En marzo pasado, Israel celebró su 75º aniversario como Estado. La revista The Economist comentó: “Hoy Israel es enormemente rico, más seguro que durante la mayor parte de su historia y democrático, claro está, si uno está dispuesto a excluir los territorios que ocupa ( ¡sic!) . Ha superado guerras, sequías y pobreza con pocos recursos naturales aparte del valor humano. Es un caso atípico en Medio Oriente, un centro de innovación y un ganador de la globalización”. Estas palabras ahora parecen una broma de mal gusto, dados los acontecimientos de las últimas semanas, o si miramos la historia real del Estado de Israel.
Hoy, ¿el trabajo dignifica? Un trabajo de mierda es un empleo que es tan innecesario que incluso la persona que lo está haciendo cree íntimamente que este empleo no debería existir. Y de estos empleos hay ahora más que nunca y si ocurre lo que no debiera, preparémosnos a la insignificancia ya como algo así como «rutina existencial».
El salto en la adopción de inteligencia artificial que significó el lanzamiento de ChatGTP invita a reflexionar no solo sobre cómo se usa esta tecnología, sino también acerca de quién y cómo se produce la IA y quiénes se benefician de ella. ¿Qué tipos de trabajo permiten producirla? ¿Cuáles son las consecuencias de su adopción en términos de reemplazo de capacidades de aprendizaje? ¿Es posible otro modelo de inteligencia artificial?