Eva Illouz
¿En Argentina no se enteraron de que en Israel los familiares de los rehenes están contra Netanyahu, a quien responsabilizan por seguir intereses propios que nada tienen que ver con preservar la vida de los secuestrados por Hamas?
— Ale Loucau (@ale_loucau) September 6, 2024
En las dos últimas décadas, Israel ha sido testigo de la proliferación de nuevos emprendedores normativos, cuya vocación ha sido afirmar y fomentar valores de supremacía judía y religiosa que son antitéticos a los valores liberales. La moral liberal es universalista, considera a todos los seres humanos como iguales, pretende alentar relaciones justas entre la mayoría y las minorías y cree en la separación de la religión y el Estado. Los nuevos emprendedores morales han decidido cambiar el contenido de la esfera pública promoviendo nuevas formas de asco hacia grupos sociales específicos. Son «emprendedores del asco»: los políticos y nuevas ong tienen como función crear, diseñar y reforzar el asco de unos grupos hacia otros. Representan el punto de vista de diversas facciones religiosas y de nacionalismos religiosos. El judaísmo define la santidad en sí misma como el acto de separar y hacer distinciones (conceptuales y prácticas) entre la limpieza y la suciedad. Los ultraortodoxos tienen un fuerte sentido de la limpieza y la suciedad (visible, por ejemplo, en el uso intensivo del mikve, la rigurosidad con que observan las leyes de la impureza menstrual, las leyes sobre el derramamiento de semen y las leyes relativas a la comida kosher).
En las sociedades democráticas contemporáneas, estas distinciones entre lo puro y lo impuro son legítimas siempre que formen parte de una creencia religiosa privada. Pero uno de los cambios claves en la política israelí ha sido la introducción de las cuestiones de limpieza y polución en la esfera pública de la política. Si hubiera que elegir el momento decisivo en que el asco empezó a desempeñar un papel en la vida pública israelí, la creación del partido de derechas Kach sería un buen candidato. Kach era un partido religioso de extrema derecha fundado en 1971 por un judío estadounidense, el rabino Meir Kahane. Durante más de una década desde su fundación, Kach no obtuvo suficientes votos para entrar en la Knéset. Pero en 1984 el partido logró su primer escaño. Kahane presentó numerosas propuestas legislativas cuyo contenido era revocar la ciudadanía israelí a los no judíos, ilegalizar los matrimonios entre judíos y gentiles y prohibir las relaciones sexuales entre ambos grupos. El partido de Kahane desplazó el foco de atención de la tierra a las personas: ya no se trataba de compromisos territoriales, sino de leyes que impidieran de facto la entrada de los árabes, y ni hablar de su asimilación a la sociedad israelí. Por ejemplo, Kahane propuso una ley «para impedir la asimilación entre judíos y no judíos y para preservar la santidad del pueblo de Israel», cuyo objetivo era separar por completo a judíos y no judíos en el espacio público, de acuerdo con la lógica de la contaminación y la pureza1. Las propuestas legislativas de Kahane, como él mismo afirmaba, se basaban en el Mishné Torah, la obra magna de Maimónides2. Sin embargo, no es menos probable que el racismo formal que estuvo en vigor en Estados Unidos hasta el movimiento por los derechos civiles moldeara sus ideas. Kahane nació en Brooklyn en 1932 y vivió en eeuu hasta 1971. Era tan estadounidense como judío observante. No podía ser ajeno a la profunda segregación de los negros en eeuu, justificada por la ideología de la supremacía blanca arraigada en tantas instituciones estadounidenses (no olvidemos que los nazis consideraron demasiado estricta la «regla de una gota», que en eeuu definía como negra a toda persona con cualquier grado de ascendencia negra, y en su lugar limitaron su definición de judío a las personas con un abuelo judío)3. Así, la ideología de Kahane se caracterizaba por el deseo de llevar a la esfera pública las leyes judías de pureza y por una visión profundamente racializada, de supremacía étnica y racial, que estuvo enquistada en eeuu hasta mucho después del fin de la segregación en los años 60 (Kahane decidió emigrar a Israel en 1971, poco después del movimiento por los derechos civiles).
