El antiestatismo se alimenta del discurso cupular y fallido del actual oficialismo, su asfixiante posibilismo que transformó en un eslogan vacío al «Estado presente» y la «inclusión social».
Mientras tanto, sus repetidos programas de congelamiento de precios se desvanecían antes de dar a luz. El resultado fue un alza general de las ganancias de las corporaciones alimenticias y una redistribución regresiva de la riqueza.
Pocas veces se ha seguido tan de cerca una cumbre de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Bajo la influencia de China, el club pretende extender su influencia para afirmar su poder frente a Occidente. Estados Unidos y Europa temen la aparición de una alianza que pueda socavar el orden mundial.
El mundo está siendo testigo de una nueva era de competencia entre grandes potencias, entre Estados Unidos y China, en la que Rusia desempeña un papel central. Sea cual sea el resultado, aunque parece haberse dividido el mundo, esta rivalidad moldeará el orden global en las próximas décadas. Pero el destino de esta contienda no lo decidirán únicamente las acciones de Washington, Beijing o Moscú, los BRICS o los organismos internacionales creados por Estados Unidos. Al parecer, dependerán también de cómo un grupo de países influyentes del sur global navegue por el cambiante panorama geopolítico.