El panorama, compañeros, vuelve a ensombrecer nuestra cotidianeidad, a lo que se suma la expectativa de un futuro aún peor por la crisis política y económica. O sea: una élite que no se pone de acuerdo acerca de cómo conjugar el capitalismo con la democracia, el desarrollo con la deliberación y cómo se distribuyen los precios a pagar por ese acuerdo. Por élite llamamos a quienes deciden sobre la vida de los demás o controlan cosas grandes que afectan la vida de muchos. No a mi odontóloga ni a la profesora de música de mis bendiciones por mejor educada que esté. Para ordenar responsabilidades. Así estamos, y buen, eso explica la irrupción genial de la idea de la casta para objetivar al enemigo que hace imposible una vida mejor y que, por ser transversal, favorece la emergencia de un nuevo actor.
Ricardo Aronskind plantea en esta nota que la democracia argentina enfrenta un difícil trance ante la irrupción del espacio político de Javier Milei. Aronskind analiza también la simetría ideológica y de prácticas que existe entre el espacio mileísta y Juntos por el Cambio, ambos de raigambre noventista neoliberal. Aronskind advierte que hay que mirar la dinámica de la historia política reciente para tratar de ubicar el impacto de Milei en el cuadro de situación.
El resultado obtenido en las elecciones primarias por el candidato Javier Milei –un personaje estrafalario puesto en el centro del escenario por los medios afines a Juntos por el Cambio (JxC)- sacudió las estrategias electorales de los dos partidos institucionalizados que se disputaron el poder desde que el macrismo reemplazó a la UCR como oposición al peronismo.