Kach, el partido de Kahane, fue proscripto en 1988, pero solo desapareció en los papeles. En los hechos, dio lugar a una cierta revolución ideológica, ya que sus ideas resucitaron a través de pequeños partidos y organizaciones políticas diversas y vibrantes. Por ejemplo, el nombre de la organización Lehava, fundada en 2009, es un acrónimo de Organización para la Prevención de la Asimilación en la Tierra Santa. Se opone a los matrimonios entre judíos y no judíos, en especial con musulmanes.
Su misión es liberar a las mujeres judías de esas relaciones «perjudiciales»4, aunque la mayoría de esas mujeres nunca buscaron su ayuda. Otro ejemplo es Im Tirtzu, fundado en 2006, que define sus actividades como la promoción del sionismo en Israel5, lo que implica actividades inocuas como hacer pequeños regalos a los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (fdi), pero también otras mucho menos inofensivas, como acosar a académicos y a quienes se identifican con la izquierda, tachándolos de «antisionistas», traidores y gente peligrosa. A pesar de ser un movimiento laico con fuertes afinidades con el macartismo (por ejemplo, en la elaboración de listas negras de académicos de izquierda), Im Tirtzu, al igual que el Lehava religioso, califica con frecuencia a los grupos o a sus miembros individuales de moralmente repulsivos, es decir, asquerosos. Lo anima el mismo impulso de expulsar de las instituciones públicas a cualquier idea o persona contaminante. Otzmá Iehudit (Poder Judío), Haijud Haleumí-Tkumá (Frente Nacional-Resurrección), Habait Haiehudí (El Hogar Judío), Eretz Israel Shelanu (Nuestra Tierra de Israel), todos estos partidos apuntan, más allá de algunas ligeras diferencias de énfasis en la retórica y orientación, a la vitalidad ideológica de las ideas que alimentó Kahane y que luego fueron ilegalizadas. Estas ideas han migrado gradualmente al centro de la sociedad y de este modo se han vuelto dominantes, en un proceso que encontró su confirmación definitiva en las elecciones de 2022, cuando la lista Sionismo Religioso –una unión de partidos de extrema derecha conformada por el partido Noam (anti-lgbt), Otzmá Iehudit, dirigido por el kahanista Itamar Ben-Gvir, y Haijud Haleumí-Tkumá, encabezado por Bezalel Smotrich, un colono religioso con ideas cercanas a las de Kahane sobre la santidad de la tierra y del pueblo– recibió 10,84% de los votos y se aseguró así 14 escaños en la Knéset6. Las tres facciones representan a partes del público religioso y son todas ortodoxas y extraen su primera inspiración de los textos religiosos; también son ultranacionalistas y creen en la santidad de la tierra de Israel; creen que los palestinos no tienen derechos sobre la tierra en la que han vivido y, en general, no parece molestarles la violación del derecho internacional o la ausencia de derechos humanos. Consideran que todo el territorio en disputa pertenece legítima y moralmente a los judíos, y justifican así la expropiación, la expulsión y la dominación de los árabes. Sobre todo, están comprometidos con una definición del pueblo judío basada en la ley judía (halajá) y les importa mucho preservar la pureza étnica del pueblo judío. Es porque aspiran a preservar la pureza del pueblo y la santidad de la tierra por lo que atacan a quienes amenazan esa pureza. Estos partidos se han vuelto un sector muy activo de la sociedad israelí, y desde diciembre de 2022 forman parte del gobierno de derecha de Benjamin Netanyahu. Pero incluso desde antes han ejercido influencia en el discurso y la política de muchas formas indirectas: mediante el dinero, grupos de presión y la difusión de nuevas normas de expresión.
