Javier Milei declaró: “Cuanto más alto esté el precio del dólar, más fácil es dolarizar”. Y ante una consulta por el consejo que le daría a una persona a la que se le vence un plazo fijo en moneda local dijo: “Jamás en pesos, jamás en pesos. El peso es la moneda que emite el político argentino, por ende, no puede valer ni excremento, porque esas basuras no sirven ni para abono”. Pero …
Amanecía el nuevo milenio. El milenio que se abre con la globalización en la boca y la crisis en el vientre. El milenio inaugurado, en noviembre de 1999, por las manifestaciones de Seattle: un nuevo ciclo de movimiento global que perturba el sueño de quienes creían haber ganado definitivamente la lucha de clases y saldado cuentas con la historia, como no fuera por el millennium bug. En esa encrucijada, Toni Negri —junto con Michael Hardt— formula la hipótesis de la formación del imperio: no el del imperialismo de los Estados-nación, sino el de un nuevo orden mundial sin centro, en el que se entremezclan poderes democráticos, monárquicos y aristocráticos. Y ambos postulan, en primer lugar, la formación del sujeto que resiste y se opone a ese orden, la multitud que parece colmar las plazas del movimiento no global.
De muy distinta naturaleza son las medidas del DNU que apuntan a debilitar la capacidad de resistencia, y acción de la clase obrera. Es necesario tenerlo presente para no quedar enganchados en una suerte de frente “nacional y popular” de carácter patronal (a pesar de las protestas de «defendemos al pueblo»). En este respecto la contradicción central no es “Estado (capitalista) vs mercado (capitalista)”, como pretende el discurso del nacionalismo burgués y pequeño burgués, sino “Estado capitalista y clase capitalista (viven de la plusvalía) vs trabajo asalariado”.