El poema «Hay Cadáveres» es una de las mejores respuestas culturales a la sanguinaria dictadura que bañó de muerte a la Argentina, que hoy apologuizan Milei y Villarruel. La desmesura de sus versos parece corta frente a la desmesura de los muertos yacentes. En su permanente estribillo repiqueteante e hipnotizante (hay cadáveres), quedamos atrapados en una tela de araña y no podemos dejar de repetir «hay cadáveres», lejos de lo plañidero, muy cerca de lo inmediato y también de lo lejano, como certeza, no como llanto, como paisaje que de horizonte atrás a horizonte adelante, todo dice, cuchicheando o gritando, «hay cadáveres» . A su vez, el filósofo Mario Casalla propone reflexionar sobre el fenómeno político y social del voto a Milei, desde el concepto de pulsión elaborado por Sigmund Freud, la tendencia mortífera del hombre, y desde el Discurso sobre la servidumbre voluntaria del célebre jurista francés Étienne de la Boétie.