De hecho, lo que muchos han llamado la radicalización del Likud [la derecha tradicional] en la primera década del siglo xxi se caracterizó ante todo por su transmisión de nuevos contenidos políticos basados en el asco. Por ejemplo, en 2004, 22 miembros del Likud votaron a favor de una ley que habría permitido definir legalmente ciudades y pueblos como solo aptos para determinados grupos étnicos o nacionales (es decir, que habría permitido la categoría legal de ciudades «puramente judías»). La ley fue propuesta por un miembro del partido Frente Nacional y apoyada por varios otros partidos religiosos, pero fue rechazada en la Knéset por un estrecho margen (38 a favor, 40 en contra)7. En casos como este, la plataforma ideológica del Likud se vio profundamente transformada por mensajes religiosos que insisten en una separación radical y abismal entre judíos y no judíos, personas religiosas y laicas, modos de vida puros e impuros.
Esto guarda ciertas similitudes con los cristianos evangélicos blancos de eeuu, 34% de los cuales afirma que no debería haber separación entre Iglesia y Estado (frente a 19% de la población general)8 y apoya así el uso de principios religiosos en la toma de decisiones políticas. Uno de los ejemplos más evidentes de esto es la larga campaña que los evangélicos blancos han sostenido contra el aborto, que incluye, entre otras cosas, mostrar los rostros de los médicos que los practican en carteles al estilo de «se busca»9, una táctica que busca provocar asco y que también han utilizado con frecuencia las organizaciones de extrema derecha de Israel (si bien con fines étnicos y nacionalistas).
En consonancia con otros movimientos de extrema derecha del mundo (el partido Fidesz de Viktor Orbán en Hungría; los supremacistas blancos estadounidenses como el Frente Estadounidense y el Partido Estadounidense de la Libertad, antes Partido de la Tercera Posición; el Partido Radical Serbio; el Bharatiya Janata Party [Partido Popular Indio, bjp por sus siglas en hindi], de Narendra Modi; Hermanos de Italia de Giorgia Meloni), la extrema derecha israelí también defiende la pureza del pueblo judío, una idea y un ideal tanto político como religioso (con una base sólida en la ley judía). Considérese la organización Lehava: apenas tiene equivalente ideológico en la mayoría de los países, donde el mestizaje, el matrimonio interreligioso y las relaciones interraciales están protegidos por la ley y no figuran en el programa de ningún partido político legítimo del mundo occidental. Habría que mirar al Ku Klux Klan de la década de 1920 para encontrar plataformas ideológicas similares que prohíben y combaten explícitamente los matrimonios y las relaciones sexuales interétnicas, interraciales e interreligiosas. Sin embargo, podemos ver un parecido más reciente en la India de Modi, donde, desde 2020, varios distritos han aprobado leyes que dificultan el matrimonio interreligioso al prohibir la conversión de recién casados a la religión de su cónyuge10.
Organizaciones como Lehava impulsan en la escena política un tema que no está (todavía) en la agenda oficial de ningún partido político pero que, de hecho, se corresponde con los valores y la visión del mundo de muchos partidos religiosos actualmente en el poder en Israel (y en otras partes del mundo). Por ejemplo, Bezalel Smotritch, líder de Sionismo Religioso –la unión de partidos religiosos de derechas mencionada más arriba–, declaró que su esposa, que acababa de dar a luz, no debería tener que compartir habitación en el hospital con una mujer árabe11.
Lehava no solo se opone activamente a los matrimonios interreligiosos, sino que incluso ha animado a los israelíes a informar los nombres de judíos que alquilan sus apartamentos a árabes12 para que puedan ser «nombrados y avergonzados» públicamente. También ha hecho campaña contra la mezcla de judíos y árabes en las playas13, otra ilustración del miedo a la mezcla que está en la base de esta política. Todos estos mandatos y prohibiciones siguen la lógica del asco y la contaminación: la presencia de no judíos en el cuerpo colectivo pone en peligro la pureza del pueblo en su conjunto. En resumen, Lehava defiende el principio de que las categorías puras e impuras (judíos frente a no judíos) no deben mezclarse. Organizaciones como Lehava se inspiran directamente en muchas corrientes del judaísmo ortodoxo que conciben al pueblo judío como una entidad cuya pureza puede verse amenazada (mediante los matrimonios mixtos, por ejemplo) y que trabajan de modo activo para mantener esa pureza aislando a los judíos de los no judíos.
