En su libro Pocos contra muchos, la politóloga italiana Nadia Urbinati analiza la forma en que las elites políticas y económicas se han divorciado de la ciudadanía y explica por qué los ruidosos movimientos de protesta social contemporáneos no logran traducir sus demandas en conflictos políticos. Además, invita a pensar, desde la tradición de la izquierda democrática, la necesidad de una «democracia social» en la que los partidos actúen como mediadores entre la ciudadanía y las instituciones.
Luego de las elecciones primarias, la extrema derecha representada por el ultraliberal Javier Milei se ha posicionado como favorita para llegar al gobierno de Argentina. Pero aún no está dicha la última palabra: todavía es posible evitarlo.
Como hace décadas no sucedía, el mundo está atento ante la escalada de tensión entre la Federación Rusa y Occidente a causa de las disputas en torno a Ucrania. En ese país de Europa del Este estalló en el 2014 una crisis. Esta estuvo caracterizada por tres elementos. Una “revolución de color”; una insurrección en varias provincias de signo contrario a los movimientos proccidentales del centro del país; y el visible avance de la Unión Europea, especialmente de la OTAN, para incorporar a Ucrania en sus marcos de alianza. Esto dio lugar en una guerra civil que se congeló en dos provincias orientales (Lugansk y Donetsk) en forma de guerra separatista. En ese mismo periodo, Rusia ocupó la Península de Crimea sin dificultades. A partir de ese momento las fronteras de Rusia no dejaron de ser “fronteras calientes”.