, y todavía parece definir, estas relaciones. Al prólogo le sigue una excelente biografía de Marini editada por Amanda Latimer, que resume su trayectoria humana, política e intelectual. Desde sus relaciones con el Partido Comunista Brasileño, hasta las con otros padres de la teoría de la dependencia como Theotonio dos Santos, André Gunder Frank y Vania Bambirra. Desde sus exilios forzosos hasta su regreso a Brasil en 1984, pasando por el mencionado choque intelectual e ideológico con Cardoso. Esta biografía es en realidad una verdadera contextualización de Marini, cuya ausencia haría que el ensayo del autor quedara mutilado para el lector del siglo XXI.
Después de la contextualización de Latimer, comienza el ensayo propiamente dicho de Marini, que poco oculta la naturaleza crítica del escrito. De hecho, el texto comienza con una acusación frontal de las dos desviaciones cometidas por los estudiosos marxistas de la dependencia en América Latina: la primera consistente en “sustituir el concepto abstracto por el hecho concreto”; el segundo, que implica una adulteración del “concepto en nombre de una realidad que no está dispuesta a aceptar su formulación pura” (p. 114). Mientras que la historia económica ha sido responsable de la primera desviación (los “llamados estudios marxistas ortodoxos”, p. 114), la sociología ha cometido la segunda.
Ambos desvíos se originaron en la dificultad intrínseca de analizar el contexto latinoamericano, y su “capitalismo sui generis que sólo tiene sentido si lo examinamos desde la perspectiva del sistema en su conjunto, tanto a nivel nacional como, principalmente, a nivel internacional”. ”(pág. 114). Por tanto, ni la historia económica ni la sociología habían logrado comprender que la verdadera ortodoxia a respetar residía más bien en el rigor conceptual y metodológico, mientras que “cualquier limitación al proceso de investigación que de él se derive ya no tiene nada que ver con la ortodoxia, sino sólo con el dogmatismo” (pág. 115). Lo que Marini propone hacer, entonces, es construir un puente para superar ambos, combinando coherencia lógica, rigor metodológico y realidad histórica, sin forzar ninguno de los tres elementos.
Para Marini, América Latina se ha definido históricamente a partir de su inclusión en la división internacional del trabajo configurada por los países centrales de Occidente y, por lo tanto, se desarrolló “en estrecha consonancia con la dinámica del capital internacional” (p. 116). Esta relación Norte-Sur ha sido delineada desde el principio sobre la base de una relación de dependencia, definida como “una relación de subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo marco se modifican o recrean las relaciones de producción de las naciones subordinadas”. para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia” (p. 117). Esta relación de dependencia tiene su origen en un intercambio desigual por el cual los países dependientes suministran a los países centrales bienes a un valor inferior a su valor real, mientras que estos últimos venden los suyos a un valor sobrevaluado. Al fin y al cabo, para Marini “el mero hecho de que algunos produzcan bienes que el resto no produce, o no puede producir fácilmente, permite a los primeros evadir la ley del valor; es decir, vender su producto a precios superiores a su valor, dando lugar así a un intercambio desigual” (p. 128). De modo que el papel de América Latina en el mercado mundial estaba “desplazando el eje de acumulación en la economía industrial de la producción de plusvalía absoluta al de plusvalía relativa; es decir, que la acumulación llegará a depender más del aumento de la capacidad productiva del trabajo que simplemente de la explotación del trabajador” (p. 120). Por el contrario, “el desarrollo de la producción latinoamericana, que permita a la región contribuir a este cambio cualitativo en los países centrales, se basará fundamentalmente en la mayor explotación del trabajador” (p. 121). Esta dinámica se forjó en torno al concepto de superexplotación, que para Marini consiste en reducir el consumo del trabajador más allá de su límite normal para, y aquí Marini cita directamente del Libro I de El Capital, “transformar el fondo necesario del trabajador para el consumo, dentro de ciertos límites, en un fondo para la acumulación de capital” (p. 130). El movimiento real del capitalismo dependiente surge entonces “de la circulación a la producción; desde la conexión con el mercado mundial hasta el impacto que éste tuvo en la organización interna del trabajo; y luego volver a reconsiderar el problema de la circulación” (p. 136). Dado, por tanto, que el desarrollo latinoamericano nació para “atender las demandas de la circulación capitalista -cuyo eje de articulación lo constituyen los países industriales- y enfocado al mercado mundial” la producción latinoamericana “no depende de la capacidad de consumo interno para su realización” (pág. 137). Marini insiste mucho en la separación, en los países dependientes, entre circulación y producción, lo que obliga a la primera a configurarse en la esfera del mercado exterior con la consecuencia de que “el consumo individual del trabajador no interfiere con la realización del producto, aunque sí determina la tasa de plusvalía” (p. 139).
