El presidente Gustavo Petro está sometido a continuos procesos de desastibilización, e incluso Francia Márquez la vicepresidenta, fué víctima de un atentado contra su vida, afortunadamente sin consecuencias. La respuesta de Petro ante los ataques no es retroceder sino profundizar el proyecto que selló el contrato electoral que lo llevó a la presidencia en 2022. Estos son apenas retazos históricos del comportamiento del bloque dominante que, tras asesinar al presidente Gaitán en 1948 utilizando a un lúmpen, inició en Colombia una guerra civil que aún no termina.
La guerra de Ucrania dio visibilidad internacional a la industria de la «maternidad subrogada», pero se trata de un negocio en expansión que abarca a diversos países, con regulación o sin ella. Y América Latina no es ajena a este fenómeno. Si bien la industria se sustenta en el desarrollo y la evolución de las técnicas de reproducción asistida, su proliferación también parasita ciertas condiciones socioeconómicas: regiones asediadas por la pobreza y el desempleo en las que los márgenes de decisión sean lo más estrechos posible. Mujeres sin ingresos, jefas de hogar, muchas veces empobrecidas y racializadas, son el recurso -humano o natural- predilecto de las clínicas de reproducción.
La guerra entre China y los EE.UU. se basa en la disputa por un mundo unipolar o multipolar, y dentro de ella se libran una serie de batallas: bélica en Ucrania, comercial, de cadena de suministros, financiera, de dominio tecnológico, entre otras. Esta última, conocida como la guerra de los semiconductores o chips, será la que examinaremos. Esta cruzada por la supremacía tecnológica es un poco más amplia que las batallas convencionales y se relaciona con la desglobalización mundial, la fragmentación y la creación de nuevos bloques de países, la autonomía estratégica, la conectividad, la revolución tecnológica, inteligencia artificial, internet de las cosas, identificación digital, monedas digitales de bancos centrales, carteras o billeteras virtuales de pagos, etc.