La contracara de la pobreza es la inequidad distributiva. Este artículo lo muestra a nivel internacional. En nuestro país aún no sabemos como evolucionó la distribución funcional, el Gini, la brecha de pobreza en el actual tramo inicial de la cuarta ola neoliberal. Cuando lo sepamos, si es que lo sabemos de manera fehaciente, veremos que a los -al menos- 55% de pobreza que se esperan para julio de este año, le corresponderá una caída inédita de la participación del factor trabajo en la distribución que ya había caído 8 puntos entre 2016 y 2023 sumado a una suba notable del desempleo y la informalidad. Una catástrofe distributiva se está desarrollando, la punta del iceberg es el nivel de pobreza, pero se trata de solo un efecto de la estructura distributiva.
Como se verá en este artículo, todo vale para atrasar el gigante asiático en su destino de potencia emergente o, al menos, de un mundo inevitablemente multipolar. La pregunta para el sur global es donde lo encontrará el futuro, si entre los ganadores o como parte de las potencias en repliegue. En el caso de Argentina, el gobierno decidió anotarse del lado de los perdedores sin ningún beneficio a la vista, sólo la estupidez.
El artículo propone un recorrido por las cuatro oleadas neoliberales y la interrupción que a su despliegue supuso el kirchnerismo bautismal en el lapso comprendido entre los años 2003-2015. Obvio que todas las experiencias neoliberales, incluída la dictadura que desembarcó ese repugnante paradigma en el país, terminaron en grandes crisis socioeconómicas, algunas espectaculares como la del año 2001. Esta cuarta oleada no será la excepción. Sí es novedosa esta vez la personalidad del presidente que la lleva adelante, modelada por una subjetividad que borronea, como nunca antes y muy a tono con el tiempo que vivimos, las viejas fronteras subjetivas entre lo «normal y lo patológico», en el siglo de la caída de la figura del padre. Pero ese es otro tema ajeno a este artículo.