¿Son peores las mentiras de Israel sobre Gaza o las de sus patrocinadores occidentales, que las repiten?

"Los italianos tienen un proverbio", escribió Anthony Weldon, cortesano británico del siglo XVII, Anthony Weldon, "'Si alguien te engaña una vez, suya es la culpa; pero si te pasa dos veces, la culpa es tuya'". Hoy en día, solemos resumir ese viejo proverbio italiano a modo de: "Engáñame una vez, la culpa es tuya; engáñame dos veces, la culpa es mía".

Para los palestinos, doble rasero informativo. Dossier

Mehdi Hasan

Jonathan Cook

 

Mehdi Hasan

Desde los horrendos atentados del 7 de octubre, el gobierno israelí de extrema derecha y su ejército de propagandistas han engañado y embaucado a políticos y periodistas occidentales no una ni dos, sino múltiples veces.

Son casi demasiadas las mentiras, distorsiones y falsedades como para seguirles la pista. ¿Cuarenta bebés decapitados por Hamás? No ocurrió jamás. ¿Bebés cocidos en hornos o colgados en tendederos? Falso. ¿Una guarida al estilo de un villano de James Bond oculta bajo el hospital al-Shifa? Nada. ¿Palestinos de Gaza grabados con heridas fingidas? una completa invención. ¿Una lista de secuestradores de Hamás encontrada en una pared del hospital infantil al-Rantisi? Lo sentimos, pero, eran tan solo los días de la semana en un calendario en árabe.

¿Y qué hay de las atrocidades de las que las fuerzas israelíes han sido acusadas de forma creíble, que luego negaron a voz en grito y de las que más tarde… se descubrió que eran responsables? ¿La matanza de la harina en febrero? ¿El bombardeo del convoy de refugiados el pasado octubre? ¿El ataque con fósforo blanco en el sur del Líbano, también en octubre?

Tal como dejo dicho mi amigo Omar Baddar, analista palestino-norteamericano, en un tuit ya viral:

Cronología repetida:

– Israel comete una masacre

– Israel niega la masacre

– Los medios de comunicación dicen que no sabemos quién cometió la masacre

– La investigación revela que Israel cometió la masacre

– El ciclo de noticias sigue adelante

– El ciudadano medio no sabe que Israel comete masacres sistemáticamente.

Sin embargo, los israelíes siguen diciendo mentiras y nuestras élites políticas y mediáticas occidentales siguen dejándose engañar. Debería darles vergüenza.

No obstante, acaso ninguna mentira israelí haya sido más dañina, más destructiva, más mortífera, que la afirmación de que la UNRWA – la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente, la principal organización responsable de proporcionar ayuda en Gaza- ha obrado en connivencia con Hamás y, lo que es peor, que una docena de empleados de la UNRWA participaron en el ataque terrorista del 7 de octubre. ¿Por qué? Porque era una mentira tan trascendental que contribuyó a sentar las bases de una hambruna devastadora, actual y de origen humano dentro de la Franja de Gaza.

A finales de enero, tras una implacable campaña contra la UNRWA por parte de Israel y sus representantes en Occidente, que culminó con la acusación no probada de que había empleados de la UNRWA implicados en las atrocidades del 7 de octubre, 16 países donantes, entre ellos el principal patrocinador financiero de la UNRWA, los Estados Unidos, suspendieron la financiación de unos 450 millones de dólares estadounidenses a la agencia.

A estos países se les avisó de que paralizar a la UNRWA, la mayor organización de ayuda en Gaza, entrañaría el riesgo de «acelerar la hambruna». Se les advirtió de que el tan cacareado dossier de inteligencia de Israel sobre UNRWA no contenía más que «endebles alegaciones no probadas».

Pero confiaron en Israel.

En los últimos tres meses, mientras los niños palestinos se han muerto literalmente de hambremuchos de esos países han reanudado tardíamente la financiación de la UNRWA, entre ellos el gobierno alemán, que es la segunda fuente más importante de fondos para la agencia.