En el contexto israelí, esta estructura simbólica basada en la religión resuena con la estructura social y geográfica de la Ocupación, que no es solo un hecho militar; también implica una separación activa y constante entre los colonos judíos y los árabes, y ello a pesar de que su existencia está estrechamente entrelazada. Los judíos que viven en los asentamientos suelen residir en comunidades cerradas, tienen un sistema escolar separado y no se relacionan con los árabes como amigos, compañeros de trabajo o parejas sexuales. Un elaborado sistema de carreteras y puestos de control intenta crear la máxima separación entre dos poblaciones que podrían vivir fácilmente en estrecha simbiosis. Es el ejército el que tiene el papel de garantizar la separación de los dos grupos.
Los judíos ultraortodoxos aplican las leyes de pureza e impureza solo a sus propias comunidades cerradas. Pero los nacionalistas religiosos de extrema derecha (muchos de los cuales son colonos) son distintos: son mucho más militantes en sus intentos de dividir a las comunidades adyacentes difundiendo por toda la sociedad un sentido contundente de separación (que, se podría decir, es producto de un asco inventado). La religión y el ejército son dos poderosos sistemas institucionales que imponen una estricta separación. De hecho, la diferencia principal entre los ultraortodoxos y los nacionalistas religiosos de extrema derecha es que estos últimos intentan activamente fabricar asco en la esfera pública hacia diversos grupos a través de sus rabinos. Los grupos supuestamente asquerosos son los laicos, la gente de izquierda, los judíos reformistas, las feministas, los homosexuales y, por supuesto, en primer lugar, los árabes. Estas ideas son transmitidas por algunos miembros de las elites de los colonos, muchos de los cuales son rabinos que enseñan a los alumnos en las escuelas premilitares14 o rabinos en el ejército15. Estos rabinos representan la conjunción y convergencia perfectas del ethos religioso y la implicación activa de los militares en la separación física entre los dos grupos.
La yeshivá Bnei David del asentamiento de Eli (considerado ilegal por la comunidad internacional) es una academia premilitar que prepara a estudiantes religiosos para el ejército. Cuenta con varios rabinos que ejercen una profunda influencia sobre un número cada vez mayor de oficiales del ejército y políticos. Según Yair Nehorai, un abogado que ha seguido los discursos de rabinos muy influyentes que operan entre bastidores de partidos políticos y plataformas ideológicas, estos rabinos constituyen una posible dirección futura para Israel. Merece la pena examinar mejor esta cuestión.
El rabino Eli Sadan, director de la escuela religiosa premilitar de la yeshivá Eli, galardonado en 2016 con el prestigioso premio Israel y figura muy influyente del judaísmo mesiánico, se refiere a los judíos reformistas y a los laicos con metáforas que clarifican su naturaleza peligrosa y contaminante. El judaísmo reformista, dice, «es el veneno de una serpiente, y muchos de los que lo portan no entienden en absoluto qué veneno llevan. En la superficialidad de su educación y conocimientos, llevan este veneno en ellos, porque les parece lo más bonito y lo mejor y todo está bien»16. El rabino Kashtiel, en la misma yeshivá Eli, compara la literatura secular con una montaña de basura. Se puede apreciar la elección de metáforas cuyo único objetivo es, en efecto, provocar asco:
Si una persona tiene algo de basura, no es motivo para que todo el entorno sufra (…) solo porque alguien tenga algo de basura en casa, tiene que salir y poner puestos, montones y montones de puestos y montones y montones de mesas, con montones de basura. Y pedir más dinero por ello. Yo vendo basura, ¿quién quiere comprarla? Pero si el tema de la literatura no es la redención [religiosa], o al menos no hay una atmósfera de redención de fondo, entonces ¿qué sentido tiene? Se limitan a presentar la impureza que hay en una persona tal como es, y esto es (…) Cada persona tiene todo tipo de pasiones e impulsos, y los ponen sobre la mesa, y todo el mundo tiene que comprar esta enorme mezcla de impulsos y pagar por ello (…) Es bueno que compremos basura de vez en cuando, así podemos distinguir entre un pepino bueno y un pepino que es una basura, así que podemos poner un puesto cerca de la tienda de comestibles con pepinos podridos, y comprar allí (…) y es bueno tener estantes ordenados en casa, con montones de pepinos podridos, para que sepamos distinguir[los] mejor. ¿Cómo se puede vivir cuando todo está lleno de este hedor?17
