Cada enero, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) se reúne en la lujosa estación de esquí de Davos, Suiza. Este año, como es habitual, asistieron unas 3000 personas de más de 130 países para debatir los problemas, los desafíos y el futuro del capitalismo. Estuvieron presentes unos 350 líderes gubernamentales, incluidos 60 jefes de estado y de gobierno, de todas las regiones clave (excepto Rusia, China e India), junto con muchos directores ejecutivos y oligarcas de las multinacionales, la mayoría de ellos llegando en sus aviones privados. El cotillón agregado es, como el año anterior, la presencia de nuestro liberfacho. Se trata de un esparcimiento adicional esperado y necesario, en jornadas muy tensionadas por la decisión de Trump de frenar el declive hegemónico estadounidense. Pila de discursos donde, salvo a nuestro delirante, a casi todos y todas, les encanta citar a Keynes.