¿Por qué? La semana pasada, una revisión independiente de la labor de la UNRWA, dirigida por la ex ministra francesa de Asuntos Exteriores Catherine Colonna, concluyó que la agencia «sigue siendo fundamental para proporcionar ayuda humanitaria que salva vidas y servicios sociales esenciales» y «como tal, la UNRWA es insubstituible e indispensable para el desarrollo humano y económico de los palestinos».

En referencia a la explosiva afirmación del gobierno israelí de que los empleados de la UNRWA estaban implicados en atentados de Hamás, el informe de Colonna afirma que «Israel aún no ha aportado pruebas que respalden» estas afirmaciones. También señaló que la UNRWA en realidad «comparte listas de personal» todos los años, tanto con Israel como con los Estados Unidos y reveló que «el Gobierno israelí no ha informado a la UNRWA de ningún problema relativo a ningún miembro del personal de UNRWA basado en estas listas de personal desde 2011».

Desde el año 2011. Así que todo era mentira. De Israel. De nuevo.

Ahora, para ser claros, tal como informa Julian Borger de The Guardian, «hay una revisión separada en curso sobre las afirmaciones concretas de que había empleados de la UNRWA que participaron en los ataques del 7 de octubre», pero «la última vez que hubo un informe sobre los avances registrados… Israel seguía negándose a cooperar» con esa revisión, igualmente. (Incluso en el improbable caso de que esta otra revisión llegara a la conclusión de que hubieran participado una docena de empleados, eso supone 12 de los  13,000 de la UNRWA en Gaza, o cerca del 0,1% de la plantilla total).

Los Estados Unidos, sin embargo, se han negado a reanudar su apoyo a la UNRWA; de hecho, el Congreso aprobó una ley que prohíbe la financiación de la agencia hasta por lo menos marzo de 2025.

¿Me engañas una vez… o docenas de veces? Pensemos en los crédulos políticos y expertos que se alinearon para hacerse eco y respaldar el falaz relato de Israel sobre la UNRWA.

El senador republicano Ted Cruz, por ejemplo, tuiteó seis veces entre enero y marzo acerca de la UNRWA, afirmando que la agencia «apoya el terrorismo», está «comprometida por Hamás» y tenía «al menos 12 empleados… implicados en el atentado terrorista del 7 de octubre».

David Frum, antiguo redactor de discursos de George W. Bush, afirmó que «hace tiempo que es hora de abolir la UNRWA» y la acusó de «proporcionar apoyo material a una organización terrorista».

La UNRWA, escribió el columnista neoconservador Bret Stephens en el New York Times, «parece estar infestada de terroristas y simpatizantes suyos» y «debería ser abolida».

Estaban todos estaban equivocados; todos difundían mentiras; todos vendían propaganda israelí.

Y no eran, lamentablemente, sólo republicanos y derechistas. También hubo varios demócratas de la Cámara de Representantes que repitieron ciegamente las afirmaciones infundadas del gobierno de Netanyahu sobre la UNRWA.

Por ejemplo, el congresista demócrata Josh Gottheimer, al igual que Ted Cruz, publicó media docena de tuits atacando a la UNRWA entre enero y marzo, declarando que «las pruebas son claras: Los empleados de @UNRWA apoyaron a Hamás el 7 de octubre». El congresista demócrata Brad Sherman afirmó que aplaudía la decisión de la administración Biden de suspender la financiación a la UNRWA y aseveró que el personal de la agencia «había quedado a la vista como terrorista». El congresista Ritchie Torres tuiteó que la UNRWA había estado «gobernando Gaza a instancias de Hamás».

Ninguno de estos destacados demócratas se ha retractado de estas falsas afirmaciones en sus cuentas de Twitter desde la publicación de la revisión independiente la semana pasada. Ni siquiera han mencionado los resultados de esa revisión.

Lo peor de todo, sin embargo, fue la declaración realizada por Antony Blinken, secretario de Estado demócrata, el 29 de enero, cuando reconoció que los Estados Unidos no habían «tenido la posibilidad de investigar [las acusaciones] por nosotros mismos», pero luego pasó a calificar esas acusaciones israelíes no verificadas de «muy, muy creíbles».