Otro rabino, el rabino Thau, conocido por sus pronunciamientos contra los homosexuales y como la fuerza espiritual detrás del partido Noam, utiliza una imaginería similar para suscitar asco:
No se puede negar que hasta hoy se sabía que este virus [covid-19] dañaba a los animales pero no atacaba a los humanos. La Guemará [Talmud] nos dice: (…) No hay bestia que controle al hombre, a menos que el hombre parezca ser una bestia (…) la cultura posmoderna con los iPhones inundados de películas abominables, con organizaciones pervertidas que hacen que el hombre en todo el mundo se parezca a una bestia. ¿Acaso el poliamor no es un acto de bestias?18
Pero el discurso más impactante es sin duda el que pronunció el rabino Kashtiel para sus alumnos, donde presenta a los árabes como genética e inherentemente inferiores y sugiere que el objetivo de la Ocupación es de hecho elevarlos, es decir, sacarlos de su terrible situación de degradación19. La Ocupación y la dominación de los árabes se convierten en parte integral de la misión civilizadora de Israel:
Sí, somos racistas, sin duda. Sí, hay razas en el mundo y hay rasgos genéticos de los pueblos, y eso requiere que nosotros [el pueblo judío] pensemos en cómo ayudarlos. El hecho de que haya alguien que sea inferior no es motivo para burlarse de él ni para destruirlo, sino para ayudarlo. Es cierto que existen diferencias entre las razas, y esta es exactamente la razón para tenderles la mano y ayudarlos. Como sabemos, existen defectos genéticos, digamos, dentro de la sociedad; por desgracia, un niño nace con un defecto. ¿Es esta una razón para burlarse de él? No, es una razón para ayudarlo. (…) Veo que alcanzo logros mucho más impresionantes que él. En los campos de la moralidad, la mentalidad, la personalidad, alcanzo logros mucho más elevados, así que es mi deber ayudarlo, no dejarlo así, pobre y miserable, sino tenderle la mano, decirle: «ven». Ven a ser mi esclavo, sé socio de mi éxito. (…) Si la Ocupación significa humillarte, burlarse de ti, destruirte, entonces es mala. Pero si la Ocupación significa: «Tengo éxito, ven», te invito a ser socio de mi éxito, por qué estás solo, por qué estás separado de mí, quiero conquistarte, sumarte, entonces eres socio de un gran éxito. Deberías ser mi esclavo. Ahora, vives una vida miserable. Ven a ser mi esclavo, mira qué vida vivirás, qué nivel espiritual y moral [alcanzarás] (…). Aquí hay un defecto genético, objetivamente, ¿qué puedes hacer? (…) La Biblia está llena de cosas así, y la sabiduría rabínica tradicional [Jazal] también (…). No es motivo de celebración, no es un motivo para la arrogancia, es una razón para ayudar. Es mejor exponer las cosas con claridad y decir: «Es cierto, aquí hay un problema genético y tenemos que ayudarlos», que decir: «No, no, aquí no hay problemas genéticos», y al final no ayudarlos (…). Hay gente así a nuestro alrededor con problemas genéticos (…) Pregunten a un árabe común, yo le pregunté a un árabe común, ¿dónde quiere estar, bajo la Autoridad Palestina o bajo el Estado de Israel? La respuesta es inequívoca. Todos dirán la misma respuesta inequívoca, que quieren estar bajo ocupación (…). ¿Por qué? Porque tienen un problema genético, no saben dirigir un país, no saben hacer nada, basta con ver el aspecto que tienen (…) no saben dirigir nada. Salvajes. (…) Déjenlos [a los árabes] que dirijan las cosas por un momento y todo se desmorona. Inmediatamente. No saben. Así que tienen un problema genético. Ayudémoslos. El árabe común, que trabaja todos los días, ¿cuál es la duda? Qué empleador prefiere, pregúntenle. ¿Un empleador judío o un empleador árabe? No hay ninguna duda. Ellos lo saben, así que digamos las cosas claramente: «Vengan a ser nuestros esclavos» (…). En lugar de poner excusas, es mejor decir cosas verdaderas y correctas y no ser condescendientes.
