El 25 de febrero de este año, el bolsonarismo recuperó las calles. Aunque luego de esa protesta ha producido otros actos, aquel evento es vital para comprender la dinámica de una dirigencia de extrema derecha que pretende avanzar políticamente, pero que se encuentra acorralada judicialmente por su participación directa en el intento de fraguar un golpe para evitar la vuelta de Luiz Inácio Lula Da Silva a la presidencia.
Cuando en el año 1983, tras la crisis del plan económico social dictatorial iniciado por el neoliberal José Alfredo Martínez de Hoz se recuperó la democracia, el candidato “puesto” era el peronista Ítalo Argentino Luder.
Los resultados fueron ampliamente favorables para el candidato radical Raúl Alfonsín, que entonces obtuvo la mayoría con el 51,75% de los votos, muchos de los cuales eran tradicionalmente peronistas, contra el 40,16% del candidato Luder, el “número puesto”.
Caputo y Bausili, dos expertos “mesadineristas”, aseguran a los acreedores que van a cobrar en tiempo y forma y con tasas mayores a la depreciación cambiaria (carry trade), de allí que todos sus esfuerzos se limitan a los ingresos y pagos financieros, pero se desentienden de la economía real y no les importa que se reduzca el mercado interno, que Acindar suspenda un mes a sus trabajadores, que Longvie despida a la mitad de su personal, que Mabe —la empresa mexicana de electrodomésticos que compró a la local Drean— eche a 200 empleados en su planta de Luque, Córdoba, que Topper despida 117 personas de su planta en Tucumán, etcétera, cuando todavía falta el efecto del tarifazo energético y sabemos que en la recesión se ajusta primero por caída del salario real y después por nivel de empleo.