El nuevo mapa del poder no está en los continentes ni en los océanos, sino en los cables submarinos y las nubes de datos que están remodelando la soberanía en las sombras.
Por Marcio Pochmann*
La geopolítica clásica parte de la hipótesis de que el mundo se configura mediante luchas de poder entre las naciones que buscan controlar el territorio y las que dominan los océanos, lo que genera una dinámica de conflicto y cooperación a lo largo del tiempo. Esto se debe a que, durante siglos, la lucha por la hegemonía global ha estado intrínsecamente ligada a la geografía y a las civilizaciones que han prosperado en ella.
Esta visión de la oposición entre potencias continentales y marítimas ha sido dominante en un mundo donde la logística, el comercio y la estrategia militar dependían fundamentalmente de la geografía física. Si bien sigue siendo sumamente relevante, cabe destacar que hoy en día la emergencia de la dimensión digital ha impuesto una transformación significativa en la lucha por el poder global.
Con la transición a la era digital, el control de datos, las infraestructuras digitales, el ciberespacio y el espacio exterior constituyen nuevos elementos interconectados que definen la capacidad de una nación o entidad para influir en la configuración del poder global. El dominio digital proyecta el dominio tecnológico mediante la recopilación y gestión de información estratégica e incluso el liderazgo en conflictos bajo nuevas formas, como la guerra cibernética y la guerra de la información.
Gracias a la crucial infraestructura de datos, computación en la nube, cables submarinos, plataformas digitales, algoritmos e inteligencia artificial, la dialéctica entre tierra y mar está interconectada y entrelazada. Por lo tanto, la geopolítica clásica no se vuelve obsoleta, aunque se reconfigura ante nuevas formas de disputa entre potencias de la información territoriales, marítimas y, ahora cada vez más, transnacionales.
En el contexto de los flujos de datos centrados en la esfera privada de las grandes empresas tecnológicas transnacionales que dominan la infraestructura material (nubes, cables, plataformas) y operan prácticamente sin regulación, la soberanía nacional sufre impactos previamente desconocidos. La era digital hace que la lucha por el poder sea más compleja y multidimensional, donde el dominio de la tecnología asume una condición crítica y desafiante en la capacidad de multiplicar la fuerza.
En Brasil, este acuerdo ha generado crecientes tensiones entre la soberanía territorial del Estado y sus instituciones, como el IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), la infraestructura física que cruza océanos y costas con cables submarinos y centros de datos , y las plataformas privadas que almacenan, procesan y monetizan datos. El resultado ha sido un debilitamiento relativo de la soberanía digital, que requiere políticas públicas integradas (regulatorias, de infraestructura y de desarrollo de capacidades).
De lo contrario, las empresas y plataformas extranjeras que poseen inteligencia artificial, procesamiento a gran escala y capacidades de red de las que carecen los estados y las empresas locales tenderán a seguir consolidando su poder interno de influencia política y económica. Al mismo tiempo, seguirán moldeando la opinión pública, captando ingresos digitales y profundizando la dependencia externa de los servicios esenciales.
En el segundo cuarto del siglo XXI, la política del ciberespacio para el control soberano del flujo de datos, la supremacía de las tierras raras y el dominio de la revolución digital redefinen los límites del ejercicio de la hegemonía. Todo esto trasciende las formas y dominios tradicionales de la dialéctica geopolítica de la tierra y el mar.
Disputas en la era industrial
A finales del siglo XIX, a medida que las naciones del Norte Global consolidaban sus sociedades urbanas e industriales, el poder marítimo se volvió fundamental para controlar las rutas marítimas, garantizando la seguridad y la prosperidad de los países occidentales. Así, el control de los mares, más estrechamente vinculado a la esfera militar, se volvió estratégico para el desarrollo económico y el liderazgo en la política global durante la Era Industrial (Mahan, 1987).
En contraposición a esta visión de dominio marítimo, a principios del siglo XX surgió la suposición de que el control de vastas extensiones continentales sería la clave para el dominio y el desarrollo global. La teoría sobre la importancia estratégica de vastos territorios ricos en recursos naturales estratégicos, protegidos de posibles ataques navales y con potencial logístico, podría abarcar tanto el Heartland (la región central de Europa), en las áreas europeas de la Rusia agrícola y las llanuras siberianas (Mackinder, 2020), como el Rimland (la región del borde), que abarcaba Europa Occidental con Oriente Medio, India, el Sudeste Asiático y China (Spykman, 2020).
El auge del poder informativo
En este primer cuarto del siglo XXI, la geopolítica digital ha introducido un nuevo tipo de poder informativo que ya no parece depender de las fronteras físicas. Mediante flujos de información, redes, datos personales e infraestructura invisible, grandes empresas tecnológicas oligopólicas, apoyadas por muy pocos Estados-nación, establecen nuevas dependencias tecnológicas estructurales en el mundo.