Sin embargo, sólo un par de semanas más tarde, el propio Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos afirmó que evaluaba sólo con “baja confianza” que el personal de la UNRWA hubiera participado en el atentado del 7 de octubre (La comunidad de inteligencia estadounidense define «baja confianza» como «escasa, cuestionable o muy fragmentada», justo lo contrario de «muy, muy creíble»).

Blinken aún no se ha disculpado por su falsa afirmación, ni siquiera se ha retractado.

Preguntémonos: ¿qué es peor? ¿Las mentiras del gobierno israelí o la gente de Occidente que sigue creyéndolas y amplificándolas? ¿Las acusaciones infundadas del gobierno israelí contra la UNRWA o los gobiernos occidentales que las aceptaron como un hecho y cortaron inmediatamente la financiación a la mayor agencia de ayuda de Gaza?

Israel ha estado matando de hambre a la población de Gaza. Vergüenza debería darles a los tontos que le han ayudado a justificarlo.

 

Por qué han fracasado los medios de comunicación en Gaza

Jonathan Cook

[He aquí una transcripción completa de mi discurso para la Marcha Contra el Sesgo de los Medios de Comunicación de la Alianza Palestina de Bristol en College Green, Bristol, el pasado sábado 4 de mayo].

Ayer se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, y es apropiado que lo celebremos destacando dos cosas.

En primer lugar, debemos rendir homenaje a los valientes periodistas de Gaza, que han pagado un precio espantoso por hacer visible al público occidental la experiencia del genocidio palestino en los últimos siete meses.

Israel ha matado a una décima parte de ellos -un centenar de periodistas- en su intento de impedir que se conozca la verdad de sus atrocidades. La de Israel ha sido el más mortífero estallido de violencia contra periodistas que se haya registrado.

En segundo lugar, debemos avergonzar a los medios de comunicación occidentales -en especial a la BBC- que han traicionado a sus colegas palestinos al no informar adecuadamente de la destrucción de Gaza, ni calificarla de genocidio.

La BBC sólo realizó una breve cobertura del demoledor caso de Sudáfrica contra Israel en el Tribunal Internacional de Justicia en enero, un caso tan poderoso que el tribunal ha juzgado a Israel por genocidio. Un hecho del que apenas se tendría conocimiento por los reportajes de la BBC.

Por el contrario, la corporación despejó los horarios para presentar en su totalidad la vacua respuesta legal de Israel.

El doble rasero de la BBC es aún más flagrante si recordamos cómo informó sobre Ucrania, también invadida por un ejército hostil, el de Rusia.

El redactor jefe de la BBC para el Cercano Oriente, Jeremy Bowen, se atrevió a publicar –en apariencia aprobatoriamente- un diagrama en el que se mostraban los puntos débiles en los que los improvisados explosivos causarían más daño a los tanques rusos y a los soldados que se encontraban en su interior.

Dos años después, en su cobertura del ataque israelí contra Gaza, la misma BBC ha dado un giro de 180 grados.

Resulta bastante imposible imaginar a Bowen o a cualquier otro periodista británico publicando instrucciones sobre el modo en podrían los palestinos podrían quemar vivos a los soldados israelíes dentro de sus tanques, aunque esos soldados, a diferencia de los rusos, lleven ocupando y robando tierras palestinas durante décadas, y no dos años.

Los soldados israelíes, a diferencia de los rusos, están aplicando activamente una política genocida de hambruna.

Pero el doble rasero de medios del establishment, como la BBC, no se dirige sólo a la población de Gaza. También se dirigen a nosotros, la opinión pública.

Los mismos medios que celebraban que las familias acogieran a refugiados ucranianos han conspirado voluntariamente para difamar a aquellos cuyo único delito es que desean detener la matanza de más de 15.000 niños palestinos en Gaza.

No hay nada aparentemente heroico en oponerse al genocidio de Israel, aunque oponerse a la invasión de Rusia siga siendo tratado como motivo de orgullo.

