Vivimos en la época de los algoritmos. Las decisiones que afectan a nuestras vidas no están hechas por humanos, sino por modelos matemáticos. Estos esquemas se diseñaron para permitirnos, entre otras cosas, ahorrar tiempo, pero además se los popularizó como procesos más justos y objetivos. Antes estas técnicas la resolvían seres humanos, trabajadores ineficientes, según el progreso por estar dotados de un cúmulo de problemas: familia, horarios, prejuicios, arbitrariedades, etcétera, escarbando en montaña de papel para obtener un, ¡deficiente! resultado.