Esto porque “la industrialización latinoamericana no crea, por tanto, su propia demanda, como en las economías clásicas, sino que nace para satisfacer una demanda preexistente, y se estructurará de acuerdo con las exigencias del mercado que emanan de los países avanzados” (p. 145). Después de todo, “surge entre las economías centrales un interés en promover el proceso de industrialización en la periferia, con el objetivo de crear mercados para la industria pesada” (p. 148). Lo que Marini parece querer enfatizar es que la difusión de la tecnología en América Latina fue más el resultado de una concesión exógena de las “etapas inferiores de la producción industrial” (p. 149), que un desarrollo endógeno, haciéndose eco explícitamente de las tesis de Mandel. Por tanto, la introducción de tecnología depende no tanto de las preferencias de cada país sino de la “dinámica objetiva de la acumulación de capital a escala mundial”. Fue esto último lo que impulsó a la división internacional del trabajo a asumir una configuración que abrió nuevos canales para la difusión del progreso técnico y que aceleró el ritmo de esta difusión” (p. 150). Restringir el mercado interno se vuelve inevitable para Marini para adquirir tecnología en condiciones de superexplotación de los trabajadores: “la economía industrial dependiente -incapaz de extender la creación de demanda de bienes de lujo a los trabajadores, y predispuesta a la compresión de los salarios que los excluye de facto de este tipo de consumo, no sólo tuvo que depender de un inmenso ejército de reserva, sino que también se vio obligado a restringir la realización de bienes de lujo a los capitalistas y las clases medias altas” (p. 152). En conclusión, “la producción basada en la superexplotación del trabajo hace surgir así una vez más el modo de circulación que le corresponde, al mismo tiempo que divorcia el aparato productivo de las necesidades de consumo de las masas”, implicando una verdadera “resurrección del poder”. el viejo modelo económico exportador” (p. 152).
Fue un texto que provocó mucha discusión en los círculos marxistas latinoamericanos, como muestra la posdata del propio Marini al ensayo, una respuesta directa a las críticas dirigidas contra él, especialmente por su compatriota Cardoso. Al final de la posdata, Marini vuelve a enfatizar el concepto central de su obra, a saber, que “la economía dependiente –y por tanto la superexplotación del trabajo– aparece como una condición necesaria del capitalismo mundial” (p. 160) y que por lo tanto “ La producción capitalista, al desarrollar los poderes productivos del trabajo, no elimina sino que más bien acentúa la mayor explotación del trabajador” (p. 162). Breve pero intenso, el ensayo de Marini se complementa, por tanto, tanto con su post-escritura como con las notas finales de Jaime Osorio, quien logra perfectamente su esfuerzo por “traducir” el texto para hacerlo perfectamente utilizable para el lector del siglo XXI. De hecho, su análisis del texto de Marini aclara mucho este último, especialmente en sus puntos cruciales, destacando su profunda actualidad. De hecho, el lector se enfrenta a un texto complejo que debe analizarse sin el conocimiento de las herramientas básicas utilizadas por Marx y sin el conocimiento de los principales conceptos expresados por la teoría de la dependencia. Pero la contextualización de Osorio y Latimer ayuda enormemente a comprender el texto, casi eliminando la necesidad de conocimientos previos. La importancia del texto de Marini queda, finalmente, perfectamente resumida en unas pocas líneas de Osorio: “era necesario recrear el marxismo, pero no repetir a Marx […] Eso es lo que el libro de Marini, Dialéctica de la dependencia, ofrece a Teoría y marxismo. Ni más ni menos” (p. 172)….Hoy, más que nunca, es necesario recrear y no repetir, y este es el mayor legado que La dialéctica de la dependencia deja al lector de la década de 2020.
Puede encontrar esta reseña en el Journal of European Economic History.