Esta última cita es particularmente interesante ya que presenta la inferioridad de los árabes no solo como genética y natural, sino también como una oportunidad para sentir y mostrar la mayor moralidad de los judíos al ayudar a la especie inferior. Si bien estos rabinos son de origen asquenazí, el rabino sefardí Ovadia Yosef, líder espiritual del partido mizrají Shas, no tiene nada que envidiar a sus colegas asquenazíes20. Refiriéndose a un conflicto entre musulmanes y judíos en Bagdad (en su discurso no citó una fecha concreta, pero cabe señalar que el conflicto general acabó con los judíos perseguidos y huyendo de su país), Yosef mostró incluso menos compasión por la «especie inferior»: los árabes, dijo, «se levantaron al día siguiente, hicieron algunas manifestaciones. Esa es la fuerza de estos malvados árabes. No se los debe compadecer, hay que bombardearlos con misiles, destruirlos, son malditos y malvados»21. (Cabe decir, sin embargo, que Shas, el partido ultraortodoxo que representa a los mizrajíes –judíos no asquenazíes– ha sido a menudo más tolerante y considerado con los árabes israelíes que muchos otros partidos israelíes)22.
Veneno, basura, abominación, hedor, bestias, serpientes, animales, asesinos, mentes corrompidas, maldad, todo forma parte de la matriz que designa a los árabes y a los judíos seculares como representantes de una contaminación que solo puede asquear. Los árabes y el secularismo forman el núcleo impuro que contaminará a otros grupos: personas de izquierda, homosexuales (en hebreo, una de las palabras usadas para la homosexualidad es to’eva, «asqueroso») y mujeres feministas. Las personas que conozcan, toquen, gusten, amen a miembros de estos grupos o lean sus libros se verán contaminadas por la plaga. Estas opiniones son extremas, sin duda, y están articuladas por figuras rabínicas específicas: la mayoría de la población judía israelí no comparte su ferocidad. Sin embargo, tales opiniones tienen el poder de cambiar las normas del discurso y encuentran un eco en la institución secular clave de Israel, el ejército, desplegado de manera muy visible en los territorios para imponer la separación entre judíos y árabes (un eco no es un sonido sino el reflejo de una onda sonora). Nadav Weiman (vicepresidente de la ong Rompiendo el Silencio) hizo el servicio militar en una unidad de francotiradores de elite y salió convencido de que la Ocupación era a la vez inhumana e ineficaz. Nuestra entrevista comenzó evocando las formas en que el asco y el desprecio hacia los árabes están estructuralmente arraigados en el servicio militar.
