En Estados Unidos, la figura de Joe Biden, un representante del partido demócrata en su variante más cercana a las políticas de las corporaciones financieras y los bancos ya es tan débil e impopular que hay que considerar seriamente la posibilidad de que Donald Trump lo derrote en 2024. Una derrota que no tiene comparabilidad con el avance de las ultra derechas latinoamericanas, cipayas y aliadas al neoliberalismo financiero.
Las transformaciones digitales están poniendo en tensión las formas de trabajar, pero también de organizarse en el ámbito sindical. Las respuestas latinoamericanas son hasta ahora embrionarias. Se requiere aún una mayor reflexión sobre la inteligencia artificial y las transformaciones en el mundo laboral desde el Sur global.
“Una noche de invierno, me tocó el turno de guardia con Efraim Avneri… La noche no me dejaba ver su rostro, pero percibí una sombra de ironía subversiva en su voz cuando me respondió:
—¿Asesinos? ¿Y qué te esperas de ellos? Desde su punto de vista somos extraterrestres que han venido del espacio para esparcirnos por sus tierras… Y con la astucia nos acaparamos una parcela de suelo tras otra. Así que, ¿qué querrías? ¿Que nos agradecieran la bondad de nuestros corazones? ¿Que vinieran a nuestro encuentro tocando fanfarrias? ¿Que nos ofrecieran respetuosamente las llaves del país completo porque hubo un tiempo en que nuestros antepasados vivieron aquí? ¿Acaso hemos de sorprendernos si se han levantado en armas contra nosotros? Y ahora que les hemos infligido una aplastante derrota, y cientos de miles de ellos viven en campos de refugiados desde entonces, ¿esperas quizás que compartan nuestra alegría y nos deseen lo mejor?
El desequilibrio de la economía argentina se revela por su alta dependencia de las exportaciones agrícolas para obtener dólares. Más de la mitad de las exportaciones provienen de productos agrícolas, mucho más que otras economías de AL, mientras que la proporción de exportaciones manufactureras es pequeña. Directa o indirectamente, la agricultura argentina emplea sólo dos millones de personas, o el 14% de la población activa, y aporta sólo el 10% del PIB. Sin embargo, por cada 10 dólares que Argentina acumula a través de las exportaciones, casi 6 dólares provienen de la agricultura. Sin exportaciones agrícolas, Argentina apenas obtendría divisas.
Culpo a la pequeña minoría de antisemitas en la vasta campaña por una Palestina libre cuyo comportamiento sólo sirve a los oponentes más agresivos del pueblo palestino. Culpo al gobierno israelí por justificar su violencia como el único garante de la seguridad judía en todo el mundo. Culpo a los líderes que han decidido que las muertes de civiles son "sólo a veces" una causa legítima de angustia e ira, y a toda una clase política que considera útil aprovechar el miedo y el duelo judíos para sus propios fines.
Durante la cuarta guerra de Netanyahu contra los palestinos de Hamas, se agudizó la escalada retórica del inhumano sitio de Gaza y su idea para borrarlo del mapa. Al parecer una gran cantidad de personas desconocen, o quieren ignorar que, al fragor de la guerra asimétrica entre los guerrilleros sunitas de Hamas y el ejército profesional de Israel –dotado con 400 bombas nucleares clandestinas, dependiendo de quien haga las estadísticas interesadas- esto no puede llamarse una guerra.
El horrible bombardeo de esta semana al hospital Al Ahli de Gaza debería haber sido el catalizador de un alto el fuego inmediato. En lugar de ello, Joe Biden ha preferido redoblar su apoyo a la guerra criminal contra la población civil de Gaza.
Nací en Israel hace 44 años, soy judío, y hace más de tres décadas vivo en la Argentina. Desde entonces visité varias veces el Estado de Israel, anduve por ciudades y pueblos árabes, conversé con los denominados árabes israelíes (palestinos que quedaron dentro de las fronteras israelíes luego de la guerra que siguió a la autoproclamación del Estado de Israel en 1948), crucé los check points y recorrí los territorios ocupados. En especial caminé Hebrón más de una vez —una de las ciudades palestinas con fuerte presencia militar y de colonos israelíes— y conversé con familias y jóvenes palestinos residentes ahí. No tuve la suerte de conocer Gaza. Para alguien con nacionalidad israelí es prácticamente imposible hacerlo desde hace 16 años.