Los medios de comunicación dan carta blanca a los políticos para vilipendiar como antisemita a cualquiera que se indigne porque se estén utilizando armas británicas para ayudar a matar, mutilar y dejar huérfanos a muchas, muchas decenas de miles de niños palestinos. Esa acusación supone que todos los judíos apoyan esta matanza, y borra a todos los judíos que están hoy junto a nosotros en esta protesta.

En los Estados Unidos, las fuerzas policiales andan golpeando y deteniendo a estudiantes que han pedido pacíficamente a sus universidades que dejen de invertir en suministrar armamento para el genocidio de Israel. Cuando la policía dio marcha atrás en UCLA [la Universidad de California en Los Ángeles] fue sólo para permitir que los matones pro-Israel agredieran a los estudiantes, muchos de los cuales, una vez más, eran judíos.

Se está librando una clara guerra contra el derecho a protestar contra un genocidio. Y paralelamente, los medios de comunicación le han declarado la guerra a la lengua inglesa.

Se han invertido los papeles de agresor y víctima. La BBC acusó a los estudiantes, acampados en los terrenos de la universidad, de «chocar» con grupos proisraelíes que invadieron el campus para atacarles con violencia.

¿Qué es lo que explica estas flagrantes incoherencias, este gigantesco fracaso de unos medios de comunicación que se supone deben actuar como vigilantes frente al abuso de poder?

Se han invertido los papeles de agresor y víctima. La BBC acusó a los estudiantes, acampados en los terrenos de la universidad, de «enfrentarse» a grupos proisraelíes que invadieron el campus para atacarlos violentamente.

¿Qué explica estas flagrantes incoherencias, este gigantesco fracaso de unos medios de comunicación que se supone deben actuar como vigilantes del abuso de poder?

Parte de la respuesta es el racismo a la antigua usanza. Los ucranianos se nos parecen, como han dejado caer algunos periodistas, y por tanto merecen nuestra solidaridad. Los palestinos, a lo que parece, no.

Pero hay otra respuesta más importante. Los medios de comunicación establecidos no son realmente vigilantes del abuso de poder. Nunca lo han sido. Son una fábrica de relatos, que crea historias que hacen posible esos abusos de poder.

Los medios de comunicación estatales y los que son propiedad demultimillonarios logran este objetivo gracias al uso de varios trucos.

En primer lugar, omiten las historias que pudieran alterar su relato fundamental.

El guión de los medios de comunicación es sencillo:

Lo que hacen Occidente y sus aliados siempre es bienintencionado, por horribles que sean sus resultados.

Y lo que hace Occidente, por provocador o temerario que resulte, no puede nunca citarse como explicación de lo que hacen nuestros «enemigos».

No hay causa ni efecto. Ellos, quienquiera que sea que elijamos, no son más que unos salvajes, sencillamente. Son unos malvados. Quieren destruir la civilización. Hay que pararles.

He estado viendo todas las noches las noticias de la BBC a lo largo de varias semanas. Si no dependiera más que de ellas, apenas sabría que Israel bombardea a diario los campos de refugiados de Rafah, que es supuestamente una «zona segura».

If I relied on the BBC, I would not understand that what Israel is doing can be neither “retaliation”, nor a “war”. You can’t go to war, or retaliate, against a people whose territory you have been belligerently occupying and stealing for decades.

O que Israel sigue provocando una hambruna bloqueando la ayuda, y que los palestinos siguen muriendo de hambre.

O que el Reino Unido ha contribuido activamente a la creación de esa hambruna negando financiación a la UNRWA.

O que las protestas para poner fin al genocidio de Gaza – descritas como de apoyo al terrorismo y antisemitas- tienen el respaldo de muchos, muchos judíos, algunos de los cuales ellos hoy aquí.

Y, por supuesto, no tendría ni idea de que el encarcelamiento y la matanza de palestinos por parte de Israel no comenzó el 7 de octubre con el ataque de Hamás.

Eso se debe a que la BBC sigue ignorando el asedio de Gaza como contexto del 7 de octubre, al igual que ella y el resto de los medios de comunicación ignoraron en gran medida el asedio de 17 años durante los años en que Israel lo estuvo aplicando.