En cierto modo, la era digital cuestiona el sistema internacional moderno fundado en el Tratado de Westfalia de 1648, cuando el Estado-nación emergió con autoridad suprema y exclusiva dentro de sus límites geográficos (soberanía territorial). Con nuevos dominios y actores que trascienden las fronteras físicas, el poder informativo transforma y desafía los principios centrales de la geopolítica global, especialmente la soberanía territorial exclusiva y la no intervención en los asuntos internos.
Si bien el advenimiento de la soberanía del Estado-nación sigue vigente en las relaciones internacionales y se aplica al ciberespacio, es evidente que su uso se ha reconfigurado y cuestionado por la naturaleza global y sin fronteras de la era digital. En el marco de la gobernanza digital y la ciberresiliencia, la soberanía de la información debe replantearse de forma híbrida y combinarse con la autoridad territorial nacional sobre nuevas bases.
Las grandes empresas tecnológicas ( Google, Meta, Amazon, Apple, Microsoft, Alibaba, Tencent) ejercen capacidades que antes eran monopolio de los estados-nación: recopilan y procesan datos de poblaciones enteras, controlan infraestructuras críticas (la nube, cables submarinos, satélites, sistemas operativos), definen estándares técnicos globales, regulan el flujo de información e influyen en las elecciones, la opinión pública y la seguridad nacional. Esto representa un nuevo tipo de megainfraestructura planetaria que trasciende la soberanía de los estados y reorganiza el panorama político global.
Erosión de la soberanía nacional
El concepto de soberanía digital se está fragmentando, pasando de los Estados a plataformas privadas globales. En países con un desarrollo intermedio y un Estado tradicional basado en el territorio y la soberanía física, como Brasil, la dependencia de plataformas digitales extranjeras para la comunicación, el comercio, la seguridad, la educación y los servicios públicos ha ido en aumento.
Esto se debe a que la soberanía digital exige la capacidad de almacenar datos nacionales en nubes que no sean extranjeras, así como superar la toma de decisiones cruciales basada en algoritmos privados y flujos económicos que dependen de infraestructuras ajenas al control estatal y de la gobernanza de la información privatizada. De lo contrario, prevalece una situación de subordinación informativa, comparable, con la debida proporción, a las antiguas relaciones coloniales que actualmente se basan en la asimetría tecnológica.
La era digital no elimina la geopolítica clásica, ya que la Tierra sigue siendo relevante para el control territorial, la extracción de recursos físicos y la vigilancia estatal, al igual que el mar sigue siendo crucial, ya que los cables submarinos y las rutas marítimas constituyen el sistema circulatorio de internet. Los datos emergen como el nuevo espacio estratégico, capaz de superar la soberanía estatal y crear formas de poder sin precedentes.
En resumen, el mundo contemporáneo, cada vez más marcado por la disputa tripartita entre la tierra (Estados continentales), el mar (Infraestructuras globales/Big Techs marítimas) y la nube/plataformas (Poder informativo transnacional), se basa en la geopolítica digital como una extensión de la disputa convencional impulsada por los datos, la inteligencia artificial, las plataformas globales y las infraestructuras invisibles. Una oportunidad sin precedentes para el protagonismo de países del Sur Global, como Brasil. [1]
*Marcio Pochmann , profesor titular de economía de la Unicamp, es el actual presidente del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística). Autor, entre otros libros, de Novos horizontes do Brasil na quarta transformação estrutural (Prensa Unicamp) [ https://amzn.to/46jSkQk ]
Referencias
BRATTON, B. La pila: sobre software y soberanía . Cambridge: MIT Press, 2016.
CUKIER, K.; MAYER-SCHÖNBERGER, V. Grandes datos . Nueva York: Houghton Mifflin, 2013.
GREWAL, D. Poder de la red . New Haven: Yale University Press, 2008.
KAPLAN, R. El regreso de la geografía . Nueva York: Random House, 2012.
MACKINDER, H. El pivote geográfico de la historia . Nueva York: Cosimo, 2020.
MAHAN, A. La influencia del poder marítimo en la historia, 1660-1783 . Nueva York: Dover Publications, 1987.
Nardis, L. La guerra global por la gobernanza de internet . New Haven: Yale University Press, 2014.
POCHMANN, M. El próximo Brasil: una mirada desde las estadísticas . São Paulo: Edeias & Letras, 2025.
SILVEIRA, S. Big Tech y guerra total: el complejo militar-industrial-impulsado por datos . São Paulo: Hedra, 2025.
SPYKMAN, N. La geografía de la paz. São Paulo: Hucitec, 2020.
SRNICEK, N. Capitalismo de plataforma . Cambridge: Polity, 2017.
ZUBOFF, S. La era del capitalismo de vigilancia . Nueva York: PublicAffairs, 2019.
Aviso
[1] En este sentido, el IBGE realizará la gran Conferencia Nacional de Productores y Usuarios de Datos en Salvador, del 3 al 5 de diciembre, en las instalaciones del SENAI Cimatec y del SESI, con el apoyo de la Federación de Industrias de Bahía (FIEB), del Gobierno del Estado de Bahía, entre otras instituciones.