ei: Has hablado de cloacas. ¿Existe la percepción de que los árabes son sucios? nw: Sí, claro. Por cierto, cuando ves hombres armados, los llamas «sucios» por el radioteléfono. Esa es literalmente la palabra oficial. «Dos ‘sucios’ identificados a 400 metros». ei: ¿En qué se manifiesta esa suciedad?nw: En varias cosas. En primer lugar, debido a que la infraestructura en Cisjordania y la Franja de Gaza es terrible, hay muchas casas con pozos de aguas residuales, así que hay mal olor. Y no hay drenaje y la infraestructura de las casas y demás no es buena. Así que de verdad hay olor a cloaca, basura y cosas así. También está la suciedad física en la calle, el olor. Pero también un hombre que quema basura, ¿quién se piensa que es? ¿No se da cuenta de que está dañando la Tierra? ¿No se da cuenta de que hay un lugar para desechar estas cosas? No entendimos que no había nada por el estilo. También físicamente. Muchos palestinos con los que uno se cruza hacen trabajos manuales, son granjeros, trabajan en Israel. No van vestidos como estoy acostumbrado a ver en las calles de Tel Aviv. Aunque mi primera reacción cuando conducía por Nablus fue: «Vaya, realmente se parece a la calle Allenby en Tel Aviv». Muchas veces ves niños jugando descalzos; están un poco sucios. E incluso cuando te detienes a arrestar a alguien, muchas veces lo tiras al suelo del jeep o del vehículo blindado, o lo colocas en la entrada de la base, y quedan cubiertos de tierra (…) lo llamas «devolver» [lehizdakot, la palabra que usan los soldados para la devolución de equipo militar]. Cuando «devuelves» al palestino y lo llevas a la policía militar, lo lavan con una manguera, aparte del examen médico que le hacen. Todo esto te da la percepción de que simplemente son sucios. En muchas casas palestinas entras y no hay un baño, hay un agujero en el suelo como en la India. Recuerdo que durante el entrenamiento nos explicaron que los palestinos no tienen papel higiénico y se limpian el trasero con las manos y luego se lavan con agua. ei: ¿Quién lo explicó?nw: Uno de los comandantes en el entrenamiento.ei: ¿Tiene algún fundamento?nw: No creo. Nunca tuve una conversación con un palestino [sobre este tema], incluso hoy después de todos los años que pasé en el terreno. ei: Es muy interesante que sea una historia que circula.nw: Debido a que éramos un equipo de francotiradores, muchas veces usábamos equipos de visión nocturna y térmica, así que siempre hay historias de francotiradores u observadores de las fdi que ven a un palestino teniendo relaciones sexuales con una oveja o una cabra. Dicen que hay un video de eso. Nunca lo he visto.
Como sugiere Nadav Weiman, los soldados tienen una imagen preestablecida de los palestinos a los que se supone que deben controlar, vigilar, golpear, encarcelar e incluso matar. Esa imagen mezcla emociones claves como el miedo y el desprecio, que a su vez generan asco. Podríamos decir, entonces, que la dominación constante de una población empobrecida y privada de condiciones sanitarias básicas genera un asco que se integra en la ideología que justifica la violencia constante sobre la base, a su vez, de ese asco.
Estas opiniones no son solo de rabinos y soldados. En el documental de 2016 The Settlers [Los colonos], del director israelí Shimon Dotan, uno de los entrevistados que vive en Esh Kodesh, un asentamiento en el valle de Shilo establecido en 2001 y que hoy alberga a unas 350 personas, declara: «El pueblo de Israel tiene un papel que desempeñar: conquistar la tierra. Legarla. Expulsar a los gentiles que viven en ella (…). No veo un lugar para los árabes en nuestro país». Al preguntarle si no le importa que lo llamen racista, responde:
Soy racista. Digo todas las mañanas en la oración: «Bendito tú eres, D–s, por no haberme hecho gentil». Soy racista. Llevaré a un judío que hace autostop y no a un árabe porque soy racista. Y también emplearé solo a judíos y no a árabes porque soy racista. Tampoco daré caridad a una mujer árabe que pida dinero porque soy racista. Esa mujer debería acudir a sus organizaciones, ir a Hamás, tal vez allí le darán unas pocas monedas.
Es difícil evaluar qué tan representativas son tales afirmaciones de la población de colonos en general. No hay duda de que muchos colonos no tienen actitudes racistas. Tampoco hay duda de que, en el trasfondo de un conflicto prolongado por la tierra, ese racismo se mezcla con la enemistad territorial y el conflicto militar (como fue ciertamente el caso entre Francia y Alemania a fines del siglo xix). Sin embargo, parece seguro sugerir, como mínimo, que ese lenguaje no es inusual o demasiado chocante entre muchos residentes judíos de Cisjordania. El asco y el miedo al enemigo están tan íntimamente entrelazados que se vuelven casi indistinguibles, con el último legitimando al primero.
Nota: este artículo es un extracto del libro La vida emocional del populismo. Cómo el miedo, el asco, el resentimiento y el amor socavan la democracia (Katz, Buenos Aires, 2023). Traducción: Alejandro Katz.