Si confiara en la BBC, no entendería que lo que Israel está haciendo no puede ser ni una «represalia», ni una «guerra». No se puede ir a la guerra, ni tomar represalias, contra un pueblo cuyo territorio has estado ocupando y robando de modo beligerante a lo largo de decenas de años.

Y cuando los medios de comunicación ya no pueden incluir omisiones, distraen, mediante estrategias de desviación, distracción y minimización.

Así, cuando Gaza aparece en las noticias, como, infrecuentemente, ocurre ahora, se filtra invariablemente a través de otros prismas.

La atención se centra en las interminables negociaciones, en los planes de Israel para el «día después», en la agonía de las familias de los rehenes, en los temores evocados por los cánticos de protesta, en dónde trazar la línea de la libertad de expresión.

Cualquier cosa con tal de no abordar un genocidio que se está llevando a cabo a plena luz del día desde hace siete meses.

En su defensa, los periodistas del establishment nos dicen que tienen el deber de ser imparciales. Sus críticos, dicen, no entienden cómo funcionan los procedimientos informativos.

Como periodista que ha trabajado durante años en grandes redacciones, puedo asegurarles que se trata de una mentira interesada.

Esta misma semana se ha hecho viral una entrevista de la Corporación de Radiodifusión de Noruega al portavoz del gobierno israelí, David Mencer. A diferencia de la BBC, las mentiras de Mencer no quedaron sin respuesta.

El periodista noruego pasó 25 minutos desenmascarando sus falsedades y engaños, uno por uno. Fue revelador ver cómo las afirmaciones de un portavoz israelí se iban desgranando, una capa tras otra, hasta que quedó al desnudo, con sus mentiras al descubierto.

Se puede hacer, si hay voluntad de hacerlo.

Los periodistas de la BBC y del resto de los medios del establishment entienden, aunque sea implícitamente, que su trabajo consiste en fracasar. Consiste en fracasar a la hora de investigar el genocidio de Gaza. Consiste en fallar a la hora de dar voz a los indefensos. Consiste en fracasar a la hora de explicar el contexto y ayudar a su comprensión. Estriba en no lograr mostrar solidaridad con sus colegas de Gaza asesinados por su labor periodística.

Por el contrario, el papel de la BBC consiste en proteger a la clase política para que nunca tenga que rendir cuentas por su complicidad en el genocidio.

El trabajo de los medios de comunicación del establishment estriba en dar una impresión de incertidumbre, de duda, de confusión, aun cuando lo que está sucediendo esté claro como el agua.

Cuando el Tribunal Mundial se pronuncie un día por fin sobre el genocidio de Israel, nuestros políticos y medios de comunicación afirmarán que no podían saberlo, que se les engañó, que no pudieron ver con claridad porque los acontecimientos estaban envueltos en la «niebla de la guerra».

Nuestro trabajo consiste en hacer estallar esa mentira, en negarles una coartada. Se trata de seguir señalando que la información estaba ahí desde el principio. Lo sabían, aunque sólo fuera porque se lo dijimos nosotros.

Y un día, si hay alguna justicia, se sentarán en el banquillo de los acusados, en La Haya, y se quedarán sin excusas.

redactor jefe de Zeteo y columnista de la edición norteamericana del diario The Guardian. Sus programas en las emisoras televisivas norteamericanas MSNBC y Peacock (NBC) quedaron cancelados el pasado mes de noviembre
periodista británico independiente y autor de tres libros sobre el conflicto israelí-palestino, ha sido distinguido por medios como Project Censored y galardonado con premios como el Martha Gellhorn Special Prize for Journalism. Colaborador regular de Middle East Eye y The National, de Abu Dhabi, sus artículos han aparecido en publicaciones como The Guardian, The Observer, The Times, The New Statesman, The International Herald Tribune, Le Monde diplomatique. Counterpunch y Electronic Intifada.

Fuente:

The Guardian, 2 de mayo de 2024; Brave New Europe, 8 de mayo de 2024

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