En marzo pasado, Israel celebró su 75º aniversario como Estado. La revista The Economist comentó: “Hoy Israel es enormemente rico, más seguro que durante la mayor parte de su historia y democrático, claro está, si uno está dispuesto a excluir los territorios que ocupa ( ¡sic!) . Ha superado guerras, sequías y pobreza con pocos recursos naturales aparte del valor humano. Es un caso atípico en Medio Oriente, un centro de innovación y un ganador de la globalización”. Estas palabras ahora parecen una broma de mal gusto, dados los acontecimientos de las últimas semanas, o si miramos la historia real del Estado de Israel.
Hoy, ¿el trabajo dignifica? Un trabajo de mierda es un empleo que es tan innecesario que incluso la persona que lo está haciendo cree íntimamente que este empleo no debería existir. Y de estos empleos hay ahora más que nunca y si ocurre lo que no debiera, preparémosnos a la insignificancia ya como algo así como "rutina existencial".
El salto en la adopción de inteligencia artificial que significó el lanzamiento de ChatGTP invita a reflexionar no solo sobre cómo se usa esta tecnología, sino también acerca de quién y cómo se produce la IA y quiénes se benefician de ella. ¿Qué tipos de trabajo permiten producirla? ¿Cuáles son las consecuencias de su adopción en términos de reemplazo de capacidades de aprendizaje? ¿Es posible otro modelo de inteligencia artificial?
El presidente electo Daniel Noboa, tiene por delante 17 meses de gobierno y hay que ver cómo supera la enorme crisis de gobernabilidad, social y de seguridad que sacude a Ecuador.
De no lograrlo, tal vez la dinámica de la propia crisis disuelva el bloque social y político que unificado, impide al "correismo" ejercer en el ejecutivo su centralidad parlamentaria y social en las futuras elecciones del año 2025. Todo se verá y será rápido.
Bloqueado por tierra, mar y aire, sin moneda ni capacidad tributaria, sin permiso a probar suerte en otro lugar del mundo, sin trabajo, luz, agua, sanidad, ayuda social, sin poder sembrar, exportar ni producir, los malos hombres de este mundo se encuentran en Gaza. Eliminar, arrasar, destruir, borrar, hambrear, dejar sin medicamentos o alimentos a los combatientes de Hamas, solo esa idea en el siglo XXI es algo inverosímil de aceptar, de digerir.
Las trágicas escenas que se desarrollan en Palestina e Israel son un escalofriante recordatorio de los horrores que genera la ocupación y de la urgencia de desmantelar los bloqueos y el sistema de apartheid de Israel.
La “sombra” de Rafael Correa genera pasiones de todo tipo incluso al interior del mismo sector del progresismo social (un concepto evidentemente ambiguo para las ciencias sociales). Pero también es necesario observar que el ciclo que representó el gobierno de Correa no es el que está en juego, sino otro, que posiblemente se enmarque en el débil “segundo ciclo” del progresismo latinoamericano.
El electorado polaco se divide entre las ciudades y el campo; entre la clase trabajadora y las clases profesionales y empresariales neoliberales; y entre apoyar la política de la UE y oponerse a ella. Signo de los tiempos en Europa.
"La verdad que ponerse a reflexionar sobre el sentido de las cosas en un momento en que tengo amigos desaparecidos y las personas estallan por el aire para satisfacción de alguien que no está, que no se sabe quién es, ni por qué lo hace, me parece un gesto de una soberbia insoportable" Enrique Meler
Los defensores de Israel en Estados Unidos y Europa Occidental afirman que se oponen a la violencia. Sin embargo, han hecho todo lo posible para impedir o criminalizar la resistencia pacífica de los palestinos y sus aliados.
En Medio Oriente lo inesperado tiene causas, y también derivaciones. Desde Rusia, el filósofo Aleksandr Duguin dio a conocer la inquietud que recorre el análisis político al interior del gran protagonista del presente. Su planteo suena aventurado, pero amerita considerarse: “Si estuviéramos en una situación internacional diferente, los palestinos podrían contar con la compasión de la izquierda internacional, pero Estados Unidos está dirigido por neoconservadores y globalistas. Definitivamente no tienen tiempo para los palestinos. Aunque las políticas nacionalistas de Israel no se acercan demasiado a ellos. Pero es la reacción en cadena -y sobre todo el comportamiento de los Estados islámicos (principalmente Irán, Turquía, Arabia Saudita, otros países del Golfo y Egipto)- lo que puede convertirse en una continuación lógica en este caso. Al menos, esto puede haber sido lo que los estrategas de Hamás tenían en mente cuando decidieron iniciar un conflicto”.
La región necesita encontrar un nuevo lugar en una economía mundial que experimenta un proceso de desglobalización, donde las relaciones comerciales y los flujos de inversión pasan a verse condicionados y determinados por la geopolítica antes que por la maximización de las ganancias (y la reducción de costos).