No, no es demasiado glamoroa la imagen de Lacan que surge de estas páginas a pesar del respeto y la seducción y tampoco J. A. Miller, su yerno, sale bien parado con su reivindicación acusatoria de que, «se le había robado un concepto: la causalidad metonímica». Asunto sórdido este del robo que Althusser despacha entre dolido e irritado sin querer abrumar a Miller con pecados de juventud ahora que, dice Althusser, no sé si con ironía, que ha comenzado un curso magistral sobre Lacan diciendo solemnemente: «No estudiaremos a Lacan sino que seremos estudiados por él».