Pues bien, este último es el caso de los precios por los servicios de salud y los medicamentos. En términos concretos, ¿cómo se deriva de la utilidad marginal que experimentan los pacientes que concurren a una clínica, el valor de, por ejemplo, el repuesto de un aparato que hace ecografías; o el valor de un insumo que se utiliza para fabricar determinado remedio? No hay manera de hacerlo. Los cálculos tienen que hacerse, finalmente y en la realidad, en términos de costos de producción (y ganancias). Por supuesto, puede ocurrir que llegado al mercado la demanda no valide el precio de producción tentativo y el productor sufra pérdidas. Pero esto no tiene que ver con “imputaciones”, sino con las oscilaciones entre oferta y demanda, responsables de que los precios de mercado oscilen en torno a centros de gravitación, determinados siempre por los costos.
Para terminar
Estamos ante una construcción especulativa e insostenible, teórica y empíricamente. No tiene relación con lo que es la práctica más común, y de superficie, de las empresas capitalistas (no hablemos ya de indagar en las relaciones profundas). Por eso, de hecho, los análisis económicos y los debates se deslizan, necesaria e inevitablemente hacia los problemas de costos (los costos laborales en primer lugar) y ganancias. Es lo que ocurre con el debate que se ha suscitado por los aumentos de las cuotas de las prepagas. Aunque, imperturbable, Milei sigue descalificando –“burro”, “ignorante”, “te lavaron la cabeza”- a todo el que no acuerde con las absurdas abstracciones de la teoría austriaca.
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